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El día en que mi novia me dijo “tengo otro novio”: rompieron con la exclusividad, apostaron al poliamor y se van a casar

Hace cinco años, Lichi y Dani comenzaron una relación monogámica. Poco tiempo después ella se dio cuenta de que también le gustaba otro chico y se preguntó: ¿por qué está mal sentir atracción por más de una persona en simultáneo?

CIUDADANOS 21/11/2020 Gisele SOUSA DIAZ
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“Nuestro caso era que yo estaba saliendo con dos personas en simultáneo”, cuenta a Infobae Dani Olocco Díaz, sentada frente a la pantalla junto a Lichi, su novio desde hace 5 años, el joven con el que comparte casa, vida, trabajo, alianzas y planes de casamiento. “Podíamos estar juntos los tres acá, en el mismo espacio físico, y que estuviera todo bien y que no terminara en un trío, como todo el tiempo nos preguntaban”.


Las preguntas a las que se refiere no eran unas pocas sueltas sino que llegaban de a miles. Es que tanto ella como él son youtubers y el año pasado —durante el tiempo en que Dani mantuvo esa relación en paralelo— hablaron del tema juntos en una serie de videos llamados “Mi novia tiene otro novio” o “¿Funciona el poliamor?”.

Su idea no fue salir a gritar que las relaciones abiertas eran mejores que las cerradas sino contar cómo, cuándo y por qué, en la particularidad de su vínculo, concluyeron que la exclusividad que exigen las relaciones monogámicas no era para ellos.

Una relación que fue cambiando de piel

Se conocieron por Facebook en 2015. “Yo todavía vivía como un chico”, cuenta Dani, que ahora se define como una chica trans no binaria (trans, porque su género no coincide con el que se le asignó al nacer, y no binaria porque el género con el que se identifica no está dentro del binario hombre/mujer).

En aquel entonces, Dani era adolescente y vivía con su familia en San Francisco, Córdoba; Lichi era un poco mayor y vivía en Rosario. Lo que empezaron fue una relación gay monogámica y a distancia, recorriendo 600 kilómetros en micro para poder verse.


Fue así durante un año hasta que Dani decidió mudarse a Rosario. “Creo que siempre tuve cierta incongruencia entre lo que yo pensaba que era para mí misma y lo que tenía que vivir todos los días. Hasta que me mudé, y pasé de estudiar en una escuela católica en una ciudad muy conservadora a vivir en Rosario, que es como la meca LGBT de Latinoamérica. No fue hasta que mis circunstancias cambiaron que dije ‘ok, acá puedo pensar mejor en estas cosas’”, cuenta ella, que ahora tiene 21 años.


Hacía tres años que estaban en pareja cuando Dani decidió comenzar la transición. “Lo hablamos mucho, como cada vez que nos pasa algo —recuerda Lichi—. Y yo le dije ‘ok, bueno’. No fue como ‘wow, qué gran revelación estoy teniendo’, o ‘qué picante que soy’. Ella transicionaba y yo claro que la seguía amando como antes. Yo espero que todo el mundo, cuando ama a alguien, ame algo más que el género de la otra persona”, dice él, que tiene 27.

Fue inmediatamente después que hablaron por primera vez de la posibilidad de dejar atrás la monogamia para tener un vínculo abierto.
Amor libre

“¿La verdad? Fui yo la que trajo la conversación a la mesa”, recuerda Dani. Sucedió hace unos tres años, cuando observó que hacía tiempo le gustaba mucho otra persona que no era su novio y que no le cerraba la idea de mentir para poder concretar ese deseo.

“Pensaba, ‘que yo esté de novia con Lichi no hace que los sentimientos hacia la otra persona desaparezcan’. ¿Por qué está mal si siento atracción por otras personas? A ver, si mis labios rozan los labios de otro, ¿en qué afectaría eso a mi vínculo con él?", pregunta, y señala a su novio. "Son dos situaciones que van en paralelo, no en perpendicular'. Y se me ocurrió preguntarle a Lichi qué pasaría, qué sentiría él si yo actuaba sobre esos sentimientos”.


“Cuando uno decide ponerse de novio hay una noción preconcebida de qué es ponerse en pareja. Salvo que haya un entendimiento de que sos una persona poliamorosa, la idea tradicional de pareja es la de exclusividad. O sea, va más allá de que vos lo hayas pensado, que vos hayas elegido ese modelo: ya viene pensado. Viene en el lenguaje cultural, por lo que muchas personas no se dan espacio para preguntarse si de verdad lo eligen".

Lichi dice que la primera situación que lo interpeló no fue un discurso sobre el amor libre desde un atril: “No, recuerdo estar mirando Instagram y había una foto de un chabón y dije ‘wow, qué lindo’. Y ella me respondió ‘y hablale’. Y yo digo ‘¿por qué le voy a hablar?’, ‘ya está’, ‘no me querés más’, ‘¿por qué querés que le hable?’, ‘querés dejarme ir con el chabón’. Y ella me contestó ‘no, no. ¿Qué pasaría si le hablaras a alguien que te atrae?’. Y ahí pensé por primera vez ‘la verdad es que nada’. Por más que estés en pareja, todo el mundo siente atracción por otras personas”.


Dani asiente y le pregunta: “Claro, lo que uno hace cuando tiene una pareja monogámica es prohibirse o evitar la atracción por otras personas, no es que no la sientan. O sea, no pensar en eso en pos de mantener el vínculo. Y yo dije 'a mí no, no. Esto no me cierra”.

Sigue él: “Así que empezamos a hablar progresivamente, como a tirar esas ideas. Y a mí me parecía que tenía total sentido. ¿Qué podía perder ella si yo estaba con otra persona? ¿Qué podía perder yo si ella estaba con alguien más?”.

Hay preguntas que ya no se hacen pero que sí se hicieron hace tres años, cuando decidieron abrir la relación: “Pensábamos, por ejemplo, en la diferencia entre que haya atracción física y atracción emocional, tipo ‘¿y qué pasa si lo querés, además de que te guste?’. Es que sobre el poliamor hay como una idea de ‘¿y qué pasa si se enamora de otra persona?’, como si eso no pudiera pasar en las parejas monogámicas”, plantea Lichi.
Pero había otras cuestiones para desarmar entre la teoría y la práctica. Por ejemplo, la inseguridad y los celos de saber que la otra persona puede estar —sexual y/o afectivamente— con quien se le dé la gana.

“La primera vez que ella estuvo con alguien pensé ‘quiero saber cuánto tiempo duró, qué te dijo después, si lo saludaste con un beso en la boca o un beso en el cachete, qué hicieron’. Sentí que me había quedado a un costado y, en algún lugar de mí, se ve que me molestó no haber sido parte de eso. Saber todo era la forma en la que yo me sentía partícipe”.

Pero Lichi entendió que no era una relación de a tres (una trieja) sino una relación que Dani tenía con otra persona, que él no era parte, “y la segunda vez ya está, se me pasó”.

Todo eso habían avanzado en el proceso el día en que Dani le dijo “tengo otro novio”. “Creo que no se nos había ocurrido que íbamos a tener otras parejas, así que mucho no habíamos hablado de eso. En el caso de ella fue teniendo otro vínculo fuerte y, como se veían cada vez más seguido, hacían cosas juntos, iban a dormir juntos, yo medio que lo vi venir. Y bueno, sucedió que Dani y esa otra persona terminaron de novios, formalmente en pareja”, cuenta Lichi.


“El otro” no era un fantasma —”sé que existe pero no quiero saber más”— sino que iba a la casa en la que ellos conviven. “Todo el mundo preguntaba lo mismo: ‘¿Tuvieron un trío?’, ‘¿y van a tenerlo?’. Y no, era un vínculo de ella, no mío. Yo creo que era más distinto para el resto que para mí, porque las preguntas que me hacían eran ‘¿cómo es que ahora la dejás irse con el otro?’. Yo no sentía eso, estaba viviendo mi vida normal”.

Si bien Lichi no tuvo otras relaciones formales sí tuvo y mantiene otros vínculos más y menos regulares, y no necesariamente sexuales, porque se ubica a sí mismo dentro del “espectro asexual”: “En ese abanico estamos las personas grisexuales, digamos, los que no tenemos mucho apuro por tener relaciones. El sexo no es una necesidad para mí, la atracción sexual puede aparecer ocasionalmente, pero no pienso en eso casi nunca”.

Lo cuenta (y lo contó en otro de sus videos) para desterrar otro mito: mucha gente cree que el poliamor es algo que eligen “los promiscuos” y es, además, sinónimo de falta de compromiso. Parecen historias excepcionales pero hay cada vez más personas que eligen vivir en el llamado “amor libre”, como se ve en el grupo Poliamor Argentina, que ya tiene 4.000 miembros.


Es la palabra “compromiso” la que los hace levantar las manos en simultáneo y mostrar las alianzas con las que anunciaron en sus canales los planes de casamiento.

“Es que nuestra forma de comprometernos es muy diferente a la idea de compromiso que tiene la gente que dice que no tenemos compromiso”, se ríe Dani, y se despide. “La verdad, donde yo veo poco compromiso es en muchas parejas monogámicas. ¿Por qué? Porque se gorrean (se meten los cuernos), se mienten, se ocultan las cosas que sienten. La mejor forma de compromiso que puedo tener con ella es ser cien por ciento sincero, hablar de todo con libertad e intentar que siempre sea feliz, con otras personas por las que sienta algo y conmigo también”.

Fuente: Infobae

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