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La fragmentación en el liderazgo de la oposición: ¿problema o beneficio?

En los presidencialismos de tipo federal es mucha la asimetría. La diversificación es una ventaja cuando predomina la incertidumbre.

OPINIÓN 26/04/2021 Sergio Berensztein*
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La ex gobernadora María Eugenia Vidal sostuvo que Juntos por el Cambio no tiene jefes. Aunque la fragmentación del liderazgo estaba a la vista de todos, los dichos de Vidal ponen blanco sobre negro. La ausencia de jefes inequívocos dentro de la oposición no caracteriza solo a la Argentina de hoy, sino que es inherente a sistemas políticos como el nuestro y se constata también en nuestro pasado más reciente.

¿Quiénes son los jefes de la oposición en un régimen presidencialista?

En los parlamentarismos, esta cuestión se resuelve fácilmente, ya que ese lugar lo suele ocupar el jefe de bancada en el Parlamento. Pero en un régimen presidencialista, no necesariamente es así. En la actualidad, el jefe del interbloque de Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados es Mario Negri y en el Senado es Luis Naidenoff. Ambos son líderes de peso dentro del espacio, pero de ninguna manera los jefes excluyentes de la oposición. A su vez, en los sistemas federales muchas veces ocurre que el jefe de la oposición es un líder territorial (gobernadores o intendentes), pero tampoco ocurre necesariamente así en todos los casos.

En los presidencialismos de tipo federal, es tal la asimetría que el liderazgo de la oposición suele fragmentarse. Estados Unidos es un claro ejemplo de esto. Nadie podría identificar hoy a un líder indiscutido dentro del Partido Republicano. Donald Trump, los senadores Mitch McConnell o Ted Cruz, el jefe en la Cámara de Representantes Kevin McCarthy: todos ejercen una cuota del liderazgo en la oposición a Biden.

En Brasil, ocurre algo similar mismo. Es cierto que Lula ejerce un liderazgo prácticamente incuestionable dentro del PT, pero esta es solo una porción de la oposición. Hay múltiples fuerzas, como el PSDB (al que pertenece el expresidente Fernando Henrique Cardoso) o el PDT de Ciro Gomes, quien fue candidato presidencial en 2018, enfrentando a Bolsonaro, pero también a Fernando Haddad (PT).

Tal como afirma Vidal, en la Argentina de hoy no existe un líder de oposición excluyente, y esto no representa una novedad. Entre 2007 (cuando Cristina llegó a la presidencia) y 2015 (cuando lo hizo Macri), hubo varios líderes en la oposición. Si alguno, bajo determinadas circunstancias, ocupó un lugar de privilegio por sobre el resto, lo hizo sólo de forma esporádica. Aunque en ningún caso pudo ejercer una autoridad exclusiva.

Con el conflicto con el campo en el 2008, aparecieron algunos líderes que se destacaron en el marco especifico de la protesta. Aunque fue Julio Cobos, el vicepresidente de Cristina, quien más protagonismo tuvo y quien aparecía como un desafío de relativo peso al poder kirchnerista. Pero esto se fue diluyendo a lo largo del tiempo.

En las elecciones legislativas de 2009, surgió con fuerza la figura de Francisco de Narváez, con su triunfo sobre Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Luego, su papel dentro de la oposición quedó disminuido. Hasta el 2011, hubo solo liderazgos efímeros y la oposición permaneció muy fragmentada. Esto se puso de manifiesto en la elección de aquel año, en la que hubo seis candidatos a presidente además de Cristina Kirchner: Hermes Binner (quien terminó en segundo lugar con apenas el 17% de los votos), Ricardo Alfonsín, Alberto Rodríguez Saa, Eduardo Duhalde, Jorge Altamira y Elisa Carrió.

En 2013, comenzó a destacarse Sergio Massa, que fundó el Frente Renovador y venció en la provincia de Buenos Aires al candidato de Cristina, Martín Inaurralde. En paralelo, se fortalecía la figura de Mauricio Macri. En parte, porque el kirchnerismo lo eligió como adversario, ya que el oficialismo se sentía más cómodo confrontando con el jefe de gobierno porteño. En las elecciones de 2015, Macri no representaba un liderazgo indiscutido dentro la oposición, tal es así que en las PASO debió enfrentar a Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Además, Massa seguía representando a una buena parte del electorado no K.

Incluso durante el gobierno de Macri, la propia Cristina Kirchner no pudo ejercer un liderazgo único en la oposición. Había dirigentes del peronismo (gobernadores y exfuncionarios de su gobierno, como Florencio Randazzo) que discutían su rol. El propio Pichetto se convirtió desde su banca en el senado en un líder opositor, aunque alejado de la actual vicepresidenta. Y Massa seguía ocupando un lugar protagónico (viajó junto a Macri al Foro de Davos, ya que el mandatario decidió ir acompañado de un líder de oposición representativo). Los antecedentes cercanos muestran que la fragmentación de los liderazgos en la oposición es la regla y no la excepción.

Costos y beneficios

De cara a las próximas legislativas y a las presidenciales de 2023, el principal beneficio para la oposición es que se diversifican los perfiles de los eventuales candidatos. Al margen del fortalecimiento circunstancial que cada uno puede tener, cuál es el mejor candidato dependerá del marco especifico en el que se desarrolle cada elección. ¿Será preferible una “paloma” o un “halcón” para las elecciones presidenciales?

Por supuesto que aún es pronto para saberlo, pero si la oposición considera que resulta más atractivo electoralmente un candidato moderado seguramente podrá optar por Rodríguez Larreta, Vidal o Lousteau. Al contrario, si buscan un “halcón” también hay múltiples opciones: Patricia Bullrich, Pichetto, Macri o Cornejo. ¿Habrá demanda por un “outsider”? Tal vez en ese caso podría crecer la figura de Facundo Manes.

La diversificación es un beneficio cuando predomina la incertidumbre. Además, para el oficialismo el intento de desgastar al adversario se vuelve más complejo: es más fácil apuntar los cañones contra uno que contra varios. Al final siempre alguno saldrá ileso (o menos dañado).

A su vez, la gran desventaja en términos de estrategia electoral es que no existe una voz única que pueda coordinar y dirigir las propuestas de la oposición. En consecuencia, el discurso puede tornarse caótico y causar confusiones en los electores, como sucede ahora con la posibilidad de postergar las PASO.

Por otra parte, la posibilidad de alcanzar acuerdos en temas estratégicos entre oficialismo y oposición se complejiza. El propio Macri sostenía durante su mandato que no era posible negociar con la oposición, porque no había un interlocutor válido, sino múltiples, y cada uno poseía preferencias e intereses distintos. Probablemente hoy esto no sea un problema, porque es el propio gobierno el que no muestra voluntad de negociar en prácticamente ningún tema. Sin embargo, para superar la situación desesperante en la que se encuentra la Argentina, tarde o temprano oficialismo y oposición deberán alcanzar consensos básicos, y para esto será necesario que los jefes políticos sean quienes se sienten a la mesa de negociaciones.

Como afirmó Vidal, Juntos por el Cambio no tiene jefes o, lo que es prácticamente lo mismo a la hora de ejercer la autoridad, tiene muchos. Esto agrega aún más incertidumbre al escenario político. Las próximas elecciones podrían exhibir el peso relativo de cada uno de los actores de Juntos por el Cambio al momento de definir las candidaturas y dar forma a las listas. En ese sentido, las elecciones son ordenadoras. Sin embargo, algunos de los dirigentes que aparecen mejor posicionados para la carrera presidencial no competirían en los próximos comicios legislativos, ya sea porque se encuentran desempeñando otro cargo o porque optarían por no hacerlo (Rodríguez Larreta, Macri, Lousteau, ¿Vidal?). Por lo tanto, algunas indefiniciones continuarían. Hasta entonces, la oposición buscará aprovecharse de los beneficios y reducir los costos que genera la multiplicidad de líderes.

* Para TN

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