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De refugiado a influencer: el “sirio cordobés” que escapó de la guerra y derriba mitos en las redes

CIUDADANOS 09/09/2022 Florencia ILLBELE
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El 17 de mayo de 2018, cuando se bajó del avión en el Aeropuerto de Ezeiza, Tarek Mawas (25) no sabía pronunciar ni una palabra en español. Durante su primer mes en Argentina, más precisamente en la provincia de Córdoba, además de sentir que nunca iba a aprender a hablar en castellano, Tarek recuerda que solía levantarse asustado en la mitad de la noche. Después de siete años viviendo en un país en guerra, el silencio le daba pánico.

“Me despertaba sobresaltado porque creía que todavía estaba en Siria. Me llevó un tiempo acostumbrarme a la tranquilidad. Tranquilidad que ahora es parte de mí”, asegura Tarek a Infobae, con un español muy fluido y (atención con este dato) tonada cordobesa.

 
De Damasco, la capital de Siria, Tarek es el menor de tres hermanos. Hijo de una maestra y un contador, hasta los 14 años su vida era “común y corriente”. Vivía en un barrio privado, iba a la escuela allí adentro, jugaba a la pelota en la calle hasta entrada la noche y solía veranear junto a su familia en un departamento con vista al mar. Pero de un día para el otro su país entró en guerra.

Fue el 15 de marzo de 2011. El conflicto bélico, que comenzó con protestas pacíficas contra el gobierno del dictador Bashar al-Assa, luego se convirtió en una guerra civil que destruyó gran parte de Siria y se cobró cerca de 350 mil vidas. Lo peor: aunque pasó más de una década, el conflicto aún persiste y ha desplazado a la mitad de la población del país, incluidos cinco millones que son refugiados en el extranjero. Según la última estimación oficial de la ONU, desde 2011, mueren alrededor de 83 personas por día en Siria.

Tarek recuerda muy bien la fecha en que se desató la guerra porque a partir de ese momento su vida cambió rotundamente. “Al principio no quería salir de mi casa. Tenía miedo. Veía el noticiero y lloraba. Todos los días anunciaban muertes y mostraban imágenes de lugares detonados. En ese momento yo era un adolescente y, para mí, todo eso sólo pasaba en las películas: no podía creer que estuviera sucediendo en mi tierra”, dice.

Con el tiempo, y a fuerza de entender que el conflicto no iba a cesar, Tarek dice que empezó a naturalizar la situación. “De tanto ver tanques y aviones del ejército y de escuchar ruidos de bombas y de disparos, me fui acostumbrando a la guerra al punto de que el silencio me daba sensación de peligro”, explica el joven.

Y sigue: “Después de meses encerrado, llegó un momento en el que empecé a querer vivir mi vida como si el país no estuviera en conflicto. Yo iba a jugar con mis amigos al fútbol y, recién cuando escuchaba disparos, volvía a casa. Eso me generó varias discusiones con mis padres, porque ellos no estaban de acuerdo y yo los enfrentaba. ‘¿Qué clase de vida es esta?’, les decía”.

Habían pasado poco más de dos años del comienzo del enfrentamiento cuando Osama, el mayor de los hermanos Mawas, decidió dejar Siria y venir a la Argentina en calidad de refugiado. Era el año 2013 y aquí lo esperaba un tío, de profesión abogado, que vive en la provincia de Córdoba. Aunque a Tarek sus padres le insistían para que siguiera los pasos de su hermano, esa alternativa no estaba en sus planes.

Cinco años más tarde, mientras cursaba el tercer año de la carrera Ingeniería en Sistemas, un episodio que casi le cuesta la vida lo hizo cambiar de opinión. “Me levanté para ir a la facultad a rendir un examen, saludé a mi papá y fui a la parada del colectivo. Quince minutos después recibí un llamado de mi viejo que me avisaba que la situación en el centro era ‘peligrosa’. Mi respuesta fue la de siempre: ‘Papá, ya estamos acostumbrados’”, recapitula.

A la advertencia de su padre, se sumaron la de su madre y la de su hermana. Pero Tarek decidió hacer oídos sordos. Tras llegar a la universidad, cuenta, uno de los edificios linderos explotó. Si bien él salió ileso, todo se convirtió en un enorme caos y la vuelta a su casa le demoró el triple de lo que solía llevarle habitualmente.

“En el camino de regreso me quedé sin señal y, como no pude comunicarme, mi familia creyó que me había muerto. Recuerdo cuando llegué: mi mamá abrió la puerta, me vio con la camisa manchada de sangre y se desmayó. Ahí me di cuenta de que ya no quería vivir más así”, dice.

Y agrega: “Yo creo que llegué al límite porque no quería irme. A mí nunca me generó odio la guerra en Siria. Nunca quise dejar mi tierra. Yo creía que vivía bien. Hoy, cuatro años después, te digo: era una locura”.

Después de instalarse en la provincia de Córdoba, junto a su tío y su hermano mayor, Tarek comenzó a tomar clases de español. No fue fácil. “Llevaba dos meses acá y lo único que sabía decir era: ‘Hola, ¿cómo estás?’. Recién a los cinco meses empecé a hilar frases. Pero lo hacía sin conjugar los verbos. Entonces decía: ‘Ayer me voy a la casa de mi primo’”, recuerda.

El aprendizaje del español se aceleró cuando Tarek empezó a trabajar en el kiosco de su hermano en Córdoba Capital. “Entraban los clientes, yo saludaba, pero cuando me pedían algún producto que no conocía, me ponía nervioso y no sabía qué hacer. ‘Es que soy extranjero’, decía. Creo que eso despertaba empatía porque, enseguida, eran ellos los que me ayudaban a mí. Jamás me discriminaron. Los argentinos tienen el corazón blanco”, dice.

Hace poco más de un año, incentivado por su novia, Tarek abrió una cuenta de Tik-Tok con el objetivo derribar mitos y prejuicios acerca de su país de origen. “Desde que llegué acá noté que hay muchas cosas que los argentinos no saben de Siria. Además de pensar que todos los árabes somos turcos, lo cual no es así; muchos creen que vivimos en el desierto. Las series también construyeron una mala imagen nuestra. La gente en general, no solo los argentinos, nos ve como unos terroristas”, explica.

El primer video, en el que habla acerca de las diferencias culturales entre Argentina y Siria, tiene casi un millón de reproducciones. Con un lenguaje coloquial, Tarek plantea las cuestiones que le llamaron la atención sobre nuestro país, como el uso del “boludo”.

También cuenta que le costó acostumbrarse a que las semanas sean de lunes a viernes porque en Siria son de domingo a jueves. Además, se declara fanático del mate desde antes de llegar a nuestro país. “Siria es el mayor importador de yerba mate de Argentina. Lo tomamos con un vaso de vidrio chiquito y con una pava, no con termo”, explica desde @elsiriocordobes.

Mientras espera que le den la ciudanía argentina, a Tarek le gustaría volver a su país para reencontrarse con sus padres y sus amigos. “Iría de vacaciones, pero para visitar”, aclara. “A esta altura, ya me considero mitad sirio, mitad argentino”.

Fuente: Infobae

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