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Massa y un test difícil: qué pasa si el próximo dato de inflación no empieza con un "4"

ECONOMÍA 27/01/2023 Fernando Gutiérrez*
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La decisión de Sergio Massa de ponerle cifras y plazos a la política anti inflacionaria implica un riesgo elevado desde el punto de vista político: si en enero el IPC no empieza con un 4, toda su gestión puede perder credibilidad. Eso implicaría automáticamente dificultades para sostener acuerdos de precios con empresas, la rebeldía sindical contra la pauta oficial del 60% y, además, un severo cuestionamiento a la candidatura presidencial del ministro.

Curiosamente, Massa se puso a sí mismo en una situación análoga a la del equipo económico de la gestión macrista, que había adoptado el sistema de metas de inflación, consistente en un preanuncio de los aumentos de precios esperados para todo un año. Como quedó en evidencia en aquella oportunidad, el problema es que no hay término medio: en su mejor versión, esa meta influye sobre las expectativas de los actores económicos, de forma tal que todos contribuyen a que ese pronóstico sobre la baja se haga realidad. 

Pero también puede ocurrir lo contrario: es decir, que ante una señal de incumplimiento cunda la desconfianza y entonces se produzca el efecto boomerang, con actores que intentan cubrirse de subas mayores a las proyectadas oficialmente. Es, de hecho, lo que le ocurrió a Federico Sturzenegger y compañía en 2018 y, a la larga, fue lo que le costó a Mauricio Macri la derrota electoral del año siguiente.

Massa también corre con ese riesgo, porque de la confianza que genere en los actores de la economía dependerá su capacidad para sostener la senda bajista o encontrarse con un repunte en los registros del IPC.

Precios: noticias desalentadoras

Aunque en estos días el ministro se muestra confiado por haber sorteado las dificultades sin que se hayan concretado los pronósticos de caos financiero, lo cierto es que su mayor amenaza está a pocas semanas de distancia y consiste en la dificultad para cumplir la meta que él mismo se ha impuesto.

Su promesa de seguir un sendero descendente de la inflación, a razón de un punto cada dos meses -hasta llegar a abril con un registro inferior al 4%- implica que, necesariamente, en enero el IPC debería ubicarse en torno al 4,5%. Sin embargo, ya hay señales en el sentido de que este mes podría igualar o incluso superar la marca de 5,1% registrada en diciembre.

Por ejemplo, los relevamientos de consultores privados marcan que el rubro de alimentos ya arrancó enero con mayores aumentos que en diciembre -que, a su vez, había dado una marca más alta que en noviembre-.

Un dato clave es el del precio de la carne, que si bien todavía sigue bajo en términos relativos, empezó a recuperar terreno y corre a una velocidad de 3% mensual, después de meses de avanzar a un ritmo de 1%.

Para las próximas semanas, la previsión de los expertos del negocio agropecuario es que las carnicerías empezarán a acusar el clásico efecto posterior a las subas de oferta extraordinaria -por el envío de animales a faena, consecuencia de la sequía y de la retracción de importaciones-. Con los productores retrayendo la oferta y tratando de recomponer sus stocks, inevitablemente los precios de la carne volverán a empujar al alza.

Un informe de la consultora LCG destaca que la inflación de alimentos, que en noviembre había registrado un 3,5% y en diciembre un 4,7% se está aproximando al escalón del 6% mensual.

Peor aun, está volviendo a subir la cantidad de productos que registran aumentos. En el arranque del año, ya un 30% de la canasta de alimentos tiene subas de precios. Y la frecuencia con la que se producen esos aumentos se está acortando a lapsos de poco más de un mes.

Hay más señales inquietantes: por ejemplo, que el índice de precios mayoristas vuelve a ubicarse por encima del IPC, lo cual suele ser un anticipo de futuros incrementos en las góndolas, como consecuencia de adecuaciones a las subas de costos.

Y, desde ya, jugará un rol importante en el IPC de enero la tanda de aumentos de servicios regulados, como el transporte -que registra subas promedio de 40%-, el de la medicina prepaga -con 6,9% en su segunda cuota de incremento-, y la continuación del esquema de subas graduales y segmentadas en electricidad y gas.

El dólar blue, bajo la lupa

El peligro mayor, sin embargo, no aparece en la nómina de precios que forman parte del relevamiento que hace todos los meses el Indec. Se trata de otro precio, cuya relevancia está creciendo: el dólar del mercado paralelo.

Ya son muchos los economistas -incluso del espacio político oficialista- que creen que el tipo de cambio oficial ha perdido su rol de referente para los comerciantes, que ante la dific2ultad para acceder a los dólares del Banco Central empiezan a tomar al blue como parámetro de aumentos de insumos.

Y la aceleración de las últimas semanas, que llevó al billete estadounidense al entorno de $380, se transforma así en otra amenaza para el plan oficial. La cotización sigue por debajo del "dólar Qatar", el precio que los economistas consideran un "piso natural" para el blue. Y la brecha cambiaria -actualmente de 100%- todavía está lejos del 160% que se registraba cuando asumió Massa.

Es decir que en el mercado financiero hay una visión generalizada de que el blue todavía tiene recorrido alcista, lo cual agrega un ingrediente más de presión sobre la inflación.

En conclusión, hoy son más quienes creen que enero no sólo no dejará un IPC que empiece con un 4 sino que, por el contrario, es probable que termine con una inflación más alta que la registrada en diciembre. 

Por lo pronto, el número proyectado en la encuesta REM del Banco Central es de 5,6%. Pero lo peor no es la cifra en sí, sino el hecho de que se espera que los meses sucesivos marquen un sendero ascendente, contrariando la tesis de Massa.

De esta forma, en el mes clave de abril, en el que el ministro pronostica un registro que empiece con 3, el consenso de los economistas espera un 6%.

El riesgo del desborde salarial

¿Qué tan grave sería el hecho de que la inflación de enero empezara con un 5 en vez de hacerlo con un 4? Si Massa no hubiese hecho predicciones, tal vez no habría mayores riesgos, porque entre los economistas hay cierto consenso sobre que el verano es un momento de mayor presión inflacionaria que el trimestre previo.

Pero Massa habló. Situó a la batalla contra la inflación en un rol central de su misión como ministro, y en contra de todas las opiniones se aferró a su predicción de una inflación de 60% para todo el año.

Si ya el primer mes arranca con un incumplimiento, no será difícil que se genere una expectativa negativa sobre el pronóstico general, una situación particularmente complicada cuando se empiezan a negociar las paritarias. Massa confirmó que considera clave que no haya un desborde nominal en el plano salarial, como condición para que la inflación pueda seguir su descenso.

Más explícita fue la ministra de Trabajo, Raquel "Kelly" Olmos, quien expresó el temor de que, ante cifras de aumento excesivas, los empresarios trasladen automáticamente a los precios los mayores costos laborales.

Lo cierto es que los sindicatos han dejado entrever su natural reticencia a considerar la cifra de 60% como una referencia válida. Los antecedentes de los últimos años contribuyen a esa desconfianza, porque el ex ministro Martín Guzmán también pedía que se tomara en consideración una proyección de inflación oficial que luego era superada por la realidad.

Massa envía señales

Ante las muestras de desconfianza, Massa decidió enviar señales al mercado, en el sentido de que es conciente de que debe mantener ciertas anclas tradicionales para los precios, sobre todo cuando se entra en la etapa del año en la que disminuye la demanda de dinero por parte del público.

Es en ese contexto que se explica la cautela del Banco Central para recortar la tasa de interés, ante la presión del sector productivo que protesta por las dificultades para el acceso al crédito.

Sólo en diciembre pasado, la expansión monetaria neta fue de $696.000 millones -básicamente por el pago de intereses de la Leliq y por la diferencia entre el tipo de cambio preferencial para los productores sojeros y el de los importadores-.

Según la estimación de la Fundación Mediterránea, el déficit real de las cuentas públicas, cuando al rojo fiscal se le suma el "déficit cuasifical" por la deuda del BCRA, alcanza a la impactante cifra de 8% del PBI.

También la ralentización de la tasa devaluatoria -que pasó del entorno del 6,5% al 5,5% mensual- apunta en el sentido de tranquilizar al mercado, al alinear la variable cambiaria con la evolución de precios.

De todas formas, los analistas creen que las inconsistencias se acumulan y que conspiran en contra del sendero descendente que Massa prevé para el IPC.

En un marco de incertidumbre -al que se agrega el factor electoral-, una de las peores noticias que podría recibir el mercado es que la proyección de Massa ya arranca con incumplimientos, y ese es, precisamente, el riesgo que aparece a la vista con la inflación de enero.

* Para www.iprofesional.com

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