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Se fue de vacaciones y no volvió: de donar óvulos por 2500 dólares en México a sobrevivir en Berlín

CIUDADANOS Gabriela CICERO
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Clara no teme a lo desconocido. Tiene sed de mundo, de rutas, nuevos paisajes, idiomas, costumbres. Por eso un día se aburrió de las calles del barrio en el que nació y la “rutina de lo mismo de siempre”. Y le dieron ganas de irse, más allá de haber sufrido la inseguridad de una de las ciudades más peligrosas del país. Ella trabaja desde los 16 años. Armaba combos en un local de comidas rápidas y más tarde, cucuruchos en una heladería. Vivía con su madre y muy cerca de sus tíos y abuela. Todos en la misma esquina. Con su padre perdió el vínculo.

El último trabajo que Clara tuvo en la Argentina, con el que cobraba en dólares, fue lo que le dio un empujón para salir a conocer otros países. Con ese trabajo reunió un dinero, y en febrero de 2023 se fue de vacaciones a Playa del Carmen, donde su vida cambió.

 
“Yo soy de Rosario, Santa Fe. No estudié nada porque apenas cumplí 18 empezó la pandemia y la verdad es que no quería hacer clases online”, cuenta Clara desde su departamento en Berlín, al llegar de su trabajo. Por recomendación de una amiga empezó a trabajar en forma remota desde su casa en Rosario para una empresa de Estados Unidos como intérprete médica inglés-español. “A los dos o tres meses de ganar en dólares decidí hacer un viaje por mis 21 años y me fui un mes a México y me terminé quedando siete meses. Pero no quería volver, la verdad, porque sabía que me iba a costar mucho volver a ahorrar lo suficiente como para poder volver a irme”, expresa quien relata sus experiencias de viaje en su cuenta de TikTok @ugcbyclarag.

En la primera empresa, en la que le dieron capacitación, trabajó dos meses. Después consiguió una entrevista en otra empresa del mismo rubro, que pedían experiencia y le pagaban el doble.

“Me fui de vacaciones a Playa del Carmen un mes con la idea de volverme. Pero cuando llegué allá conocí un montón de argentinos. Está lleno de argentinos por todos lados y cada vez que conocía a alguien nuevo me decía ‘Ay, te vas a querer quedar’. Y finalmente, conocí a un chico, un guardavidas de un cenote -pozo de agua de gran profundidad-. Empezamos a salir y nos pusimos de novios. Él me ayudó un montón para poder quedarme. Tuve que salir y volver a entrar del país básicamente y me pude quedar esos siete meses. Legal”. En México continuó con el trabajo remoto en esa empresa hasta que la modalidad de trabajo cambió. Al principio le pagaban las ocho horas que estaba conectada recibiendo llamadas, de las que estaba activa cuatro. Eso duró hasta un despido generalizado y pasó a estar las ocho horas hablando por teléfono sin pausa. “No te podés desconcentrar ni un segundo porque tenés que llevar el hilo de la conversación”. De manera que redujo las horas y quedó justa de plata, sin capacidad de ahorro, en una ciudad turística como Playa del Carmen que es un destino caro, según explicó.

Su novio sabía que se iría de México y no volvería a la Argentina. En un gesto generoso, dice que la mantuvo un mes. Él no podría seguir sus pasos porque en la visa que ella pidió de Working holiday es para jóvenes de hasta 30 años. Y él ya había cumplido 31. “´Además de eso decidí donar óvulos, que en ese momento en México estaba muy de moda. Muchas chicas argentinas lo han hecho. Me contacté con algunas agencias, tuve que mandar información mía, fotos, etcétera y me contactó una familia para hacer el proceso y me pagaron 2.500 dólares. En realidad es una donación, es gratis. Lo que a uno le dan es como una especie de compensación por el traslado hasta el lugar, el tiempo, o sea, el desgaste, el procedimiento. Entonces, es la recompensa que dan”, detalla.

A la familia de la India pudo conocerla por una videollamada. La conversación había sido tan agradable que hasta la invitaron a Estados Unidos. Por medio de la agencia le pidieron información para poder contactarla, pero no volvieron a comunicarse. Tampoco Clara no sabe si tuvo efectividad el procedimiento. “Supuestamente tiene una tasa de efectividad muy alta, así que yo creería que sí, pero no tengo forma de comprobarlo”, explica.

En agosto de 2023 se despidió de México y de quien fue su novio y se fue a Irlanda a aplicar la visa de trabajo y vacaciones para Alemania. Necesitaba estar en Europa para postularse a diferencia de otros países que piden que el candidato esté en su país de origen. “Decidí ir hasta Irlanda porque era uno de los lugares donde te aprobaban las visas más rápido”, precisa.

Clara no quería volver a la Argentina ni le sobraban los recursos para hacerlo. Durante dos semanas hizo un voluntariado en Gorey, Irlanda, con la aplicación Workaway. Estuvo pintando paredes y haciendo algunas tareas de jardinería a cambio de techo y comida. El trabajo, de cinco horas diarias, se lo dio una mujer que estaba renovando su casa tras la salida de un inquilino. Durante esas dos semanas cocinaron con los productos de la huerta de la mujer y tuvo una habitación entera para ella.

En Alemania las cosas no fluyeron como le habían dicho. Que con saber inglés conseguiría trabajo. Pero la realidad era otra, después de pasar por entrevistas. Al menos en Berlín le exigen saber alemán hasta para lavar platos en un restaurante o limpiar habitaciones en un hotel. “Me hicieron varias entrevistas para hoteles, para los servicios de desayuno tipo buffet, donde me dijeron que no iba a ser un problema el idioma, pero después no me llamaron más”, comenta.

Para pedir trabajo formal necesitaba un certificado de domicilio proporcionado por el propietario y eso demoró un mes. Con este contratiempo salió a buscar trabajo para limpiar por horas por medio de una aplicación, llamada Helpling. Así consiguió sus primeros clientes, que no tenían inconvenientes en hablar en inglés. Al ver que la aplicación se quedaba con un gran porcentaje de su trabajo, un 34 %, logró acordar con sus algunos clientes una tarifa menor que fuera conveniente para ambos. Y ahora cobra 19 euros la hora, aproximadamente.

A ese ingreso pudo sumar finalmente el de un empleo formal. La contrató la cadena de indumentaria japonesa Uniqlo (famosa por las camperas livianas de plumas) en el área de atención al público, donde el ambiente es muy internacional. Asegura que se le pone difícil al tratar con los clientes cuando les tiene que decir que solo habla inglés. “Muchos alemanes, especialmente la gente adulta, no les agrada para nada y ofendidos, hacen comentarios. Por ahí insultan. He tenido algunas experiencias con clientes que me han hecho comentarios xenofóbicos”, agrega.

Cuenta que si tuviese que volver a elegir un destino para trabajar, no estaría Alemania. Sino un lugar donde hablen inglés como primer idioma o donde tengan una cultura un poco más flexible, “porque la cultura alemana y la gente más grande es bastante rígida y seria. Entonces no dan tanto la bienvenida”, resume.

En las redes, mostró su rebusque para conseguir comida muy económica. Con la aplicación Too good to go, consigue cerca de su casa comida de comercios que en vez de tirar (o regalar) lo que sobra, lo venden más barato. Pero tiene que esperar a las 10 de la noche para poder ir a buscar el pedido, sin saber muy bien qué le van a dar. “La última vez que la usé quería algo para cenar y me dieron cinco kilos de pan. Pero bueno, hay de todo”.

Su plan ahora es darle una sorpresa a su familia. Darle un abrazo a su abuela, que le costó entender su partida de la Argentina mientras que su madre la impulsó siempre a irse. Su partida fue “chocante” para algunos sin ninguna despedida. Cuando vuelva planea tramitar la ciudadanía española. Quiere establecerse en un lugar donde estar tranquila, sin necesidad de hacer visas, y trabajar algunos meses para viajar el resto. Hacer voluntariados. “Me parece que es increíble y es ideal para la edad que tengo”.

Dice que le gustaría que los adultos jóvenes entiendan y conozcan que hay otras formas de vivir la vida. Y no tanto como la forma tradicional de “estar en tu ciudad, trabajás 40 años, te jubilás, la pasas bien un par de años y después te morís”.

Clara no demuestra preocupación sobre el futuro, que decidió que sea hoy. Viajando por el mundo, se encontró con muchas personas que están en su misma sintonía: trabajan unos meses y después se van a dar la vuelta al mundo. “El otro día vi un video que decía que estar un año fuera del país es como vivir cuatro en el país de uno. Y la verdad que sí, porque todo lo que aprendí y todo lo que maduré estando afuera me hizo avanzar un montón. Me cambió la mentalidad sobre un montón de cosas”, asegura quien al mismo tiempo extraña un montón a su familia, como ir al mediodía a lo de su abuela que la esperaba con la comida lista en la mesa.

Fuente: Infobae

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