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Operativo demolición: el Frente de Todos contra Todos

OPINIÓN 02/04/2022 Mónica Gutiérrez*
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Una consumada dirigente del peronismo bonaerense propone una medida sanadora. “¿Y si prueban con no hablar al menos por una o dos semanas?”. Ella sugiere reposar la lengua y enfriar la cabeza. Control de daños.

El festival de divagues discursivos y desatinadas declaraciones públicas va hundiendo al oficialismo en un lodazal. Una lucha cuerpo a cuerpo en el barro que salpica a todos.

Gabriel Katopodis, un hombre a quien todos atribuyen buenas maneras y carácter componedor, hizo una cruda advertencia. “Nos van a cagar a palos”, dijo.

El Ministro de Obras Públicas no pudo ser más explícito. El horno no está para bollos. La calle está que arde. Con medio país comiendo mal, el espectáculo de la refriega política huele a patética frivolidad.

El Presidente padece una verborragia irrefrenable. Se habla encima. Si cómo sugiere el libro de Oscar Vilarroya “somos lo que pensamos” es fácil colegir que su condición de Meme hiperactivo es “autoconstruida”.

“Lo único que sé es que las Malvinas no son inglesas”, le dijo a un medio británico a horas del 40 aniversario del desembarco. Creer o reventar. Habla, luego, puede que piense.

La catarsis discursiva con la que se despacha a diario el Presidente lo expone vagando perdido por quién sabe dónde. Es poco probable que una “terapia de grupo” sea suficiente para contenerlo. Un acompañante terapéutico podría minimizar el daño auto infligido.

Luce, además, emocionalmente desencajado. Motivos no le faltan. Dicen algunos que Cristina Kirchner está muy enojada con él. No le atiende el teléfono y le pasa frío. El punto de no retorno fue la firma del acuerdo con el FMI. Ella cree que el “muñeco maldito” que procreó en la probeta política del 2019 se le fue de las manos.

Guzmán no logró nada de lo que los K pretendían. Ni se redujeron las tasas ni se extendieron a veinte años los plazos de pago.

Algunos, no tan bien pensados, creen que CFK sobreactúa fastidio. Se traga el sapo en silencio porque sabe que todo sería muchísimo peor sin el arreglo. Juega a mostrarse ofuscada pero alguien tenía que hacerlo.

Pese a estos íntimos convencimientos cortó todos los puentes con su compañero de fórmula y lo que es peor dejó hacer.

Está claro que el “agreement” nació muerto. Putin le dió la estocada final. La invasión a Ucrania descalabró la economía mundial y terminó quemando todos los papeles.

“Si la inflación es del 40, un 10 es de la guerra”. A ojos de buen cubero el Jefe de Estado despacha sus inconsistencias frente a empresarios y sindicalistas que lo escuchan absortos. Fueron reunidos a las atropelladas en el Consejo Económico Social. Si busca apoyo por este lado con estos argumentos no lo va a encontrar.

El “operativo demolición” se acelera. Todos se sienten habilitados a practicar sobre el Ejecutivo “tiro al pichón”.

Súper Berni sale a escena. El hombre que no anda con vueltas quiere ser parte de la conversación. “Alberto Fernández lee el diario de Yrigoyen que les escriben cinco alcahuetes”, dijo.

Gustavo Beliz hace su aporte. El Secretario de Asuntos Estratégicos sugiere moderar las redes sociales. ¿Con qué necesidad? En el momento menos indicado y para el gobierno menos indicado. El revoleo de los posteos, tweets y retweets que se acumulan en la nube no se hace esperar. Todos tienen un muertito en el timeline. En la era digital nadie resiste un archivo.

El diablo acecha en las góndolas. El Presidente propone conjurar el “maleficio” de la inflación con métodos heterodoxos.

Del exorcismo a la “terapia de grupo”. Desde el púlpito del oficialismo bajan ruegos e imprecaciones. Del recito caliente para prevenir el Covid a cartas astrales para atacar la estampida inflacionaria.

Predestinado a “construir sobre las cenizas” AF se presenta como un “cura sanador”. Propone liberarnos de todo mal. Curarnos de palabra.

Si la inflación solo está en la cabeza de la gente y es una tragedia “autoconstruida” habrá que atacarla, con imposición de manos, recurriendo tal vez a brujos o curanderas.

Inefable, Luis D’elía introduce un nuevo verbo en el vocabulario Nac and Pop, pide no “delarruizar” al Presidente.

Tarde para lágrimas. El “operativo” demolición está en marcha.

¿Qué es lo que buscan los K, el Instituto Patria y sus adláteres con la brutal golpiza contra la figura presidencial?

El objetivo inmediato de la embestida K contra el Ejecutivo apuntaría a llevarse puestos a varios ministros. Quieren forzar un cambio de gabinete. Ya limaron al Presidente ahora quieren vaciarlo.

La lista de los eyectables la encabeza Martín Guzmán. Matías Kulfas y Santiago Cafiero alineados por detrás.

La mesa chica en pleno es alcanzada por la tempestad. Gustavo Beliz, Julio Vitobello, Secretario General de la Presidencia y la mismísima Vilma Ibarra, Guadiana oficial de la firma del Jefe de Estado están el la mira. Quieren que se quede solo. Solito y solo. El lote de los señalados resiste atrincherado.

El plazo para la rendición está corriendo. En tiempo de descuento cada cual atiende su juego. Desde la carpa de Frente Renovador dejan trascender un ultimátum. Si Alberto y CFK no logran recomponen, Sergio Massa y los suyos dejan la coalición. ¿Verdad o consecuencia?

Es poco probable que Fernández logre “deconstruirse”. Instalado en su versatilidad no logra zafar de sus impulsos más autodestructivos. Es “fluído”. Lo mismo va cómo viene. Un día amaga manotear la lapicera y hacer la propia y al siguiente se autopercibe K y pide un aplauso para Cristina.

Los esfuerzos para restañar heridas y reconstruir la unidad se estrellan contra una evidencia. Hay dos rumbos económicos en pugna y son divergentes.

Un connotado dirigente del oficialismo, siempre dispuesto a expresarse con frontalidad, ahora recurre a la ironía. Más ácido que nunca dice ser parte del Frente de Todos contra Todos. Dixit.

* Para www.infobae.com

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