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Comedores con polenta y planes en vez de trabajo

OPINIÓN 08/10/2021 Cristina PÉREZ
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Comedores con polenta, y planes en vez de trabajo: ese es el modelo k. Y no sólo no lo reconocen, buscan profundizarlo, mientras intentan con descaro disimular que fueron sus autores intelectuales. Porque eso indican las medidas con las que convierten cada día más a la economía argentina en una anti-economía. “No es una economía obstruida, es una economía paralizada”, describe un poderoso empresario.

El kirchnerismo nunca creyó en otra cosa. Agrandar el estado, fundir empresas para dárselas a sus amigos con el bonus track de beneficios impositivos, tomar las cajas públicas y meter mano en los bolsillos privados al tiempo en que convertian a los pobres en cautivos.


No contaban con que los pobres no quieren ser pobres. No contaban con que en el camino algo cambiaría y tuvieron que salir a recalcular el relato después de las elecciones. Porque lo que cambiaron es el cuento, no el plan. Veamos lo que hicieron. Escalaron el cinismo a niveles no visitados intentando despegarse del otorgamiento masivo de dinero asistencial del que siempre se jactaron. Empezaron culpando a Macri por los planes y siguieron proponiendo una ley que cambie planes por trabajo. ¿Alguien puede explicar de qué sirve la ley que cambia planes por trabajo si no hay trabajo? ¿Si no existe el mínimo incentivo para invertir, producir, innovar y ergo , dar laburo? Si acaso les importara que los planes deriven virtuosamente en empleos, no hubieran cancelado la obligatoriedad del secundario y el control de que se cumpla como condición a cambio de recibir un beneficio.


Todo en el mismo acto en que ejecutaban el Plan Gollan de la platita: ofrecer nuevas jubilaciones sin aportes en un sistema que no da más, emitir irresponsablemente y repartir de todo. Hoy se enteran entre otras cosas de que los pobres no quieren ser pobres. El kirchnerismo ama la pobreza, por eso la cristaliza. El kirchnerismo ama la pobreza pero no a los pobres. Sino querría sacarlos de allí y sin embargo los condena.

Y mientras este presente, que nadie puede llamar de otra manera que no sea catástrofe social, transcurre, sólo se dedican a profundizar las mismas ideas que nos trajeron hasta aquí o a matarse entre ellos por lugares de poder en vez de encarar la realidad. Y eso es lo imperdonable. Aún en estas circunstancias de calamidad y desconsuelo siguen enfrascados en sus teorías decadentes y ajenos a cualquier autocrítica. Sólo vemos movimientos tácticos para arrimar a la derrota a todo el peronismo e invitar a la oposición a ser parte del consorcio de la crisis. Licuar las responsabilidades con falsas fotos de familia no es un pacto de la Moncloa. Solo buscan disimular que fueron ellos los que cerraron todo, la economía, las escuelas, y casi casi la Constitución.

Hoy fueron los movimientos sociales, los que salieron a decir que “al hambre no lo matan con polenta”. No son las redes sociales. No son las ofensas irónicas de tuiteros que se trenzan ácidamente usando lo que más duela en el barro de la red del pajarito. La polenta no es un meme. Según Nestor Pitrola, dirigente del Partido Obrero, en los comedores, “es 80% polenta, y no hay ni para salsa”. La promesa de la heladera llena de asado insulta. Quisieron maquillar su incumplimiento con el cepo a la carne que nunca bajó ni bajará los precios. Sólo necesitan un culpable. El problema real es que como no están dispuestos a encarar las cuestiones de fondo que originan la inflación sólo se proponen lograr que la gente apunte a otro blanco.

La mesa del hambre. ¿Se acuerdan? Mesas del hambre se multiplican y duelen. Es difícil registrar la cantidad de comedores que existen en el país. Muchos dependen del estado, otros existen gracias a la tarea de la iglesia y otros, como en 2001, son iniciativas privadas de gente conmovedora. Se calcula que hay unos 14 mil en todo el país. Pero al agregar viandas que se reparten para llevar a las casas y la comida que aportan las escuelas los números se multiplican. Según Akamasoa Argentina 1 de cada 4 argentinos se alimenta gracias a un comedor. ¿Qué decir? En la protesta de esta tarde denunciaron que no sólo bajó la calidad y la cantidad de los alimentos que reciben sino que las entregas se redujeron y que a veces pasan meses hasta recibir una nueva provisión. Y que no pueden sostener una dieta sana con sémola y polenta.

Declararon el Día Nacional del Kimchi en el Senado, deberían declarar el año de la polenta. Porque con eso inundan las mesas de los pobres a los que dejaron sin trabajo. Y lo saben. Saben que esto pasa. Y ahí es donde todo se vuelve aún más mucho más abominable.

* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)

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