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Dante Camaño: “A Barrionuevo lo están manejando los interesados en hacer negocios en el sindicalismo”

POLÍTICA 25/03/2022 Ricardo Carpena*
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Siempre tuvo un perfil bajo. Dante Camaño tiene un estilo muy distinto al de quien era su cuñado, Luis Barrionuevo. Juntos formaron una sociedad sindical que se extendió durante más de 40 años, pero todo cambió en 2020, cuando el líder del Sindicato de Gastronómicos se separó de la diputada Graciela Camaño. Desde entonces empezó a gestarse una de las peleas más inquietantes del sindicalismo argentino, donde se mezclan cuestiones familiares, políticas, gremiales y económicas.

Expansivo, locuaz y polémico, Barrionuevo fue el que piloteó a partir de 1985 la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la Argentina (UTHGRA). Acuñó frases para la posteridad (”En este país nadie hace la plata trabajando”, “hay que dejar de robar por dos años”), participó en la vida interna de la CGT, en el fútbol (como presidente del club Chacarita) y tuvo un papel estelar durante el gobierno de su amigo Carlos Menem, de quien fue su confeso “recontraalcahuete”. Casi en silencio, Camaño lo acompañó como titular de la Seccional Capital, la más importante del país, en un papel secundario que nunca se alteró y sólo se diferenció en el plano político cuando conoció a Mauricio Macri en Boca Juniors y terminó cerca del PRO.

Camaño no es un sindicalista convencional. No responde, al menos, al estereotipo del dirigente gremial argentino. Es un empedernido lector, amante de la pintura, bailarín de tango y apasionado por la música clásica. La pelea con su ex cuñado tampoco es convencional. Y se manifestó en un enfrentamiento a todo o nada por el control de la poderosa Seccional Capital, en la quedaron 39.000 de los 64.000 afiliados que había antes de la pandemia y unos 40 millones de dólares en la cuenta bancaria.

Barrionuevo, el líder nacional del sindicato, le armó una lista opositora encabezada por uno de los directivos de la filial porteña y Camaño le hizo frente, triunfó en unas elecciones cuestionadas por su rival y la Justicia, en dos instancias, le dio la razón. Su ex pariente le acaba de intervenir el gremio, pero Camaño lo desconoció y asumió este miércoles su nuevo mandato.

En la entrevista con Infobae, el jefe de la Seccional Capital de Gastronómicos consideró que su rival le hizo “una traición asquerosa”, que está rodeado por “una banda de sinvergüenzas” y que “lo están manejando los interesados en hacer negocios en el sindicalismo”, y advirtió que la intención de su adversario es clara: “Quieren manotear los fondos” (de la seccional Capital). “El tema que tiene Barrionuevo es esa obsesión por estar arriba de la gente y que todo el mundo le rinda pleitesía”, agregó.

“No sé qué creyó, que era Putin, que nosotros éramos Ucrania y que iba a hacer lo que quería. Pero le va a pasar lo mismo que a Putin”, advirtió Camaño.

—La justicia dictó dos fallos a favor de las elecciones que usted hizo el 2 de diciembre y ahora el gremio de Barrionuevo dispuso la intervención de la Seccional Capital. ¿Qué piensa hacer frente a esta resolución?

—Lo que intenta hacer Barrionuevo es una aberración. Cree que estamos viviendo en la selva. Es obvio que hay una manda judicial y dice que mi mandato es válido. Por eso asumí el miércoles pasado. Tendré que manejarme con este hombre por intermedio de cartas documento y notificaciones judiciales. Es una locura, una aberración, es totalmente insólito.

—¿Va a presentarse ante la Justicia o el Ministerio de Trabajo?

—Primero, los recursos administrativos y judiciales. Segundo, lo voy a poner en manos de los afiliados.

—¿Qué significa eso?

—Que los afiliados van a terminar decidiendo las cosas, le pedirán al señor Barrionuevo que rinda cuentas. No tengo ningún problema porque es tan burdo lo que se hizo...

-¿A qué se refiere?

—Ellos suspendieron el comicio a las 8 de la mañana del mismo día del comicio. Es como si yo te dijera que mañana vamos a jugar un partido de truco y hoy te acusara de que sos un tramposo, un sinvergüenza que te robaste el as de espadas. Suspendió las elecciones por irregularidades y era imposible que se hubieran cometido porque no había empezado ningún comicio.

—Sus rivales se quejan de que no dejaron entrar a los fiscales para controlar la votación.

—Los fiscales no tenían por qué entrar. Entonces le podemos pedir a la señora Servini de Cubría que anule todas las elecciones porque no ingresan los fiscales. Es que tienen que ir por su cuenta al lugar, tienen horarios y demás. Es muy loco: teóricamente se estaban cometiendo irregularidades a las 8 de la mañana en lugares donde no se iba a tener una urna hasta las 12 porque muchos restaurantes abren al mediodía o en bares que abren mucho más tarde. O lugares de tango o restaurantes de espectáculos que abren a las 8 de la noche. O sea, la gente iba a tener elecciones a esa hora ahí. No podía tenerla antes.

—Más allá de los vericuetos legales, este parece un enfrentamiento que se agrava porque fueron parientes. ¿Por qué Barrionuevo tiene una postura tan encarnizada en contra de usted?

—Yo nunca le hice mal. Al contrario, me debe millones de favores durante décadas. Él me debe a mí. Si la seccional Buenos Aires hubiera sido como eran otras seccionales, que estaban llenas de escándalos y de problemas, si no hubiera sido como fue, correctamente administrada siempre y superavitaria, no existiría la Unión (se refiere a la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la Argentina, que lidera Barrionuevo). O sea, él está en deuda conmigo. No sé qué le pasa. Pienso que está mal, tiene problemas de todo tipo y una banda de sinvergüenzas. Le pasa como al Gobierno...

—¿Cree que tiene una banda de sinvergüenzas alrededor?

—Sí, esos tipos no son dirigentes sindicales. Son vivillos y andan detrás del campeón. Falsos amigos. Amigos son los que uno tiene durante toda la vida. Y bueno, están en eso. No sé qué creyó, que era Putin, que nosotros éramos Ucrania y que iba a hacer lo que quería. Pero le va a pasar lo mismo que a Putin.

—¿Esta pelea no puede afectarlos a los dos? Es un momento del sindicalismo, como lo demostró la caída de Antonio Caló en la UOM, que demuestra que toda la dirigente está bajo la lupa y no es intocable.

—Algunos dirigentes, sobre todo los viejos caprichosos, se creen que estamos en el 70. No se puede andar amenazando a la gente, diciendo las barbaridades que dijo en el acto de la Federación de Box (se refiere a Barrionuevo). Decí que le tengo un poco de cariño porque si no tendría que estar recontraenojado: dijo que yo tenía los días contados. Es cómico si no fuera patético.

—¿Le sonó a una amenaza de muerte?

—Sonó como una amenaza de muerte. Y después se metió con la jueza, que no tengo ni idea de quién es ni dónde está el juzgado. No sé nada. Eso lo hicieron los abogados. Porque, al revés que Barrionuevo, yo creo en los equipos, soy un tipo que delega mucho.

—Él dijo que no usted “no existe” como dirigente.

—Es una opinión. Yo pienso que él ha sido un gran dirigente. Y posiblemente los dos estemos equivocados.

—¿Pero cómo empezó el conflicto entre ustedes?

—Flaco, te estoy diciendo la verdad, es una traición asquerosa. Yo un día me fui a dormir y el otro día me enteré de que Barrionuevo me había echado de la lista.

—Seguramente tuvo algún indicio de que algo estaba mal en la relación.

—Y sí, estaba mal, pero como yo estoy acostumbrado no le doy pelota porque mi vida pasa por otro lado. Yo no pretendo tener una relación de sojuzgamiento con mis afiliados.

—¿Pero cuál fue el origen de la pelea? ¿Los fondos millonarios que tiene depositados la Seccional?

—Primero, porque quieren manotear los fondos. Son un montón de millones y ahora cada vez más. No los quiero tocar porque me los van a querer cambiar a otro dólar. Y segundo, porque están manejando todo mal.

—¿Barrionuevo no tiene también la posibilidad de llevarse esos fondos o son propiedad de la Seccional?

—Son de la Seccional. Y si los quieren tocar me tienen que matar a mí primero. No pensé él que iba a reaccionar de esa manera, esa locura. Armó la lista primero. Pero la lista no existe porque perdió en todos lados.

—Barrionuevo dijo que en la pandemia usted no hizo nada por los afiliados.

— ¡Al revés! Si dice eso, es un mentiroso. Miente descaradamente. ¿Cómo va a estar cerrado el sindicato? Siguió funcionando todo. Lo que pasa es que muchas de las actividades no se podían hacer. Por ejemplo, el gimnasio y la pileta. Pero el afiliado venía acá y tenía la atención, la contención, se siguieron entregando la leche, los útiles, se siguió atendiendo los despidos, los problemas. Se ayudó inclusive a muchos patrones para que hicieran todas las gestiones para cobrar el REPRO. El sí que no hizo nada…

—¿Este Luis Barrionuevo es el mismo que usted conoció hace más de 40 años?

—No, no tiene nada que ver con el Luis que era. Él ya no maneja nada. Pueden hacerle firmar cualquier locura. Un tipo vivo no hace ese comunicado que hizo ahora riéndose de una manda judicial (alude al comunicado de Barrionuevo en el que anuncia la intervención a la Seccional Capital).

—¿Y en qué cambió el Barrionuevo de aquel entonces?

—Los interesados en hacer negocios en el sindicalismo lo están manejando.

—Pero es un dirigente con experiencia. Parece difícil que lo manejen.

—Lo están manejando. Es más, sabe que conmigo se acaban todos los negocios.

—De todas formas, ¿en la pelea de ustedes no influyó su separación de Graciela Camaño?

—También, influyó bastante. Influyó además porque por supuesto ya no me lo aguanto. Yo vengo peleando hace un montón de años contra el manejo personalista. Siempre fui un empleado del sindicato, no soy el dueño. Y los dirigentes sindicales tienen esa mala costumbre de decir “mi sindicato, mi esto, mi lo otro, mi hotel”. ¿El tuyo? No es nada tuyo. Es de los afiliados.

—Este es un enfrentamiento que puede ser riesgoso porque ustedes se conocen todos los secretos.

—Te aseguro que no hay nada porque yo no hice nada que cambiara. Si me decís: “Che, Dante, pero si vos estás en contra políticamente, estás en contra del manejo sindical, estás en contra culturalmente…” Sí, pero esto no es algo que él ignorara y no es nuevo, esto fue así durante los 40 años. Claro, posiblemente falta el efecto moderador que podía tener Graciela.

—¿Por qué siempre eligió un perfil muy bajo y él era siempre el que aparecía en un primer plano?

—Porque yo no soy “Figuretti”, no me interesa. A mí me interesa muchísimo más la opinión de la maestra Martha Noguera (la pianista argentina) que la opinión de 200 faranduleras. No soy farandulero. Es penoso Barrionuevo. Es penoso que nadie ponga un poco de orden. La gente va a terminar odiándonos a todos los sindicalistas, nos va a tomar a todos por iguales. Mirá lo que pasó en la UOM, y aclaro que no tengo nada en contra de Caló ni del otro muchacho (por Abel Furlán), a los que no conozco. Nunca hablé con ellos, no sé quiénes son, pero me enteré que hicieron un congreso, se juntaron 100 tipos ahí a tocar el bombo, empezaron a tirar bombas y tuvieron que evacuar un jardín de infantes porque los chicos se pusieron a llorar. Enfrente también hay un asilo de ancianos. Los periodistas tomaron nota de eso, filmaron todo y hablaron barbaridades de todos los sindicalistas. Yo no haría una cosa así nunca.

—Barrionuevo aseguró que usted llevó barrabravas el día de las elecciones.

—No, no. Es un mentiroso. Primero, no los soporto. No aguanto a los borrachines que andan con botellones, peleándose y demás. Encima son cobardes, son gente que solamente se abusa de los más débiles. Nosotros contratamos un servicio adicional de la policía, después los policías que mandó el Gobierno de la Ciudad y había unos tipos que era muy fácil porque estaban con uniforme que son los que contratamos. Yo no tengo matones acá, no tengo ñoquis, yo no tengo esas cosas. Fijate los listados de Luis.

—¿No pudo hablar con él en algún momento para bajar la tensión y llegar a un acuerdo?

—Es que no se puede hablar con él porque está siempre rodeado de tipos que le llenan la cabeza, que quieren hacer negocios nada más. La última vez que lo vi se dio media vuelta y se fue. Yo lo iba a saludar, no tenía problemas. Hace cuatro días hablé con un colega tuyo y le dije que el sindicato no se hubiera hecho sin Luis porque nosotros no teníamos la capacidad de él para armarlo y yo, que tengo un poquito más de cultura, no lo hubiera armado jamás porque no tengo vocación de poder. Y el periodista me dijo: “Eh, lo estás defendiendo, al final”. No, estoy diciendo la verdad. Lo bueno es bueno y lo malo es malo. No tengo ese drama, ¿entendés?

—A usted se lo nota tranquilo y a él, muy enojado con usted. ¿A qué lo atribuye?

—Envidia.

—¿Envidia de qué?

—Soy más lindo, soy más culto, me quieren más las chicas (se ríe). Envidia. Porque, la verdad, nunca le hice daño.

—¿No teme que esta pelea termine mal, con acusaciones que lo pueden afectar a usted por enriquecimiento, por ejemplo?

—Ah, bueno, si me descubre algo me haría un favor porque me vendría muy bien (se ríe). Me vuelvo loco para pagar los impuestos. No tengo ese problema. Es un problema que lo puede afectar a él y a otros tipos, pero a mí no. Lo poco que tengo está a mi nombre. No fue mi destino. A los que nos gusta la música y la pintura es difícil que hagamos plata.

—Usted no es un sindicalista convencional. ¿Qué opina sobre sus colegas? ¿Qué cosas les critica?

—Los modelos de antaño ya no sirven, nosotros nos tenemos que aggiornar. La gente no nos está siguiendo como antes.

—¿Por qué sucede eso?

—Los jóvenes no creen en nosotros. Sobrevivimos de un sistema antiguo, un sistema que, por ejemplo, no existe en otros lugares del mundo: acá, aunque vos no seas afiliado, te descuentan y tenés que pagar. Antes el pago era voluntario y los sindicalistas no tenían las cosas que tenemos ahora, que estamos llenos de lujos, de coches. Antes al compañero lo tenías que convencer para que te compre la estampilla y vos le pegabas la estampillita de afiliado en el carnecito y la llevaba con orgullo.

—¿Por qué los dirigentes sindicales pierden el contacto con sus bases de trabajadores?

—Y... porque pierden el concepto. Lo perdés cuando vos tenés a tu masa que te trata como un rey, vas a los boliches caros, viajás en aviones privados, tenés un montón de beneficios y no te das cuenta de que hay gente que no los tiene, que se tiene que levantar todos los días a las 4 de la mañana, viajar una o dos horas en un colectivo, y si no la matan, la pueden violar, hacerle cualquier cosa.

—¿No hay un problema también vinculado con la reelección perpetua, con dirigentes que están hace tres o cuatro décadas al frente de sus gremios? Lo menciono porque lo escucho criticar a sus colegas, pero usted está en sindicato desde 1985.

—Yo debuté hace 50 años, en el 72.

—¿Eso no le trae problemas? ¿Estar desde hace tantos años no lo burocratiza?

—Me hace más tradicionalista, posiblemente, pero trato de aggiornarme siempre. Toda la magia consiste en no creerse el dueño. Yo nunca me creí el dueño de acá. Vos cuando venís acá hablas con un montón de gente que tiene mucho poder de decisión. Por ejemplo, yo no hago los contratos. Nunca los hice. Dejo mucha libertad a los secretarios que trabajen. Por ejemplo, yo no sé cómo es la oficina de mi secretario gremial. La última vez que anduve por ahí debe haber sido cuando estaba Menem, hace 24 o 25 años. No tengo esa obsesión por estar arriba de la gente y que todo el mundo me rinda pleitesía, que es el tema que tiene Barrionuevo.

—¿Y por qué sigue en el sindicato, entonces? Usted tiene otro mundo de inquietudes como literatura, la pintura, la música. ¿Por qué se mantiene en esto que es un poco estar en el barro cotidianamente?

—No molesta para nada. Cuando llegue el día que los muchachos me digan “Che, Dante, arreglamos con otro”, que arreglen.

—Pero ahora Barrionuevo le armó una lista opositora. Podría haber sido la oportunidad para dejar el sindicato. ¿Po qué decidió darle pelea para quedarse?

—Porque es un irrespetuoso, un maleducado, un guarango. Y porque el candidato que eligió (se refiere a Humberto Ballhorst, ex dirigente de la Seccional Capital y postulante de la lista opositora) no puede dirigir un kiosco. Si los muchachos me hubieran dicho “mirá, vamos a elegir otra comisión”, yo, encantadísimo.

—¿Por qué guarango? ¿En qué términos se planteó la pelea?

—Porque cree que la grosería, el insulto, el hablar “barriobajero” es condición de obrero. Esa cuestión es la que más me duele y me molesta. Que un oligarca o un farandulero nos trate mal, no me molesta, pero sí me molesta cuando lo hace un dirigente sindical. Sí me molesta cuando un estúpido dice “Ay, Dante pierde tiempo con Beethoven”. Está cometiendo el peor insulto contra la clase obrera. ¿Cómo, los obreros no podemos escuchar música? ¿Qué nos caracteriza, ser brutos, ignorantes? Es una guaranguería. Eso es lo que no les permito. Y por eso cuido mucho también el nivel empresario, porque yo no soy empresario, pero muchos dirigentes son empresarios, tienen un montón de guita y hablan mal del que defiende la empresa. Sin empresa no tengo laburo.

—¿Barrionuevo también es empresario?

—Preguntale cuántos boliches tiene. Está en esa preocupación y yo no estoy en eso. La única preocupación que tengo es la gente. En este momento quedaron 20.000 tipos en la calle. Él nunca pudo haber hecho esa lista, aunque más no sea por eso, porque hay miles de compañeros en la calle.

—El lo echó del secretariado nacional y de la presidencia de la obra social.

—Me había puesto él, yo nunca le pedí que me pusiera. Ni me interesa ni me cambia absolutamente nada.

—¿No lo sintió como una pérdida de poder?

—Nunca me gustó. De hecho, no iba nunca.

—Incluso están dejando trascender que hay un faltante de dinero en la obra social.

—Van a ir todos presos. Si se puede agarrar alguna grabación de eso, van presos porque saben que es injusto, que es una mentira. Nunca participé de eso. Es más, ni siquiera conozco a los proveedores. No es una cosa que yo haga. Por ejemplo, no participo en el día a día de las cobranzas, de los contratos. En 50 años nunca lo hice. Soy un tipo que está más dado para la parte humanitaria, cultural, social. Y siempre he sido un administrador serio porque sé delegar.

—¿Lo afectan las acusaciones de que usted es un sindicalista amarillo que está con el PRO y con Juntos por el Cambio?

—No, cómo me va a afectar si es cierto que estoy en Juntos por el Cambio.

—¿Por qué se alejó del peronismo y se fue con Mauricio Macri?

—Sigo estando en el peronismo, pero el peronismo como yo lo entiendo. No esto que están planteando, que es una usurpación del peronismo, un robo. Un saqueo ideológico, político y económico. Porque pretender que gente que hace el panegírico de los Montoneros que echó Perón, que eran antiperonistas a muerte, es una locura. Por eso me junto con la gente que me junto, el Peronismo Republicano, el Peronismo Federal. En parte porque el peronismo es un cuerpo vivo con muchas mutaciones y cambios.

—¿Su adhesión al PRO no entró en crisis con los malos resultados económicos del gobierno de Macri?

—No, él no pudo gobernar porque tuvo a todos los poderes en contra, los gobernadores, las municipalidades. Tuvo muy poco a favor. Y, además, tomó algunas medidas muy desacertadas y no quiso decir la verdad desde el primer día. Y se lo eché en cara.

—¿Qué medidas fueron desacertadas?

—Una cosa que tendría que haber dicho desde el primer día es vamos a poner las cosas en claro: en este momento tenemos un grado de déficit que no se puede soportar”. Cuando hay déficit hay inflación, y cuando hay inflación hay más miseria. Tenemos 5 millones de empleados públicos. Alemania, que tiene 90 millones de habitantes, tiene 2 millones y servicios públicos de excelencia. No va. No podemos seguir creando universidades truchas que no enseñan. Tenemos que favorecer las carreras productivas. Tenemos que favorecer la producción. Crear conectividad. No podemos seguir teniendo empresas como Aerolíneas, por ejemplo, que pierden miles de millones todos los años y no le sirve para nada al país. Por ejemplo, cuando fui diputado de Menem yo le voté las privatizaciones, pero hubo una que le voté en contra, no la quise votar y defendí a muerte esa empresa porque no quería que la privatizaran.

—¿Cuál?

—Gas del Estado. Porque estaba bien administrada. El problema es la corrupción. En el 90 era la única empresa pública que andaba bien. Estaba en crecimiento. Mientras tanto, todas las demás perdían alevosamente. Las empresas perdían, mientras los gerentes y los empleados ganaban sueldos astronómicos y perdía el pueblo que pagaban los impuestos. Así fuimos acumulando desastre tras desastre en el país. Eso alguien lo tiene que decir alguna vez. Nadie está hablando en serio. Nos seguimos mintiendo.

—Vuelvo a su pelea con Barrionuevo: ¿usted le tiene miedo?

—¿Me lo preguntás en serio?

—Sí, es un dirigente con poder, influencias, contactos importantes...

—Mirá, el Señor es mi pastor. Nada más. Ningún miedo. Yo estoy preocupado por la gente.

—¿Cómo imagina que va a terminar este enfrentamiento?

—Supongo que se aburrirá de tirarme zancadillas. En algún momento se va a aburrir o me va a hacer cansar. No sé cómo va a terminar. Me voy a preocupar de que sea todo a nivel judicial. ¿Qué voy a hacer? ¿Le voy a ir a pegar? No, obviamente. Y no creo que él sea capaz de mirarme a los ojos y levantar la mano. No lo veo, simplemente. Cuando empezó toda esta locura, desapareció.

* Para www.infobae.com

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