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Recaudación de impuestos de mayo: por qué será un festejo agridulce para Guzmán

ECONOMÍA 29/05/2021 Fernando Gutiérrez*
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El Gobierno se prepara para un festejo agridulce: en las próximas horas se dará a conocer la recaudación tributaria de mayo, que marcará un nuevo crecimiento explosivo de los recursos fiscales… pero posiblemente también sea el punto de inflexión a partir del cual la situación empiece a deteriorarse.

Para empezar, porque se registrará el ingreso del aporte extraordinario de las grandes fortunas, un rubro por el cual entraron a las arcas de la AFIP $223.000 millones. Aun cuando el resto de la recaudación quedara estancada, esto ya implicaría una mejora de 45% en el ingreso.

Además, en el mes que termina, a pesar de las medidas restrictivas de la última semana, todavía se sintió con fuerza la recuperación de la actividad en comparación con el alicaído mayo de 2020, uno de los peores momentos de la recesión. De hecho en aquel mes, la variación en el ingreso de impuestos había sido apenas de 12% en términos nominales, lo cual implicaba una caída real de unos 30 puntos.

En comparación con una base tan castigada, resulta evidente que la recaudación de mayo 2021 volverá a mostrar un incremento de tres dígitos, como ocurrió en abril pasado, cuando la variación interanual fue de 105%. En ese momento, el festejo incluyó un dato crucial: se superó incluso el nivel de recaudación de abril 2019 en un 7% -descontada la inflación del período-.

Claro que había algunos elementos extra que ayudaron a ello, tales como los ingresos extra creados por la ley de diciembre de 2019 -el impuesto PAIS, las subas en Bienes Personales y las mayores retenciones a la exportación-.

Ahora, esos factores extra volverán a ayudar, y además se sumará el efecto del aporte de grandes fortunas.

El único rubro que marcará una disminución será el impuesto PAIS, dado que para mayo del año pasado ya había explotado la demanda de los ahorristas por el cupo legal de u$s200 al tipo de cambio oficial, un motivo por el cual se llegó a recaudar en aquella ocasión $11.900 millones, mientras que en la actualidad el rígido cepo ha llevado esa cifra a un promedio de $5.000 mensuales.

Pero está claro que ese punto será sobradamente compensado por incrementos en las retenciones a la exportación, un rubro que en lo que va del año lleva un aumento de 90% y que, en esta época de liquidación fuerte de "sojadólares" trepó a 103%.

En cuanto a Bienes Personales, es el rubro que lidera el incremento nominal con un 358% registrado en el primer cuatrimestre en comparación con el 2020.

Claro que a los funcionarios del área económica les interesará, sobre todo, ver qué ocurrió con los impuestos más ligados a la actividad económica, como el IVA. Y no solamente por el hecho de que este ingreso sea un indicador del rebote de la producción y el comercio sino porque representa la mayor porción en toda la torta tributaria, con más de un 30% del total.

El comienzo del año en este sentido había sido muy flojo -como lo prueba el dato recientemente difundido de ventas de marzo en supermercados, que marcó una caída real de 8,8%-. En el primer cuatrimestre, el IVA evolucionó 47% a tono con la inflación, pero con tendencia a la mejora: en abril ya mostraba una suba nominal de 97%.

Para mayo, es posible que empiece a notarse el impacto de las nuevas medidas restrictivas, que dejaron sin actividad durante casi un tercio del mes a la cadena comercial.

Una bonanza con fecha de vencimiento

Aun con esas dificultades causadas por las restricciones de la segunda ola del Covid, la industria, la construcción y el comercio mostrarán en mayo variaciones fuertes, aunque más no sea por el efecto estadístico de la comparación contra un 2020 muy deprimido.

De manera que la cifra que se informe a la brevedad volverá a mostrar cierta holgura fiscal, esa de la que el presidente Alberto Fernández se jactó cuando anunció que el presupuesto se ampliaría en $480.000 millones en concepto de asistencia a los afectados por la pandemia.

Pero entre los economistas empieza a instalarse la idea de que esos motivos de festejo irán en detrimento, sobre todo a partir de la segunda mitad del año.

Ocurre que muchos de los motivos por los cuales hoy se celebra son eventos de única vez -como el aporte de las grandes fortunas- o están sujetas a factores estacionales. La supersoja de u$s600 está sintiéndose con fuerza en este segundo trimestre y hasta le permite al Banco Central darse el lujo de comprar casi u$s2.000 millones en el mes y reforzar sus alicaídas reservas.

Pero, como todos saben en el campo, este es un fenómeno pasajero. Primero, porque no hay garantías de que los precios internacionales récord se sostengan en el tiempo -hay mucha volatilidad en los informes sobre producción en Estados Unidos-. Pero, sobre todo, porque hay una estacionalidad típica que hace que a partir del segundo semestre los dólares de la cosecha reduzcan su aporte.

Si se mantuviera el patrón observado en los últimos años, los productores liquidarán la mitad de la cosecha entre marzo y junio, y a partir de allí comenzará la venta por "goteo", al ritmo que vayan marcando sus necesidades financieras mientras los silobolsas siguen llenos. Es la típica conducta que irrita al Gobierno, que suele acusarlos de especulación sobre variaciones en el tipo de cambio.

Lo cierto es que, cuando se excluye el "efecto soja" y se analiza los impuestos vinculados a la actividad interna, los motivos para el entusiasmo empiezan a disminuir drásticamente. En lo que va del año, las variaciones han sido importantes respecto del deprimido 2020, pero cuando se hace la comparación contra el 2019 -un año también recesivo- queda al desnudo el tramo que queda por recorrer para recuperar la economía.

Un informe de la Fundación Mediterránea muestra que en ese período todos los meses registraron caídas de la recaudación, a excepción de marzo, que tuvo una mejora de 2,3%. Sin embargo, en abril se volvió al terreno negativo con una caída de 3,2%. Y mayo, con su nuevo período de confinamiento, es candidato a continuar esa línea.

Las perspectivas no son buenas, a juzgar por las expectativas de los economistas. La última encuesta REM del Banco Central marcó en abril un quiebre en la tendencia sobre pronósticos de crecimiento del PBI, y los eventos de mayo probablemente acentuarán ese pesimismo.

Esa encuesta de hace un mes marca una expectativa de suba del PBI de 6,4%, pero los últimos informes ya están marcando nuevas revisiones a la baja. Por caso, en un reporte del IAE de Universidad Austral, Eduardo Fracchia pronostica que el crecimiento de la economía no pasará del 4% en todo el año, y que las medidas restrictivas de la circulación del segundo trimestre llevarán a que en ese período haya una caída fuerte de la actividad.

Está, finalmente, la recaudación vinculada a la seguridad social, que naturalmente en el contexto de la emergencia sanitaria ha sido el de más flojo rendimiento fiscal, dadas las ayudas otorgadas a los sectores en crisis. En el primer cuatrimestre del año tuvieron una variación real negativa frente a la inflación.

Y todo indica que desde mayo en adelante la recuperación que se venía insinuando se podrá quebrar. Por lo pronto, el ministerio de Trabajo dispuso nuevas exenciones de aportes a los sectores afectados por los cierres o caídas en los niveles de actividad.

Pero, como los comerciantes más afectados han expresado con elocuencia, la situación de algunos sectores es tan desesperante que se ha llamado a una verdadera rebelión fiscal, obligada por la imposibilidad de seguir cumpliendo con las obligaciones impositivas ante la ausencia de facturación.

Del otro lado, gastos en suba

Las perspectivas de que los ingresos fiscales vayan perdiendo fuerza a lo largo del año contrastan con la expectativa de que el gasto público, que había comenzado muy contenido, recupere vigor.

En parte por la necesidad de asistir a los más afectados por la pandemia, y también en parte por la presión política del kirchnerismo, el Gobierno está dando muestras de abandonar cierta actitud de relativa austeridad y volver a pensar en el gasto como motor de la recuperación.

El propio Alberto Fernández ha dado pruebas contundentes al respecto: lejos de las señales de ajuste que enviaba Martín Guzmán a comienzos de año, ahora apoyó el retraso en las tarifas de los servicios públicos -es decir, convalidará incrementos en los subsidios energéticos-. Y en una reciente entrevista con la cadena CNN tuvo una frase elocuente: "El equilibrio fiscal no existe más, lo han roto los países centrales, ya no están en los manuales de la ortodoxia económica, toda Europa tiene un déficit fiscal alucinante".

Hasta ahora, el gasto público venía evolucionando a un ritmo inferior a la recaudación tributaria, lo cual permitió a Guzmán viajar a entrevistarse con los técnicos del Fondo Monetario Internacional y exhibir cifras creíbles en cuanto a la vocación del Gobierno por equilibrar las cuentas.

Pero todo apunta a un cambio drástico en ese sentido. La ayuda oficial por el tema Covid -que dentro de la coalición gubernamental ha sido fustigada desde los sectores kirchneristas por insuficiente para atender la magnitud de la crisis- ya está haciendo que los economistas revisen al alza sus previsiones de déficit fiscal para este año, más cerca de un nivel de 5% del PBI.

Una estimación de Fundación Mediterránea indica que, de no revertirse la escalada de contagios, el costo fiscal del paquete de "medidas Covid" podría llegar a 2,1% del PBI, todavía bien por debajo del 3,4% registrado el año pasado, pero suficiente como para que el gasto primario ascienda a un 23,7% del PBI -un aumento de 4,9 puntos respecto del nivel registrado en 2019.

En definitiva, no es una situación que permita festejar los récords que se están registrando en los aumentos de la recaudación: ya se sabe que no van a alcanzar para cubrir las necesidades que impone la emergencia y que probablemente Guzmán -además de incumplir su meta inflacionaria de 29%- tampoco pueda llegar a su objetivo de un déficit de 4,5% del PBI.

Es en este contexto que muchos analistas recibieron la noticia del cambio de política del Banco Central -que les permite a los bancos cambiar sus encajes en Leliq para cambiarlos por bonos del Tesoro- como un intento por captar mayores fondos del mercado que ayuden a financiar el déficit.

Claro que no se trata de una medida exenta de costos. Como advierte el consultor Salvador Di Stefano, para los ahorristas no es lo mismo que sus depósitos estén respaldados por Leliq que por bonos del Tesoro. Estos últimos implican una expansión monetaria que puede impactar en la inflación y, según el experto, "habrá un corrimiento a cubrirse en moneda extranjera".

* Para www.iprofesional.com

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