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A 20 años del principio del fin de De la Rúa: el día que el peronista Puerta quedó como sucesor

POLÍTICA 29/11/2021 Daniel CECCHINI
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-Jamás aceptaré que nos acusen de dar un golpe institucional. No está en nuestra historia. El PJ no tiene pensado cogobernar – dijo el misionero Ramón Puerta en su primer discurso como presidente provisional del Senado.

El clima de la Cámara Alta estaba caldeado la tarde del 29 de noviembre de 2001, aunque por razones bien diferentes.

Los senadores peronistas – y una nutrida barra – festejaban que la mayoría lograda en las últimas elecciones legislativas se plasmara ese día con uno de los suyos en la presidencia del Senado, lo que le daba también el primer lugar en la sucesión presidencial del debilitado gobierno del radical Fernando De la Rua, que desde hacía más de un año no tenía vicepresidente debido a la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez.

Los radicales se habían retirado enojados por lo que consideraban una ruptura en la tradición de ese cuerpo legislativo, que siempre había tenido como titular a un miembro del partido de gobierno. Decían que estaban frente a un golpe institucional.

“El radicalismo eligió un mal argumento. Es una afrenta para el PJ y se da de narices con su historia. De otras cosas nos pueden acusar, pero jamás de eso. De tener vocación de poder, sí, tenemos. De tomar decisiones, sí, tomamos decisiones. A veces acertamos y a veces nos equivocamos, pero las decisiones las tomamos. La UCR quería quedarse con la presidencia de la Cámara desde la minoría. Eso es un absurdo jurídico y político que va a contrapelo de la democracia, que es el gobierno de las mayorías con respeto de las minorías, pero no al revés”, retrucó el flamante presidente provisional del Senado después del acto.

Corrían días inéditos en la Cámara Alta y no sólo por la llegada de un miembro de la oposición a su presidencia. También habían jurado los 72 senadores electos en los comicios legislativos del 14 de octubre anterior, los primeros en los que se había elegido por voto directo a los integrantes del Senado, como disponía la reforma constitucional de 1994. Se renovaba la totalidad de la Cámara y hubo que sortear la duración de los mandatos en períodos de 2, 4 y 6 años.

La situación del país tampoco ayudaba: la convertibilidad que mantenía la relación un peso igual a un dólar ya parecía insostenible, había fuga de capitales por un volumen sideral, el riesgo país andaba por las nubes, las protestas sociales arreciaban y el oficialismo había perdido la mayoría de las dos cámaras en las elecciones.

La asunción del peronista Puerta como virtual sucesor del presidente parecía marcar el principio del fin del gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando De la Rúa.

La renuncia de Chacho

La Alianza UCR-Frepaso había llegado a la Casa Rosada el 10 de diciembre de 1999, luego de que la fórmula De la Rúa – Álvarez obtuviera el 48.37% de los votos en las elecciones presidenciales del 24 de octubre de ese año sin necesidad de una segunda vuelta, al superar por más del diez por ciento a la dupla justicialista integrada por Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega.

La primera crisis demoró apenas diez meses en desatarse y vino de las entrañas del propio gobierno, cuando el 6 de octubre de 2000 el vicepresidente Chacho Álvarez renunció a su cargo denunciando por corrupción a la administración de De la Rúa por el pago de sobornos en el Senado para lograr la aprobación una reforma laboral que pasaría a la historia como la Ley Banelco, precisamente por quedar manchada por las coimas.

Raúl Alfonsín había sido el último en intentar que Álvarez renunciara y pusiera a la alianza que él había ayudado a construir al borde del abismo. Lo llamó por teléfono y le dijo:

-¿Te puedo convencer? Voy a tu casa y hablamos – le dijo al vice.

Álvarez le respondió con sólo dos palabras antes de cortar la comunicación:

-Es irreversible.

A las 22.30, en un mensaje por la cadena nacional, el presidente De la Rúa intentó minimizar la crisis de su gobierno y despegarse de la denuncia de Chacho.

“Estoy al frente de la lucha contra la corrupción”, dijo.

Fue un intento vano, la caída de la imagen de su gobierno era tan irreversible como la renuncia de Álvarez.

Una convertibilidad agotada

La ilusión de la convertibilidad que equipara el valor de un peso con el de un dólar ya hacía agua por todos lados. El primero en advertirlo fue Raúl Alfonsín, pero cuando empezó a hablar públicamente del asunto desde el gobierno le pidieron que se callara para no complicar más la situación.

De la Rúa – por sugerencia del ya renunciado Chacho Álvarez – buscó una salida desesperada: convocó a quien había inventado ese engendro cambiario durante el gobierno de Menem, Domingo Cavallo. Nada mejor que el propio padre para salvar a la enfermiza criatura.

Pero los tiempos habían cambiado. La convertibilidad había funcionado y se había prolongado en el tiempo gracias a la fortaleza política del gobierno de Carlos Menem, algo que la gestión de la Alianza distaba de tener.

Desde el Ministerio de Economía, Cavallo intentó prolongar la vida de su invención al tiempo que buscaba una salida regulada mediante una canasta de monedas.

La catástrofe electoral

Los resultados de las elecciones legislativas del 14 de octubre de 2001 no sólo midieron en votos el desgaste y el desprestigio del gobierno de De la Rúa, sino que también evidenciaron la desconfianza que buena parte de la sociedad sentía por la dirigencia política.

Con aproximadamente un 38% de los votos en la suma de todo el país, el Partido Justicialista se impuso por 15 puntos sobre la alicaída Alianza, el dato más significativo fue el alto nivel de ausentismo (24.53%), pese a la obligatoriedad del voto.

Con esos resultados, el PJ tomó el control de las dos Cámaras, con una mayoría absoluta de 42 senadores y una mayoría simple de 118 bancas en Diputados.

Pero si los resultados habían sido catastróficos para el gobierno de la Alianza, las consecuencias que empezaron a avizorarse serían todavía peores.

A la caza de la sucesión

Con los resultados a la vista y la jura de los nuevos senadores prevista para el 28 de noviembre, los gobernadores peronistas dieron el primer paso. En una ronda de conversaciones pusieron sobre el tapete la posibilidad de que un senador peronista fuera elegido presidente de la Cámara, lo que además significaba el primer lugar en la sucesión presidencial.

La propuesta rompía con la tradición –prácticamente una ley no escrita– que determinaba que la presidencia del Senado debía corresponder a un legislador del oficialismo. Pero el peronismo contaba con los votos necesarios para imponer a uno de los suyos y las elecciones se definen con votos y no con tradiciones.

Se abrió así un mes y medio de negociaciones donde fue sonando cada vez con más fuerza el nombre de Ramón Puerta, senador electo por Misiones y dos veces gobernador de esa provincia.

Los últimos tironeos

Al principio en el gobierno creyeron que no era cierto, que el peronismo había puesto sobre la mesa el nombre de Puerta para después retroceder y negociar otros cargos de la Cámara Alta. Eso era lo que decían algunos senadores radicales cuando los consultaban desde la Casa Rosada.

-Tenemos algunos senadores que parecen de otra galaxia. Si alguno se hubiera sentado a hablar en serio con los peronistas se habría dado cuenta en seguida de que lo de Puerta viene en serio – se quejó el jefe de gabinete de De la Rúa, Christian Colombo, cuando el nombramiento del misionero en la presidencia del Senado ya era casi un hecho.

El último intento de negociar quedó en manos del ministro del Interior, Ramón Mestre, que pidió una reunión con el senador peronista José Luis Gioja. La charla duró apenas unos minutos y salió con las manos vacías.

Consultado por un periodista acreditado en el Congreso, Mestre le dijo claramente que su gestión había fracasado pero que todavía quedaba una instancia: que el propio presidente De la Rúa se hiciera cargo de la negociación. Sus declaraciones cayeron como una bomba en la Casa Rosada, desde donde, apurado, el mandatario salió a desmentir a su propio ministro.

-Esto no ha estado nunca en mi proyecto ni en mi propósito – dijo, sin poder ocultar su enojo con Mestre.

La asunción de Puerta

La mañana del 29 de noviembre los senadores radicales les avisaron a sus pares peronistas que no asistirían esa tarde a la jura de Ramón Puerta. El único que estuvo en desacuerdo con la decisión del bloque oficialista fue el senador Rodolfo Terragno. Aunque aceptó lo que mandaba la mayoría, no se privó de quejarse frente a los periodistas acreditados en el Congreso:

-Lo que discuten el PJ y la UCR es una estupidez. El gobierno anunció que recortará 3.800 millones del presupuesto y ellos discuten quién es el presidente del Senado – les dijo.

Raúl Alfonsín ni siquiera fue al Congreso. La excusa –que hizo trascender a través de uno de sus colaboradores– fue que no había recibido el diploma a tiempo, pero uno de sus propios correligionarios dio otra explicación:

-Raúl está que vuela, ni loco iba a venir – dijo.

Ramón Puerta juró poco después de las tres de la tarde, frente a las bancas radicales vacías, pero aplaudido por los colegas de su propio partido y una decena de gobernadores peronistas. Desde los palcos, la barra entonó la marcha peronista mientras arrojaba papelitos al más puro estilo futbolero.

El país estaba al borde del abismo.

“No voy a ser vicepresidente”

-No confundamos. Yo no voy a ocupar el cargo de vicepresidente. A mí no me han elegido para vice. Ese fue uno de los latiguillos que usó el radicalismo, y yo atribuyo esta equivocación a que Mario Losada, el anterior presidente del Senado, se presentaba en Misiones con el avión presidencial y decía que él era el vicepresidente de la República. Quizá lo hizo para conseguir votos – dijo Puerta en una entrevista que concedió luego de la jura.

-No queda de todas maneras el PJ jugando en una delgada línea entre la cogobernabilidad y la oposición. ¿No es riesgoso para el PJ? – le preguntó el periodista.

–En el transcurrir de los días va a ir mostrando que ahora hay independencia de los poderes. Tener un delegado del Ejecutivo al frente del Senado hubiera sido un absurdo. Que el presidente diga que un senador de la minoría esté al frente del Senado hubiera sido seguir teniendo un Senado débil, donde la mayoría peronista no se siente identificado con el que lo conduce. Yo exigí una sola cosa para aceptar este cargo: ser electo por unanimidad en el justicialismo – contestó.

Más allá de las declaraciones, la realidad era una sola: si De la Rúa renunciaba, la presidencia de la Nación quedaría en manos de un peronista, y ese peronista era Ramón Puerta.

El final

Apenas cuatro días después de la jura de Puerta, el 3 de diciembre, a instancias del ministro de Economía, Domingo Cavallo, Fernando De la Rúa decretó el “corralito”, una medida que restringía duramente la libre disposición de dinero en efectivo de los plazos fijos, las cuentas corrientes y las cajas de ahorro.

Las protestas en las calles se llevaron puesto primero a Cavallo, que debió renunciar, y luego al propio Fernando De la Rúa, que después de ordenar una represión que costaría más de treinta vidas, el 20 de diciembre abandonó la Casa Rosada en helicóptero para no volver.

El 21 de diciembre, en su carácter de presidente provisional del Senado, Ramón Puerta asumió la presidencia de la Nación y convocó a la Asamblea Legislativa para elegir un nuevo presidente.

A día siguiente renunció y fue reemplazado el 23 por el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, nombrado por la Asamblea.

Ahí empezó otra historia.

Fuente: Infobae

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