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Irak: ciudadanos pro y anti Irán se enfrentan a tiros en Bagdad

INTERNACIONALES 30/08/2022 Lluís Miquel HURTADO
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Casi veinte años después del derrocamiento de Saddam Hussein, los iraquíes siguen sin hallar la calma. Antaño fue la violencia sectaria; más tarde, el genocidio yazidí, el señorío del Estado Islámico y las protestas anticorrupción ahogadas en sangre. Desde este lunes por la noche, una pugna de poder en el seno de la predominante comunidad musulmana chií ha vuelto a hacer pasear por Irak al fantasma de la guerra civil. En el centro del ring, un pulso entre dos clérigos que discrepan respecto al papel de Irán.

El ruido de los fusiles, de las ametralladoras pesadas e incluso de algunos proyectiles no ha cesado en toda la madrugada. Al despuntar el sol en la conocida como Zona Verde de Bagdad, el centro estratégico que alberga los principales edificios oficiales y numerosas legaciones diplomáticas, enjambres de milicianos seguidores de una u otra referencia religiosa, muchos de ellos simplemente ataviados con tejanos y camiseta negra y un fusil en ristre, seguían contribuyendo al caos general.

Según el medio 'Al Arabiya', al menos 35 personas han muerto y 380 resultaron heridas en las primeras horas de lo que comenzaron como unas protestas en la capital y otros sitios del país como Basra de los partidarios del poderoso clérigo chií Muqtada al-Sadr. Aunque su fuerza política se impuso al resto en las urnas de las parlamentarias del pasado octubre, las llamadas de Sadr a formar un "gobierno de mayoría nacional" para contrarrestar la influencia iraní en el país vecino no han cuajado.

Ante la amenaza de un estallido social y político, tanto Washington como Teherán, por mencionar dos de las entidades más influyentes en Irak, han llamado a la calma. Si la embajadora estadounidense en Bagdad, Alina Romanowski, instó a las partes a "permanecer pacíficas", Irán ha tenido que cerrar su frontera con el vecino hasta nuevo aviso. El conflicto coincide justo con el inicio de la peregrinación anual que miles de chiíes realizan, en muchos casos a pie, hasta la ciudad santa iraquí de Kerbala.

Tamaña situación ha sumido a Irak en una precariedad que dura meses. Si bien, por un lado, no ha podido reeditarse un Gobierno de equilibrio de pesos pesados, conocidos por sus tics corruptos y denostados por una parte notable de la población, una alternativa tampoco ha podido salir adelante. Y al final, líderes como Muqtada al-Sadr han recurrido a una de sus especialidades: trasladar la presión política a las calles, aun a riesgo de desatar, como ocurrió, una nueva oleada de violencia.

De acuerdo con el medio 'Amwaj', la de el lunes comenzó con una disputa de tintes bizantinos entre Muqtada al-Sadr y el Gran Ayatolá Kadhim Haeri. Sadr es político, jefe de una de las guerrillas que hostigaron a los invasores desde 2003 e hijo de uno de los Marya -referentes espirituales chiíes- más relevantes. Pero, al mismo tiempo, este cabecilla carece de las credenciales religiosas de su ahora rival Haeri, quien, a la postre, fue discípulo de su tío y por ello se convirtió en referente para muchos sadristas.

El lunes, de forma casi imprevista, Kadhim Haeri, de 84 años, anunció su renuncia a ser Marya argumentando el deterioro de su "salud y fuerza física". Para sorpresa de Sadr, Haeri se despidió instando a sus seguidores a tomar como referente sustitutivo al Guía Supremo de Irán, Alí Jameneí. Frente al tradicional 'primus inter pares' chií, la República Islámica iraní propugna la doctrina del Alfaquí, según la cual el Líder, Jameneí, actúa como única referencia espiritual y política para los chiíes.

Esto puede traducirse en más influencia iraní en su entorno inmediato. Según 'Amwaj', nada más saberse de la decisión de Haeri, Muqtada al-Sadr, que lleva años tratando de alejarse de la sombra de los minaretes del seminario iraní de Qom donde antaño se exilió, ha expresado su "percepción de que la dimisión del Marya no fue por voluntad propia". Otros expertos, como la investigadora de la Middle East Initiative, Marsin Alshamary, también han apuntado a una posible influencia de Teherán en el repentino adiós de Haeri.

La respuesta de Muqtada al-Sadr ha sido responder al pulso movilizando a sus bases. El líder anunció el lunes su "retirada final" de la política -un órdago similar al de ocasiones anteriores en las que trató de avanzar en sus fines políticos-, decretó el cierre de casi todas las instituciones vinculadas a su movimiento y llamó a los suyos a rezar "por si acaso muero". La reacción fue instantánea: las calles de medio país se llenaron de partidarios del cabecilla.

En ellas les esperaban no solo unas fuerzas de seguridad iraquíes superadas en número y, en algunos casos, incluso, en capacidad de fuego, sino también milicianos pro-Irán. Así, la Zona Verde bagdadí ha acabado convirtiéndose en escenario de una batalla campal sin visos de finalización. Poco ha servido el toque de queda declarado. O que una vez más, maniobrando como el estratega político que es para reivindicar su poder frente a sus rivales, Sadr se declarara en huelga de hambre hasta que la violencia se apague.

Fuente: El Mundo

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