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Confesiones de una “puta virtual”: cómo es hacer porno y ofrecer sexo a pedido en Only fans

CIUDADANOS 12/03/2022 Gisele SOUSA DÍAS
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Yael jura que no: nunca fue, de cuerpo y alma, a tener sexo a domicilio a cambio de dinero. Nunca estuvo parada en una esquina levantando clientes; nadie, tampoco, fue a su departamento con plata en el bolsillo para concretar con ella algún morbo sexual. Sin embargo, que le digan “puta” no la ofende, más bien todo lo contrario. “Es que yo soy puta sí, pero virtual”, explica a Infobae del otro lado de la misma cámara con la que sucede todo.

Yael Radeland es, en sus palabras, “artista, actriz porno y trabajadora sexual virtual”. Eso significa que lo suyo no es el sexo presencial a cambio de dinero sino el sexo y el porno mediados por la pantalla, a veces grabado, a veces en vivo y a pedido, por videollamada.

 
Lo que hace, por lo general, es grabarse a sí misma de una forma casera haciendo lo que le gusta -desnudándose en lugares públicos, por ejemplo-. O de una forma más profesional, en orgías mixtas que ella misma organiza y produce. El destino preferido de esos videos es OnlyFans, la red que, a diferencia de Facebook o Instagram, permite subir contenido sexual explícito y claro, cobrar en dólares.

Cómo llegué hasta aquí

Yael se enrula el pelo, juega con las uñas larguísimas y bebotea naturalmente cuando habla, aunque hable del clima. No es nueva frente a la pantalla y se nota, de hecho protagonizó publicidades desde que tenía 11 años. Esta misma chica de 30 años que hoy se define como “puta virtual” fue la cara del postre “Serenito”, participó en comerciales de Coca Cola y de la revista infantil Genios.

En la adolescencia dio el salto, digamos, y pasó a ser “flogger famosa”, lo que la llevó a sentarse en el living de Susana Giménez, a ser invitada a Showmatch y notera en un programa propio llamado “Floggers TV”. Convencida de que lo suyo eran los medios y las cámaras, terminó el secundario y se anotó en la carrera de Ciencias de la Comunicación -la misma que estudiamos muchos de nosotros, periodistas-, hizo la tesis -lo misma que usualmente no hacemos muchos de nosotros, periodistas-, y se recibió de licenciada en la UADE.

¿Y cómo, entonces, terminó vendiendo sexo? Yael pasó de sumar seguidores en Fotolog -la desaparecida meca de los floggers-, a llevárselos a Facebook, después a Instagram. Y hace unos 5 años, cuando tenía 10.000 seguidores que conocían a la Yael naif y recatada publicó esas fotos con las que rompió todo.

“En ese momento yo trabajaba en un banco muy conocido, estuve tres años trabajando ahí hasta que me despidieron con una causa inventada. De repente entré en crisis, no tenía dinero y tenía una tarjeta de crédito que pagar. Y fue como ‘¿qué hago?’. No conseguía trabajo, estaba jodida. Y una conocida que ya se dedicaba a hacer esto me dijo ‘Yae, hacelo, te va a ir bien. Vos ya tenés público, tenés gente que te sigue y que seguramente te quiere ver de otra manera’”.

Ese “hacelo” se refería, básicamente, a sacarse fotos eróticas y venderlas. “Yo tenía muchísimos complejos con mi cuerpo, usaba todo con mangas, me tapaba los brazos, las piernas, no me gustaban mis pies. Todos esos mambos hasta que por primera vez hice una sesión de fotos eróticas. Cuando vi el resultado fue como ‘wow’: vi ahí otra Yael que nunca había visto. Fue hermoso como…me empoderé”.

Fue un set de 24 fotos soft -se desnudó de la cintura para arriba, no mostró los genitales- y “la repercusión fue al instante, como que no lo podían creer, estaban acostumbrados a ver una Yael que nada que ver, la de la publicidad de Serenito, entonces fue como ‘¡wow está en bolas, ¿qué onda?’. Ese primer día que largué las fotos hice 10.000 pesos”.

Esa fue la primera vez que Yael pensó en vender “contenido erótico”, así lo llama, como un “trabajo”, una definición que es eje de debate al interior de los feminismos, porque hay quienes creen que lo es y lo que falta es que sea reconocido por el Estado y quienes sostienen que no, que en la prostitución nunca se elige libremente.

“Para mí fue como ‘bueno, realmente puedo trabajar de esto, hacer buena guita y no bancarme a ningún jefe ni a nadie que esté por encima mío y me diga lo que tengo que hacer”, responde ella. “Es lo que yo le aclaré a mi mamá cuando le conté lo que estaba haciendo, porque al principio sí se enojó, no le gustó para nada. Y yo le dije ‘mamá, es mi trabajo’. No sólo es lo que me da plata, gracias a esto vivo, sino que es lo que a mí me gusta”.

Siempre había sido tan abierta con su sexualidad -era adolescente cuando hablaba, sin problemas, de que le gustaban los varones y también las chicas- que nadie en su familia -jura- se sorprendió demasiado. Sin prestarle demasiada atención a los comentarios, que por supuesto existieron, siguió haciendo fotos de “desnudos artísticos” y dos años después, arrancó con los videos.

Primero empezó a grabarse sola, “tocándome, mostrándome, beboteando”. Comenzó a vender esos videos caseros en sus redes por una módica suma hasta que apareció OnlyFans, una red británica con unos 130 millones de usuarios de todo el mundo, por lo que entendió que ahí también podía ofrecerlos y cobrar en dólares.

La red tiene 2 millones de “creadores” -así llaman a quienes suben contenido-, y algunas polémicas en su haber: por ejemplo, una investigación de la BBC mostró que tenía “tolerancia” con contenidos ilegales, por ejemplo, de menores (avisar varias veces en vez de bloquear y denunciar). El escándalo obligó a modificar sus políticas.

“La verdad es que yo empecé en OnlyFans por casualidad, porque me había creado una cuenta pero nunca había subido nada. Y un día me llega un mail en el que me avisaban que alguien había pagado la suscripción, entonces fui a hablarle a esa persona y le digo ‘¿pero por qué pagaste, si yo no subí nada, acá dice que no subí fotos, videos, nada?’. Y él me contestó: “Es que me gustás vos”.

En ese ida y vuelta había una clave y una respuesta al ¿por qué alguien paga cuando existe el porno gratis, por ejemplo, en YouPorn? Lo que encontraban acá era la posibilidad de tener contacto directo con la actriz, conversar y hacerle pedidos especiales.

Yael tiene 6.000 fans y la suscripción a su cuenta cuesta ahora 15 dólares (la página permite cobrar entre 5 y 50 dólares mensuales a los suscriptores): un monto que permite ver sólo algunas de sus fotos y sus videos.

Ahí Yael va calentando el ambiente para que suban de nivel: va a una fiesta, se levanta la remera, se queda bailando en tetas, se filma, lo publica. Hace pis en la calle, lo sube. “El exhibicionismo, wow, me encanta”, dice. Sus videos standard pueden tener fantasías clásicas pero también espontaneidad. Por ejemplo, ella semi desnuda en el balcón filmando a alguien que la está espiando desde la ventana de enfrente.

A su vez, ofrece otros contenidos que se pagan aparte. “Siempre les ofrezco este servicio particular. ‘Bueno, decime vos cómo te gustaría verme, cómo querés que te llame, cómo querés que te trate’, y personalizar todo. Eso es lo que me divierte y realmente me gusta. Me han pedido cosas que nunca me hubiese imaginado. Cosas muy locas y cosas muy simples”, cuenta.

Le han pedido cosas simples, como que se le vean los pies mientras se masturba y que tenga las uñas pintadas de blanco. “O juego de roles, por ejemplo, yo soy su psicóloga y van a tener una sesión conmigo”. O que solo use jean, o una calza. También, por supuesto, cosas más jugadas.

El video que vendió por más dinero fue a un cliente de Estados Unidos que le pidió lo que se conoce como “fuck face”, es decir, “verme haciéndole sexo oral a alguien pero heavy, con alguien que te agarra del pelo, te escupe”. Ese video, que sólo se animó a hacer con un colega de mucha confianza, lo cobró 300 dólares.

La transacción la hizo ella -en OnlyFans Yael habla también en inglés-, que es su propia productora, guionista, vestuarista, maquilladora. “No hay ninguna gran productora de porno en el medio, es porno autogestivo”, explica.

Es cierto que OnlyFans se queda con parte del dinero (toma el 20% de los pagos), pero muchas mujeres que se dedican a esto y lograron sacar del medio a la industria lo consideran un “fuck the system”. Por esa supresión de los intermediarios es que la llaman “el Uber del porno”, con todo lo que eso implica.

Que la empresa gana millones no hay dudas, especialmente tras la pandemia, cuando sextuplicó la cantidad de suscriptores. Y que su mera existencia no le da lo mismo a muchas personas, también quedó claro.

En agosto del año pasado, OnlyFans anunció oficialmente que, a pedido de banqueros e inversores, iba a prohibir el contenido sexual explícito a partir de octubre. Millones de usuarios y “creadores” de todo el mundo pusieron el grito en el cielo, predijeron que iba a morir como cuando Tumblr eligió seguir “la ruta familiar” y en la compañía entendieron que no iban a sobrevivir vendiendo videos de cocina o yoga.

Así, OnlyFans se desdijo seis días después del anuncio y siguió: aquí no ha pasado nada.

Pedidos especiales

Hay otros pedidos “que a la gente le sorprenden pero son muy comunes, relacionados con los vellos corporales, la menstruación, la caca o el pis”, revela Yael. De eso habló en el podcast “La cruda” y dejó helado al propio Migue Granados. En el episodio, llamado “La paja VIP”, Yael contó que le han pagado para que “hiciera caca calentita” y la dejara a una esquina. “¿Qué? ¿Tipo un secuestro?”, reflexionó el conductor.

“A mí me encanta ver fetiches, morbos ajenos, porque todo el mundo piensa diferente y no sabés con qué te vas a encontrar. Me piden muchos videos en los que domine, que los humille es un fetiche, eso también me copa. Me gusta cuando me cuentan algo que no sabe nadie, cuando me dicen ‘creo que esto me gusta y lo quiero probar pero no sé con quién’. Yo ahí es como que les doy la confianza, ‘bueno, contame’”.

Además de las fotos, videos y videos a pedido, también ofrece la opción de chatear en vivo, o sea, sexting, o hacer videollamada con ella.

Infobae consultó a varias cam girls que venden su contenido en esa red, un rubro que explotó especialmente en la pandemia, cuando el contacto estrecho estaba vedado. Hay de todo pero coinciden: pueden ganar desde 1.500 hasta 5.000 dólares al mes (esto último, una ya muy conocida).

El porno y el sexo a pedido, advierte Yael, no es “palo y a la bolsa”. “Yo siempre les digo: ‘Soy actriz, puedo fingir, pero quiero hacerlo bien’. No te hago un video en un hora porque va a ser mentira, dame tres días, lo hago cuando sienta ese erotismo, cuando realmente tenga ganas de tocarme, de mirarme, de tener un orgasmo, de sentirme esa perra que quieren ver: cuando sepa que lo voy a disfrutar, sino te entrego un trabajo vacío”.

“No todo el tiempo estoy ‘wow, qué caliente’, soy una persona y tengo mis momentos, por eso decido cuándo trabajar. Eso también es lo bueno de hacer un trabajo autogestivo: no tengo a nadie atrás diciéndome ‘che Yael, hacé este video ya, parate acá y metéte eso’. No, yo lo voy a hacer cuando yo quiera y cuando yo lo desee. Si no me gusta, no lo hago, no acepto cualquier trabajo, para algo soy mi propia jefa”.

Hace poco, cuenta, le pidieron que se metiera una mano entera en la vagina, hasta la muñeca: es obvio, dice, “que necesitás tiempo y preparación para lograrlo”, y que el precio de cada video a pedido es siempre “charlable”, porque depende de la dificultad y de si es la primera vez que lo hace. También depende de la nacionalidad del interesado/a, porque a los argentinos/as los comprende y les cobra en pesos.

Además de los videos sola, en su cuenta hay también videos que grabó con colegas. Uno, especialmente, que vendió sin parar:

“La primera orgía que organicé, sin dudas. Creo que fue furor porque acá en Argentina no se había hecho nada igual. Fue una orgía bisexual, entonces fue como ‘wow pará, pero acá están los chicos con los chicos, las chicas con las chicas, los chicos y las chicas todos juntos’. Se comentó por todos lados. Fue un video que vendí un montón porque despertó la intriga de mucha gente. Me decían: ‘Uy, yo siempre miraba porno convencional, todo heterosexual y de repente…aparece el sexo bisexual, me encanta”.

¿Cómo lo filman, si no hay una gran productora de porno de por medio? La respuesta es que Yael no vive en un lugar fijo sino que se muda cada tres meses a departamentos temporales que suele alquilar por Airbnb que le sirvan de locación para grabar.

“En la última orgía que organicé éramos 11 personas. Yo hice la producción, uso todas las herramientas que aprendí en la universidad. Decidimos qué historia queríamos contar, el maquillaje, los juguetes, la dirección, las cámaras, las luces, hicimos una vaquita entre todos para cubrir los gastos y lo grabamos”.

El “fuck the system” es porque parece, digamos, una suerte de cooperativa: cuando termine el proceso de edición, los 11 van a recibir el mismo video y cada uno podrá ofrecerlo en sus redes, previo acuerdo de un piso de venta, para que no haya uno que lo venda a 10 y otro a 100.

Los otros son colegas con los que, antes de empezar, conversa qué les gusta y qué no, para que ninguno se sienta obligado a hacer algo que no quiera. Colegas con confianza entre quienes se pueden pedir estudios médicos para estar seguros de que no tienen enfermedades de transmisión sexual, porque claro, el sexo sin preservativo es parte del show.

Yael se levanta a las 10, graba dos horas y, por lo general, corta para almorzar y ver una serie y vuelve al ruedo a la tarde. A veces, graba o hace las videollamadas de noche, especialmente para aprovechar la diferencia horaria, porque sabe que si está conectada de madrugada encuentra a sus clientes españoles, “que me quieren ver antes de irse a trabajar”.

Suena tentador eso de ganar en dólares, Pero Yael dice que no es tan fácil. Hay que ser “pilla” y tener “mirada comercial”: saber cuando un video no se vendió para ofrecer un pack promocional, o estar atenta a las festividades de cada país, algunas que ni conocés (la mayor parte de sus seguidores son de Argentina, México, España y Estados Unidos).

“Por ejemplo, hacer videos especiales con disfraces para San Valentín o Halloween para Estados Unidos. donde está el fuerte de OnlyFans”, se despide, antes de irse descansar. “Ya ves -dice sobre el final-, yo estoy trabajando desde que me despierto hasta que me acuesto. Me da risa cuando la gente dice ‘estas pibas muestran el culo y listo, hacen plata’, pero me halaga que me digan ‘puta’, porque significa que estoy haciendo bien mi trabajo”.

Fuente: Infobae

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