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Dos semanas de encierro en Puerto Madero: cómo son los días de Alberto Fernández tras la imputación por violencia física contra Fabiola Yañez

POLÍTICA Federico Mayol*
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“Quebrado”. Así lo describió, escueto y lapidario, uno de los amigos que habló con él en las últimas 24 horas. Por momentos, Alberto Fernández se derrumba. De a ratos lo invade una ráfaga de furia: “¡Ustedes no me creen!”, repitió esta semana a parte de su entorno, molesto por la incredulidad de algunos de sus ex colaboradores que están perplejos por la gravísima denuncia de Fabiola Yañez, y que hacen un esfuerzo enorme por no caerle al ex presidente.

Fernández no sale del departamento que su amigo Enrique “Pepe” Albistur le presta en el complejo River View de Puerto Madero desde hace al menos dos semanas. El sábado 3, en las horas previas a que el diario Clarín publicara en su portada que la Justicia había encontrado “datos de supuesto maltrato” a su ex pareja, el ex mandatario entró en crisis. Un par de días antes, enterado de que circulaba esa información, intentó interceder para bajarle el tono a la noticia, pero fue en vano. Ese sábado, algunos de los amigos que lo visitaron lo vieron muy deprimido. No mejoraría con el correr de los días. Buscaron, por caso, que Federico Saavedra, su médico personal, ex jefe de la Unidad Médica Presidencial, incluido por el fiscal Ramiro González en el listado de testigos que deberán empezar a desfilar por Comodoro Py a partir de la próxima semana, contactara a un psiquiatra.

A pesar de la batería de mensajes de WhatsApp entre Yañez y María Cantero, la histórica secretaria de Fernández, que se hicieron públicos en estos días, el ex jefe de Estado volvió a insistir en las últimas horas que es inocente y que jamás le levantó una mano a su ex pareja. Es más: fuentes cercanas aseguraron a este medio que Silvina Carreira, la abogada que lo representa y que fue acercada, según trascendió, por Albistur, analizaba este jueves brindar algún tipo de declaración pública para contrarrestar la avalancha de acusaciones que se acumulan en la Justicia, por las que Fernández fue imputado el miércoles por lesiones graves y amenazas coactivas.

Mientras, la defensora trabajaba a contrarreloj en la estrategia judicial con la que el ex mandatario buscará desacreditar a Yañez: Fernández dice tener testimonios para contrarrestar la seria denuncia de su la ex primera dama, que llegó a acusarlo esta semana en la Justicia de darle patadas en el vientre, de tomarla del cuello, de propinarle un puñetazo en el ojo y de cachetadas sistemáticas durante el último año de gobierno.

Con qué argumentos de la vida privada de la ex primera dama, y de la relación tormentosa que construyeron en estos años, intentará el ex jefe de Estado defenderse en la Justicia es todavía una incógnita. También cómo hará para replicar los chats de WhatsApp y las imágenes que surgieron del peritaje al dispositivo de Cantero.

El miércoles, Fernández recibió en su teléfono -el fin de semana cambió el número después de que la Justicia secuestrara su anterior aparato y su histórica línea- un mensaje de Juan Manuel Olmos: el ex vicejefe de Gabinete le sugería que enviara rápidamente al apoderado del Partido Justicialista una carta con su renuncia -estaba de licencia desde marzo-. El apuro tenía tanto que ver con la imputación del fiscal González como con la avanzada de sectores del peronismo porteño para expulsarlo en su condición de afiliado. Un operativo liderado por sectores vinculados a La Cámpora y al sindicalista Víctor Santa María. Había que descomprimir la situación. Al menos por ahora.

Según pudo reconstruir este medio, Olmos, uno de los ex colaboradores que todavía habla con Fernández, le envió un borrador de la carta. El ex mandatario hizo algunos cambios de estilo, agregó algunas consideraciones y un par de párrafos. Por ejemplo, el último, en el que se despide de esta manera: “Con mi alma lastimada por tanto escarnio y siendo víctima de una cruel operación que también lastima a mis hijos, saludo a cada compañero y compañera con mi compromiso de siempre”.

En los últimos días, amigos como Julio Vitobello y Eduardo Valdés -había versiones que daban cuenta de que el ex secretario General de la Presidencia y el diputado, muy cercanos, se habrían alejado un poco de Fernández en estas horas-; Alberto Iribarne, Jorge Argüello y Albistur lo acompañaron a diario, telefónicamente. También ex funcionarios como Santiago Cafiero u Olmos. Pablo Galíndez, su medio hermano, se había instalado en los primeros días en el departamento de Puerto Madero, custodiado por Diego Sandrini, el jefe de la custodia.

El ex mandatario casi que no tuvo ninguna defensa pública. Por el contrario, dirigentes del kirchnerismo se amontonaron para defenestrarlo, incluida la ex presidenta Cristina Kirchner, que también despotricó en privado: frente a algunos interlocutores, recordó en los últimos días que ella siempre tuvo la libido en el poder y en la política, y que no se dio tiempo, al menos en todos estos años, para las distracciones con las que Fernández se entretuvo durante su gobierno.

El que sí se acordó públicamente de su amigo, el ex jefe de Estado, fue el ex embajador en los Estados Unidos. El lunes, después de que Carlos Pagni lo presentara como su entrevistado en Odisea Argentina, Argüello se tomó unos segundos para defenderlo. “Hay algo que yo siento que no debería dejar de decir después de escuchar tu interesante y larga presentación. Cuando yo escuché la denuncia de golpes en el matrimonio Fernández a mí me resultó inverosímil. ¿Sabes por qué? Porque conozco a Fernández hace décadas, he conocido sus distintos matrimonios y parejas, y jamás he escuchado hablar sobre esto. Ahora, está hecha la denuncia, está abierta la causa, están trabajando fiscales y jueces, más no voy a decir sobre esto, pero siento que tengo la obligación, sobre todo en este momento, de hacer esta aclaración. Y lo dice alguien que lo ha tratado durante mucho tiempo”, dijo Argüello.

Fue el único.

“Alberto es como la mancha venenosa”, reflexionó en estas horas un ex funcionario que agendó el nuevo número de teléfono de Fernández. Incluso desde la Universidad de La Rioja, en España, se despegaron del vínculo contractual con él. Fue el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero el que hizo de nexo con esa casa de estudios de aquel país.

En ese sentido, en su entorno se sigue con cierta inquietud la relación con Daniel Rodríguez, un ex policía que fue intendente de la quinta presidencial en los cuatro años de gobierno del Frente de Todos, que conoce todos los secretos de Olivos y que en los próximos días deberá presentarse como testigo, bajo juramento de decir la verdad, en los tribunales de Comodoro Py.

Rodríguez trabajó junto a Fernández en la Jefatura de Gabinete, durante la presidencia de Néstor y Cristina Kirchner. Fue su sombra. Cuando el entonces jefe de ministros renunció, peleado con la ex presidenta, en julio del 2008, el ex policía se fue con él a la consultora que había montado sobre la avenida Callao. Pero para entonces, ya había tejido una relación muy estrecha con Cantero y su marido Héctor Martínez Sosa, el rey de los brokers de seguros, investigados por la Justicia por los negocios realizados con el Estado. Rodríguez estuvo muy cerca de ellos. Cuando Cristina Kirchner eligió a Fernández como candidato a presidente, el ex policía volvió a pegarse a él. Cerca del ex jefe de Estado se preguntaban por estos días si el ex intendente de Olivos no habría vuelto a acercarse a Martínez Sosa y su mujer.

En parte del entorno del ex presidente sobrevolaba además en estas horas una creciente inquietud en torno a qué información tendría acumulada el teléfono que le secuestraron los funcionarios judiciales durante el operativo del pasado viernes. El propio Fernández aseguró en la entrevista que le concedió al diario El País de España que no sabía cómo se le habían borrado las conversaciones viejas de WhatsApp en las que su ex pareja daba cuenta del maltrato físico. Una explicación dudosa.

Lo cierto es que, cuando le preguntaron si aceptaba desbloquear el teléfono, Fernández dio el visto bueno y liberó el dispositivo, una de las últimas versiones de Iphone. Enseguida, los funcionarios desactivaron el reconocimiento facial y cambiaron la clave numérica para facilitar los peritajes. Hay una cantidad de viejos colaboradores presidenciales, de allegados y de allegadas intranquilos con la información que pueda surgir de ese dispositivo: todos sabían de la adicción del ex mandatario por las aplicaciones de mensajería instantánea, en cualquier momento del día.

* Para www.infobae.com

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