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Argentina, Brasil y los costos de una política exterior pre-westfaliana

POLÍTICA 09/12/2021 Mariano CAUCINO
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Al cumplirse dos años desde la asunción de la administración Fernández-Kirchner, han vuelto a complicarse las relaciones argentino-brasileñas como consecuencia de la decisión del presidente Jair Bolsonaro de suspender la cumbre presencial de Jefes de Estado prevista para la segunda semana de diciembre a partir, entre otros motivos, de una serie de provocaciones generadas por el gobierno argentino.

Los hechos son derivados de una irresponsable intromisión del presidente Alberto Fernández en la política brasileña. Más precisamente, del natural enojo de las autoridades brasileñas ante la promocionada invitación al ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva a las celebraciones organizadas por el gobierno kirchnerista con motivo del 10 de diciembre próximo. Ocurre que el ex presidente Lula es el principal dirigente opositor al actual mandatario del Brasil, con quien el Jefe de Estado argentino nunca se ha reunido en dos años de gestión.

Acaso olvidando que Brasil es nuestro principal socio en el mundo y desconociendo que la geografía es el factor más importante de la política exterior, el presidente de la Nación ha desplegado una política basada en criterios ideológicos y preferencias personales. La invitación al acto por el Día de la Democracia a quien es el principal adversario al actual presidente del Brasil no puede sino ser interpretado como un desprecio indubitable a Bolsonaro. Este y Lula se encuentran enfrentados de cara a las elecciones presidenciales de octubre de 2022.

Ya el 26 de junio de 2020, el Jefe de Estado argentino había tenido expresiones que pusieron en entredicho la relación con el Planalto. Entonces, durante una conferencia virtual junto a Lula da Silva, Fernández confundió su rol como Presidente de la Nación con su condición de militante político al entregarse a una interminable cadena de elogios al ex presidente Lula, calificándolo de “hombre inmenso para la América Latina”. Aquel día, Fernández llegó a lamentarse públicamente de que Lula no fuera presidente del Brasil en ese momento, agrediendo inevitablemente a quien es el actual mandatario brasileño.

La actitud del Presidente Fernández contrasta con la vocación por mantener una relación de Estado a Estado llevada adelante por el embajador argentino en Brasil Daniel Scioli, cuya gestión es reconocida por propios y extraños en el marco de un contexto político desfavorable.

Acaso es útil recordar los gravísimos costos y limitaciones que implica una conducción de la política exterior como la que lleva adelante la actual administración. Durante el primer semestre del año que concluye, la diplomacia argentina desaprovechó la presidencia pro-témpore del bloque reduciendo todo contacto a una cumbre virtual en la que el presidente argentino terminó invitando a los uruguayos a irse del Mercosur.

Los hechos generan un costo de oportunidad de envergadura toda vez que una política de coordinación con nuestros socios del Mercosur es un imperativo categórico para una potencia mediana como la Argentina. Una realidad agravada en las presentes circunstancias históricas, cuando el mundo y la región enfrentan desafíos en materia ambiental, sanitaria, de coordinación macroeconómica y en el campo de la prevención y lucha contra el delito transnacional, el terrorismo y el ciberespionaje, que sólo pueden ser atendidas mediante abordajes regionales y multilaterales, en un contexto de rivalidad estratégica creciente entre las grandes potencias.

Desde diciembre de 2019, el gobierno argentino ha provocado un deterioro objetivo en las relaciones con prácticamente todas las capitales sudamericanas respecto de las que existían durante la Administración del Presidente Macri. Ello se ha manifestado una vez más en las últimas horas, cuando el gobierno argentino volvió a convalidar en una votación en la Organización de Estados Americanos (OEA) a la dictadura nicaragüense del matrimonio integrado por el presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidente Rosario Murillo. Postura que aleja a la Argentina de la mayoría de los países democráticos de las Américas.

Los hechos volvieron a poner de manifiesto los costos y limitaciones de una política exterior de carácter primitivo y pre-westfaliana en la que la ideología sustituye a las razones de Estado provocando un serio daño al interés nacional.

Mariano A. Caucino es especialista en relaciones internacionales. Sirvió como embajador argentino en Israel y Costa Rica.

Fuente: Infobae

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