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FMI y gobernabilidad: el Gobierno frenó al borde del abismo pero la interna brutal alimenta la crisis

POLÍTICA 13/03/2022 Eduardo Aulicino*
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Martín Guzmán quizá resuma la profundidad de la fractura interna y de los problemas políticos del Gobierno en sentido más amplio. Su principal misión durante dos años fue articular el acuerdo con el FMI. El trato llegó al borde del abismo del default, por discusiones con el Fondo pero sobre todo, por los tiempos que impusieron las consideraciones domésticas y electorales. En el camino, fue esmerilado por el kirchnerismo duro: terminó apuntado de manera abierta junto con el voto negativo de Máximo Kirchner y otros 27 diputados del Frente de Todos. Y su criterio sobre el proyecto de ley ya había sido sacrificado para acordar con la oposición. Doble costo personal y para el Gobierno.

La situación del ministro alimenta otra original paradoja. Diputados aprobó con inusual mayoría el aval, limitado, al acuerdo con el FMI: acompaña globalmente el entendimiento por la deuda, pero no cada uno de los compromisos adoptados por el Gobierno. Ahora, el foco gira hacia el Senado, que la semana que viene y a la carrera tratará el texto girado por la Cámara baja. El foco está concentrado en Cristina Fernández de Kirchner. Y las otras especulaciones se expresan en un interrogante: ¿qué pasará después con Martín Guzmán? Es decir, la suerte del encargado de cerrar trato con el FMI se juega una vez aprobado el acuerdo.

La cuestión es más compleja, afecta al ministro y lo supera por mucho. El quiebre fue expuesto por el desplante ruidoso de Máximo Kirchner, que sacudió el tablero con su decisión de renunciar a la presidencia del bloque en rechazo del principio de acuerdo con el FMI. Su silencio posterior profundizó el desgaste, al igual que las especulaciones sobre el arrastre que tendría en las filas del oficialismo. Finalmente fueron unos cuarenta legisladores, si suman los que abstuvieron a los que votaron en contra.

Sergio Massa, que hace rato tenía una visión crítica sobre Guzmán, fue el encargado de operar sobre un terreno árido. En sus cercanías, celebraban ayer haber logrado aglutinar a la mayoría del bloque, 77 según registró el tablero, y trabajar un entendimiento con Juntos por el Cambio, centralmente, que terminó aprobado por 202 diputados. Una foto con muchas lecturas.

La otra cara de la moneda es visible: una fractura grave que expone aún más los márgenes reducidos de maniobra oficialista en la Cámara baja, ya limitados por las elecciones del año pasado. Se trata de un daño profundo para la gestión presidencial. El oleaje parecía olvidado después de la crisis de gabinete posterior a las PASO.

Hacia afuera, las señales son aun más graves. El respaldo del Congreso, además de la obligación legal, tenía en este caso dos objetivos primordiales. Por un lado, inaugurar de algún modo la segunda mitad del mandato presidencial. En el círculo de Olivos hasta se imaginaba un impacto potente que gatillara el proyecto “albertista” de reelección. Pero antes y sobre todo, se apuntaba a lograr un aval político visible y efectivo hacia el exterior. El respaldo al acuerdo con el FMI, está dicho, se restringe al refinanciamiento de la deuda. Descarta explícitamente el apoyo o un guiño a las medidas que debería tomar el Gobierno en todos los terrenos: déficit, política monetaria, subsidios y tarifas, tasas, dólar, inflación.

En otras palabras: no es la señal de sustento político que tanto se hablaba con el Fondo, ni la llave para atraer inversión extranjera y crédito, en un mundo tomado además por la invasión de Rusia a Ucrania y sus estribaciones. Y en el plano local, coloca al Gobierno en situación de aplicar medidas que rechaza una parte del oficialismo y que no acompaña la oposición.

Massa y los otros pocos diputados que buscaron tender puentes en el Congreso anotaron un dato eclipsado por el natural peso que tenía cerrar algún tipo de trato con JxC. Ninguno de los otros espacios con los que solían acercar posiciones se mostró dispuesto a acompañar el proyecto original defendido por Guzmán en el plenario de comisiones. El rechazo había sido anticipado por el peronismo cordobés, ampliado por el Interbloque Federal y extendido a algunas fuerzas provinciales.

La Cámpora ya había decidido votar en contra del proyecto en cualquier versión. Fue más lejos, en lugar de optar por una menor exposición. Daño completo. Y no sólo resultó significativa la crítica dura al acuerdo con el FMI, sino además fue abierta y muy adjetivada la descalificación de Guzmán. Afirmó que el entendimiento con el Fondo es “desatinado” y que agravará los problemas en vez de solucionarlos. Del ministro, dijo de todo: calificó como tibio su manejo y lo acusó de desplegar una estrategia de “desinformación” y “secretismo”, entre otras cosas.

Fue ese un disparo a la interna. Expresó el malestar de arrastre con el ministro y lo destacó, seguramente, como mensaje a otros sectores del oficialismo que ventilan, en reserva, facturas contra Guzmán. Tal vez eso mismo, la escalada interna, mantenga al funcionario en su cargo, pero el desgaste es enorme. El Presidente debe procesar esa situación y también las tensiones ya planteadas por los espacios de poder que ocupa el kirchnerismo.

Por lo pronto, está a la vista una batalla discursiva, que en su última entrega coloca a Néstor Kirchner en el centro. El Presidente retuiteó ayer un mensaje extraño según el cual Kirchner habría votado a favor del acuerdo en el Congreso. La Cámpora y la propia CFK han tomado su figura para alimentar el cuestionamiento al FMI.

Son palabras, de un lado y del otro, pero exponen el nivel de la fractura doméstica. De hecho, a metros del abismo, precipitó el trato legislativo con la oposición, que acomodó así su propia interna. Es un problema serio, el más grave, para el ejercicio de gobierno. De eso se trata lo que viene.

* Para www.infobae.com

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