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Avanza el modelo Cristina

La intromisión de la vicepresidenta en la estrategia económica no significa sólo un incordio para Martín Guzmán

OPINIÓN 25/01/2021 Eduardo van der Kooy
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De cara al año electoral, el diseño de la estrategia de Cristina Fernández revela una paradoja. Sigue su avance en áreas del poder, aunque no estrictamente en el equipo de ministros que, a juicio suyo, no funciona. Cuando recapitula, sin embargo, le aflora otro sabor. ¿Por qué razón, en la misma medida, no ha logrado mejorar su situación judicial? ¿Por qué sus grandes batallas lograron pequeños éxitos para manipular a futuro la Justicia, pero no modificaron su pasado? Interrogantes que la martirizan. 

La última semana terminó de consolidar su hegemonismo en el sector de la energía. Hace meses había colocado como secretario del área al diputado rionegrino Darío Martínez. Conocido con el apodo de “militante energético”. Suficiente para comprender su currículum. Casi en simultáneo designó CEO de YPF ─en sintonía con Alberto Fernández─ a Sergio Affronti. Acaba de cerrar el círculo con el anuncio de que Guillermo Nielsen dejará la presidencia de la empresa petrolera. Recalará el diputado Pablo González. Hombre de Santa Cruz alineado con la vicepresidenta y la familia Kirchner.

La novedad se produce en un momento especial, de sensibilidad extrema. YPF está en proceso de reprogramar su deuda. Serían unos US$ 7 mil millones. Nielsen es especialista en la materia y preparó antes de asumir un plan para el sector. Lo expuso en Vaca Muerta el mismo día que Mauricio Macri lanzó en 2019 a Miguel Pichetto como candidato a vicepresidente. Dicen que Nielsen seguirá involucrado en esa gestión desde la sede diplomática de Arabia Saudita, que le fue ofrecida por Alberto. Difícil entender, entonces, por qué razón deja el timón de YPF.

No podrá comprenderse cabalmente aquel movimiento sin reparar en el discurso que Cristina pronunció en La Plata, junto a Alberto y el gobernador Axel Kicillof. Anticipó lo que vendría cuando expuso el deseo regulatorio de todos los mercados. El de los servicios, las telecomunicaciones, la salud. También, queda claro, el energético. Además, los precios, salarios y jubilaciones. Un corsé para transitar el año electoral en el cual juega algo más importante que la estabilidad de Alberto: su destino personal en la Justicia. En alguna medida, también, el de su familia.

Nadie sabe cuánto Martín Guzmán comparte de ese programa. El ministro de Economía venía trabajando la posibilidad del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para renegociar la deuda de US$ 44 mil millones heredada del macrismo. Una manera de ganar confianza en los mercados internacionales que están vedados a la Argentina. Pese a aquel tardío pero celebrado pacto del 2020 con los acreedores externos.

La frutilla de YPF representaría límites objetivos férreos para las esperanzas de Guzmán. La impronta regulatoria espanta y tiene sus reflejos. El miércoles fue un día propicio para los mercados por la asunción de Joe Biden en la Casa Blanca. También, por el alejamiento de Donald Trump. Las acciones de la petrolera bajaron mucho y se recuperaron. Serrucho que trasuntaría desorientación. El ministro de Economía debió disipar rumores.

Las decisiones oficiales parecen siempre orientadas a generar desconfianza interna y externa en una nación que requiere fortalecerlas. Golpean, por otra parte, a los pocos sectores que son capaces de acercar dólares a una economía agonizante que los demanda como el pan. Se colocó un cepo a la exportación de maíz que a las 48 horas fue dejado sin efecto. El trigo está ahora en la mira de las autoridades por el aumento del precio del pan. Existe una fuerte presión sobre la industria frigorífica después de que el Presidente proclamó que los argentinos pagan el asado más que los alemanes. Disparate. Seguro que el acceso a la carne y a otros tantos alimentos es ahora más difícil. Por una ecuación sencilla: la inflación galopa y los salarios pierden valor.

La intromisión de Cristina en la estrategia económica no significa sólo un incordio para Guzmán. Se vienen desdibujando también, casi a un extremo, las figuras de Cecilia Todesca, la vicejefa de Gabinete y de Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo. Pero el Presidente no piensa en tocarlos. Es la tensión que mantiene frente a las admoniciones de la vicepresidenta.

Cristina dijo en su primera carta que “hay funcionarios que no funcionan”. En un discurso posterior señaló que “los ministros que tengan miedo, que se busquen otro laburo”. Ante semejante tormenta la única víctima fue la ex ministra de Vivienda, María Eugenia Bielsa. Se fue con el mismo perfil bajo con el que llegó. Y no aceptó, que se sepa, ningún premio consuelo. Los demás permanecen pese al indisimulado bombardeo kirchnerista.

La vicepresidenta derrocha críticas contra Ginés González García. No sería tanto por su desorden para administrar la pandemia como por su afinidad con los gremios cegetistas que resisten modificaciones al sistema de salud. Conocen que el plan de Cristina abreva en un proyecto del viceministro de Salud de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, que aconseja transformar a ese sector privado en un apéndice del Estado.

La mayor tirria la acumula contra el ministerio de Justicia. En tal enojo prevalece, como siempre, la arbitrariedad. Embiste contra la ministra Marcela Losardo, la funcionaria de mayor confianza presidencial. El interrogante sería: ¿Por qué soslaya al segundo, Juan Martín Mena, ex hombre de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI)? Verdadero paseador de Comodoro Py.

Cristina está disconforme con el balance de su primer año judicial. Su situación mejoró poco. Aunque hay otra razón que la desencaja. Suponía que, a esta altura, Macri estaría desfilando por los Tribunales. No sucede aún. “A mí me persiguen y Macri vive muy tranquilo”, se quejó en un interín de aquel acto en la ESMA del 11 de diciembre.

El ex presidente acumuló durante los cuatro años de gestión 144 denuncias judiciales. Pero no tiene procesamiento por ninguna de ellas. La más delicada es la del Correo Argentino. Se investigan anomalías en el acuerdo del pago de la deuda del Correo Argentino. S.A. (Grupo Socma) al Estado en el marco del concurso de acreedores de esa empresa. Después está la de la mesa judicial, que presuntamente orquestó causas contra Cristina. Y la del espionaje ilegal que espolea Alejo Ramos Padilla, premiado con la nominación como juez electoral de La Plata.

En esa causa fueron procesados Gustavo Arribas, amigo de Macri y ex titular de la AFI. También su segunda, Silvia Majdalani. Estuvo embretado Darío Nieto, secretario privado del ex presidente. Era el puente para conmover al ingeniero. Pero los fiscales Santiago Eyherabide y Cecilia Incardona resolvieron desligarlo. Mala novedad para la vicepresidenta.

Fuentes judiciales al tanto de las causas que implican a ex funcionarios del macrismo marcan una diferencia con el pasado K. “Hay cosas para investigar, sin dudas”, afirman. Pero no existen pruebas como los bolsos con millones de dólares del ex secretario de Obras Públicas, José López. Ni los 51 muertos por la tragedia de Once que valió una condena a Julio De Vido. Ni las dádivas que dijo haber aceptado de parte de empresarios el encarcelado Ricardo Jaime. Sólo algunos ejemplos.

Cristina tuvo, en cambio, pocas alegrías. Acaso la más importante está en el juicio por la venta de dólares a futuro. Una pericia de expertos de la Corte Suprema dictaminó que en dicha maniobra no habría existido perjuicio contra el Estado. Es probable que se pueda dictar un sobreseimiento antes del comienzo del proceso.

En la ruta del dinero K hay pedido de condena para Lázaro Báez. Constituye el delito precedente de la causa de la obra pública en la que declaró Cristina. Siguió su desarrollo pese a la pandemia. Falta fijar fecha para Los Sauces y Hotesur y los Cuadernos de las coimas. Pero continúan activas. Lo mismo ocurre con el Memorándum de Entendimiento con Irán.

En este caso, el ex jefe de Interpol Ronald Noble fue habilitado como testigo. Siempre sostuvo que con la firma del Pacto con Irán nunca estuvieron en riesgo los pedidos de captura contra los iraníes sospechosos del ataque contra la AMIA, que produjo 85 muertos. Esa historia posee un doblez que la vicepresidenta desearía evitar: que se ventile la participación decisiva de Venezuela (Hugo Chávez) en el giro diplomático argentino.

La coyuntura es delicada. Biden asumió en la Casa Blanca sin dar pistas sobre su política exterior. Menos hacia América latina. Pero hubo una señal. A la ceremonia de asunción fue invitado como representante diplomático de Venezuela, el embajador en Washington del presidente encargado Juan Guaidó. El más firme opositor al régimen de Nicolás Maduro.

Probablemente Biden tenga hacia Caracas un estilo con menos prepotencia que el de Trump. Pero no variará la interpretación que Washington tiene del gobierno militar venezolano. No se puede olvidar un detalle. El nuevo mandatario de EE.UU. fue dos veces el vice de Barack Obama. El demócrata sufrió el atropello de Cristina cuando en Ezeiza fue demorado en 2011 un avión militar de esa nación. E incautada una valija con claves secretas.

Alberto se está ofreciendo a Washington como mediador en Caracas para hallar una salida consensuada a la trágica crisis venezolana. Lo intentó el ex premier español José Rodríguez Zapatero. Fracasó. El Presidente apuesta mucho a su relación con Biden que reflejó en un saludo muy cordial. Y una carta personal.

Esa necesidad objetiva colisionó con el comunicado de la Cancillería. Advirtió, inoportunamente, a “que no se apueste a la desunión de nuestras naciones como en la etapa anterior”.

Tierra fértil para las palabras de Cristina sobre que “hay funcionarios que no funcionan”.

Eduardo van der Kooy para Clarín

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