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LA GRIETA AL ROJO VIVO

Algunos macristas asumen que es necesario colaborar con las medidas del gobierno. Otros se lanzan a la yugular a la menor posibilidad. El gobierno conduce con grandes aciertos y algunos inevitables tropiezos. Argentina está enfrentando la pandiemia en la forma correcta

OPINIÓN 08/04/2020 Isaías ABRUTZKY / Especial para Tiempo de Santa Fe
gieta rojo

Isaías ABRUTZKY / Especial para Tiempo de Santa Fe 

La imagen de Rodriguez Larreta flanqueando al presidente Alberto Fernández (Axel Kicillof del otro lado) y las palabras del primer mandatario provocaron en algunos la ilusión de que la calamidad que está atravesando el mundo, y la Argentina en particular, estaba cerrando la grieta que divide a nuestra sociedad desde los albores de la constitución como nación independiente. 

Ilusiones del viejo y de la vieja, diría el tanguero. La oposición se mostró modosita en boca de sus principales referentes, sobre todo quienes, como el Jefe de Gobierno de la CABA, no puede (ni le conviene, porque seguramente aspirará a ser candidato a presidente en 2023) quedar al margen del enorme esfuerzo que está haciendo el gobierno nacional para acomodar el país a la situación que se presenta. 

Sin embargo, mientras la población comprende que son necesarias las medidas puestas en vigencia, la especulación y la corrosión políticas se manifiestan con toda virulencia. Lo hacen a través de algunas figuras bien conocidas por el público -como el bailarín Maximiliano Guerra- y otras totalmente ignotas -tal vez inexistentes, simples cuentas en las redes- expresándose con una violencia verbal pocas veces vista desde los tiempos de los cacerolazos contra el gobierno de Cristina. Un COVID-19 verbal y digital.

Un presidente en funciones

La imagen pública de Alberto Fernández ha crecido notoriamente por la prudencia y la firmeza con que conduce en estas horas difíciles. Pero este hecho produce gran alarma del otro lado de la grieta. Algunas voces atribuyen a Marcos Peña la autoría de una campaña, cuya intensidad puede hacer sospechar de que no se trata de un fenómeno espontáneo. Pero poca duda cabe de que en el seno de la sociedad anidan -si bien minoritariamente- fuertes sentimientos de odio; racial, de clase y de género. Alguien comentaba en las redes que la xenofobia hubiera resurgido en niveles extraordinarios si el ingreso del COVID-19 a la Argentina proviniera de otros países latinoamericanos, o de nacionales de las provincias del Noroeste. Lo que no se hubiera dicho! 

Pero nadie habló, porque quienes trajeron el virus fueron personas “blancas, hermosas, puras” (como supo decir Pamela David refiriéndose a la familia Macri). Gente de bolsillos suficientemente forrados como para tomarse vacaciones en Europa a pesar del 30% adicional que tuvieron que pagar por sus dólares. 

Las autoridades argentinas -en particular el presidente Alberto Fernández- se ganaron el reconocimiento de expertos de todos los rincones del mundo por su manejo de la crisis del coronavirus, atendiendo con presteza a todas las necesidades de salud de la población, pero a la vez disponiendo un cúmulo de medidas para atenuar los efectos de las restricciones al desplazamiento y reunión de personas, que castigan a un amplio sector de la población, particularmente en el sector informal. 

La movida, en un marco de extrema urgencia, es tan abarcativa que nadie puede asumir que se desarrollará sin que se presenten situaciones puntuales para las que no hubo previsión ni que se cometan errores en el trayecto.

La primera oportunidad de que dispuso el sector más recalcitrante de la oposición se dio por las aglomeraciones producidas en los bancos, cuando jubilados y beneficiarios de planes sociales y de emergencia se agolparon frente a los bancos, con mínima capacidad de atención. Los  más exaltados llegaron a pedir la renuncia del presidente y sus ministros.

La efervescencia llegó incluso a mostrar la subgrieta que se da dentro de las huestes del Pro. Se atribuye a Marcos Peña el lanzamiento de una campaña de cacerolazos que se inscribieron en el propósito de degradar a la política y a quienes a ella se dedican, reclamando que funcionarios y legisladores donaran parte de sus remuneraciones para atención de los problemas sanitarios. Pero hay sectores que ven con desagrado estas embestidas contra el gobierno. Tanto que el intendente de Vicente López, Jorge Macri -primo del expresidente- se disgustó con la jefa del Pro, la exministra Patricia Bullrich. Trascendieron detalles de una conversación entre ambos en la que Macri -intendente del partido de Vicente López- llegó a referirse a la vez que Bullrich, que fue ministra del expresidente De la Rúa, bajó el 13% los salarios, pero se cuidó muy bien de guardar el suyo.   

El último episodio que sacudió la arena política, y tal vez el de mayor gravedad, fue la compra de alimentos a precios inflados, alejados de los que pueden conseguirse en cualquier supermercado. Lo actuado fue totalmente público, y cuando arreciaron las críticas, el ministro Arroyo explicó la adquisición en diferencias de logística, y en la premura por solucionar las graves carencias que padece la población de menores recursos. Ambas razones son atendibles, pero quedaron puntos oscuros:

Aunque las compras no fueron realizadas a una sola empresa sino a varias, trascendió que los oferentes estaban demasiado ligados unos a otros, dando lugar a la fuerte sospecha de que algunos no eran sino sellos de 
goma para dar la impresión de una competencia, que luego se evidenció lejos de ser real. Para colmo de males, el responsable directo de la compra, un secretario del ministro, había sido sospechado de coimero (cámara oculta ofrecida como prueba) cuando era funcionario de la municipalidad de Almirante Brown.  Gonzalo Calvo, tal su nombre, fue sobreseído en la causa, pero debió renunciar a su cargo en esa comuna. Daniel Arroyo lo desplazó prontamente, y se abrió un sumario administrativo, a instancias del presidente de la nación, que se mostró muy disgustado por el episodio, aunque ratificó al ministro -a quien había manifestado su confianza al comienzo del incidente- en su cargo. 

Es poco creíble la hipótesis de una maniobra de corrupción, pero ya se sabe que no solamente hay que ser honrado sino también parecerlo. Queda para las autoridades que asumieron en diciembre pasado limpiar algunos rincones muy oscuros desde los que algunos inmorales se enriquecen a costa de los sufridos pobladores de la Argentina. El que alberga a los proveedores del Estado es uno importante de ellos. Empresas fantasmas que ganan licitaciones o concursos con precios inflados, sin antecedentes en el negocio en el que se presentan, existen y operan desde hace muchisimo tiempo, y parecen ser totalmente inmunes a los cambios de gobierno. ¿Cómo hacen para ofrecer marcas que nadie conoce y cobrarlas por encima de las que son tradicionales y gozan de prestigio entre los consumidores? En verdad, un gran misterio. 

Y es hora de resolverlo, de una vez y para siempre.  El presidente no pierde tiempo: hizo desplazar a Gonzalo Calvo y a quince miembros de su equipo. Dispuso que el Estado no pague por encima de los precios máximos fijados y prepara otras medidas de control. 

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