google.com, pub-4701688879962596, DIRECT, f08c47fec0942fa0






 

Las múltiples batallas del peronismo detrás de la llegada de Máximo Kirchner a la conducción del PJ Bonaerense

El acuerdo entre los intendentes, el Gobierno y el kirchnerismo está casi cerrado. El líder de La Cámpora asumiría la presidencia del partido en febrero o marzo del 2021

POLÍTICA 28/12/2020 Joaquín MUGICA DÍAZ
GPPOS72VXRBP3E435OVVK7R4NA

Alberto Fernández se convertirá en el presidente del PJ nacional en marzo del 2021. Máximo Kirchner llegará a la presidencia del PJ Bonaerense en febrero del mismo año. Más tardar en marzo, a la par del Presidente. Salvo que un puñado de intendentes peronistas del conurbano estén dispuestos a que la sangre llegue al río, el movimiento en los tronos del Partido Justicialista será en espejo y generará un equilibrio dentro de Frente de Todos.

La coalición de gobierno vive una discusión interna de poder que, según asumen los protagonistas, no tiene riesgo de terminar en una batalla sin escrúpulos. Habrá, y hay, mucha tensión en cada discusión, pero no está en juego la unidad del espacio construido para llegar a la presidencia en el 2019. Son, a priori, expresiones de deseo y de voluntad. Porque en el peronismo no hay verdades irrefutables. Salvo las máximas de su fundador.

En la mañana del domingo el Presidente tuvo un gesto concreto de respaldo hacia Máximo Kirchner, que pretende ser el presidente del PJ en la provincia de Buenos Aires y que se molestó con tres intendentes del conurbano a los que acusó de hacer operaciones mediáticas en su contra. También les endilgó que ponían condiciones para permitir su llegada a la presidencia. Lo hizo saber en un asado que compartió con otros intendentes, el último miércoles, en Lomas de Zamora, donde el intendente local, Martín Insaurralde, ofició de anfitrión.


Los apuntados fueron Juan Zabaleta (Hurlingham), Gustavo “Tano” Menéndez (Merlo) y Fernando Gray (Esteban Echeverría). El primero es el jefe comunal más cercano al jefe de Estado y un interlocutor permanente entre los intendentes y la Casa Rosada. Los otros dos son pesos pesados del conurbano que gobiernan, con alternancia, el PJ Bonaerense. Ninguno asistió al asado en Lomas.


Máximo Kirchner quiere llegar a la presidencia con consenso. Así lo dejó entrever. Sabe que tarde o temprano ese acuerdo sobre su figura se generará. Tiene el respaldo de su mamá y del Presidente. Además, el de varios intendentes que impulsaron su nombre, como es el caso de Insaurralde, con el que algunos de sus colegas están molestos y recuerdan por lo bajo que lideró al Grupo Esmeralda en el 2016 bajo la consigna de dejar en el camino al kirchnerismo.

“Es un gran dirigente, con capacidad de diálogo y preparado. Tiene todas las virtudes para ocupar un cargo de esa naturaleza”, aseguró Fernández en una entrevista radial. Intentó así dejar en claro cuál es el camino que para él debe seguir la discusión por la presidencia del partido. Un apoyo contundente.

El Presidente quiere que Máximo ocupe ese lugar. Entiende que es una señal de equilibrio interno en un año electoral y luego de largos meses donde su relación con Cristina Kirchner estuvo congelada. En la última semana, cuando el enojo de los intendentes del PJ había comenzado a correr por las cañerías subterráneas del peronismo, le pidió al ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, que desanuden el conflicto y gestionen los acuerdos.

Previamente, a principios de diciembre, De Pedro lo había llamado a Gray, actual vicepresidente del PJ Bonaerense, para contarle el plan de acción y anticiparle que había consenso dentro del Gobierno para que Máximo Kirchner asuma la conducción del partido. Le anticipó su salida y esa forma de anunciarlo le cayó muy mal al intendente de Esteban Echeverría. Lo sintió como una embestida auspiciada por La Cámpora.

Los dos ministros recibieron la orden de Fernández de avanzar en la gestiones con los intendentes para que el consenso sea amplio. Varios intendentes le habían hecho llegar al Presidente el aval para que el hijo de Cristina Kirchner asuma la conducción y así se logre sintetizar en las presidencias del PJ la representación de los socios del Frente de Todos. Equilibrio puro para que aflojen las tensiones internas.

En el Gobierno interpretaron como un buen gesto que el cambio de mando que se debería haber hecho en diciembre, entre Gray y Menéndez, se haya postergado. Haberlo concretado podría haber sido leído como una señal de resistencia. Por ahora el intendente de Merlo seguirá al frente de la presidencia y las negociaciones por el cambio de presidente continuarán en paralelo.

El fin de semana hubo cruces de mensajes y llamados entre De Pedro, Katopodis, Gray, Zabaleta y Menéndez. También una reunión en la que se trataron de limar las asperezas y ordenar una negociación en el corto plazo para definir los detalles que faltan para concretar. Formalidades como ponerle fecha a una elección anticipada, negociar los integrantes del Consejo y del Congreso, y precisar los nombres propios que van a estar en las listas de concejeros. El pedido de los ministros fue transitar las negociaciones de manera pacífica.

“Se puede discutir todo menos la unidad”, advirtió un intendente del conurbano ante la consulta de Infobae. Lo que buscan los jefes comunales que se plantaron en la vereda de enfrente al kirchnerismo en la negociación es que se construyan acuerdos. No les gustan las formas de los K. Menos las de los ultra K, como La Cámpora. Pero no están dispuestos a dinamitar el armado político.

Los intendentes del PJ son pragmáticos. Todo se puede negociar. Pero no aceptan que los quieran pasar por arriba. Las formas terminaron siendo más importantes que el fondo. Sin embargo, lo que fue interpretado con rapidez fue el mensaje público de Alberto Fernández. Ningún intendente tiene la suficiente fuerza para contradecir la palabra de Alberto y Cristina. Tampoco son suicidas.


El juego de resistencia se terminó. Lo que resta es negociar en buenos términos y articular la asunción de Máximo. Quedaron en el camino los deseos de los jefes comunales del interior, que son refractarios a la conducción del líder de La Cámpora e históricamente mantuvieron diferencias con la forma de hacer política de Cristina Kirchner.

Además del equilibrio interno, existe otro objetivo político que rodea la llegada de Kirchner al partido: la integración del kirchnerismo al PJ bonaerense. Hasta aquí fueron dos espacios políticos diferentes. Con códigos distintos sobre cómo construir poder, hacer política y negociar acuerdos. A Fernández le pareció un movimiento interesante la unidad de los dos espacios en las puertas de las elecciones legislativas.

El desembarco de Máximo en el partido le serviría para terminar de posicionarse en la provincia de Buenos Aires, el territorio donde el kirchnerismo pisa fuerte y donde Cristina Kirchner tendrá una enorme influencia para definir las listas de candidatos en los próximos comicios. Es en ese punto donde los intendentes también sienten que el sector K de la coalición quiere avanzar sobre ellos. “La Cámpora va por todo. Primero por el partido y después por los municipios”, reflexionó un jefe comunal de experiencia.

En las múltiples negociaciones que se abrieron por distintos canales otro de los temas que se puso en juego fueron las reelecciones indefinidas de los intendentes, un tema que Alberto Fernández había puesto en agenda cuando aseguró en un encuentro en Avellaneda que no debería existir límites para que puedan ser reelegidos. Sigue pensando lo mismo.

En alguna conversación estuvo presente la idea de respaldar la llegada de Kirchner al PJ y pedir a cambio el respaldo del kirchnerismo para realizar una presentación judicial en conjunto y obturar la ley. O, como segunda opción, forzar una interpretación distinta a la que existe en la actualidad, que marca que solo podrán gobernar dos mandatos consecutivos. La ley fue sancionada en el 2017 e incluye el mandato que comenzaron en el 2015.

Los legisladores provinciales K fueron los únicos que se opusieron a esa ley impulsada por el gobierno de María Eugenia Vidal y respaldada por el Frente Renovador de Sergio Massa. Por eso en La Cámpora sostienen que el reclamo y el pedido de apoyo tiene que ir en dirección al presidente de la Cámara de Diputados y no hacia ellos.

Otra de las batallas que hay detrás de la elección de Máximo tiene que ver con una puja de poder entre los intendentes de la primera y la tercera sección electoral de Buenos Aires. Un enfrentamiento histórico. En ese duelo Juan Zabaleta, referente de la primera sección, aparece ganando influencia entre sus pares debido a su cercanía con la Casa Rosada, mientras Martín Insaurralde, un histórico de la tercera sección, intenta ganar terreno luego de ocupar un rol central como interlocutor en el gobierno de Vidal.


Esa es una de las lecturas que hacen en el kirchnerismo, donde creen que existe una pelea por construir un liderazgo sobre el total de los intendentes y que es disimulada detrás del conflicto entre los jefes comunales y La Cámpora, y la elección de Máximo Kirchner para que sea el presidente del partido. En definitiva, una lucha para ser el jefe de los intendentes de la provincia.

Otro de los temas en cuestión es la caja. El PJ Bonaerense recibirá un voluminoso desembolso de dinero, asignado por la ley electoral, por haber obtenido el 52% de los votos en la última elección que ganó Axel Kicillof. Mucho dinero en juego. El Gobernador no se mete en ese conflicto. Pretende mirar de afuera. Nunca fue un amante de la rosca y no tiene intenciones de pisar el lodo.

La interna del Frente de Todos es real. Existen intereses cruzados. Recelos, ambiciones y necesidades. Aunque no de la misma forma, también sucedía cuando Cambiemos estaba en el poder. Los movimientos de ajedrez y los nombres propios que arrojan las resultados de las negociaciones exponen las complicaciones de la convivencia, y las fortaleces y debilidades de los líderes que integran la coalición de gobierno.

Fuente: Infobae

Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto
google.com, pub-4701688879962596, DIRECT, f08c47fec0942fa0