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Los riesgos de interpretar a la sociedad desde una burbuja

OPINIÓN 01/06/2021 Luciana Vázquez*
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Hay un principio de la lógica política surgida de las crisis argentinas que sostiene que el peronismo es el piloto de tormentas indiscutido. Que cuando el orden social y político se agita, la sociedad mira, angustiada y ansiosa de respuestas, hacia el rincón peronista del ring político. La cuestión es si ese principio funciona hoy con las características excepcionales que presenta este 2021 para la historia política y social argentina, una superposición única de eventos novedosos.

Por un lado, un escenario impensado, la pandemia del Covid-19 y los estragos extremos que produce en la vida social, económica y también política. Por el otro, un año electoral que como nunca requiere de liderazgos claros para reordenar el mapa político de oficialismo y oposición. Por si eso fuera poco, un oficialismo de características también novedosas, que gira en torno a un binomio presidencial que cada día se debilita en el tironeo de la frazada corta del poder intracoalición. Y, finalmente, una oposición que después de perder una elección no se desintegra en el torbellino de la derrota y no solo sobrevive, sino que por momentos es capaz de asumir la voz de buena parte de la opinión pública.

Esa coincidencia de excepciones es en sí misma un caso único en la historia democrática argentina que cada vez se muestra más joven, inexperta y con circunstancias como la actual, que desafían las lógicas que se daban por sentadas. El affaire de la Copa América y el cambio de decisión del Gobierno es un dato que aporta a esta duda política. ¿Sigue siendo el peronismo el bombero ideal de cada incendio, el que interpreta mejor las ansiedades de las mayorías, sobre todo, en un momento de crisis tan excepcional? ¿O, al contrario, el kirchnerismo se ha vuelto una especie de burbuja impenetrable, aturdida por la propia lógica de la disputa por el poder interno, desconectada de las urgencias argentinas?

El affaire Copa América. El voto de la Argentina en la ONU por Israel. Las chicanas en torno a las clases presenciales por parte de Alberto Fernández. A los campos usuales de la acción política y de sus errores, la economía, se suman en estos días nuevos hechos del mundo de las relaciones internacionales, la vida sanitaria y educativa. El efecto burbuja del kirchnerismo parece acentuarse en este atípico año electoral y genera un resultado preocupante: la fabricación de más incertidumbre. El surgimiento de una grieta entre un oficialismo peronista y su burbuja por un lado, y por el otro, la sociedad.

La decisión inicial, confirmada desde el Gobierno y sostenida con firmeza durante días, de hacer la Copa América en Argentina se encontró con el rechazo de la gente. El cambio de opinión, finalmente, y la intensidad con la que el oficialismo se esforzó por dejar en claro que fue suya la decisión de no autorizar el campeonato fue una muestra del tamaño del error político cometido: abrir los campos de fútbol cuando se exige encierro a la ciudadanía.

El giro frente a la Copa América dejó al kirchnerismo expuesto en su falta de habilidad para interpretar la voz de las mayorías. Y lo más curioso, un síntoma de que el Gobierno ya no lee bien ni a los suyos. O un síntoma de que la burbuja kirchnerista está dividida al infinito.

La encuesta de Poliarquía que se conoció la semana pasada es elocuente en ambos sentidos. Mostró que el 70% de la ciudadanía sostenía que la “Argentina no debía organizar la Copa América”. Lo más interesante está, sin embargo, en la segmentación política de esa apreciación: el Gobierno logró lo que nunca, la superación de la grieta. Entre los identificados como “macristas”, el rechazo alcanzó al 77%, y entre los de “Cambiemos no macristas”, al 75%. Entre los cristinistas, el 72% se oponía al campeonato en Argentina, lo mismo que el 73% de los “PJ no cristinistas”.

El kirchnerismo se ha vuelto mucho más capaz de crear incertidumbre que de fabricar las certezas que vienen con la solución de los problemas. El ejercicio de esa habilidad autoinfligida viene ampliando su campo de aplicación. El escenario político actual puede entenderse conectando los puntos que llevan de un error político del Gobierno a otro. La constante es una inesperada sordera del kirchnerismo para captar la más maravillosa música para sus oídos, el sentir de la gente.

No es la primera vez que la distancia entre el kirchnerismo y la ciudadanía se expresa en las encuestas. El presidente y su vice también sufren la erosión de sus imágenes crecientes tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires. La imagen positiva de Fernández cayó 8 puntos y hoy se reduce a un 45,95% y la de Cristina Kirchner, a un 39,2% según CB Consultora.

De burbujas y bomberos

Está la burbuja oficialista y dentro, la burbuja kirchnerista. Un diagrama de Venn podría graficarlo mejor. A veces hay intersección, a veces no. El kirchnerismo es a veces el oficialismo con poder dentro de la burbuja oficialista. Otras veces es la principal oposición a un albertismo que no fue y que no encuentra base de sustentación.

El affair Copa América mostró algo de esas sorderas políticas superpuestas. “¿De quién es el negocio? ¿Por qué insistimos con esto?”. Durante días, demasiados, las preguntas resonaron entre cínicas y pragmáticas en el oficialismo, según una fuente que conoce bien el debate que se dio en torno al porqué del empecinamiento en hacer el campeonato en Argentina. Al Gobierno le tomó días y un gran costo político escuchar finalmente al afuera de su círculo más chico. E igual llegó tarde. “La oportunidad para bajarse era hace 10 días”, sostiene la fuente.

Ese desencuentro con los más cercanos en su burbuja también se está dando con Hugo Moyano, el ejemplo de sindicalista que le gusta citar al Presidente. El planteo de una paritaria del 45% para camioneros desafía todos los cálculos del Gobierno y deja expuesto al acuerdo de los estatales, que cerraron el 35% hace una semana. ¿No hubo negociación previa con los Moyano como para evitar este nuevo error político?

La habilidad del peronismo bombero del incendio abre un signo de pregunta. ¿Sigue siendo el peronismo, ahora en su versión kirchnerista, capaz de interpretar a la sociedad argentina? ¿Es capaz de escuchar a su interna y alinear a los suyos, o eso tampoco?

El espejo retrovisor que recorre 40 años sorprende con la debilidad de las lógicas políticas que se pensaban sólidas, indiscutibles y con futuro. El peronismo piloto de tormentas se cocinó en tres momentos: en su versión menemista después de la hiperinflación alfonsinista, en su versión duhaldista ante la crisis de 2001 y con el kirchnerismo fundacional de 2003 recuperando el poder del presidencialismo.

Pero en 2021 la democracia argentina se muestra más joven e inexperta, casi adolescente, de lo que se presumía. Se difuminan los consensos del ’83 y la sociedad se polariza. Desaparecen las lógicas que se desprenden de esos años únicos, pero tan distintos a este año único. Lo que queda por delante son más preguntas que certezas.

Otro de los principios de la vida política argentina dice que el poder ordena al peronismo, que valora, disciplinado, la potencia política del que tiene más votos o del que domina la interna. Pero las particularidades de la coalición oficialista, con el poder inusitado de la figura vicepresidencial, ponen en suspenso ese principio. Entre el poder formal del Presidente y el real de la vicepresidenta, el desorden atraviesa al oficialismo.

La cuestión es si la burbuja peronista en su versión alberkirchnerista permite preservar la potencia electoral del peronismo o, en cambio, es una pompa a punto de explotar. La posibilidad de alternancia del voto o del voto castigo está en el centro de la lógica de poder. Como 2009 y la derrota del nestorismo, que desde su burbuja de conflictos no interpretó bien la crisis con el campo. Otra vez un año excepcional justo cuando el poder está en manos de la gente.

Para La Nación

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