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Alberto Fernández retoma la centralidad de la campaña y apuesta a reconstruir la confianza con el electorado

POLÍTICA 31/08/2021 Joaquín Mugica Díaz*
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Pasó el escándalo de Olivos por la foto de cumpleaños de Fabiola Yáñez. También pasó el capítulo judicial que derivó de la fiesta de su mujer en plena cuarentena y el polémico apoyo a la profesora K que intentó adoctrinar a un alumno sobre lo hecho en el gobierno de los Kirchner y en el de Macri.

Pasó la desafortunada frase de Sabina Frederic, asegurando que “Suiza es más tranquilo, pero aburrido”, al referirse a la decisión de algunos argentinos de emigrar debido a la inseguridad. Pasó la respuesta de Sergio Berni indicando que la ministra “se la pasó de joda durante la pandemia”. Pasó, finalmente, Victoria Tolosa Paz diciendo que en “el peronismo siempre se garchó”.

Pasó mucha agua debajo del puente y ahora, cuando quedan doce días para las elecciones, Fernández buscará recuperar la centralidad perdida por el ruido de las declaraciones polémicas y los desmanejos de la estrategia de campaña.

En el interior de la coalición asumen las fallas en la comunicación y los errores no forzados que cometió el Presidente, pero no encuentran una explicación sustentable para explicarlos. “El problema es que no hay estrategia. Cada uno está por su lado. Massa por un lado, Máximo por otro, Cristina y Alberto en diferentes lugares”, asumió con crudeza un funcionario nacional de primera línea.

Lo que hay en el Frente de Todos es un gran desorden, que se ve reflejado en la falta de un esquema de campaña compacto. No hay una hoja de ruta clara y precisa. Los cuestionamientos internos, y desde los diferentes sectores del Frente de Todos, son el resultado de la demora en el control de daños del escándalo de Olivos, que aún sigue siendo un tema que permanece flotando en las oficinas oficiales.

En gran medida sigue vigente porque permanece la incertidumbre sobre el impacto real que tendrá en el momento de la votación. En el Gobierno están divididas las miradas. Hay quienes piensan que tendrá un impacto mínimo que es imposible de contabilizar de antemano.

Otros que están convencidos de que no tendrá ningún efecto y que las suspicacias solo se generan en el microclima de la política, donde se consume información en forma vertiginosa, pero que, en la mayoría de los casos, no está asociado a los problemas más comunes de la gente. “En el único lugar donde pega es en los que ya no estaban dispuestos a acompañarnos”, reconoció una voz de peso en el búnker de campaña oficialista.

En la Casa Rosada asumen con resignación que uno de los objetivos es reconstruir la relación del Presidente con el electorado. “Es como un jarrón que se rompió. Hay que pegar pieza por pieza. Es un proceso lento, no será de un día para el otro”, reflexionó un dirigente que tiene trato frecuente con el Presidente.

El acto que este martes encabezará Fernández en Tecnópolis, junto a gobernadores del PJ y los principales candidatos del Frente de Todos a nivel nacional, servirá para volver a pararse en el centro de la campaña y mostrarse como el conductor de un espacio compacto que está convencido que hay motivos suficientes para ganas las elecciones que se aproximan.

Lo que buscan en el oficialismo es mostrar unidad y volumen político. Todos encolumnados después de la tormenta autogenerada. La presencia de los gobernadores expondrá ese respaldo federal. Gestos que sirven en este momento de desorden estratégico que, para pesar de muchos dirigentes del oficialismo, coincide con la recta final rumbo a las PASO. Un camino de piedras.

La mayor parte del costo político del escándalo de Olivos lo absorbió Alberto Fernández. Al ponerse en la primera línea de fuego, más allá de las disculpas públicas que tuvieron que pedir Santiago Cafiero y Gabriel Katopodis en nombre del Presidente, se llevó en su cuerpo las heridas del estallido por el escándalo cumpleañero.

“El tema Olivos pegó en la imagen del Presidente. Él absorbe todo. Pero eso no pega de igual manera en el Frente de Todos. Porque fue una cuestión en la que él quedó en el centro de la escena”, reconocieron en el entorno del jefe de Estado en los últimos días. De fondo se ve la intencionalidad discursiva de la estrategia. Que el impacto se lo lleve Fernández y no la boleta azul del peronismo.

Según las encuestas que consumen en las arterias peronistas, la imagen presidencial tuvo una caída de entre 4 y 6 puntos. Aún así el piso sigue siendo de 40 puntos de imagen positiva. “¿Hay alguien que mida mejor que Alberto en el peronismo?”, se preguntó un ministro en las últimas horas. Automáticamente se autorespondió: “No”.

Es decir que Fernández es el mejor candidato que el peronismo puede tener pese a los traspiés discursivos, las internas que florecen en el Frente de Todos, los retos públicos de Cristina Kirchner y las grietas que se ven a la distancia en la estrategia de campaña.

Esa disminución, que más allá del escándalo de Olivos, se viene dando progresivamente desde mitad del año pasado, no tiene un correlato idéntico en la intención de voto. De ahí se agarran en el oficialismo para asegurar que la boleta del Frente de Todos será la más elegida el domingo 12 de septiembre.

En el Gobierno creen que llegó el momento en que el Presidente se meta de lleno en la campaña, se empape de toda la rosca electoral y deje de lados las polémicas que lo llevan a las portadas de todos los medios.

Qué aplique el manual más simple de la campaña: resaltar lo positivo de la gestión, esconder lo negativo bajo el silencio, confrontar a la oposición y mostrar, con los pocos argumentos que tenga a mano, que la recuperación económica se está viendo en la producción de las pymes, la generación de empleo y los bares llenos de gente.

Un paso tras otro. Sin jugadas bruscas. Sin tirar la pelota a la tribuna.

* Para www.infobae.com

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