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La diputada Georgieva también votó en contra del presupuesto

POLÍTICA 19/12/2021 Enrique SZEWACH
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El presupuesto que fue rechazado en el Congreso el viernes pasado, ya había sido rechazado, implícitamente, por la misión del FMI a cargo del caso argentino.

Como ya le conté, al staff del Fondo le importa un solo tema de la macro argentina, cómo va a hacer el Estado para lograr una evolución sustentable de su deuda pública en dólares, de manera de reabrir el mercado voluntario internacional de capitales y permitirle juntar así, los dólares necesarios para devolver el préstamo del FMI.

En ese contexto, el presupuesto o, mejor dicho, las cuentas fiscales de la Argentina entran en la ecuación desde dos dimensiones.

La primera, la que le corresponde al déficit. Con déficit, la deuda pública aumenta, y con déficit, el Estado no tiene sobrante de pesos para, eventualmente, comprar dólares para pagar sus compromisos.

Por eso, cualquier programa con el Fondo exige, en primer lugar, un sendero decreciente del déficit público, hasta lograr el superávit necesario, al menos para mantener la deuda constante pagando los intereses. Y ese sendero, tiene como punto de partida el déficit presupuestado para el 2022. Pero ese déficit, el del presupuesto rechazado por la oposición, era demasiado elevado, en las consideraciones del dúo Julie y Juan, al frente de la negociación por el lado de Washington.

La segunda dimensión en que entra el presupuesto en el acuerdo con el Fondo es el del financiamiento del déficit. En efecto, como mencionara, el Estado argentino no tiene acceso al crédito internacional voluntario, de manera que directa o indirectamente, el déficit se financia con pesos emitidos por el Banco Central. Pero esos pesos, que nadie demanda en la cantidad necesaria, terminan pidiendo dólares, afectando, directa o indirectamente, las reservas del Banco Central. Sin poder acumular reservas, no hay forma de prometer pagar algún día. De allí que les amigues del norte piden menos déficit, para que se traduzca en menos emisión. Y también piden tasa de interés en pesos positiva, para intentar que la demanda de moneda local crezca algo. Dicho sea de paso, la sarasa de Guzmán de que iba a financiar gran parte del déficit con enormes préstamos de organismos multilaterales se cayó, en cuanto, a la segunda copa en el Round Robin Bar, los amigos del Banco Mundial y del BID, confesaron cuánto tenían previsto prestarle a la Argentina en el 2022.

Es por estas cuestiones que, desde el Fondo, el presupuesto estaba rechazado.

Visto así, la oposición, al obligarlo a replantear el presupuesto, le estaba haciendo, sin quererlo por supuesto, un gran favor al Gobierno, que pudo haber aprovechado la ocasión para introducir un artículo en el proyecto, comprometiéndose a destinar parte de la diferencia entre la recaudación de impuestos estimada y la real, a achicar el déficit y no a aumentar el gasto.

Y este es un tema central. El presupuesto 2022, al subestimar la tasa de inflación, subestima los ingresos tributarios, mayormente atados a la inflación, vía impuestos al consumo, como el IVA. Si dichos ingresos aumentan, su destino no se discute en el Congreso, sino que lo decide por decreto el Presidente. Justo es decirlo esta no es una trampa exclusiva del actual oficialismo.

El Gobierno podría haberse, insisto, comprometido en el Congreso a reducir más de un punto de PBI el déficit, simplemente diciendo que no iba a modificar “el dibujo” de los supuestos macroeconómicos que cuestionaba la oposición, pero que, si no se cumplían, no iba a incrementar discrecionalmente el gasto, iba a reducir el déficit. Esa era la manera inteligente de sumar a la oposición al acuerdo con el FMI.

En cambio, el Ejecutivo se quedó con la potestad y la responsabilidad exclusiva de negociar un menor déficit con Washington.

Una última consideración, respecto del “ajuste”.

El Estado argentino no tiene acceso al crédito externo, por lo tanto, el déficit fiscal lo financiamos “entre nosotros”. Así que más déficit, no es menos ajuste. Al contrario, es más, porque dicho déficit lo financiamos entre nosotros de la peor manera, porque como se cierra con más inflación, el déficit lo paga, proporcionalmente más, la gente de menores recursos, con la recaudación del IVA, Ingresos Brutos, etc. y con la licuación de las jubilaciones y subsidios sociales. Y para agregarle más regresividad al presupuesto, quienes pagan el impuesto inflacionario, financian los gastos de la política, los subsidios a la energía que consume la gente de mayores recursos, los viajes de egresados, etc. Y por si esto fuera poco, los “especuladores” que compran deuda del Tesoro, tienen sus bonos mayoritariamente, indexados a la inflación o al tipo de cambio.

Si alguien “pone de rodillas al pueblo” no es precisamente un eventual acuerdo con el FMI, sino el esquema detrás del presupuesto fallido.

En síntesis, el presupuesto 2022 debió ser rechazado por otras razones. Porque es un presupuesto que consolida una pésima estructura impositiva, y una peor asignación del gasto.

¡Menos mal que la Diputada Georgieva nos defiende!

Fuente: Infobae

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