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López Murphy: “Lo único que arregla este descalabro, es una paliza electoral inolvidable”

POLÍTICA 15/08/2021 Ricardo CARPENA
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Entre tanto candidato que parece salido de un laboratorio de expertos en marketing electoral, con un discurso calibrado en los focus group y posiciones que responden milimétricamente a lo que surge de las encuestas, Ricardo López Murphy es lo más similar a un postulante de otra época. De esos tiempos en los cuales las campañas se hacían en las calles y no en las redes sociales. De aquellos años en que los dirigentes decían lo que pensaban sin cuidar si era políticamente correcto. Hoy, el precandidato a diputado de Republicanos Unidos por la ciudad de Buenos Aires confirma que lo vintage está de moda en la política: sigue creciendo en los sondeos de una forma que preocupa a los adversarios con los que competirá en las PASO de Juntos Podemos Más.

Entre esos rivales internos está nada menos que María Eugenia Vidal, la candidata que volvió a la Capital para reinventarse y darle sustento al proyecto presidencial de Horacio Rodríguez Larreta, con quien López Murphy reconoció que mantiene diferencias, pero juzgó clave unirse a la principal coalición opositora porque “el rumbo estratégico del Gobierno se fue volviendo muy extremista y hay que ponerle freno en 2021″.


Economista, ex ministro de Defensa, de Infraestructura Vivienda y de Economía durante el gobierno de la Alianza (donde quedó estigmatizado por una gestión económica que duró 15 días tras haber intentado aplicar un fuerte ajuste), militó en el radicalismo hasta 2002 y en las elecciones que se hicieron un año después fue el candidato presidencial de su partido Recrear para el Crecimiento: salió tercero con el 16% de los votos mientras que el primero, Carlos Menem, obtuvo el 24%, y el segundo, Néstor Kirchner, el 22%. Luego de su experiencia con la agrupación Convergencia Federal, entre 2008 y 2011, López Murphy volvió a la política activa el año pasado, cuando al frente de Recrear decidió unirse a otras fuerzas para fundar Republicanos Unidos.

Con su participación en las PASO porteñas dentro del espacio de Juntos por el Cambio, el “Bulldog” se pondrá a prueba nuevamente en un momento en el que su postura firme contra el kirchnerismo puede ayudarlo a captar los votos del electorado duro de la Ciudad que preferían a Patricia Bullrich como candidata. Y como seguramente se sumará a la lista de Vidal para competir en las elecciones del 14 de noviembre, será una de las principales apuestas del jefe de Gobierno para intentar superar el 60% de los votos y así retener las 10 bancas de diputados que pone en juego Juntos por el Cambio en Capital.

En la entrevista con Infobae, López Murphy dijo que le causó “indignación” la explicación presidencial sobre la fiesta de cumpleaños de la primera dama en la Quinta de Olivos y que Alberto Fernández se siente de “una clase diferente que no se ve sometida a las reglas del resto de los ciudadanos, que goza de impunidad y no se hace cargo de nada”. “Lo único que arregla este descalabro moral que tenemos es una paliza electoral inolvidable”, aseguró.

Admitió que crece en las encuestas porque “hay una demanda de más firmeza” y advirtió que si el Frente de Todos gana las próximas elecciones “Cristina Kirchner avanzaría rauda sobre la división de poderes”. También se diferenció de Vidal cuando aseguró: “Yo no chateo con la gente del kirchnerismo, con el que tenemos una diferencia abismal en nuestras visiones sobre el país y no puedo entender las simpatías por las tiranías sangrientas del Caribe, Cuba, Venezuela y Nicaragua. No puedo avalar el movimiento estatista. Y, por supuesto, no simpatizo con el modelo que llamaba a subordinar todo a Perón”.

-¿Qué opina sobre las explicaciones que dio Alberto Fernández sobre la fiesta de Fabiola Yáñez en la Quinta de Olivos?

-Me dio una gran tristeza, además de la indignación porque la degradación de la jerarquía presidencial y de la palabra ha sido terrible. Genera una gran pena que el país este tan degradado y me provocó náuseas que le echara la culpa a la esposa. Eso me pareció de una bajeza inenarrable. Siempre la culpa la tiene otro, nunca son ellos, nunca asumen los problemas tal cual son, y en el fondo de todo está el vacunatorio VIP, los juicios VIP, las fiestas VIP. Ellos forman una nomenclatura, una clase diferente que no se ve sometida a las reglas del resto de los ciudadanos, goza de impunidad, no se hace cargo de nada.

-¿El Presidente admitió el delito al confirmar la fiesta de cumpleaños en medio de la cuarentena estricta?

-Claro, por eso las denuncias que hicieron los dirigentes de Republicanos Unidos tuvieron que ver con la desigualdad ante la ley. En el fondo, el proyecto igualitario más grande que hay es que todos somos iguales frente a la ley sin privilegios y ese es el corazón de nuestra Constitución.

-¿Le llamó la atención que haya dicho que lamentaba el episodio, pero no pidiera perdón?

-Es culpa de Fabiola…


-¿Está de acuerdo con el pedido de juicio político que efectuaron el PRO y la UCR?

-Sí, pero lo único que arregla este descalabro moral que tenemos es una paliza electoral inolvidable. También se necesita una renovación de la dirigencia y por eso una señal muy fuerte sería si prevalecemos en la primaria abierta sobre María Eugenia Vidal porque el reconocimiento de la necesidad de un cambio y no la reiteración del ayer es muy importante para nuestra sociedad.

-Habla de la renovación, pero usted no es un dirigente nuevo.

-Tengo mis años de lucha, pero justamente si algo marqué en los últimos años es el rumbo equivocado que transitamos en lo moral, institucional, económico, educativo, sanitario y en materia de relaciones exteriores. Y mantuve una voz bien alta sobre las falencias y la debilidad de lo que se estaba haciendo.

-Vuelvo al pedido de juicio político. ¿Coincide con Elisa Carrió en que sería un riesgo porque Cristina Kirchner puede aprovechar ese recurso para desplazar a Alberto Fernández de la Presidencia y asumir al frente del Poder Ejecutivo?

-¿Quién es el responsable de Alberto? ¿Quién lo nombró por un tuit? La responsable central de este gobierno es Cristina Kirchner. Ella fue la que nombró al candidato a presidente, a la vicepresidenta, al gobernador de Buenos Aires, al vicegobernador, fue la que nombró a todos los diputados de la lista… Es un escándalo. Y creer que quitarle el disfraz la va jerarquizar es no mirar el problema político que tenemos y que se resuelve, repito, con una paliza electoral inolvidable. Eso es lo que tiene que buscar el liderazgo opositor para sanear la Argentina, y no tener temor y especular que si se va uno puede venir otro. Eso no va a pasar eso porque la responsable central del poder en la argentina es Cristina Kirchner. ¿O alguien cree que es Alberto Fernández?

-¿Por opiniones tajantes de ese tipo usted está creciendo en las encuestas? ¿A qué atribuye que tenga más posibles votantes?

-Hay una deriva bastante extrema del Gobierno tanto en la política exterior como en la política interior con estatizaciones, como la de la Hidrovía, como la de los ferrocarriles de carga. Un exceso de regulaciones, trabas, cupos, prohibiciones y la ciudadanía está demandando una actitud más firme frente al Gobierno y, por supuesto, una actitud más inclinada hacia la iniciativa privada, retener la inversión, el capital humano en la Argentina. Estamos con problemas muy serios porque se van las empresas, se va nuestro capital humano. Con este sesgo, la crisis que tenemos no es reversible. Entonces eso está inclinando la opinión pública hacia un cambio más perfilado, más preciso, con mucho énfasis en la iniciativa privada, en el empleo, en la inversión, en las pymes. Sacarnos de encima esa maraña de sobrepeso regulatorio estatal al que hoy se lo ve con suma claridad en la opinión pública.


-¿Cree que la lista de Vidal no representa eso que busca la gente?

-Tienen, en general, una actitud más contemporizadora que la que tengo yo, menos acentuada en la necesidad de la reforma, un estilo más conciliador. Y hoy hay una demanda de más firmeza. Eso me parece casi inevitable.

-¿Se hubiera sentido más cómodo con Patricia Bullrich como primer candidata de la lista de Juntos por el Cambio?

-Ella traduce, al igual que nosotros, una actitud muy firme frente al Gobierno y también una visión crítica de lo que faltó en experiencias pasadas.

-¿Se refiere al gobierno de Mauricio Macri?

-Me refiero a las administraciones anteriores. O sea, esta gente llegó porque hubo dificultades en el pasado. Entonces esas dificultades tienen que ver con la sensación generalizada de que no se hicieron las reformas necesarias para movilizar la economía argentina, el empleo, la inversión. O sea, hay en la Argentina mucho pesimismo, mucho temor al futuro, una sensación de que la decadencia se ha venido acentuando. Entonces el cambio es necesario, y no es un cambio menor, pero el discurso que uno escucha muchas veces de nuestros competidores en la primaria es un discurso menos perfilado, menos preciso que el nuestro en temas de orden público, en temas educativos, sanitarios, en temas de impuestos, del sobrepeso sobre el aspecto regulatorio.

-Usted decidió competir dentro de la interna de Juntos por el Cambio y es probable que integre la lista de Vidal aun sin coincidir con ella en varios de los puntos que está mencionando. ¿Por qué es más importante unirse que mantener la identidad?

-Porque el rumbo estratégico del Gobierno se fue volviendo muy extremista y hay que ponerle freno en 2021. Acá hay un riesgo: están a seis diputados de modificar la Ley de Ministerio Fiscal. Si ellos controlaran los fiscales, con el Consejo de la Magistratura que hizo Cristina, el monopolio sobre la justicia sería muy grande. En esas condiciones, más allá de los matices y diferencias, hay un acuerdo básico sobre la preservación de la República, de la división de poderes, de la libertad de prensa, de la autonomía de la Ciudad. Me cuesta entender quién puede votar por el Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires.

-¿Por qué?

-La Ciudad ha sido saqueada por el gobierno nacional. La tasa de impuestos que se le cobra a la Ciudad es el 93% de sus recursos. La Ciudad produce el 20% de los recursos y se le da el 1,4% de esos recursos. Eso no ocurre en ningún país del mundo. Y ya era una tasa alta la que había antes. O sea, el gobierno nacional se lo quita a la ciudad que más sufrió la crisis de la pandemia: este es un distrito que produce servicios culturales, gastronómicos, hoteleros, de esparcimiento. Acá es donde está concentrado y eso fue lo que más se contrajo. Ahí vino el manotazo, el saqueo del gobierno nacional. Me cuesta entender por qué en la Ciudad alguien apostaría a los saqueadores. Eso nos hace ir a un frente común porque nuestras diferencias son menores respecto a las que tenemos con el gobierno nacional y con Cristina Kirchner, que es el epicentro de la coalición oficial.

-¿Le despierta algún escozor pensar que quizá tenga que compartir la campaña con Macri, de quien usted fue un crítico?

-Por el afán de derrotar al kirchnerismo, hemos estado dispuestos a dejar de lado muchas diferencias que tenemos con el gobierno de la Ciudad y con el resto de la coalición, y eso incluye al propio ex presidente. No tendríamos ningún problema en ese sentido porque compartimos esa necesidad de impedir un gobierno hegemónico. Eso lo tenemos que parar ahora, no luego. Y en los hechos, todos estamos de acuerdo. Ahora, lo que es importante en esta disputa para el 12 de septiembre es quién lidera esa coalición. La única primaria importante que hay en la Ciudad de Buenos Aires se da para saber si este gran frente lo lidera María Eugenia Vidal o nosotros. Esa es en realidad la disputa que hay. El resto, desgraciadamente, ha elegido sus candidatos a dedo.

-La oposición no parece ponerse de acuerdo sobre la importancia de estas elecciones. Macri cree que marcan un “momento bisagra”. Martín Lousteau acaba de decir que los comicios decisivos no son los de este año sino los de 2019. ¿Usted qué opina?

-Sí, son decisivos. Si hubiera una derrota de la oposición, Cristina Kirchner avanzaría rauda sobre la división de poderes y nos vamos a ver metidos en un lío de otra envergadura. Además, yo escucho las propuestas de (Victoria) Tolosa Paz y esas propuestas delirantes de la Argentina: en el momento en que se fugan todas las empresas y se nos va la élite de nuestro capital humano, a ella no se le ocurre nada mejor que proponer mayores impuestos. Esa idea es delirante: en un país con impuestos extravagantes, pensar que se pueden subir más. Y que se pueden subir más no para combatir el déficit sino, como ella misma dice, para gastar más. Es como si no tuviera conciencia de que hay un déficit de 40.000 millones de dólares y que en todos los países del mundo si uno sube la carga tributaria las empresas tienden a salir de ese lugar e ir a un lugar más hospitalario.

-No es el único problema que genera la suba de impuestos, me imagino.

-No, acá hay otro problema más grave: como tenemos un 50% de la economía informal o en negro, en la medida en que se suben los impuestos mucha gente pasa a la informalidad. El paso a la informalidad es una caída dramática de la productividad. Las empresas informales son mucho menos capitalizadas que las empresas formales. La productividad es de aproximadamente un cuarto. Entonces, lo que baja es nuestro nivel de vida. ¿Por qué la decadencia? Porque la economía ha ido pasando de las empresas formales a las informales, bajando la productividad media o yéndose al exterior. Ese es un camino para fracasar, para el estancamiento, para que caiga nuestro ingreso per cápita. Por eso el camino del kirchnerismo es de empobrecimiento. Y un camino irreversible si persistimos en él.

-Mientras hablaba me acordé de Facundo Moyano que, en soledad, propuso debatir una reforma laboral para revertir el 40% de trabajo en negro.

-Sí, pero tenemos otro problema más grave: la participación laboral en la Argentina es baja, además de la informalidad y del alto desempleo ¿Por qué? Hay una cantidad de planes sociales que hace que mucha gente permanezca fuera del mercado. O sea, tenemos un fenómeno de una inmensa masa que vive de la tributación de un pequeño grupo de contribuyentes, y eso lo agravamos. Lo que estamos haciendo es agravar el circuito de decadencia. Es inviable.

-Si esta situación se mantiene, ¿es porque le resulta funcional o redituable a algún sector?

-Probablemente para los que depredan estos recursos, los que se han enriquecido con esto. Es decir, el capitalismo de amigos, los que viven del dedo de Cristina. Ellos han hecho negocios, se han enriquecido, pero por ese camino no vamos a ningún lado. Estamos entrando en un sendero donde el pesimismo de la gente es muy grande. Con un cambio serio, el país se recuperaría rápidamente porque tiene recursos extraordinarios que no están siendo aprovechados.


-¿Sin necesidad de reformas profundas?

-No, las reformas hay que hacerlas porque la primera regla de una economía de iniciativa privada, capitalista, es la confianza. Tiene que haber confianza en la seguridad jurídica, en la propiedad privada. Si vos vivís aterrado por las patotas en tu libertad ambulatoria, en tu libertad de trabajar, en la ocupación de tu propiedad, no funciona. Pero, más allá de eso, restablecido cierto orden público básico que hace al espíritu de la Constitución y al monopolio de la fuerza en el Estado legítimo de Derecho, si eso se lograra transmitir con claridad la Argentina tiene un potencial muy grande. Acá hay recursos inexplotados que son formidables. Tenemos toda una cadena de valor. Por ejemplo, la cadena de la carne. Nosotros tenemos productos tipo boutique y no se nos ocurre otra idea más absurda que prohibir las exportaciones. Es como si Japón prohibiera las exportaciones de Toyota y de Honda.

-¿Por qué el Gobierno hace eso? ¿No es como dispararse un tiro en los pies?

-Es un error reiterado, y cuando uno comete errores reiterados hay un problema ya muy patológico. Depredamos el stock ganadero. Al rodeo lo bajamos de 60 millones a 48. Destruimos buena parte de la industria frigorífica. Perdimos buena parte de los mercados. Hace cinco años hemos empezado a recuperarlos y a un ritmo importante, con innovaciones muy valiosas. Ahora, cuando se cometen errores reiterados y la sociedad no lo percibe, el problema es de la sociedad. Si los votan, estamos complicados porque los errores son tan abiertos, tan gravosos, tan fáciles de entender y tan dañinos.

-¿Qué otros errores encuentra?

-Pienso en esta locura de dejar varados a los argentinos en el exterior. ¿Qué otro país ha tomado esta medida absurda de prohibirles volver a sus connacionales o impedir el transporte aéreo, cuando debe ser la actividad donde la salud está más vigilada? Entonces, ¿a quién destruimos? A los que hacen buena parte de los servicios que presta la Ciudad de Buenos Aires. Han devastado la industria gastronómica, hotelera, de esparcimiento. Hicieron un daño de magnitudes extraordinarias. Un año y medio cerrados mientras había festichola en Olivos. El kirchnerismo tiene el copyright de la desigualdad ante la ley.

-¿A qué se refiere, además de la fiesta de Fabiola Yáñez?

-En los juicios penales, la Vicepresidenta interviene antes que los fiscales. Imagínese si todos los encausados pidieran ese atributo, ¿se lo darían primero los jueces? Hay algo que está acá muy mal. Para ellos, los privilegios. Para el resto fue la vacuna o la muerte. Hubo decenas de miles de muertos, pero cuando se aprobó el DNU del Presidente para traer las vacunas, el jefe de bloque de diputados nacionales del Frente de Todos se seguía oponiendo. La asesora del Presidente decía que estábamos apoyando la geopolítica de Putin. Es una cosa tan delirante como lo de Tolosa Paz.

-Usted habla de la necesidad de hacer reformas importantes, pero ¿no haría falta que la oposición consensúe qué tipo de cambios hacen falta?

-El bloque opositor sabe muy bien que la economía tiene que ser más abierta, que el crecimiento va a ser por las exportaciones, por la inversión, por el empleo en el sector privado. Sabe sobre la situación fiscal, que el sistema impositivo es inviable y que hay un desequilibrio fiscal importante.

-Pero la letra chica de las reformas necesarias puede ser muy distinta entre la dirigencia opositora.

-Hay matices, eso es cierto. Muchos menos que los que hay con el kirchnerismo.


-¿Su idea es impulsar un debate sobre estas reformas?

-Sí, pero luego de la elección. Una de las razones por las que compito en las elecciones es porque creo necesaria mi presencia en el Congreso por lo que se viene: vamos a debatir durante el verano los próximos 10 años. El acuerdo de facilidades extendidas con los organismos multilaterales, con el Club de París. Será un debate muy significativo para la Argentina donde va haber implícitas reformas importantes o la ausencia de ellas.

-¿Qué tipo de reformas?

-Creo que va a haber reformas integrales a las políticas de empleo, sociales, regulatorias. Es decir, no hay ninguno de los países que nos rodea que tenga un sistema cambiario ni impuestos extravagantes como tenemos nosotros. Eso no es viable.

-¿Se imagina a Cristina aprobando cambios de ese tipo?

-Me la imagino como el amigo que ella tiene en Grecia, Alexis Tsipras, que volvió después del plebiscito e hizo el programa de corrección más importante que hizo su país. Aquí hay un proceso de consolidación que nos lleva a un fuerte crecimiento si entendemos cuál es el camino que tenemos que seguir. O hay un programa fuertemente recesivo que es el de la autarquía, el del estatismo sin recursos. El estatismo empobrecedor es catastrófico.

-Para ganar las elecciones, el Gobierno contuvo algunas variables de la economía y toma medidas para favorecer el consumo. ¿Eso puede dar algún beneficio concreto en materia de votos o tampoco alcanza para garantizar un triunfo?

-Estamos con una escasez de reservas muy seria, una fragilidad muy grande, un déficit del orden de los 40.000 millones de dólares. No estamos para esos experimentos. Le hubiera hecho mucho mejor al país haber firmado un acuerdo (con el FMI) entre febrero y mayo para que hoy estuviéramos todos con un horizonte despejado. No se animaron. En el pasado, los equipos económicos argentinos firmaban con los organismos multilaterales programas que después por ingobernabilidad no podían cumplir. Ahora estamos en un estado peor: no podemos ni escribir el programa. Porque si lo escribe, estalla la coalición de gobierno. A este grado de irracionalidad hemos llegado. Ahora, si seguimos agravando el problema, barriendo abajo de la alfombra, si atrasando el tipo de cambio, bueno... La estrategia que siguieron de noviembre a principios de junio fue sensata.

-¿Cuál fue?

-Habían hecho un déficit descomunal y a partir de ahí hicieron una corrección fiscal grande. Es decir, el déficit del primer semestre lo bajaron dramáticamente. Eso es lo que tranquilizó al sector externo, al mercado financiero, al mercado de capitales. No lo mejoró, pero no llevó las cosas a un extremo. Hay un riesgo en un juego de esa naturaleza y es que las cosas se salgan de madre. La forma que Cristina ha tratado de lidiar con eso es comprometerse al acuerdo con el Fondo. Decían que iban a usar la emisión de los Derechos Especiales de Giro para hacer de Papá Noel, pero se han olvidado de eso y ahora Cristina lo deja para pagarle al Fondo. Es un cambio dramático de discurso. Y otro problema de devaluar la palabra. Los senadores del Frente de Todos van a dar un viraje de 180 grados con total impunidad. Ese verticalismo que uno ve en las listas también se observa en los privilegios, en los negocios económicos y hasta en la gestión de la política exterior. Es lamentable esa forma de organizar los asuntos de la República.

-En materia electoral, su crecimiento en las encuestas coincide con el que registra Javier Milei. ¿En qué se diferencian?

-Hemos tenido una larga interacción intelectual con Javier Milei a lo largo de nuestras vidas. He prologado algunos de sus libros, él ha presentado artículos en libros que yo edité, pero su diagnóstico es que todo el sistema político está absolutamente degradado y que hay que hacerlo explotar para que surja lo nuevo. Nunca me cayó bien esta idea de que uno viene a escribir una nueva historia, ser fundacional. Esa regla que iguala a la oposición con el kirchnerismo es equivocada. Veo una gran diferencia entre el proyecto kirchnerista y el proyecto de la oposición. Yo me sentía muy complacido con la política exterior del anterior gobierno y me siento en las antípodas de éste. No puedo aceptar la idea de que son lo mismo.


-Si hablamos de diferencias, usted compartiría la lista para las elecciones de noviembre con Vidal, una dirigente que confesó que chatea con Máximo Kirchner y que se siente cerca de los ideales de Eva Perón. ¿Cómo se lleva con ese tipo de definiciones?

-Ahí discrepamos fuerte. Yo no chateo con la gente del kirchnerismo, con el que tenemos una diferencia abismal en nuestras visiones sobre el país, sobre lo que pasó en su gobierno, sobre los bolsos de José López y no puedo entender sus simpatías por las tiranías sangrientas del Caribe, Cuba, Venezuela y Nicaragua. No puedo avalar el movimiento estatista. Y, por supuesto, no simpatizo con el modelo que llamaba a subordinar todo a Perón. Hay que recordar los discursos de Eva que eran monolíticos en términos de verticalismo al general. Como cuando pedía que todos los funcionarios, los jueces, firmaran la renuncia en blanco para ponerla a disposición. Nunca sería un motivo de mi admiración.

-¿Y a qué mujeres admira?

-Una es Graciela Fernández Meijide, con quien compartí gabinete y he visto su estatura moral, su firmeza, su sabiduría, su capacidad de convocar a la cohesión nacional. Recuerdo que en mi educación una de las personas que me enseñaba era una tía que había formado parte de la primera promoción de peritos mercantiles y su profesora había sido Alicia Moreau de Justo. No soy socialista ni marxista, pero siempre admiré la preparación. Mi tía decía siempre que Alicia Moreau de Justo jerarquizaba a las mujeres. Creo en lo mismo. Buscaría ese tipo de modelos en la sociedad argentina. Más recientemente, el rol de Patricia Bullrich en el gobierno anterior fue muy destacado porque, en momentos muy difíciles para el país, supo conservar la firmeza, la transparencia y la capacidad de liderazgo sobre las fuerzas de seguridad que originaron una actitud recíproca. Y pongo este caso porque a veces a me dicen que es lo mismo Juntos por el Cambio que el kirchnerismo y no es lo mismo Patricia Bullrich que el “enfermero” Zannini. Digo esto porque he escuchado al Presidente criticar a la OEA porque dijo que se ha comportado como un escuadrón de Gendarmería y si hay algo que admiro son los centinelas de la patria. Él los considera casi un sicariato. Ahí están las diferencias.

-¿Está preocupado, como Facundo Manes, por el peso del aparato del gobierno porteño en las elecciones?

-Pretendo que ganemos. Creo que le daría a la coalición opositora un tinte muy valioso, de reforma, de transformación, de firmeza, de claridad de mira que no llegaría a la sobrecarga de los problemas de administración del pasado. Soy consciente de que enfrento un aparato muy grande, pero también creo en la riqueza de nuestras propuestas, de la calidad de nuestra lista, de nuestro liderazgo, de nuestra vocación por el debate. ¿Cómo compensamos el aparato? Adonde vamos planteamos la necesidad de un debate, primero con el Frente de Todos, pero también con nuestros rivales en la primaria.

-¿El oficialismo porteño no quiere el debate con sus rivales en las PASO?

-Bueno, pero el debate es enriquecedor, es la forma más cívica de conocer las opiniones de los candidatos. Ocultarlo eso es una suerte de ceguera.

-¿Pero usted pidió formalmente el debate entre los candidatos?

-Sí, claro, desde el primer día. Una de las características malas de la sociedad argentina ha sido la renuencia al debate porque debilita la legitimidad y la calidad de los liderazgos. Es un test de civismo importantísimo y sería valioso para la sociedad argentina.

-¿No recibió ninguna respuesta?

-No nos negamos a ningún debate. Estamos listos.

-¿Se puede decir que usted es un bulldog que ladra y muerde?

-Sin dudas.

Fuente: Infobae

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