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La emotiva carta que el soldado que mató a un oficial inglés en Malvinas le envió a su viuda

CIUDADANOS 02/06/2022 Dante HERRERA
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Oscar Ledesma terminó de escribir en su computadora la última palabra de la carta que le iba a enviar a Sara, la viuda de Herbert Jones. El hombre que había matado en Malvinas.

Respiró hondo, repasó el texto que había escrito de un tirón, pero no corrigió nada:

 
 
“El tiempo obra en consecuencia de lo actuado y la memoria se rige por nuestros actos. Con escasos 19 años me tocó enfrentarme con el Regimiento 2 de Paracaidistas Británicos la mañana del 28 de mayo de 1982, en el combate de Darwin Hill.

Cualquiera hubiera sido su desarrollo no modificará en mi alma y mi mente el recuerdo de aquel terrible enfrentamiento.

Eventualmente me tocó apretar el gatillo para abatir un adversario y en momento alguno sentí odio al hacerlo, como tampoco me jacté ni alegré por aquel acto. No tenía opciones, debía salvar a mis camaradas que contemplaban aterrados como un Para asaltaba su posición, desconociendo que a escasos metros se encontraba mi ametralladora, de la misma manera que yo desconocía quién era tan temerario soldado que en una muestra de asombroso arrojo atacaba una posición argentina.

Una vez terminada la batalla elevé una plegaria por todos los caídos y pedí a Dios por sus familias.

Siempre tuve como pendiente el poder decirle, mirándola a los ojos, que su esposo cayó como un valiente soldado y que su ocasional adversario le honra cotidianamente con el mayor de los respetos al igual que a todos los caídos.

Le presento mis respetos, como también a sus hijos, herederos de un valiente guerrero.

Firma: Oscar Ledesma

Volvió a suspirar. Como si el punto final de la misiva cerrara una etapa.

Pasaron 40 años de aquel combate. Después de Malvinas, Ledesma se convirtió en un hombre templado por esa y otras batallas que tuvo a lo largo de su vida. Nunca sintió miedo, excepto cuando terminó aquel combate, boca abajo sobre la turba y el caño de un fusil apuntándole a la cabeza. “La puta madre, pasar todo esto para morir con un tiro en la nuca”, dijo que pensó.

Pero no lo mataron a él. Aquel día, Ledesma tenía 19 años, había pasado de la infancia a unas islas propias y heladas vestido como un soldado. No tenía ninguna experiencia en la guerra, pero le tocó en suerte ser parte de la Sección Bote de la Compañía C del Regimiento 25 de Infantería, a las órdenes del Teniente Roberto Néstor Estévez, que resultó abatido en esa jornada. Le confiaron una ametralladora MAG 60-20 7,62 como parte de una sección de fusileros AOR (Aspirantes a Oficiales de Reserva). Y con ella infringió la muerte del oficial británico de más alto rango que perdió la vida en Malvinas: Herbert Jones, teniente coronel, jefe de los Paracaidistas que enfrentó esa jornada.

Según la versión que firmó el Ejército Argentino, la columna de Jones fue emboscada. En ese momento, el teniente coronel decidió atacar, solo, a una trinchera argentina. A 50 metros, los soldados Jorge Tsstoni, Guillermo Huircapan y Ledesma abrieron fuego sobre él. Recibió dos ráfagas de disparos: después de la primera, quiso tomar una granada de mano de su cintura. En ese momento, lo alcanzaron los disparos fatales.

“La guerra fue una celebración infernal de muerte, de bombas, de explosiones, mil vidas en un segundo. Una vez que se levantan las banderas blancas, se produce la rendición, uno siente el alivio de que todo pasó. De que está vivo. Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue ‘estoy vivo, voy a volver’”, dijo. En la batalla, completó, el calor de las balas lo rozaron. Y no tuvo empacho en reconocer que amenazó de muerte a un compañero en el fragor de la contienda para que le entregara municiones.

A la vuelta, formó una familia. Tiene tres hijos: Melania (32), que le dio dos nietos; Mariano (31), que le dio uno; y Tadeo (25). A nadie que lo conociera le resultó sorpresivo que decidiera expresarse con una carta. O con un poema. La escritura nunca le fue ajena a Oscar. Cuando en su adolescencia lo aquejaba la soledad o algún desamor inicial, se refugiaba en un papel, una lapicera y surgía un poema. “Malvinas me forjó como otro poeta: me transformé en un ‘soldado poeta’, en un ‘guerrero poeta’. Spinetta dijo que un guerrero no detiene jamás su marcha. Si uno no se reconcilia con uno mismo, no se puede reconciliar con los demás”. El coronel Mohamed Alí Seineldín, máximo jefe de su regimiento, lo bautizó como “el poeta del 25″.

Esa luminosidad que halló en la palabra escrita es una continuidad de su cotidianidad. “Nunca me regodeé de lo que pasó, ni quise hablar de nada. Fue una circunstancia, un hecho puntual. El otro día dijeron el ‘Bobo de Jones’ y me molestó. Fue un ser humano que cumplió una función. Yo quiero que me reconozcan por un buen poema y no por ser el que lo abatió”, señaló en su oportunidad. Es que para Ledesma, el odio no es una opción: “Es una enfermedad que te envenena. No lo concibo como un sentimiento. Me enseñaron a no odiar”, sentenció. Y redondeó su idea: “Yo recé por los caídos de ambos lados. A partir de ese momento se generó el perdón en mi corazón. Ya todo lo demás era anécdota”.

Siempre fue crítico de Malvinas. Pero no de la guerra, no de la decisión de combatir por un terruño que considera propio. La desilusión fue por lo que sucedió después: el destrato en la vuelta y la mezcla -según él- entre el conflicto armado y la dictadura que lo decidió. Y así, dijo, “el 14 de junio de 1982 (fecha del cese de fuego y la retirada de nuestras tropas de las islas) comenzó la desmalvinacion “. Y comparó las dos tragedias que se vivieron durante la década del ‘70 y los dos primeros años de los ‘80: “En octubre de 1983 comenzó la venganza de los montoneros. Esto tiene que ver con una brecha que si los argentinos no cerramos no nos vamos a curar nunca. Nos hace falta mucha autocrítica y muchísimo valor para asumir de ambos lados las atrocidades que se cometieron”... “No me considero víctima de la dictadura, no soy pro milico, ni tampoco me creo lo de los ‘jóvenes idealistas’. Los únicos jóvenes que lucharon por un ideal fueron los de Malvinas, lo hicimos por la Patria, sin nada a cambio”, concluyó.

Para él -dijo algunos años atrás-, “Malvinas no se puede politizar. Los valores de Malvinas en política serían los ideales: ofrecer todo a cambio de nada. Con lo único que no comulgo es con los cobardes ni con los traidores”.

Al “soldado poeta” no le bastó una carta para Sara. Ya había escrito un poema para Jones. “Era lo que me correspondía hacer para cerrar esa etapa. Había noches que escuchaba sus gritos y no era fácil. Escribir me salvó de la locura y me protegió de la soberbia”, señaló.

El epitafio para Jones lo escribió en el año 2013. Más tarde llegó la misiva para Sara, “de un solo golpe de puño y sin correcciones”. Laura Caneza se la tradujo al inglés. Se compartió por Facebook y fue leída por el hijo mayor de Jones, que no vió oportuno un encuentro de Ledesma con su madre. El alma del argentino, desde ese momento, quedó en paz, como él mismo reconoció.

Quedó, para siempre, lo que escribió. La carta. Y este poema:

Última confesión (A Hebert Jones In Memoriam)

No se trata de hazaña

justicia divina o humana

se trata de mi vida

mis sueños y mi mirada.

Nadie se erige en héroe

de la noche a la mañana

como tampoco en distinto

por defender a tu patria.

En esa ruleta rusa

de aquel cruento combate

los caídos por decenas

no odiaban sus adversarios.

Apreté el gatillo sí

sin temor o remordimiento

y una plegaria elevé

por todas aquellas almas.

Tuve en mi nuca un fusil

agresión y culatazos

y en el rostro ensangrentado

un terrible escupitajo.

Sin embargo aquel ritual

de demencia acotada

forjó en temple el guerrero

que ya no usa su espada.

Podría seguir escribiendo

reinventando las palabras

pero ya son suficientes

para un humilde epitafio.

En la batalla de Darwin-Pradera de Ganso murieron 50 argentinos y 15 británicos, aunque distintas fuentes señalan el número de ingleses caídos fue mayor. El teniente coronel Herbert Jones está enterrado en el cementerio de San Carlos, Malvinas. Su viuda, Sara, recibió la Cruz de la Victoria en su honor.

Jorge Oscar Ledesma tiene vive hoy en La Carlota, Córdoba, continuó escribiendo y editó varios libros: 2 de otoño, Preguntas y razones (de poesía), Poesía ensobrada, Luis y los fantasmas (sobre la guerra), Luis y el coronel (sobre Seineldín), Conjuro, El retorno del barro (donde está la carta a Sara Jones), Emésis de Legionarios y Rayuela en Malvinas. Hace un año tuvo un ACV: “Dejé de sentirme inmortal, algo que nos pasa a los veteranos. Me afectó el lado derecho y, honestamente, la saqué barata. Camino casi con normalidad”, cuenta hoy. y se aisló de todo lo que tiene que ver con la guerra, incluso las redes sociales. Pero su valor, y el gesto que tuvo con la viuda de Jones serán su testimonio eterno.

Fuente: Infobae

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