google.com, pub-4701688879962596, DIRECT, f08c47fec0942fa0






 

La conexión china de Javier Milei: necesidad, urgencia y el cepo de Donald Trump

OPINIÓN Marcelo Falak*
milei-xijpg

Javier Milei obvió este martes la foto de familia del Grupo de los 20 (G20) – una familia que el lunes dio indicios de despreciarlo– y dedicó su jornada final en Río de Janeiro a encuentros bilaterales entre los que sobresalió el que mantuvo con el presidente de China, Xi Jinping.

Los mandatarios se reunieron durante media hora en el hotel Sheraton de esa ciudad, poniendo punto ¿y aparte, seguido? a los desencuentros del último año largo.

El ultraderechista que gobierna la Argentina ya no sostiene su convicción de "no hacer tratos con comunistas" como Xi, a quien aludió de ese modo una y mil veces.

"Giro pragmático", definieron numerosos medios argentinos. Acertaron, pero la pregunta que quedó sin responder es qué cosa lo motivó. ¿Será una comprensión más realista del mundo o, más bien, un imperativo táctico dado por la extrema debilidad económica de la Argentina? Acaso lo más acertado sea hablar de un pragmatismo –u oportunismo– de la debilidad, algo muy diferente de una mirada estratégica.

Argentina depende de China para sus exportaciones, para recibir inversiones que no llegan por otro camino y para reforzar, vía swap de monedas, reservas del Banco Central que, a pesar de las compras recientes de divisas estimuladas por el blanqueo, no han salido de su balance fuertemente negativo.

Felizmente distanciado de los disparates que supo decir sobre la segunda potencia mundial, Milei asegura ahora haber descubierto en Pekín "un socio interesante", pirueta discursiva que debió sortear con un rapto de fingida ingenuidad. "Ellos no piden nada a cambio, solamente que no se los moleste", le dijo hace algo más de un mes a una Susana Giménez igualmente asombrada por el hallazgo.

Eso no es del todo cierto. El comunicado emitido por las partes después del encuentro da cuenta del "interés" de la potencia asiática por "incrementar el comercio", mientras que nuestro país habló de su "vocación de diversificar y aumentar su oferta de exportaciones al mercado chino".

¿La agenda será solamente comercial? Si así fuera, no cabría hablar de deshielo.

Javier Milei, hijo del rigor

En los meses bajos de la relación, generados por la torpeza del jefe de Estado, China hizo sentir el rigor con una reducción de sus importaciones de alimentos. Además, puso en evidencia la dependencia financiera de nuestro país al conceder una mera prórroga para el pago de los 5.000 millones de dólares activados en el marco del swap de monedas. Con picardía, el gobierno argentino definió entonces esa decisión como una "renovación" del entendimiento, cuando lo único que se hizo fue posponer pagos que no había condiciones de realizar y que, tal como quedaron las cosas, debería comenzar el año próximo para culminar a mediados de 2026. En concreto, no fluyó ni un solo yuan más hacia el Banco Central.

La Argentina le interesa a China en el marco de su competencia con Estados Unidos por la hegemonía mundial, lo que convierte a nuestro país –frágil como está, obsesionado por un Presupuesto apretadito y calmado a fuerza de Clonazepam financiero– en un ítem interesante del capítulo sudamericano de esa carrera. En rigor, el gigante quiere bastante más que incrementar el comercio, toda vez que un mercado de 46 millones de consumidores empobrecidos no le interesa demasiado.

La agenda de la expansión china en la región se basa en sus inversiones apalancadas en créditos llave en mano y tiene como elementos eternamente irresueltos las represas de Santa Cruz, las centrales nucleares pactadas y nunca concretadas, la concesión de la Hidrovía y, de modo estelar, la construcción de un puerto de aguas profundas en Tierra del Fuego.

¿Se arrepentirá hoy, el voluble presidente, de las promesas que le hizo en abril, en ese mismo territorio, a la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los Estados Unidos?

¿Considerará, acaso, que es posible hallar la cuadratura del círculo y estar, a la vez, con Dios y con el diablo –o viceversa–?

Cuidado: el peligro de perseguir ese camino errante es terminar en dos infiernos simultáneos.

Franco Colapinto va más rápido con la China

Fue tanta la importancia que Milei le dio al relanzamiento de la relación, gestionado en Pekín por la propia Karina Milei, que se llevó al Sheraton a buena parte de su gabinete: a su hermana secretaria general, al canciller Gerardo Werthein, a Toto Caputo, al ministro de Defensa, Luis Petri; al desregulador Federico Sturzenegger, al presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y hasta al vocero Manuel Adorni, además de funcionarios de menor rango.

El romance, sin embargo, deberá madurar más lentamente que el de Franco Colapinto y la otra China (Suárez). Los mandatarios se invitaron recíprocamente a visitarse, pero sin establecer fechas concretas.

Si ya resultó divertido observar a Milei posando con Xi delante de la bandera roja que simboliza la unidad del pueblo chino bajo el liderazgo del Partido Comunista, ¿alguien imagina rindiendo honores en el Mausoleo donde descansa Mao Tse Tung, en la plaza de Tiananmen?

Big Brother Donad Trump is watching you

El ritmo lento del deshielo está más que justificado: el 20 de enero próximo, Donald Trump asumirá el poder y, esta vez, hablar de "poder" no es una expresión de compromiso.

La gran obsesión del republicano resurrecto no es otra que abortar el desafío de Pekín por el liderazgo internacional, lo que, si cumpliera lo dicho en la campaña electoral, se traduciría en una política verdaderamente áspera de aplicación de aranceles a las importaciones chinas, apoyo a Taiwán –considerada una isla rebelde por la República Popular– e innumerables restricciones para el comercio, sobre todo, para las inversiones de la potencia asiática en el mundo. La prioridad del magnate es que el Ejército Popular de Liberación y los servicios de inteligencia del enemigo no se hagan ni con una pizca de información, conocimiento científico o tecnología occidentales.

No sorprende, por eso, que los gobiernos de Buenos Aires y Pekín hayan enfatizado la cuestión del comercio en su comunicado de este martes. Hablar de inversiones sería espinoso para la débil Argentina, la que le promete alineamiento total a la ultraderecha que está por volver al poder en Estados Unidos.

Trump será el gran cepo para que el argentino despliegue el candor con el que, como un Marco Polo del siglo XXI, acaba de descubrir Oriente.

BRICS: el que se fue sin que lo echen

El día de bilaterales del anarcocapitalista continuó con la directora gerenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. Otra vez, prolegómenos: como lo ha hecho con cada funcionario argentino con el que le tocó lidiar, la economista búlgara se deshizo en elogios a "los impresionantes progresos realizados en la estabilización de la economía y en su transformación en una economía de mercado". Prometió "apoyar a Argentina y a su pueblo en la consolidación de estos logros", añadió, preparándose para lo que se le podría pedir en el advenimiento de la era Trump.

En concreto, un nuevo acuerdo que reemplace y refinancie el vigente, por 45.000 millones de dólares, y que adicione unos miles de millones para acelerar la salida del cepo, facilitar un golpe de efecto en la previa de las elecciones de mitad de mandato, reforzar las chances de recuperación de la actividad y, a gusto de Trump y de su futuro canciller, Marco Rubio, mejorar las chances de la ultraderecha argentina en 2027.

Una vez más, cabe la pregunta: ¿será con China y con Estados Unidos a la vez? ¿Será con el diablo y con Dios? ¿Existe tal cosa?

Algo no menor, el argentino también se estrechó las manos con el primer ministro de la India, Narendra Modi, quien gobierna la democracia más populosa del mundo y un mercado en expansión de nada menos que 1.400 millones de consumidores.

Dados esos encuentros, esas cortesías, esas fotos y esas sonrisas, cabe preguntarse para qué… diantres la Argentina renunció, en el comienzo del actual gobierno, al ingreso que ya tenía concretado al grupo de potencias emergentes BRICS. Según comentó entonces la desechada Diana Mondino, la Argentina no tenía nada que ganar en términos de comercio e inversión con esas compañías y sí, en cambio, a través de una alianza con las "democracia del mundo libre". Ni ella ni quienes la mandaban a decir esas zonceras entendían de qué hablaban.

* Para www.letrap.com.ar

Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto
google.com, pub-4701688879962596, DIRECT, f08c47fec0942fa0