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A la escasez de dólares al cambio oficial se le sumó la falta de productos de consumo en el comercio

ECONOMÍA 02/10/2022 Daniel Sticco*
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Mes a mes, semana a semana, y últimamente día a día se advierten crecientes señales de falta de oferta para satisfacer a una demanda cada vez más debilitada, sea de dólares como de bienes de consumo masivo y de insumos indispensables para sostener el ritmo de actividad productiva y comercial en la economía en su conjunto.

Es conocida la constante sangría de divisas derivada de la conjunción del pedido creciente de las empresas al BCRA para el pago de importaciones -y más recientemente de gastos de turismo-, a un tipo de cambio preferencial respecto de los valores más altos que se cotizan en el circuito financiero institucionalizado, y de exportaciones cada vez más debilitadas por pérdida de incentivos con crecientes impuestos (retenciones)y recargos, falta de insumos para terminar el proceso productivo de los bienes que demanda el resto del mundo, y atraso del tipo de cambio real.

Las manifestaciones más claras de ese fenómeno son: la sostenida baja de las reservas en el Banco Central, transitoriamente interrumpida con medidas cortoplacistas, como establecer un tipo de cambio diferencial más alto al corriente por un plazo fijo -dólar soja; la brecha cambiaria estable en el rango del 100%; y las crecientes regulaciones y limitaciones de las autorizaciones de importaciones, al punto que el secretario de Industria y Desarrollo Productivo, José Ignacio De Mendiguren, dijo en declaraciones a la prensa: “Estamos desesperados por los dólares”.

Si bien la apreciación del dólar y caída del yuan, entre las principales monedas que forman parte de las reservas, provocó una caída en el agregado total, afecta más a la posición bruta que a las que le interesa y miran los operadores económicos, que son las netas propias, y por tanto tampoco las de libre disponibilidad que ingresaron a terreno negativo transitoriamente en las últimas semanas por los pagos de vencimientos con el FMI, pero que se recuperarán con el próximo desembolso tras la aprobación de las metas al cierre del segundo trimestre del acuerdo vigentes desde el 25 de marzo.

Una de las consecuencias de ese cuadro es la escasez productos para el consumo interno. Primero fue el caso del gas oil, nunca solucionado totalmente; luego el de los neumáticos y otras autopartes; y más recientemente, en la franja de los alimentos, de la indumentaria (ropa y calzado), según se manifiesta en la aceleración del ritmo de aumento de los precios por sobre la inflación general; e incluso de las figuritas para completar el álbum del mundial de fútbol.

Y hasta el presente no se advierten señales de que se tienda a revertir esa escasez en lo inmediato, al menos según se desprende de las bases del Presupuesto 2023, porque no prevé comenzar a corregir el atraso cambiario que los economistas ubican entre el 20% y 40% según el punto de referencia y las relaciones comerciales de la Argentina con el resto del mundo.

De ahí que las Cuentas Nacionales del Indec sobre la oferta y demanda global de bienes y servicios registraran en el segundo trimestre 2022, por segundo período consecutivo en la serie nominal y la primera en la corregida por estacionalidad, disminución de las existencias, stocks o productos disponibles para la venta en los establecimientos fabriles y centros de logística para despachar al mercado doméstico.

En valores desestacionalizados la caída trimestral de las existencias en cantidades fue en el segundo trimestre de 2022 la primera desde el último cuarto de 2019. El ciclo más largo de baja se registró entre el tercer trimestre de 2008 e igual período de 2009 cuando la economía se vio arrastrada por la crisis de las hipotecas en los EEUU y Europa; y posteriormente, en un tramo más corto, entre el trimestre julio a septiembre de 2012 y enero a marzo de 2013, cuando la actividad doméstica acusaba los efectos negativos del cepo cambiario y regulación de importaciones, como en la actualidad.

Por el contrario, en la serie sin ajustar por estacionalidad la variación de las existencias mantiene un ciclo de subibaja desde por semestre desde comienzos de 2018 cuando la economía comienza a debilitarse por los efectos de la sequía y la baja de los precios internacionales de las materias primas, principalmente.

Más aún cuando se observa que por efecto de la falta de insumos importados claves para completar el proceso productivo, juntamente con el debilitamiento del poder de compra de los salarios que genera la aceleración del proceso inflacionario, en particular sobre los sectores asalariados informales y los cuentapropistas, y por la antedicho del desempeño de las exportaciones, la producción industrial acumuló en agosto cuatro meses consecutivos de disminución en la serie desestacionalizada respecto del mes previo, y arrastra al índice general de actividad.

Según la serie del Estudio Orlando Ferreres y Asociados, el Índice de Producción Industrial de agosto último resultó un 4,9% inferior al de diciembre de 2021, y retrotrae la actividad al nivel que había registrado en marzo del año anterior; en tanto que el Índice General de Actividad de la consultora (un indicador que anticipa la variación del PBI) marcó una disminución de 0,6% desde el inicio del año, en ambos casos en la serie ajustada por estacionalidad para posibilitar una comparación homogénea entre los diferentes meses.

Y por la crisis del neumático, junto a otras restricciones que enfrenta el sector real para operar libre de ataduras y de conflictos gremiales, cabe esperar que septiembre también arroje nuevamente un saldo negativo en la variación del nivel de actividad industrial, y arrastre al comercial y con ello al nivel del PBI, y por tanto sigan en baja los cada vez menos stocks para la venta final.

* Para www.infobae.com

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