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La receta de Suecia: Estado de bienestar, menos impuestos

El país escandinavo mantiene las bases de su viejo “Estado de Bienestar”, pero en la década del 90 desreguló la economía, redujo los impuestos y apostó fuerte a la competencia y el emprendedorismo

ECONOMÍA 28/09/2020 Sergio SERRICHIO
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Un posteo del empresario Alec Oxenford, el fundador de OLX, en Twitter, generó un intercambio de opiniones sobre el “modelo sueco”, una sociedad a la que el presidente Alberto Fernández se refirió como ejemplo de lo que querría para la Argentina, pero de cuyo gobierno había criticado la respuesta al coronavirus en los primeros meses de la pandemia.

“Tras el éxodo de empresarios como el fundador de Ikea -Ingvar Kamprad- Suecia concluyó q lo mejor para el pueblo sueco era bajar impuestos. Eliminó el impuesto a la riqueza y bajó el impuesto a las ganancias y propiedades. Así generó inversión, empleo y crecimiento. Les fue bien”, señaló Oxenford. Tuvo algunas respuestas sobre el alto nivel del gasto público, asociado al “Estado de Bienestar” sueco, pero no cedió. “Para el sector formal que paga impuestos, la presión impositiva en Argentina es más del 50%, más alta que en Suecia, donde no hay informalidad. El problema es que hay muchos que no pagan impuestos en Argentina, pero los impuestos son altísimos. De los más altos del mundo”, insistió.


Suecia no es el modelo ortodoxamente estatista que algunos suponen, aunque mantiene la base de un “Estado de Bienestar” en el que la mayoría de los ciudadanos paga impuesto sobre sus ingresos. En los 70s llegó a tener una tasa tope de 85% de impuesto a las ganancias. La transición hacia un nuevo modelo fue algo más larga de lo que sugiere Oxenford. Kamprad se fue de Suecia en 1973 y recién en 1991, debido a una crisis financiera a la que el gobierno respondió llevando las tasas de interés al 500 % para evitar una devaluación, el país escandinavo reorganizó su economía. Desreguló desde los taxis hasta la electricidad, las telecomunicaciones, los ferrocarriles y el transporte aéreo y favoreció la inversión reduciendo el impuesto a las ganancias corporativas del 52 al 30%,, con una tasa promedio inferior a la de EEUU. El proceso de liberalización abarcó tanto el final de la primera gestión del primer ministro socialdemócrata Ingvar Carlsson, como el inicio de la del primer ministro conservador Carl Bildt.

Las reformas estimularon la competencia y la creación de empresas. Ya en la primera década del siglo XXI, además, eliminó el impuesto a la herencia y un impuesto especial a la riqueza, lo que favoreció la inyección de crédito e inversión en nuevos proyectos. El impuesto a las ganancias personales es relativamente llano: casi todos los suecos, no sólo los ricos, lo pagan, pero están satisfechos con la calidad y gratuidad de la educación y salud pública que tienen a cambio.


Las reformas resultaron en una notable ola de emprendedorismo, que trascendió a escala mundial. Así, además de marcas como Volvo y Ericsson, Suecia es sede de Spotify, la plataforma de música por streaming; Klarna, un servicio de pagos online; y King, una compañía de software de juegos. Un artículo en la revista norteamericana The Atlantic destaca, por ejemplo, que Estocolmo, la capital sueca, es la segunda mayor fuente de “unicornios” (empresas de tecnología que valen más de USD 1.000 millones) per capita del mundo, superada solo por Silicon Valley. En Suecia hay 20 startups cada 1.000 empleados, contra sólo 5 en EEUU, según datos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), suerte de centro de estudios de las economías desarrolladas del mundo.


Hasta las reformas de los 90s, la ley prácticamente vedaba la propiedad extranjera de negocios o firmas instaladas en Suecia y menos del 5% de los trabajadores estaba empleado en ellas. La compra de startups por parte de grandes empresas (en 2014, por caso, Microsoft compró en USD 2.500 millones la empresa de juegos Mojang) estimuló la creación de más startups, fenómeno favorecido también porque la apertura a la competencia y los negocios coincidió con el ascenso de Internet, y en Suecia 40 % de los hogares tenía ya entonces computadoras.

La desaparición de los monopolios estatales y la legislación antimonopolios a través de una ley de 1993 también favoreció la creación de empresas. Las startups suecas que sobreviven al menos hasta los 3 años de su creación crean 5 nuevos trabajos de cada 100 ya existentes. Y no son pocas. Flavio Calvino, economista de la OCDE, precisa que 74% de las startups suecas pasan de los 3 años, una de las tasas de “sobrevivencia” más altas del mundo.

Duro de gravar

Ingvar Kamprad, el fundador de Ikea mencionado por Oxenford, se radicó en 1973 en Suiza, desde donde impulsó el crecimiento del gigante mundial de los muebles a partir de dos sencillas innovaciones: el “flat-pack” o “paquete liso” que le permitió ahorrar inversiones en almacenamiento y transporte, pues los compradores pueden llevarse en su auto el mueble para armarlo el mismo día que lo compran, otro punto fuerte de su sistema. Kamprad invirtió en diseño lo que ahorró en almacenamiento y transporte y organizó sus locales de forma que los clientes, en busca de lo que a priori fueron a buscar, se topen al caminar con montones de cosas bonitas que terminan sumando a la compra. Kamprad se volvió a establecer en Suecia recién en 2015 y pagó, por primera vez en 42 años, impuesto a las Ganancias en su propio país. Murió en 2018, como uno de los hombres más ricos del mundo y una fortuna calculada en cerca de USD 35.000 millones.

Mauricio Rojas, un académico y político chileno que se radicó en Suecia tras el golpe al gobierno de Salvador Allende y la instalación de la dictadura de Augusto Pinochet, fue adquiriendo allí una visión de la política y la economía opuesta al comunismo que había profesado en su etapa anterior. En su libro “Suecia, el otro modelo”, Rojas, que llegó a ser miembro del Parlamento sueco y también fue, por un tiempo, funcionario del gobierno de Sebastián Piñera, tras dar cuenta de los cambios que Suecia implementó a principios de los 90s, escribió “El Foro Económico Mundial ha clasificado a la economía sueca como la segunda más competitiva del mundo después de la de Suiza. De acuerdo al Índice de Libertad Económica 2010, Suecia ofrece más libertad de empresa, comercio, monetaria, de inversión y financiera así como una mayor ausencia de corrupción y protección de los derechos de propiedad que los Estados Unidos”. Suecia sigue rankeando alto en los rankings de competitividad y libertad económica y en 2019 exportó por más de USD 160.000 millones. Por población, es el país número 89 del mundo. Por ventas al exterior, el número 32, lo que explica también el fuerte impacto en el país escandinavo de la crisis económica mundial por la pandemia de coronavirus.

Suecia tiene también una clase política diferente de la Argentina, como muestra una reciente comparación entre el presupuesto 2021 asignado al Congreso argentino y la austeridad de sus pares suecos.

Fuente: Infobae

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