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¿Máximo 2023?

El jefe de la bancada oficialista asume como cacique del PJ bonaerense y da otro paso de la periferia al centro; su red de relaciones y su vocación de conducción política a largo plazo

OPINIÓN 21/03/2021 Agencia de Noticias del Interior
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“No se preocupen. Si se arma mucho quilombo, yo no voy”. Máximo Kirchner se atajó apenas los intendentes traspasaron la puerta de su despacho en la Cámara de Diputados. Corrían los primeros días del año y la puja por la conducción del PJ bonaerense se había convertido en un chiquero. El gesto de prescindencia -casi como un ejercicio de psicología inversa- ayudó a distender el clima con los hombres del conurbano. Avalado por Alberto Fernández, los acuerdos políticos se debieron coser de a uno, en sucesivas reuniones en Capital Federal y La Plata. Y el hijo de la vicepresidenta terminó entronizado como cacique del peronismo de la provincia de Buenos Aires. 

Con la presidencia del PJ bonaerense, Máximo Kirchner pasa a ser mucho más que el jefe de La Cámpora. El sello institucional del partido lo hace avanzar otro paso de la periferia hacia el centro. Y la dinastía de los Kirchner de Santa Cruz consolida a su heredero como un articulador político todoterreno en el distrito más populoso del país. “Esto es lo contrario al mero armado de una candidatura para un cargo, esto es un verdadero proyecto de poder”, define un camporista de trato frecuente con el jefe de la bancada oficialista.

Quienes tuvieron interlocución con Máximo coinciden en señalar que no logran descifrar hacia dónde va tal proyecto de poder, ni conocen qué modelo de país tiene en la cabeza quien se perfila como uno de los políticos con mayor vocación de conducir el país.

El periodista Horacio Verbitsky deslizó en una nota publicada el pasado 7 de febrero que La Cámpora había comprometido su apoyo para que Axel Kicillof -y no Máximo Kirchner- intente alcanzar la presidencia en 2023. Un dirigente de La Cámpora reconoció que Kicillof podría ser “el proyecto de Cristina” para 2023. “Pero también puede ser Máximo, Alberto Wado o Massa, eso no está definido”, acotó.

“Axel es el gestor y Máximo el político”, describió un dirigente cercano a ambos que tiene su despacho en La Plata. Es por ese perfil técnico y su estilo dogmático que Cristina cobija bajo su ala a Kicillof, reflexionó el dirigente. Y agregó: “Máximo conoce hasta el nombre del último concejal de cada pueblo y está al tanto de cada interna. Axel no”.

Luego de acceder a lo más alto del Estado, el “invierno” que transitó La Cámpora durante el macrismo terminó de convencer a su líder de la necesidad de recorrer el espinal político sin apuro, con menos pecheras y más acuerdos. “Él tuvo la suma del poder para armar las listas de la provincia en 2019 y privilegió a los suyos. Esta vez, con lo del PJ, fue más inteligente, se abrió y les pagó a los intendentes. Quiere conducir y se dio cuenta que con su agrupación no le alcanza”, dice a LA NACION un importante referente que participó del armado de la lista del peronismo.

La “orga” 

La “orga”, sin embargo, come peones cada vez que puede. La Cámpora prepara a sus cuadros para ocupar las vacancias que se abran en el gabinete. Ya lo logró con Fernanda Raverta en el ANSeS y con Pablo González en YPF, que se sumaron a otros lugares relevantes del organigrama gubernamental, con Wado De Pedro en el Ministerio del Interior, Luana Volnovich en el PAMI, Juan Martín Mena como viceministro de Justicia, Pablo Ceriani en Aerolíneas Argentinas y Federico Bernal en Enargas. La capilaridad de la agrupación ubicó a sus referentes por todo el territorio, pero hasta ahora cosechó solo dos intendencias en municipios bonaerenses (Mayra Mendoza en Quilmes y Juan Ignacio Ustarroz en Mercedes) y dos capitales provinciales (Walter Vuoto en Ushuaia y Luciano Di Nápoli, en Santa Rosa).

Un hito del recorrido de Máximo Kirchner, reconocen quienes tienen un vínculo fluido, fue su mudanza a fines de 2015 de Río Gallegos a Buenos Aires. Hasta entonces, el hijo de Cristina Kirchner, lejano y enigmático, había tercerizado la interlocución política. Para hablar con “el compañero” Máximo, había que contactar a Andrés “Cuervo” Larroque. Pero durante el macrismo dejó de tener embajadores y se ocupó él mismo de la articulación política. “No hay apellidos milagrosos”, dijo alguna vez en un acto de La Cámpora. Hoy, dirigentes opositores y oficialistas dicen que hablar con Máximo les resulta mucho más accesible en la diaria, sobre todo vía Telegram.

Su núcleo duro, sin embargo, se reduce a unos pocos. El jefe del bloque del Frente de Todos en la Provincia de Buenos Aires y referente de La Cámpora en La Matanza, Facundo Tignanelli, es su hombre fuerte en La Plata. Según reconstruyó LA NACION, ganó casilleros frente al Cuervo Larroque, quien ahora se volcó a la gestión y a la relación con Axel Kicillof.

El secretario administrativo de la Cámara de Diputados, Rodrigo Rodríguez, es su mano derecha en la Cámara baja. “Rodra” maneja la caja del cuerpo que preside Sergio Massa.

Hernán Reibel, su vocero, tiene con él una relación desde hace casi 25 años. Su hermano mayor, Martín, cursó la secundaria en el mismo colegio que Máximo Kirchner, en Río Gallegos y hoy es vicepresidente en Aysa, la empresa que conduce Malena Galmarini.

Wado De Pedro -ubicado inmediatamente debajo de Máximo en la mesa chica camporista- le administra más de un rol. Es el mayor enclave de La Cámpora en la administración de Alberto Fernández, un pivote entre el Presidente y la vicepresidenta y un armador nacional. Además, es el guardián de los intereses del kirchnerismo en la gestión judicial, un trabajo que Máximo Kirchner prefiere delegar.

Al estilo de Néstor, Máximo suele distribuir cuotas de poder en su entorno. Así como Wado y el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde -su aliado más fuerte en el conurbano-, fueron quienes operaron para llevar al líder de La Cámpora a la jefatura del PJ bonaerense, el cierre fino de la lista quedó en manos del Cuervo Larroque, aseguró uno de los integrantes de la nómina pejotista.

 

 

 

Vida en Capital 

Aunque conducirá el peronismo bonaerense, Máximo atiende y reside en Capital Federal. Vive en un departamento sobre la calle San José (San Cristóbal) que le prestó Gerónimo Ustarroz, representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura. En los papeles, tiene domicilio en la casa que era de su abuela, Ofelia Wilhelm, en La Plata. “Si le pedís el pasaporte te sorprendés. No hay un sello”, asegura un amigo del jefe de la bancada oficialista.

Su estilo de vida contrasta con su declaración jurada de bienes. El heredero de los Kirchner declaró un patrimonio de $291 millones a fines de 2019 en su última declaración jurada. Deberá pagar el impuesto a las grandes fortunas que él promovió y que le valió la incomprensión de parte del empresariado al que se había acercado el año pasado, cuando intentó derribar el muro con el establishment.

El impuesto no lo abonará él directamente: los activos de Máximo Kirchner fueron embargados por la Justicia en 2016 y, hasta la actualidad, son manejados por un interventor, informaron fuentes judiciales. Hoy, el jefe de la bancada oficialista tiene pendiente el juicio oral de las causas Hotesur y Los Sauces, donde está procesado. Difícilmente se tramite este año.

El poco uso que hace del discurso del lawfare es una de las diferencias que Máximo Kirchner exhibe con Cristina. “Tiene un concepto claro sobre la Justicia, pero no ocupa su tiempo en eso. Son las vacunas y los precios lo que lo obsesiona en todas las charlas”, dice un importante portavoz de La Cámpora.

Parte de su cambio de piel, para derribar los prejuicios que cosechó hasta 2015 como jefe de la guardia pretoriana de Cristina, consistió en iniciar un relacionamiento con el mundo privado. Debía demostrar su interés por la burguesía nacional y derribar mitos sobre su sentimiento “antiempresario”. Massa fue uno de los que le acercó su sistema de relaciones. Conocido fue el asado a mediados del año pasado en la casa del fallecido banquero Jorge Brito, al que asistieron Marcos Bulgheroni (Pan American Energy), Marcelo Mindlin (Pampa Energía), Miguel Acevedo (presidente de la UIA), Jorge Brito (hijo) y Hugo Dragonetti (de la constructora Panedile). Uno de los testigos de ese encuentro recordó que Máximo Kirchner escuchó mucho más de lo que habló. “No es un pibe trosko”, concluyó.

Hubo más reuniones y cenas, confían cerca del diputado. El líder de La Cámpora tiene más interés en un acercamiento a los empresarios de su misma generación y prefiere a la burguesía criolla que invierte en el país, más que a las “multis”. En el verano, confiaron en su entorno, se reunió con empresarios pyme vinculados a la industria de los biocombustibles, mientras la oposición espera que se destrabe un proyecto que quedó dormido en Diputados durante las sesiones extraordinarias. Otro tema que acapara el interés de Máximo Kirchner es la explotación del litio en el norte del país. “Hay que crear empresas público-privadas”, advierte, sin abandonar del todo el espíritu estatista.

La Cámpora, en tanto, también tendió puentes de diálogo con las fintech, en especial con Mercado Libre. La empresa está en pie de guerra con los Moyano pero el camporismo nunca comulgó con la burocracia sindical.

Su despacho en Diputados es su centro de operaciones para toda la articulación con la provincia. Más allá de sus recorridas por el conurbano, atiende ahí los asuntos sensibles vinculados al otro lado de la General Paz. La oficina, de estilo austero, es un desfiladero de intendentes y referentes. En la oposición sugieren que Máximo Kirchner “está de tránsito” en la Cámara baja, pero que aun así el bloque oficialista le responde mucho más a él que a Sergio Massa. “Tenemos buena relación parlamentaria y de respeto, no es soberbio en los planteos”, dijo un diputado de Juntos por el Cambio a LA NACION, que destaca que “cumple con su palabra”.

“Mantengo una buena relación. Siempre queda claro entre nosotros, más allá de la charla parlamentaria, que él defiende el gobierno y yo defensor de la oposición”, dijo Cristian Ritondo, presidente del Bloque Pro, a LA NACION. “Cuando tiene que mostrar los dientes los muestra, como en actos de histrionismo”, agregó otro diputado nacional que lo trata seguido.

Aunque Máximo Kirchner da pasos para abrirse camino en el poder central, todavía no se expone a las luces de los medios. Según con quién se hable, algunos leen en ese oscurantismo cierto pánico escénico, mientras otros creen que preserva un culto inexplicable al hermetismo. “Ya lo vamos a hacer”, les responde a sus laderos que le insisten para que levante su perfil. “Eso del dirigente que se mantiene detrás de la marquesina no le termina de servir. Él tiene el capital político que le da Cristina, pero tiene una imagen negativa alta y lo tiene que resolver”, dice un avezado funcionario.

¿Qué busca Máximo Kirchner? “Toda la construcción está dirigida a que Máximo en algún momento llegue a ser Presidente. Axel o Alberto pueden ser una necesidad de un momento”, responde un importante dirigente de la provincia de Buenos Aires. Lo que no queda en claro son los tiempos.

En La Cámpora aseguran que la construcción de Máximo Kirchner no es de corto plazo. Y agregan: “Acá hay que consolidar una construcción de poder, no pensar en 2023. Máximo va a ser cuando tenga que ser, puede ser ahora o cumpla 60 años”.

Por Candela Ini y Maia Jastreblansky para La Nación

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