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“¿No vas a gritar un gol conmigo?”: el conmovedor relato de la joven a la que Maradona le salvó la vida

Mariana Copland tenía 22 años cuando conoció al astro argentino en una clínica psiquiátrica. En sus redes sociales contó por qué le estará eternamente agradecida

CIUDADANOS 25/02/2021 Milton DEL MORAL
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El feed -el muro- de la cuenta de Instagram de Mariana Copland es variopinto. Hay fotos en primer plano, fotos en plano abierto, fotos familiares, fotos de fotos, de viajes, de perros, de hijos, de abrazos, de emprendimientos, de frases. Abundan los colores y se distingue un sentido estético en el flujo de publicaciones. Interrumpe la lógica una cara en blanco y negro, una fisonomía reconocible, un Maradona de rulos y sonrisa. La foto tiene un mensaje: “Gracias. Gracias en nombre de mi mamá, de mi hija, mío. Toda mi vida voy a agradecerte. Toda mi vida voy a decirte gracias”.

El agradecimiento -el homenaje- data del 4 de noviembre de 2020. Como un presagio, 21 mañanas después, las fotos, las memorias y las historias mínimas de Maradona inundaron las redes sociales, las calles, los ojos. El día en que Maradona se internó o empezó a volver a morir, Mariana hizo pública su gratitud. Su filiación o tributo maradoniano lo volcó en otra red social, Twitter, donde se describe como una suma de partes: su bio es la ecuación de “Social Media + arte + cultura + nerd”. Y algo más. Agrega un dato de misterio y color: “Maradona me apodó ‘lapicera veloz’ y me lo quedé”.


Mariana, madre, esposa y de vasta experiencia en el desarrollo de contenidos digitales y estrategias de comunicación, advirtió que nada de lo que pueda escribir define quién es. Dijo que a Maradona lo ama como hija y que a Messi lo ama como madre. Anunció: “Mi locura por Messi no se compara con mi fanatismo por Maradona. Pero a mí, Maradona me salvó la vida. En algún momento del 2007 (algún momento es marzo, esas fecha no se olvidan), coincidimos en una clínica de rehabilitación”.


La clínica de rehabilitación fue Avril y el período, fines de marzo, principios de abril. Las razones de internación fueron dispares: “Él por sus problemas de alcoholismo, yo por una depresión espantosa. Pensé, en ese momento, que era el peor momento de mi vida. Después con los años uno ve el jardín de la casa de los abuelos más chico, la humanidad más grande y el dolor más profundo... no era así”. Ella llegó antes: el 26 de marzo de 2007. Él, medio mes después, a mediados de abril. Supone que el encuentro fue un domingo porque regresaba de una salida familiar, beneficio que había adquirido recientemente. Ya estaba advertida de que iba a ser compañera de internación de Maradona. “Me lo habían dicho porque yo estaba emocionalmente mal, por mi salud me tuvieron que avisar que iba a llegar él”. La primera vez que lo vio, él estaba sentado en el patio. “Soy cero cholula pero no me pude aguantar y me presenté”, relató en diálogo con Infobae.

Compartieron estadía en una clínica de rehabilitación porteña. Mariana jerarquiza: razonó que hubiese preferido no conocerlo porque hubiese preferido no haber soportado una crisis anímica ni haberse internado por depresión. Reparó en que habitaban un lugar en el que nadie quiere estar, y que lo lindo y lo gracioso son apenas muecas empañadas por un contexto no feliz. Vivía triste y ultramedicada. Maradona -cree- estaba bien: “Era un compañero más. No tenía trato privilegiado, comía con todos, desayunaba con todos. Llevaba la vida de una persona que estaba intentando recuperarse. Pero no pasaba desapercibido. Tenía una personalidad demoledora”.

La única actividad física que podían hacer era jugar al voley en un patio minúsculo. Ella le escapaba al deporte recreativo. No le gustaba. Su mundo estaba en el lápiz: prefería ocupar el tiempo escribiendo o dibujando. Hasta que Maradona la incitó: “¿No pensás mover el orto? ¿No vas a gritar un gol conmigo? Loca, te tenés que mover, no podés estar todo el día ahí echada”. Las preguntas fueron epifanías. Reflexionó: “¿En serio no voy a gritar un gol con Maradona? Sí, estoy siendo muy boluda”. Él, sin saberlo, la estaba ayudando.

El vínculo era cercano: le decía “lapicera veloz” cuando escribía y “Malba” cuando pintaba. El vínculo era también paternalista: ella le significaba una representación inconsciente. “Lo que le pasó conmigo era que yo le hacía acordar a sus hijas. Veía una pendeja llorando y sufriendo las 24 horas del día y no le gustaba”. Dalma, de 33 años, y Giannina, de 31, les agradecieron personalmente por haber compartido el recuerdo. “Me dijeron que les acercaba al padre que realmente tenían y eso me partió el corazón”, describió Mariana, de 36 años.


La intervención de Maradona no fue solo lúdica. “Un día desaté una crisis horrible -contó en el hilo de Twitter-. Y entre tres enfermeros para calmar la angustia me ataron a la cama de un primer piso y me dieron una sobredosis de midax. Al otro día me levanté con la mitad del cuerpo paralizada. Era un ente. Babeaba. No podía caminar. Tenía dormida la mitad de mi cuerpo. Después de que mi médico firmara un acta en la que se explicitaba que no podían drogarme sin su consentimiento, a los tres días, los mismos tres enfermeros vinieron a por mí por una nueva crisis”.

“Pero Diego se paró adelante, abrió los dos brazos, me hizo casita y dijo: ‘Con la nena no’. Discutieron varios minutos, yo lloraba. Hasta que pidió que le trajeran el teléfono para conectar a la ficha del SUM donde todos compartíamos los días. Entonces me pidió el número de mi mamá y la llamó. Y cuando mamá, harta del dolor de saberme internada, lo atendió él dijo: ‘Señora, soy Diego, la nena está bien. Sí, tranquila, pero mejor que no pase la noche acá”.

Maradona no se despegó de ella. Era su protegida. En el relato viral de la joven, narra que él le repitió a su madre que se quedara tranquila, que ella “podría ser mi hija”. Mariana nunca más volvió a dormir en la clínica psiquiátrica de internaciones breves. Diego sí: el 29 de marzo de 2007 los medios hablaban de una descompensación por excesos y mezclaban en los títulos el verbo volver con las definiciones tratamiento y adicciones. Aducían, en potencial, que el ex futbolista había sido internado en absoluta reserva por consumo de alcohol.

Las fechas y las conductas coinciden con los reportes periodísticos. Un día cualquiera Maradona le ordenó: “Vos, lapicera veloz, pasame una hoja”. Ella, mientras escribía, le dio una hoja A5 blanca. “Cómo sabía que mi crisis había sido desatada por un novio que me dejó, escribió: ‘Nicolás sos un pelele’. Y me miró después de firmar y me dijo ‘no seas cagona, dáselo’”. La intención era que ella le hiciera llegar a su ex novio un mensaje de reprobación firmado por Maradona. Nicolás supo de la existencia de ese reto con la publicación del hilo. Mariana aprovechó la situación para declararse y liberarse: “Nicolas, si leés esto, siempre fuiste un pelotudo pero hasta que Maradona no me lo explicó, no lo entendí y me costó eso, ocho años al lado tuyo”.


Mariana, en efecto, no volvió a dormir nunca más en Avril. Siguió asistiendo como paciente de día durante al menos veinte días más. Cuando recibió el alta definitiva, Maradona le pidió conocer a su mamá. “Ella le trajo un perfume de regalo. Yo le había pedido que me trajera la camiseta azul de la selección, la del partido contra Grecia, que me había regalado mi bisabuelo y que para mí era una reliquia. Le pedí que me la firmara y él me regaló su libro Yo soy el Diego también firmado”. La firma dice “Para Marianita con todo mi cariño”. Infobae pidió los documentos fotográficos de sus firmas, pero ella se negó: “Por favor no, esas cosas son mías”.

Lo definió como un hombre amoroso. Fue el responsable de sus ventanas de felicidad en el peor momento de su vida: “Me hacía cagar de la risa en una situación que no era grata. Eso ya me parecía un montón”. Lo que sucedió después lo ignora. La vida siguió para los dos: él internado, ella en su casa. No quiso buscarlo ni hizo pública su anécdota. Dos años después, brotó una fascinación absurda y romántica por Lionel Messi. El 14 de diciembre de 2009 tuvo la primera cita con su esposo. Ese día, vieron juntos y a la distancia la final del Mundial de Clubes entre el Barcelona y Estudiantes.

“Fue un día sin fin de almorzar, cenar, sin besos, sin nada. Al otro día él se iba de viaje. Pasamos seis días hablando por skype, sin cortar. Nos tocó ver la final de clubes por camarita. Cuando por primera vez me dijo te amo, yo atiné honesta a escribir en nuestro chat ‘Gooooool’. Y ese fue el principio del amor, el sello, el termómetro. Nunca, incluso en los peores momentos, jamás dejamos de comentar ‘¿viste al nene?’, ‘¿viste lo que hizo?’”. Mariana se confiesa ultrafutbolera, hincha de San Lorenzo, fanática de Messi. “Quiero que esté contento, quiero verlo feliz, quiero verlo ganar, quiero que él levante la Copa del Mundo”, expresó.

Su pulsión con Maradona es diferente. Dijo que de él lo separan ideas y valores. Reconoció que lo ama y le declaró agradecimiento perpetuo. Le deseó vida, amor de hijos y abrazos de nietos, tres semanas antes de su fallecimiento. “Me puse muy mal cuando lo internaron. Había algo que me hacía pensar que no habría otra vez. Pensé que de ésta no pasaba. O me sacaba la historia de encima y lo compartía o después iba a ser tarde”, explicó. Finalmente la publicó y su viralización, 112 días después, fue un torbellino. “Lo único que sé es que ayer estaba por sentarme a cenar y el teléfono no paraba de sonar, no entendí bien cómo empezó a circular”.

El hilo se descontroló y la desbordó. La vorágine la sobrepasó. Tuvo que cancelar reuniones laborales por los nervios. Debió dejar de responder y de leer por el colapso. Aún adeuda respuestas y anhela separarse para ensayar una vista panorámica del fenómeno y comprenderlo. Sus seguidores crecieron exponencialmente, los maradonianos y los ofendidos les dedicaron emociones y críticas. Ella les pudo decir a todos que Maradona le salvó la vida en una clínica de rehabilitación.

Fuente: Infobae

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