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Levando anclas, un programa antiinflacionario que no será

ECONOMÍA 05/12/2021 Enrique SZEWACH
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Como ustedes ya saben, el Gobierno estuvo usando a la evolución del precio del tipo de cambio oficial como “ancla” antiinflacionaria durante gran parte de este año. Complementariamente, hace rato también que viene usando como ancla antiinflacionaria el congelamiento de los precios de los servicios públicos y de algunos servicios privados.

Por otra parte, el salario nominal ha evolucionado por debajo de la tasa de inflación a lo largo del año -con excepción de algunos contados sectores-. Finalmente, en los últimos meses, se le ha agregado a esta receta, el ingrediente del congelamiento de un conjunto de bienes privados.

Con toda esta abundancia de anclas, la tasa de inflación de este año cerrará unos 14 puntos porcentuales por encima del año pasado, en torno al 50% anual.

En este contexto, el presidente del Banco Central indicó, en la semana que pasó “la devaluación del peso se va a acelerar, cuando baje la tasa de inflación…”.

A partir de esta declaración, surge claramente la idea de abandonar el manejo del precio del tipo de cambio oficial como instrumento antiinflacionario. Asimismo, fue anunciado un aumento “segmentado” de los precios de los servicios públicos y no creo que dicho aumento sea acompañado con una rebaja del precio de dichos servicios para el resto de los consumidores. De manera que tampoco servirán estos precios como contenedores de la tasa de inflación.

La CGT, por su parte, recibió al ministro de economía, con la consigna, “no habrá ajuste en los salarios del 2022″.

Con este escenario, se podría pensar, entonces, que el Banco Central está considerando que será la menor emisión de pesos, la política que hará que baje el ritmo de aumento de los precios internos.

Sin embargo, un cálculo razonable de déficit fiscal primario para el próximo año, más los intereses a pagar por la deuda del Banco Central (Leliqs) indica una emisión mínima de 3 billones de pesos, duplicando (antes de absorber con nueva deuda) la cantidad de dinero actual.

Entonces, si el dólar oficial sube por encima de la tasa de inflación, los precios de los servicios públicos se incrementan por encima de la tasa de inflación, los salarios se recuperan en términos reales después de la caída de este año y la cantidad de dinero se duplica, pregunto inocentemente: ¿cuál es el ancla que permite pensar en una baja de la tasa de inflación?

Una de tres: el Gobierno apuesta a una ampliación exitosa del control de precios, o tiene otro plan que no ha explicitado, o no habrá programa antiinflacionario en el 2022.

Veamos. Una generalización del control de precios, como sustituto de un programa fiscal y monetario coherente, más allá de que se intente, fracasa, y dudo que pueda incluirse en el eventual nuevo acuerdo con el FMI.

Dicho sea de paso, el presidente Fernández le pidió al FMI una autocrítica por el fracaso del acuerdo del 2018.

Pero sucede que el programa no fracasó, la Argentina dejó de cumplirlo cuando el resultado de las PASO y la cuasi certeza de que se venía el gobierno de Alberto Fernández desancló las expectativas en torno a la evolución de la economía argentina. Más allá de los cuestionamientos al diseño de ese programa, sería como culpar al nutricionista por no adelgazar al abandonar el régimen.

Resulta contrafáctico pero, quizás, con otro resultado de las PASO, el plan no se hubiera abandonado, y la tasa de inflación que venía bajando del 4,7% en marzo al 2,2% en julio, hubiera seguido convergiendo, con la actividad económica en recuperación. Y, con un triunfo del presidente Macri, se hubiera podido renegociar mejor la deuda con privados, reabrir el mercado de capitales y reconvertir el programa con el FMI, en uno de largo plazo, con compromisos estructurales.

Insisto, no estoy defendiendo el diseño de política del acuerdo del 2018, pero lo cierto es que el plan fue abandonado por la Argentina forzada por el cambio de expectativas derivado del resultado de las PASO.

Obviamente, ignoro lo que dirá la evaluación técnica de mi gran amigo noruego Odd Per Brekk, encargado por el FMI para que obtenga las “lecciones aprendidas” del acuerdo fallido, aunque no creo que haga consideraciones políticas. Sin embargo, si yo formara parte del staff del Fondo, hoy “acusado” del fracaso argentino, me sacaría una foto en el obelisco (el de Washington) con una remera con la inscripción “Ah, pero los Fernández”.

Retomo, descartado el éxito de una ampliación y/o generalización del control de precios, nos queda la alternativa de un plan “sorpresa”, o un no plan.

Si me apura, mi apuesta es que estamos, otra vez, ante un no plan.

En todo caso, estamos ante el proyecto de un cambio gradual de precios relativos a favor del dólar y los precios de los servicios públicos, enmarcado en un posible acuerdo con el FMI, para el cual, como indicó la compañera Kristalina, falta un rato.

Y falta un rato, porque, en realidad, como se trata de precios relativos, ahora que sabemos los que tienen que ganar, hay que elegir los que deben perder. ¿Cuáles? ¿Cuánto? ¿Y a qué ritmo?

Y sin un respaldo político potente, esta elección no es fácil.

De ahí la dificultad de avanzar en un acuerdo con el Fondo, porque la respuesta a esos tres interrogantes determina el grado de ordenamiento fiscal y monetario, y la política cambiaria que permitiría acumular reservas, en los próximos años, con un escenario internacional menos favorable que el que tuvimos en el año que está terminando.

En síntesis, sin anclas no hay plan antiinflacionario.

Por lo tanto, parte del cierre fiscal será con licuación, y habrá que ver si la coalición gobernante logra un acuerdo para cerrar un nuevo programa con el Fondo, y conseguir que el necesario cambio de precios relativos no derive en un descontrol nominal y en una crisis aún mayor.

Fuente: Infobae

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