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Vivir endeudados, un drama que atraviesa a las familias argentinas y que se aceleró en la pandemia

ECONOMÍA 09/10/2021 Sonia TESSA*
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Pagar el mínimo de la tarjeta, y acumular intereses. Recurrir a las entidades que ofrecen “créditos ya” con volantes callejeros, pedirle a un prestamista del barrio. Si la plata no alcanza, lo que queda es tomar deuda. Ese tema central de la agenda política a través de los compromisos externos de los estados, es también un tema central -aunque silenciado- para millones de personas y familias en la Argentina, que se endeudan, ya no para comprar algo excepcional sino para cubrir los gastos. Se habla poco, porque se considera un tema personal, un déficit en el manejo financiero individual. Contra esa idea, las sociólogas Verónica Gago y Luci Cavallero publicaron los libros “Una lectura feminista de la deuda” y “¿Quién le debe a quién?”, en colaboración con la filósofa ítalo-estadounidense Silvia Federici.

“Lo que notamos particularmente, es que en la investigación que hicimos desde el año 2017 se releva un cambio sustancial y muy importante, un cambio cualitativo en el destino del endeudamiento. Desde ese momento, durante el gobierno de Mauricio Macri, apareció un endeudamiento destinado a comprar bienes y servicios básicos para sostener la vida cotidiana, para comprar alimentos, medicamentos. Es decir que tomar deuda ya no se transforma en algo excepcional o en algo que se puede utilizar para financiar algo circunstancialmente, como puede ser festejar un cumpleaños o hacer un viaje o comprar un electrodoméstico, sino que empieza a completar los ingresos cada vez más depreciados por el ajuste fiscal, pero también por el avance la inflación”, desarrolla Luci Cavallero, quien sostiene que, además, no hay una sola fuente de endeudamiento, sino varias, que en su libro consideran una “canasta de deudas”.

Desde su experiencia en el Movimiento de Trabajadores Excluidos de Rosario, Mónica Crespo se empeña en combatir a los “prestamistas del barrio”, que facilitan dinero para resolver un problema urgente y se cobran entre tres y cuatro veces de intereses.

 “Hay compañeros que van pidiendo plata cuando se enferma un familiar o fallece alguien, piden plata, y están los usureros de los barrios que se los ofrecen”, cuenta Mónica, que lidera la cooperativa de Cartoneros Unidos y a partir de la pandemia también sostiene un comedor comunitario en el barrio Industrial. “Hay quienes piden poca plata, pero se les hace mucha también”, señala la dirigente social.

 Cuando se le pide un ejemplo, cuenta que “están los usureros, que te van a dar el dinero para pasar un mal momento y les tenés que dejar la tarjeta del plan Potenciar Trabajo. Los compañeros que no tienen recibo de sueldo, le dan esa tarjeta. Los prestamistas cobran lo que está depositado cada mes, y les dan lo que les sobra”. Un compañero de su barrio pidió 70.000 pesos para poder enterrar a su madre, y devolverá $ 240.000.

 “En los barrios populares, no se tiene plata. Se te enferma un pibe, te dicen lo llevamos al hospital de Niños zona norte, que está cerca del barrio y te dicen que es más complejo, hay que mandarlo al Hospital Vilela, que queda más lejos. Entonces, no tienen medios. No se van a tomar un colectivo, así que el prestamista les da la plata, le da diez lucas y después le cobra 30 o 40, y la gente se cree que ese tipo la ayudó”, insiste.

 Las fuentes de financiamiento son múltiples, pero de eso se habla poco, porque se considera un tema “personal” y hasta vergonzante. Por eso, Gago y Cavallero –que también integran el colectivo Ni Una Menos—quieren poner el foco en que se trata de un problema social. “Esa es una cuenta pública, una problemática social, porque el aumento de la deuda está relacionado con la devaluación de los ingresos”, plantea Gago.

 Puede ser un crédito otorgado por la Ansés para quienes reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH), un prestamista informal del barrio, un crédito de entidades crediticias no bancarias. El acceso es diferente. Quienes tienen ingresos informales, sin recibo de sueldo, pagan más cara la plata que necesitan imperiosamente.

“Esto tiene que ver justamente con el sector social, porque no todos los sectores sociales acceden al mismo tipo de financiamiento, pero hay algo muy elocuente que sucede durante el gobierno de Macri que es este endeudamiento masivo de las mujeres a través de la AUH”, plantea Cavallero. El motivo: “Ese subsidio, que en su momento funcionaba para sostener las necesidades básicas para cumplir con la crianza de un niño o una niña en los sectores populares, se empieza a depreciarse aceleradamente. Y empieza a hacer necesario tomar deuda con el Ansés para poder comprar alimentos, que es lo que nosotras relevamos”.

 Toda esta situación, asegura Gago, se profundizó con la pandemia, al punto que el exministro de Desarrollo Social Daniel Arroyo aseguró que el 85% de los hogares en Argentina estaban endeudados. Esa cifra surge de contabilizar la cantidad de beneficiarias de AUH que tomaron deudas, combinándolas con otros estudios y variables.

 Las investigadoras señalan que la mayor cantidad de titulares de deudas son mujeres, quienes, además -según las estadísticas oficiales- sufren la mayor informalidad laboral y tienen a su cargo la mayor parte de las tareas de cuidado. Las fuentes que utilizan las investigadoras no son cuantitativas sino cualitativas, a través del trabajo con organizaciones sociales.

Los dos libros apuntan a la “desobediencia financiera”, al considerar que el endeudamiento es una estrategia. “La deuda funciona como la máquina más grande de acumulación de riqueza para el capitalismo actual y, simultáneamente, como una forma de control social”, dicen en el prólogo de “¿Quién le debe a quién?”.

 Gago lo explica de esta manera: “El sobreendeudamiento de los hogares, especialmente los hogares monomarentales, cuyas titulares de deudas son mujeres con responsabilidades familiares, y por lo tanto en una dinámica de endeudamiento articulada con mandatos de género, se combina con una hiperprecarización del trabajo. Para nosotras son tres variables que venimos analizando de manera conjunta y funcionan como engranaje”.

 El engranaje resulta casi perfecto, porque, “esta dinámica progresiva de endeudamiento obliga a vínculos laborales cada vez más precarios, es decir, que la deuda te obliga a tomar y aceptar condiciones cada vez más precarias de trabajo para pagar la deuda”.

*Para Aire de Santa Fe

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