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Alberto Fernández y Cristina Kirchner no ceden y crecen las versiones de cambios en el Gabinete

OPINIÓN 08/04/2022 Nicolás Wiñazki*
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El gobernador es peronista y, como tal, es experto en sobrevivir entre crisis políticas y económicas y entre peleas e internas que muchas veces son más cruentas cuando son operaciones dañinas impulsadas por sus propios “compañeros”, más que por opositores. Fuma un cigarrillo a pitadas largas, como si en lugar de humo tomara agua de un vaso alto, y ante el primer comentario empieza su catarsis. 

La pelea entre el presidente Alberto Fernández y su vice, Cristina Kirchner, sumada a las consecuencias con que esta dinámica ralentizó la gestión de la Casa Rosada, es un tema recurrente que lo preocupa no solo a él, sino que también se transformó en el monotema de los diálogos entre sus colegas que controlan otras provincias.

Los gobernadores del peronismo vuelven a conformar, como en otras turbulencias nacionales del pasado, lo que ellos mismos llaman “la liga”: empiezan a trabajar en conjunto con objetivos similares, se arremolinan entre ellos para defenderse o abordar la realidad política huracanada.

Los gobernadores del PJ intentan mediar entre el Presidente y la vice, primero, en defensa propia, y después, por interés colectivo.

Entre ellos, igual que entre algunos ministros e intendentes, o legisladores de la coalición antes conocida como Frente de Todos, se palpitan los problemas internos y externos.

El mandatario habla y fuma, fuma y habla: “La verdad, no entiendo a Cristina ni a Alberto. Su pelea paraliza todo. Nos lleva al muere en las próximas elecciones. No sabemos qué se puede hacer para que acepten verse de nuevo cara a cara para pactar una convivencia o para romper todo de modo definitivo. Así como estamos entramos en un limbo. Llegar a la Casa Rosada para buscar soluciones a alguno de nuestros problemas de gobierno, con lo diversas que son nuestras provincias, nos cuesta mucho, cada vez más. El electorado no nos va a perdonar la división”, dice, y fuma, y va al eje de sus pesares políticos: la economía.

Además de la pelea del Presidente y la vice, la inflación aprieta fuerte

“¿Vos entendés que, a este ritmo, la inflación nos puede llevar puestos a todos?”, analiza, y aclara, hablando siempre en primera persona del plural, así como si en nombre de sus pares, al menos del PJ: “Alguno de nosotros intentó hablar con Alberto o con Cristina. Ninguno cedió”.

La sensación que cunde entre los gobernadores del PJ, y entre intendentes y ministros, es el mismo. Están perplejos. Desconocen cómo salir del laberinto que armaron ellos mismos.

“¿Qué querés que te diga?”, acepta un ministro, y profundiza: “Así estamos. Todo roto”.

Según fuentes del peronismo que lideran territorios provinciales o municipales, el dirigente que tal vez trabajó con más ahínco para lograr una tregua entre el Presidente, la vice y su hijo, el diputado Máximo Kirchner, fue el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich. El titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, tanteó las broncas entre los tres antagonistas y confirmó los ánimos demasiado iracundos entre los “socios” fundadores del Frente de Todos: es más, los conflictos aún podrían profundizarse.

El ministro del Interior, Eduardo De Pedro, milita en La Cámpora con los Kirchner y también es parte del Gabinete de Alberto. No vale la pena intentar mediar entre quienes no quieren la concordia.

El propio De Pedro marcó, en declaraciones a los medios, cuáles son los puntos críticos que, además de los rencores ya personales que encabronaron al Presidente y su vice en una escalada que todavía no se detuvo. De Pedro aceptó que el kirchnerismo radicalizado no acepta de modo alguno el trabajo del equipo económico de Fernández (Alberto). La ruptura es total.

La vice Kirchner viajó al sur, a El Calafate, el mismo sábado 2 de abril en el que, en medio de acto en homenaje a los combatientes de Malvinas, sorprendió con una nueva “chicana” al Jefe de Estado. Contó que le regaló para su cumpleaños el libro “Diario de una temporada en el Quinto Piso”, de Juan Carlos Torre, un relato muy detallado de cómo trabajó el equipo de Economía liderado por Juan Vital Sourrouille en la gestión de Raúl Alfonsín. Aunque el texto muestra que aquella etapa no puede compararse con la actual negociación con el FMI, el obsequio irritó a su destinatario. Así lo dejó trascender en algunos medios.

La vice había aludido también, de forma ácida, a la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti.

Recién ayer, el jueves de esta semana, la vocera respondió sobre el tema: intentó minimizar la mención hacia ella y tal vez se esforzó menos para asegurar que el Jefe de Estado no tomó ese regalo como efectivamente lo interpretó: como una mala intención de instalar en la opinión pública al plan económico de la Casa Rosada con el tortuoso final de la Presidencia de Alfonsín, comida por una hiperinflación, entre otras variables, que culminó por adelantar la entrega del mando a su sucesor, Carlos Menem: “Fue un chiste, conozco hace muchos años a la vicepresidenta y le conozco su humor. Compartimos el mismo humor y el sarcasmo”.

Chicanas, regalos e ironías que no pueden disimular la pelea

¿Cómo tomó el Presidente al obsequio literario “envenenado”?

“Como un regalo”, declaró, seca.

Que parte de la discusión pública esté ocupada en el regalo chicana que la vice le hizo al Presidente es parte de una dinámica cotidiana. Cada día que pasa, un dirigente K critica al Presidente, o a algunos de sus ministros, o cuestionan el pacto con el Fondo o la inflación.

El Presidente tomó una decisión al respecto. No responderá los embates, vengan de quien vengan. “Finge demencia”, ironiza uno de sus principales consejeros. Y detalla: “Sabemos que eso enoja más Cristina y a Máximo”.

¿Habrá influido en esta estrategia del Jefe de Estado la visita al país del embajador en Brasil, Daniel Scioli? El hoy diplomático fue un paciente recibidor de ataques de los Kirchner durante su vicepresidencia y sus dos gobernaciones de Buenos Aires.

Esta web está en condiciones de afirmar que varios gobernadores, y también ministros, o jefes comunales del Conurbano bonaerense, le pidieron al Presidente que tome decisiones para alinear su Gobierno.

Los militantes de La Cámpora ocupan cargos en organismos clave de la Casa Rosada. El propio Máximo Kirchner criticó al Gobierno en un acto público. Apuntó a la pérdida del salario. Entre otras tirrias.

Los Kirchner no pueden tolerar que el Presidente tome decisiones sin consultarlos. Empieza a ocurrir. Son minucias. O no tanto. Y tampoco aceptan que Martin Guzmán siga en el ministerio de Economía; lo mismo que Matías Kulfas en Producción; o Miguel Pesce en el Banco Central.

Otro enemigo, sobre todo de Máximo, es el titular de Trabajo, Claudio Moroni.

La Casa Rosada deja correr versiones de cambios de Gabinete. Los dirigentes del oficialismo se alinean en un “bando” u el otro. El santafesino Agustín Rossi tomó partido por el Presidente.

Lo mismo que otro ex ultracristinista, el ex dirigente social Luis D’Elía. Aníbal Fernández ya asumió en Seguridad y su garganta poderosa ya se multiplica en los medios defendiendo al Presidente. ¿Ocurrirá el cambio de ministros y los nuevos aliados pasarán a ocupar cargos nacionales?

Solo lo saben con precisión muy pocos funcionarios o asesores del Presidente. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, declaró en La Gaceta sobre sí mismo: “es pronto y prematuro” volver a Tucumán, provincia de la que es gobernador en uso de licencia. No fue una frase al azar.

El Gobierno está paralizado, en parte, por un conflicto entre dos.

El resto de los hombres peronistas del poder los mira con perplejidad.

Pero también con cada vez más ansiedad y preocupación.

* Para TN

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