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Bolsonaro alienta los actos que piden una intervención militar y condena el bloqueo de carreteras

INTERNACIONALES 03/11/2022 Naiara GALARRAGA GORTÁZAR
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El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha difundido este miércoles por la noche un vídeo en el que, por un lado, pide a sus seguidores que levanten los cientos de cortes de carreteras que impiden el tráfico y, por el otro, alienta el resto de las protestas, que son pacíficas pero reclaman una intervención militar. Decenas de miles de bolsonaristas convencidos de que las elecciones presidenciales fueron fraudulentas se han echado a las calles para pedir al Ejército una intervención militar que impida al vencedor, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, asumir el poder.

Las protestas ante los cuarteles generales del Ejército en Río de Janeiro, São Paulo, Brasilia y otras ciudades de siete Estados son la expresión más grave de la rabia de los seguidores del derrotado presidente, que la víspera, en su primera declaración desde los comicios, evitó reconocer el resultado o felicitar a su rival. Lula ganó a Bolsonaro por la mínima (50,9% frente a 49,1%).

Bolsonaro ha apelado a sus seguidores a que reabran cuanto antes las carreteras porque los bloqueos “perjudican el derecho de ir y venir” y a la economía. E inmediatamente después ha añadido: “las otras protestas, las manifestaciones que está habiendo por todo Brasil, son bienvenidas, son parte del juego democrático”. El presidente saliente de Brasil es un antiguo capitán del Ejército que, durante su mandado, ha dado alas a discursos golpistas en varias ocasiones. Para Lula será su tercer mandato.

Los dos meses que restan hasta la toma de posesión del nuevo presidente el 1 de enero en Brasilia son especialmente delicados por la actitud de Bolsonaro, que de tanto sembrar dudas ha logrado que buena parte de sus seguidores crea que hubo fraude electoral.

En cualquier caso, los trabajos para el traspaso de poderes están ya en marcha. El equipo de Lula para la transición, liderado por el futuro vicepresidente, Geraldo Alckmin, tendrá este jueves su primera reunión en Brasilia con el ministro encargado por parte del Gobierno. Y ya se sabe que el primer acto internacional de Lula tras su victoria será acudir a la cumbre del clima COP 27, este mes en Egipto. El Gobierno de EE UU ha hecho saber a través de una portavoz que está contento de que Bolsonaro haya reconocido los resultados electorales, informa Reuters.

Que el presidente saliente se mantuviera dos días en silencio después de perder los comicios y la ambigüedad de su brevísimo discurso han dado alas a estas movilizaciones de los seguidores más radicales. Bolsonaro dijo este miércoles que “las protestas pacíficas son bienvenidas”, lo que suponía una crítica a los camioneros que cortaron carreteras por todo el país en protesta por el resultado. Pero también abría la puerta a concentraciones como estas frente a los cuarteles. Bolsonaro ha autorizado formalmente el traspaso, pero no quiere dar la impresión, ante los seguidores más radicales, los que ni en el peor momento de la pandemia le abandonaron, de que claudica.

Jorge Luiz Faria, de 67 años, explicaba así su motivación para sumarse a la protesta golpista de São Paulo y reclamar lo que define como que “los militares pongan orden”: “No podemos dejar que entre el comunismo, lo que queremos es una democracia normal”, decía este jubilado que fue comerciante de suministros industriales. Faria no quiere un gobierno militar, dice, sino, que los uniformados organicen unas “nuevas elecciones justas”. Está convencido de que las ganaría Bolsonaro.

Con él, Julieta Seiko Abe, de 64 años, una gerente de hotel jubilada y convencida de que “ese que dicen (Lula) no ganó” y que si el Tribunal Superior Electoral lo proclamó vencedor es porque “esos del Supremo son unos militantes de la izquierda criminal”.

Douglas Luis, un empleado de seguridad privada de 35 años, estaba en la protesta de São Paulo para impedir el regreso al poder de Lula y convencido de que la anulación de las condenas contra el líder del Partido de los Trabajadores no fue más que un apaño: “No queremos un presidente que es un expresidiario que fue liberado con una firma”.

Entre los presentes en la protesta de São Paulo, brasileños de todas las edades y colores vestidos con el verde y amarillo de la bandera: grupos de amigos, muchas parejas, algunas familias con niños y también algunos aficionados a las motos o a las armas, reconocibles por los eslóganes de sus camisetas porque en Brasil no se puede circular armado salvo en traslados muy concretos. El ambiente era de una extraña mezcla de tensión y fiesta, con muchos de ellos haciéndose selfies o retransmitiendo en directo por redes sociales. En el momento álgido eran unos 30.000 según el recuento de unos investigadores de la Universidad de Sao Paulo.

Los medios brasileños han tardado varias horas en informar sobre las protestas golpistas. Y ninguna autoridad del Estado se ha pronunciado.

Los manifestantes llegaban a las puertas del cuartel paulistano con los lemas bien coordinados. En la protesta había pocas pancartas y pocas proclamas. Eso sí, coincidencia total en el apellido de la protesta. Todos reclamaban una “intervención federal”, nada de militar, para evitar ser tildados de golpistas. Y ninguna referencia al presidente Bolsonaro, con el ánimo de protegerlo ante posibles acusaciones futuras. En una pequeña ciudad llamada São Miguel do Oeste (en Santa Catarina, al sur), cientos de personas hicieron el saludo nazi mientras cantaban el himno brasileño ante el cuartel local, según muestra un vídeo que ha triunfado en redes.

Que este 2 de noviembre sea festivo, día de Finados, posiblemente ha contribuido a aumentar la participación en las protestas. Mientras, camioneros bolsonaristas siguen con los cortes de carreteras, pero las vías afectadas son menos que la víspera. Son bloqueos en unos 150 puntos (para entender la magnitud, Brasil tiene 5.000 municipios) que han empezado a afectar a algunos suministros esenciales. Un conductor ha atropellado y herido a siete seguidores del presidente en un bloqueo en São Paulo.

El presidente no tiene un partido que pueda considerar propio, se buscó unas siglas de conveniencia para las elecciones (el Partido Liberal), pero lidera un movimiento sin una estructura amplia ni sólida que está coordinado y es capaz de reunir grupos grandes en poco tiempo. Uno de los lemas más celebrados de las manifestaciones bolsonaristas de los últimos años y escuchado este miércoles es: “Yo vine gratis”, en referencia a que el Partido de los Trabajadores de Lula a menudo moviliza a sus militantes en autobuses. Los seguidores del presidente presumen de llegar por sus propios medios.

Mientras su equipo inicia los trabajos para el traspaso de poderes, Lula se ha ido a descansar tres días a una casa en una playa paradisíaca del Estado de Bahia con su esposa, Janja. La campaña impidió a la pareja disfrutar de una luna de miel tras su boda en mayo.

Fuente: El País

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