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Conmoción en Córdoba: un adolescente fue asesinado por la policía luego de que su amigo evadiera un control

Los policías que estaban apostados en un retén dispararon contra el Fiat Argo sin perseguirlo. La escena del crimen fue alterada. Otro de los jóvenes sobrevivió a un balazo que le atravesó el buzo

POLICIALES 06/08/2020 Juan FEDERICO
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Valentino Blas Correas tenía 17 años. Vivía en barrio Villa Cabrera e iba al colegio San José, de la Duarte Quirós. Estaba en sexto año. Su biografía a partir de ahora se escribe en un pasado abrupto e inmodificable por obra de un balazo policial.


Un fiscal sostiene que Blas fue víctima de un caso de "gatillo fácil" que sacude a los cordobeses. Una historia de lo peor de la Policía que aquí será reconstruida a partir de múltiples fuentes judiciales, abogados, de la propia fuerza y de allegados a los jóvenes involucrados. Un relato en el que es aún complicado despejar de manera total lo ocurrido en medio de una cadena de mentiras, de encubrimientos y de medias verdades.


El miércoles a la noche, Blas y tres compañeros se juntaron a comer unas pizzas en un bar del Centro. Eran tres varones y una joven novia de uno de ellos. La idea era juntarse después en el domicilio de otro compañero durante la madrugada. Pero, antes, habían quedado en ir a buscar a un quinto amigo a su casa de Parque Horizonte, en la zona sur de la ciudad.

Tras comer las pizzas, los cuatro se subieron al Fiat Argo de uno de ellos y encararon hacia la zona sur. Buscaron al compañero y emprendieron el regreso al Centro, ya que allí se iba a hacer la juntada de los amigos.
Manejaba un joven de 18 años recién cumplidos y a su lado iba su novia. Atrás se sentaron los otros tres adolescentes de 17 años. Blas quedó en el medio.

Tras recorrer 500 metros por avenida Vélez Sársfield, el que iba al volante dobló mal en la rotonda de barrio Las Flores y volvió en sentido contrario a la avenida de Circunvalación. Cuando se percató del error, a la altura de la planta de Telefe Córdoba, giró de manera imprudente en "U". Esto provocó que dos motociclistas que iban por esa avenida en dirección al Centro los increparan, lo que originó un intercambio mutuo de insultos.

Pero nada pasó a mayores, hasta que otra vez en la rotonda de Las Flores la moto alcanzó al Argo y el que iba de acompañante en el rodado menor le asestó una patada a un espejo retrovisor del auto, que cayó al asfalto. El conductor del Argo frenó, la joven que iba sentada a su lado se bajó y recogió el espejo.


Cuando volvieron a arrancar, continuaron por Vélez Sársfield y, apenas pasaron por el puente de la Cruz Roja, divisaron un retén policial apostado en la misma avenida, a la altura del Pablo Pizzurno. Dos móviles cruzados sólo daban paso por un carril central en el que un policía les hizo señas de que frenaran.

Los jóvenes contarían luego a sus familias que ellos creyeron que los de la moto los habían denunciado por el altercado.

Los investigadores indican que en realidad era un control de rutina que suele estar apostado allí, aunque la primera versión policial insistió en que se había dispuesto un "cerrojo" para atrapar al Argo por una supuesta denuncia que no consta en ninguna parte.

Lo concreto es que, apenas el policía que les hacía señas se hizo a un lado, creyendo que los ocupantes del auto iban a frenar, el conductor aceleró para escapar de allí. ¿Miedo a una supuesta denuncia de los motociclistas? ¿O acaso temor por estar violando la cuarentena? Aún no está claro qué lo llevó a intentar evadir el control.

La secuencia que quedó registrada en las cámaras que ya están en poder de la fiscalía muestra, según las fuentes consultadas, que en ese momento los policías abrieron fuego contra el Argo. 


En cada uno de los móviles estacionados para reducir los carriles en ese control, había una dupla compuesta por una mujer y un varón. De acuerdo con los registros, sólo los varones fueron los que dispararon. El dato, que hasta ahora no se conocía, es revelador: no fue una persecución a los tiros, sino que dispararon policías de a pie al lado de sus móviles, siempre según se sospecha.

Asustado, el conductor del Argo aceleró aún más y dobló por la rotonda de Las Américas. En contramano logró cruzar Ambrosio Olmos y se insertó en calle Obispo Trejo. Antes de llegar a Brasil, los que iban atrás le gritaron que frenara, que se querían bajar.

Los dos jóvenes que iban en los extremos abrieron las puertas y le dijeron a Blas que también se bajara. "No puedo moverme, estoy herido", les dijo. Recién entonces, todos en el auto se dieron cuenta de que uno de los balazos que había traspasado la luneta lo había alcanzado a la altura del omóplato.

El que manejaba decidió actuar rápido y aceleró con las dos puertas de atrás abiertas y Blas sentado.

Los dos jóvenes que bajaron recién se enterarían de que Blas había muerto varios minutos después, cuando llegaron a pie al lugar donde se iban a juntar.

El conductor del Argo y su novia comenzaron a bajar a toda velocidad por Chacabuco, hasta que se detuvieron frente a la clínica Aconcagua. Allí frenó para pedir auxilio por Blas. Según su relato, no lo quisieron atender, algo que también se investigará a nivel judicial.

Volvió al auto e intentó arrancar en dirección al Hospital de Urgencias. Un móvil policial le cortó el paso en Chacabuco y Corrientes. Blas ya no respiraba. El reloj ya marcaba las 0.30 de este jueves.


Según la Fiscalía de Distrtio 1 Turno 3, a cargo de José Mana, no hay registros de denuncias contra el Argo en el 101 ni en la frecuencia policial.

Esta historia no acaba en ese momento. Largos minutos pasaron hasta que la Justicia fue anoticiada de la muerte de Blas. Los peritos de la Policía Judicial trabajaron de manera veloz en Chacabuco y Corrientes, ya que en realidad esa no era la escena del crimen. De todos modos, el auto y el cuerpo de Blas ya habían sido manipulados por policías.

Cuando fueron al puesto de control de Vélez Sársfied, los peritos también observaron que la escena ya había sido alterada. No obstante, contabilizaron al menos cinco balazos policiales en el Argo: dos en la luneta, dos en la chapa y uno en el baúl. Hay un dato que fue subrayado en el peritaje: dos balazos ingresaron por el mismo orificio de la luneta. "Esto sólo lo hace un tirador experimentado", confiaron las fuentes consultadas.

Peritos de Balística, de Huellas y Rastros, de Fotografía, de Medicina Legal, de Planimetría y de Química aún trabajan para intentar establecer qué sucedió.

Uno de los jóvenes que iba sentado al lado de Blas en el auto aún no entiende qué sucedió: descubrió que uno de los balazos policiales le había atravesado el buzo sin herirlo y terminó por impactar en el cabezal de uno de los asientos de adelante.

Minutos después, cuando la fiscalía ya estaba anoticiada de lo ocurrido, un episodio generó bastante ruido en Tribunales 2. Los policías aseguraron que un testigo no identificado había visto cómo desde el auto Argo arrojaban un objeto en dirección al Pablo Pizzurno, y al rastrillar esa zona encontraron un viejo revólver 22 en una bolsa.

Tanto en Jefatura como en Tribunales desconfían mucho de esa versión. Sospechan de un arma "plantada". Más cuando el que señaló dónde estaba el arma era uno de los policías que a media mañana terminaría imputado y detenido. "Un revólver oxidado al que le faltaban partes, que no podía ser utilizado", lo describió una alta fuente policial.

"Descarto totalmente la versión de que los chicos iban armados. Indudablemente está plantada el arma", aseguró Julio Herrera Martínez, abogado de uno de los jóvenes que sobrevivieron al tiroteo.

La fiscalía solicitó que los cuatro jóvenes del Argo que ahora son testigos clave de todo lo sucedido fueran sometidos a una prueba de dermotest para determinar si dispararon algún arma o no.

"El policía que ya lleva un arma en la guantera para plantarla es un asesino, porque ya está pensado que puede matar a alguien sin justificación", concluyó con severidad una de las fuentes consultadas.


La fiscalía y el Tribunal de Conducta Policial identificaron a las dos duplas de las patrullas apostadas en ese retén: Yamila Martínez y Lucas Gómez, y Wanda Esquivel y Javier Alarcón. Primero se evaluó imputar y detener a los cuatro, ya en situación pasiva.

Pero el cotejo de las cámaras de seguridad inclinó la balanza, por ahora, sólo en contra de los varones. Lucas Gómez (35) y Javier Alarcón (31) fueron detenidos minutos después de las 11, imputados de homicidio calificado agravado por el uso de arma de fuego. Ambos son cabo primero y tienen más de ocho años en la fuerza.

Antes de ser indagados, ellos habrían dicho que intentaron detener el Argo para corroborar la versión del altercado con los motociclistas. Ahora, están callados y analizan qué estrategia defensiva van a seguir.

A todo esto, en Jefatura y en el Ministerio de Seguridad buscan medir las consecuencias de lo sucedido. Saben que la crónica de lo sucedido impacta por la resolución: un joven asesinado a mano de balas oficiales por una contravención de tránsito (no frenar en un control).

Desde la Policía, el caso no fue divulgado en los partes de prensa que envía cada día. Minutos antes de las 9, el comisario mayor Gonzalo Cumplido, jefe de Seguridad Capital de la zona sur, fue designado para dar la cara ante la prensa. Luego, apareció el ministro Alfonso Mosquera. Ambos fueron cautos en sus comentarios. Ya sabían que las detenciones eran inminentes, ya que en toda la secuencia sólo había balas policiales. Irrefutable.

Hace pocas semanas, al realizar la lectura por las sentencias a raíz del trágico tiroteo de Nueva Córdoba, ocurrido en 2018, los jueces de la Cámara 8 del Crimen volvieron a señalar lo mismo que el fiscal Rubén Caro había criticado en la instrucción: malformación policial y una escasa preparación para preservar la escena del crimen.

Hoy, Mosquera reiteró lo que había dicho cuando se conoció aquel fallo: no se va a rever la formación azul.

En este contexto de controles por cuarentena y de una posición policial extendida en el territorio cordobés, el crimen de Blas no deja de generar nuevas interpelaciones. 

Fuente: La Voz

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