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Alberto no entiende que ella es la jefa. Nunca entendió que la jefa es la que manda

POLÍTICA 03/07/2022 Agencia de Noticias del Interior
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Alberto no entiende que ella es la jefa. Nunca entendió que la jefa es la que manda. Alberto era un moderado y nosotros lo fuimos a buscar para que gobernara con ella. No solo lo fuimos a buscar, tuvimos el gesto de darle el máximo cargo, pero al otro día de las PASO, con el resultado electoral, cambió y se apartó del proyecto.

Gobernar es disciplinar al poder económico. Las cosas no se acomodan solas y él quiere surfear. Cristina estuvo callada durante casi dos años, pero nos quedamos sin autoridad política. Entramos en arenas movedizas. El Gobierno fracasó y puede volcar. Estamos haciendo todo para que la situación no se desmadre, pero la posibilidad está. Hay que implementar un plan de contingencia, un operativo de recomposición del salario y de ingresos sociales para generar expectativas y recuperar la base electoral.

 
Es el pensamiento vivo de La Cámpora, la agrupación indisoluble de la vicepresidenta. Para sus integrantes y para “La jefa”, la administración de Alberto Fernández está, tal como fue estructurada el 10 de diciembre de 2019, terminada. No habrá supervivencia para el Frente de Todos si el Gobierno no pega un giro absoluto en las políticas, sobre todo en las económicas, y si ese giro no está precedido por un reacomodamiento general del Gabinete y de las principales áreas. ¿Está en condiciones Alberto de impulsar un golpe de timón semejante? Los camporistas y su líder dicen que no. Pero ocurre que falta un año y cinco meses para el cambio de mando. Pues, ¿entonces?.

Nacen todo tipo de elucubraciones, mucho más desde este sábado a la tarde, cuando -en medio del discurso de Cristina en Ensenada- Martín Guzmán presentó la renuncia al Ministerio de Economía. Otra ficha que Alberto había defendido a capa y espada queda en el camino. “Imposible gestionar con Cristina en contra”, dejó trascender el ministro saliente. Fuentes cercanas al Presidente revelaron que en los últimos días lo vieron, por primera vez, muy enojado con las trabas y zancadillas que le dedicó la vice. Se lo dijo antes del adiós a Fernández. Alberto intentó contenerlo. No pudo.

​Los palos en la rueda que, dicen, le metieron con la segmentación de tarifas fue el último mal trago que no quiso beber. “No tenía instrumentos para seguir. Le frenaron hasta el formulario. Lo suyo fue un acto de responsabilidad”, agregaron en su entorno. 


Es probable que Guzmán haya interpretado que volvería a la carga por él a medida que se fuera acercando el jueves 14, el día en que el Indec difundirá el índice inflacionario de junio. Esas presiones nunca han cesado, pero iban a ser feroces, incluso -temía- personales. Algo cambió en los últimos días. Cristina ha decidido hablar cada vez más seguido, casi como en las épocas en que era presidenta.

¿Resistirá Fernández? Una hipótesis cada vez más extendida en el Círculo Rojo sostiene que a Fernández le costará llegar al último día de gestión bajo esa sombra permanente y agobiante de su mentora. En el entorno de la vicepresidenta aseguran que ni aunque Alberto quisiera podría irse antes de tiempo. “No se lo permitiríamos”, dice una fuente que desprecia a Alberto.

Andrés Larroque, ministro de Axel Kicillof y voz potente dentro de La Cámpora, acaba de decir que es Cristina la única que puede generar esperanza. Se asoció rápido con la próxima competencia presidencial. Pero no faltó quien se preguntara si no quiso decir otra cosa, si no fue una especie de ultimátum hacia la figura presidencial. A muchos no deja de parecerles sugestiva la cantidad de encuentros públicos, pero sobre todo secretos, que Cristina mantiene con empresarios, economistas y, en el ultimo tiempo, con integrantes del albertismo. ¿Qué estará tramando si, como dice ella, Alberto no le hace caso?.

Cristina volvió a golpear la mesa ayer, en Ensenada. Guzmán la sorprendió en vivo con la renuncia. No fue un discurso tan beligerante como se preveía, pero Alberto quizá deba replantear su visión de que las pinceladas irónicas de su socia o los embates francos, sin metáforas y directos al corazón “le hacen daño a ella, no a mí”, como le dijo a Matías Kulfas, el día que lo echó. Ese día, el saliente ministro de Desarrollo Productivo esgrimía que había saltado en su defensa. Podría suceder algo parecido ahora con Guzmán.

Ya casi nadie le sugiere a a Alberto un replanteo de la estrategia ni siquiera en el vínculo con su aliada. Se esfuman las voces que pedían mayor ímpetu o gestos de independencia política. Comienza a primar en el ala albertista que pretende seguir en política después del año próximo el espíritu de autopreservación. Ninguno de ellos tiene previsto suicidarse.

Juan Zabaleta, el ministro de Desarrollo Social, ya entabló puentes con Cristina; en San Martín, la tierra del ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, desaparecieron los carteles con la sonrisa de Alberto: donde antes había fotos de ambos, ahora solo aparece el ministro con el actual intendente, Fernando Moreira; Jorge Ferraresi, el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat se hartó: pasó de pedir la reelección de Alberto a aplaudir al lado de Cristina sus críticas al Gabinete.

Alberto se siente arrinconado. Desconfía de la mayoría de sus interlocutores, se recluye y solo confía sus pensamientos íntimos frente a un reducido grupo de fieles. Son pocos los que le hacen observaciones sobre su oscilante conducta mediática. La entrevista en C5N volvió a ser auditada por el cristinismo. Su afirmación de que “definitivamente” competirá en las PASO alteró al ala dura, que lo consideró una afrenta. Fue uno de los pocos pasajes en los que el jefe de Estado se mostró seguro. En el resto de la conversación lució errático, confundió nombres, y hasta olvidó qué le habían preguntado. No fue la primera vez que le ocurre.

Cristina parece haber tomado nota, después de un período en el que intentó convencer, o convencerse, de que con un relato eficiente podía transmitir lo contrario, de dos fenómenos. Si ella y La Cámpora son indisolubles también lo es, para su desgracia, la sociedad con Fernández. Ella lo puso, ella forma parte, ella dirige buena parte de los recursos del Estado. No puede no pagar los costos de la debacle.

El segundo fenómeno del que toma nota es que su método de designación de candidatos, siempre arbitrario, ya no sería tolerado ni por su propia feligresía, lo que es mucho decir. “Va a tener que jugar ella si no queda otra”, se impone entre sus súbditos. El operativo clamor arrancó. Ayer en Ensenada hubo cánticos alusivos.

Cristina no dirá una palabra del tema porque, además, su popularidad está en descenso y toca niveles históricos de rechazo. Se explica por la situación en el Conurbano, su bastión, que está al borde del abismo. Los precios crecen de manera exorbitante y la respuesta del Gobierno no siempre es pacificadora. Gabriela Cerruti, la portavoz, mandó a un periodista a cambiar de supermercado. Le dijo que lo estaban estafando.

En el Palacio de Hacienda cruzaban los dedos para que la cifra de junio esté por debajo del 5,1% que dio en mayo, pero las consultoras privadas sostienen que estará por encima. Si eso fuera así, el nuevo ministro tendría una presión extra. ¿Se mantendrá la promesa de Guzmán de que la mayor inflación mensual del año fue la de 6,7% que marcó en marzo?

El fenómeno inflacionario fue parte de la última conversación entre Alberto y Guzmán. No fue una buena charla. Discutieron. Quienes hablaron anoche con el Presidente lo notaron cansado y desconcertado.

Por Santiago Fioriti para Clarín

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