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El regreso del fuego amigo

OPINIÓN 01/10/2022 Mónica Gutiérrez*
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Cuando no hay amor sino solo conveniencia, las lunas de miel suelen ser cortas y desangeladas. Los vínculos se sobrellevan con helada complacencia mientras se puede. Son vínculos contenidos, no necesariamente serenos.

“Está claro que tenemos una inflación por oferta”, descerrajó con determinación tuitera Cristina Kirchner. La pieza digital sonó para muchos como el principio del fin.

A su modo la jefa del frentetodismo regresó a las convicciones que la animan con implacable determinación.

Se necesitan “políticas de intervención más precisas y efectivas”, dijo, apuntando de lleno al sector empresarial. “Las empresas alimentarias han aumentado muy fuerte sus márgenes de rentabilidad”, agregó.

Kicillof, siempre fuente de consulta e inspiración para CFK, llamó a poner un límite a los aumentos de sectores que han ganado mucho y que no derraman sus ganancias. Pablo Moyano, convertido en una suerte de vocero oficioso del kirchnerismo, milita que hay que ir contra los “formadores de precios”.

Sobre el filo este viernes levantó el voltaje. “Yo hago responsables de la inflación a los empresarios que se la está llevando en pala; como los del campo que liquidaron con el dólar soja y las cosas no bajan”.

“Al Gobierno le falta un poco de fuerza para sentarse a una mesa a los cinco empresarios vivos que remarcan, sancionarlos o la medida que deba tomar para controlar el aumento de precios”

“El paro de los trabajadores del neumático va a ser un poroto con lo que va a hacer Camioneros”. El tema de la macro les es ancho y ajeno.

CFK salió de la dimensión paralela en la que habita para marcar la cancha del Ministro de Economía. No solo hizo responsables absolutos a los empresarios de la aceleración inflacionaria sino que demanda un “instrumento” que refuerce la seguridad alimentaria “en materia de indigencia”. Que saquen la plata de lo que entró por “dólar soja” es la directiva.

La iniciativa ya está diseñada y tiene nombre. “Refuerzo de ingresos” es la etiqueta del proyecto que impulsa la senadora K Juliana Di Tullio y que se presenta como un bono para garantizar la alimentación básica para quienes se encuentran en situación de “extrema vulnerabilidad”.

La irrupción de CFK en la agenda económica marca un quiebre. Su silencio era interpretado como un acompañamiento a las decisiones de Sergio Massa. Ese respaldo empieza a mostrar un resquebrajamiento.

Inefable, casi herético, Gabriel Rubinstein salió a responderle, contradiciendo sus dichos.

Para el flamante viceministro de Economía las empresas no son responsables de la aceleración inflacionaria. “El exceso de demanda que provoca el déficit fiscal seguirá impulsando una alta inflación”, analizó.

“La culpa del desorden cambiario, las altísimas brechas, la obligación de financiarse a 180 días para importar, cupos, etc, etc, no la tienen las empresas. Aunque haya abusos normativos y corrupción. Es nuestra responsabilidad (gobierno) que todo esto mejore”.

“Los márgenes empresariales seguirán ‘más altos que los normales’ si no se estabiliza la macro…hasta que no logremos la unificación cambiaria, habrá cierto desorden y márgenes empresariales más altos que los normales”... “Reunificar el mercado de cambios sin un robusto Superávit Fiscal luce demasiado riesgoso”

Cortito y al pie se despachó el incontinente Rubinstein. Afecto a la red del pajarito, el ahora viceministro no parece dispuesto a reparar en daños colaterales. Verdad y consecuencia. Se hace cargo.

El entorno de Massa acusó recibo de la advertencia cristinista. En orden a hacer control de daños salieron a decir que CFK les habla a los propios. No fue un mensaje dirigido a él sino a “contener” las demandas sociales.

La coalición es muy amplia y lo de CFK fue un mensaje para la tropa propia, para su gente. Eso dicen. Lo de “contener” es un eufemismo, claro.

Estas piadosas justificaciones terminan siendo un tanto patéticas, porque dan cuenta de un doble estándar en la conversación pública. Un discurso para la popu, para la militancia, para la gilada, mientras se convalida una gestión económica que nada tiene que ver con el catecismo K. Como quien cacarea en un lado y pone el huevo en otro.

La semana corrió espeluznante y marcó un punto de inflexión. La conflictividad social ganó la calle y las escenas que se sucedieron pusieron a la sociedad de cara al descontrol.

El Gobierno quedó expuesto, con dificultades ciertas para enfrentar las emergencias.

Los datos que dio a conocer el INDEC funcionaron como un percutor del conflicto.

Es oficial. El 36,5% de los argentinos no logra acceder a la canasta básica total (17 millones de personas). Un 8,8% de la población es indigente (4,2 millones que no alcanzan el alimento básico).

Decir que la pobreza bajó 0,8 es un dato estadístico irrelevante frente a la indigencia hacia arriba 0,6. Considerando que subió el nivel de empleo, el análisis da cuenta de una realidad revulsiva. Muchos trabajadores formales, registrados y en blanco han caído bajo la línea de pobreza. La inflación se come minuto a minuto el poder adquisitivo de los que trabajan.

Los números son, no obstante una foto que atrasa y que no llega a reflejar la aceleración inflacionaria que siguió a la salida de Guzmán.

El objetivo planteado en la presentación del presupuesto de llevar la inflación del 90% al 60% suena a imposible. Al menos eso aseguran los economistas que analizan a diario los datos de la macro.

El conflicto de los neumáticos tuvo en vilo al país. Con empresas bloqueadas, cortes y movilizaciones escaló hacia lo violento. En la madrugada del viernes se llegó a un acuerdo pactando un 73% para el tramo 2022-23. El arreglo quedó por debajo de la paritaria de los bancarios en la que con menos bulla se llegó al 94. La gratificación extraordinaria por única vez de $100.000 a cada trabajador cerró el trato.

El jueves la Policía de la Ciudad desalojó por las malas a las organizaciones que pretendían bloquear la autopista 25 de Mayo. Hay un perturbador “dejar hacer” del Gobierno nacional que expresa las profundas diferencias de criterio que conviven en la coalición gobernante.

La soterrada grieta interior al interior del oficialismo agrava todas las situaciones. Juanchi Zabaleta analiza renunciar para volver a la Intendencia de Hurlingham. Sobrevive como puede al fuego cruzado de los piqueteros y La Cámpora pero la situación no da para más.

No es el único ministro del gabinete del Albertismo residual que atraviesa una situación comprometida. Todos están recalculando

El ataque y quema del puesto de Gendarmería en Villa Mascardi marca una escalada del conflicto mal llamado “mapuche” en el no tan lejano Sur. Aquí también el Estado se manifiesta ausente, impotente para frenar la embestida.

Esta vez el asalto no fue contra la propiedad privada sino contra una fuerza de seguridad nacional que detenta el poder de la fuerza en nombre del Estado. Lejos de defenderse y resistir la Gendarmería se replegó.

Esta vez no se trató de la usurpación o toma de tierras privadas, algo que podría encuadrarse dentro del delito común, sino de un ataque con claras connotaciones terroristas.

Sin encontrar resistencia ni respuesta represiva inmediata, los atacantes fueron por más.

El Gobierno Nacional se mantiene moroso, cuando no prescindente, para detener el avance de grupos violentos que estarían recibiendo apoyo logístico, legal e ideológico de sectores políticos vinculados con el Frente de Todos.

La gobernadora de Río Negro Arabela Carrerasdijo que desde el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas bajan “señales confusas”. Acusó a su titular Luis Alberto Pilquiman de colaborar de manera personal con la toma, a la cual acompaña ideológica y materialmente.

Detrás de todos los incendios sociales hay tensiones política ideológicas que se aceleran y potencian en vísperas del tiempo electoral. Pero detrás de todos los reclamos y protestas hay también una razón de fondo que los convierte en legítimos: la aceleración inflacionaria que nadie logra frenar.

El gran desafío cotidiano es organizar la vida con una inflación superior al 7% mensual y una estimación para el año superior al 100%. En este contexto cualquier mejora o arreglo que se concrete se inscribe dentro de un equilibrio inestable con el que resulta muy difícil convivir.

Según el director de la Consultora W, Guillermo Oliveto, la salida de la pandemia encontró a la gente aquí y en el mundo tratando de superar la tragedia global buscando refugio en “burbujas de felicidad”. Una secuencia de gratificaciones y momentos de disfrute de la vida para compensar el clima de riesgo, vulnerabilidad y muerte que el paso del coronavirus nos dejó. Un replanteo existencial que puso en crisis proyectos y valores.

Según Olivetto hay una tendencia a escaparse de la realidad, a escindirse al menos de a ratos, de un presente que se presenta oscuro y un futuro incierto. Esta urgencia estaría explicando que el consumo en nuestro país todavía esté activo en los sectores sociales que retienen alguna capacidad adquisitiva. Una compulsión a disfrutar del presente con lo que se tenga y se pueda.

Se trata, dice Olivetto, de una “alienación consciente”. La gente, en nuestro país, sabe que la cosa así no da para más e inventa estrategias para sobrellevar el deterioro.

El furor por las figuritas del mundial encontraría también alguna explicación en este contexto. No sólo da cuenta de un regreso a la vida presencial, al intercambio de bienes físicos, al contacto lúdico con los otros, sino que además conecta con la inminente llegada del clima mundialista. Una tregua en la fatiga del día a día, un tiempo de encuentro. La ilusión de, al menos por unas semanas, la euforia por la Copa nos sacará de la grieta ideológica y las penurias económicas para abrigarnos bajo los colores de una camiseta nacional.

* Para www.infobae.com

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