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Cristina es la que tiene el poder, nadie más

A esta altura del gobierno de Alberto Fernández, ya no hay ninguna duda quien tiene el poder. El Presidente no hace nada para construir el propio y acata mansamente lo que su jefa política determina. Vamos a la deriva, no se respetan las instituciones y estamos en camino a dejar de ser una República

OPINIÓN 02/08/2020 Martín SILVA
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Quiero dejarles la lectura de la columna del colega Sergio Crivelli de La Prensa, quien describe con precisión quirúrgica lo que realmente sucede en el poder en Argentina.

Lo que describe Crivelli es el verdadero poder, lo que pasa en realidad, no lo que dicen los papeles que de nada valen cuando las personas no lo respetan o no quieren que se respete.

Cristina Kirchner tiene el poder y así estamos, pobre país, pobre de nosotros..

Entre otras características excepcionales el gobierno de Alberto Fernández tiene la de contar con un oficialismo menos piadoso que la oposición. La fuerza que lo llevó al poder acaba de impulsarlo en medio de una situación sanitaria y económica límite a encabezar una ofensiva contra la justicia federal que podría ser considerada extravagante por lo superflua, costosa e inoportuna, si no se tuviera en cuenta su beneficiaria: la vicepresidente.

Esa falta de “timing” podría ser producto de la improvisación como ocurrió, por ejemplo, en el ya luctuoso caso Vicentin, otro “regalo” de la vice. O también de un rapto súbito de inspiración reformista, pero no faltará quien atribuya la “blitzkrieg” sobre los tribunales a la impaciencia de Cristina Kirchner. La presidenta del Senado ha visto transcurrir buena parte de la etapa inicial del gobierno de su “protegé” sin atisbos de alivio para su situación penal. Una etapa con más tropiezos que aciertos y que permite vislumbrar un futuro electoral dudoso.

Tanto el enrarecimiento del clima político como la agresividad en aumento del discurso oficialista, así como el crecimiento de la oposición más dura son fenómenos asociados a los malos presentimientos electorales del peronismo. La inopinada urgencia del reformismo judicial, también.

Hay señales claras que confirman que la ocasión no era la propicia para lanzar la invasión a Comodor Py; datos que indican que la agenda tiene otras prioridades evidentes. Pocas horas antes de que Fernández convocase a jueces, abogados y expertos a la Casa Rosada se conoció un dato lamentable: la caída del consumo de alimentos básicos.

En mayo el de leche fluida cayó 11%, la industria funciona al 57% de su capacidad, la producción de alimentos y bebidas también volvió a caer. Para un presidente que hizo campaña prometiendo llenar las heladeras revertir esa situación debería desplazar cualquier otro problema del primer lugar de la agenda.

Sin embargo, ocurre lo contrario. El oficialismo deja trascender la inminencia de decenas de medidas para reemplazar la falta de un plan económico, pero aplica sus mejores energías a promover un proyecto para duplicar los juzgados federales con un costo millonario y un objetivo transparente: diluir el poder de los jueces del fuero en el que se tramitan los procesos por corrupción de funcionarios “K” con la vicepresidenta a la cabeza. Duplica asimismo el número de las cámaras que, entre otras cosas, confirman o niegan las prisiones preventivas.

A lo que hay que añadir otro dato central: como cubrir esos juzgados lleva un proceso de por lo menos dos años, serán ocupados con jueces subrogantes que deberán contar con la aprobación del Senado. Es decir, de Cristina Kirchner. La vicepresidenta tiene una experiencia amarga de Comodoro Py y no quiere repetirla.

La saga de la subrogación tuvo un capítulo destacado durante la semana en el Consejo de la Magistratura. El anterior gobierno había nombrado camaristas en Comodoro Py sin una segunda aprobación de la Cámara alta y la mayoría kirchnerista del Consejo decidió el jueves que deberán tramitarla.

Lo notable fue que el voto decisivo perteneció a la peronista/massista/lavagnista Graciela Camaño. La vicepresidenta ya no sólo se hace cargo de la agenda del presidente, sino también de las alianzas políticas. La supuesta ala moderada del peronismo está bajo su control directo.

Pese a su mudanza con armas y bagajes al cristinismo, Camaño insiste en presentarse como parte de la “ancha avenida del medio”, entelequia política de uso electoral destruida por la realidad.

Massa también trató con poco éxito y cierta cuota de patetismo de tomar distancia del kirchnerismo más duro. El viernes tuiteó: “La visita del Jefe de Gabinete de Ministros es una demostración de la voluntad del Gobierno de escuchar y convocar a todos y todas a construir las herramientas para poner en marcha a la Argentina pospandemia desde la transparencia y los acuerdos”. Curiosa interpretación de las chicanas y acusaciones que el funcionario intercambió con una oposición que hace apenas dos meses buscaba acuerdos con el gobierno. Massa dio toda la vuelta y volvió a las filas del kirchnerismo.  

En resumen, el “albertismo” o kirchnerismo moderado no pasa de ser una ficción periodística. Las demostraciones de fuerza de Cristina Kirchner con el lanzamiento de la reforma del fuero federal, con las subrogancias en el Consejo de la Magistratura y con la aprobación de un indulto fiscal para Cristóbal López en la Cámara de Diputados fue apabullante. Que su abogado defensor forme parte de la comisión asesora de la reforma de la Corte Suprema es sólo un detalle, una ironía para entretener a los medios. La agenda, el rumbo y el armado político del gobierno tienen una sede, el Senado, y una protagonista, la vicepresidenta. Esa es abiertamente la lógica del poder, aunque tenga un formato institucional insólito.

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