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Argentina podría ser el país más perjudicado por la emisión de divisas digitales

ECONOMÍA 12/12/2021 Sergio SERRICHIO
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No es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo. El intenso trabajo de un gran número de bancos centrales del mundo hacen casi una certeza que en los próximos años varios de ellos emitirán una versión digital de su propia moneda. Además de un gran desafío para las criptomonedas privadas, como el bitcoin, esto tendrá también consecuencias para los mercados emergentes, en particular para aquellos de alta inestabilidad macroeconómica e inflación y moneda débil, como la Argentina.

El efecto incluirá aspectos positivos, como una disminución de los costos de envío de remesas de emigrantes residentes en países centrales, que envían remesas de dinero a sus países de origen, pero también impactos macroeconómicos negativos, pues si el diseño de divisas digitales permite su tenencia por parte de extranjeros, aumentará la sustitución de monedas y la inestabilidad financiera y reducirá el “señoreaje” (el beneficio que se obtiene de emitir libremente la propia moneda) en los países emergentes.

El alerta, con énfasis en la situación de la Argentina, que menciona varias veces como caso destacado, lo emitió el economista chileno-norteamericano Sebastian Edwards, profesor de la Universidad de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y execonomista-jefe del Banco Mundial para América Latina, en un reciente estudio publicado por el National Bureau of Economic Research (NBER), la institución de investigación económica más prestigiosa de Estados Unidos.

Edwards, que el año pasado, en una entrevista con Infobae, había señalado que “la economía argentina sigue aplicando medidas que no sirven desde mediados del siglo XX”, cita un informe del Banco de Basilea (suerte de “banco central de bancos centrales”) el número de entidades trabajando activamente en la emisión digital de su propia moneda se duplicó en los últimos tres años, y en la mayoría de los casos apuntan a monedas digitales de “propósito general”, incluyendo su uso en transacciones minoristas. Este medio había también referido otro estudio detallado sobre las pruebas y estudios de diversos países, avanzados y en desarrollo, para la eventual emisión de monedas digitales.

Antes de 2025

Una conclusión del estudio es muy precisa al respecto: “Bancos Centrales que colectivamente representan un quinto de la población mundial probablemente emitan su propia moneda digital de propósito general en los próximos tres años (antes de 2025)”, aunque considera improbable que la mayoría de los bancos centrales del mundo lo haga “en un futuro previsible”.

Los objetivos de la emisión del dólar, el euro y el yuan digitales, tres de los proyectos en curso, son mejorar la eficiencia y reducir el costo del sistema de pagos, alentar la inclusión financiera y facilitar y reducir los costos de las transacciones transfronterizas. El Banco Central Europeo destacó también que la emisión del euro digital proveería un nuevo y más eficiente canal de transmisión de la política monetaria, además de disminuir los costos y la “huella ecológica” del sistema monetario y de pagos.

Gran parte de los efectos dependerá de la arquitectura específica que adopten las monedas digitales de bancos centrales (referidas como CBDC, por sus siglas en inglés, o como “govcoins”); cuán masivo sea su uso, si pasarán por el sistema bancario o directamente por el Banco Central emisor y con qué medidas y eficacia se protegerá la privacidad de los usuarios.

Definiciones sobre fondeo

Estas cuestiones implican definiciones acerca del fondeo de las divisas digitales, el uso de tecnologías de tipo descentralizado, como blockchain, o arquitectura propia del emisor (que definirá a su vez la trazabilidad del dinero, clave en la lucha contra el lavado de activos y otros ilícitos), acceso basado en identidad o tokens (asimilable a la diferencia actual entre usar un medio digital de pago, como tarjetas y QR, o efectivo), lo que despierta temores acerca de un excesivo poder y control estatal, y la posibilidad de limitar la tenencia individual, a su vez relacionada con la disyuntiva sobre si las e-divisas se usarán solo para transar o también para mantener ahorros.

Al respecto, Fabio Panetta, miembro del directorio del Banco Central Europeo, precisó que para que el euro-digital funcione bien, debe limitarse su uso como canal de ahorro e inversión, desalentando o prohibiendo las tenencias (en cada momento del tiempo: la llamada “demanda de dinero”) superiores a los 3.000 euros digitales por persona.

Para las economías y monedas de los mercados emergentes, en especial en países inestables y altamente dolarizados como la Argentina, la definición más importante es si, por caso, el “dólar digital” que eventualmente emita la Fed de EEUU permitirá la tenencia por parte de extranjeros, pues en tal caso ahondaría la “sustitución de monedas” y –escribió Edwards- probablemente aumente la inestabilidad financiera en algunos mercados emergentes, al tiempo que reduce el señoreaje”.

El caso de El Salvador

El economista subraya que en el caso de la reciente decisión del gobierno de El Salvador de conferir status legal y forzoso al Bitcoin el efecto de “sustitución de monedas” (a expensas de la local) no es importante. En primer lugar, porque el bitcoin es una criptomoneda privada y su alta volatilidad hace dudar de su condición de “dinero”. Y además, porque ese país latinoamericano no tiene moneda propia: los salvadoreños ya usaban el dólar y no andaban a la búsqueda de una divisa estable que les sirviera de reserva de valor, medio de cambio o unidad de cuenta. Distinto sería el caso de la Argentina, explica, “donde el dólar circula a la par de la moneda local”.

Para los mercados emergentes, dice Sebastián Edwards, las tres cuestiones centrales son el efecto que tendría una divisa digital como el dólar o el euro sobre su capacidad de tener una política monetaria propia y controlar el funcionamiento de los mercados financieros, las implicancias regulatorias, en particular sobre las “reglas prudenciales”, y qué ocurriría si el emisor digital permite que su e-divisa se use en transacciones transfronterizas. En tales casos, un e-dólar afectaría más intensamente el nivel de precios local, el tipo de cambio y el señoreaje de los bancos centrales emergentes.

El desafío, insiste el también académico, es más agudo para países con historia de alta inflación, en que la gente huye de la tenencia de dinero local. Al respecto, Edwards cita a Milton Friedman, padre del monetarismo, quien remarcaba que una demanda estable de dinero es fundamental para la efectividad de la política monetaria.

De hecho, el estudio también cita un reporte reciente del FMI que dice: “la adopción de dinero digital implica riesgos y desafíos de política”: al aumentar la sustitución de moneda, aumentar la vulnerabilidad y el descalce de monedas, afecta en última instancia la capacidad del Banco Central. “Sin salvaguardas apropiadas -agrega Edwards- esto puede facilitar los flujos ilícitos y hacer más difícil para las autoridades regulatorias hacer cumplir los controles cambiarios y de capital” y afectar los flujos de capital. Un Banco Central débil se tornaría casi completamente impotente.

Gran parte del estudio de Sebastián Edwards se enfoca luego en la cuestión de “sustitución de monedas”, citando profusamente un paper del argentino Eduardo Levy Yeyati, de marzo pasado, que distingue entre “dolarización financiera” (básicamente, ahorro) y “dolarización real” (transacciones, en especial en operaciones de alto valor). Una vez que un país o región comienza a usar dólares cash, cita otro estudio, la dolarización aumenta con cada nueva crisis.

Argentina y Perú

Según Edwards, América Latina presenta dos casos destacables; la Argentina y Perú. En Argentina la circulación de dólares representaba en 2006 el 22% del PBI, en 2019 hasta se publicó un libro titulado “El dólar, historia de una moneda argentina” y en los últimos dos años, dice Edwards, el país continuó con su alto nivel de inestabilidad: una inflación superior al 50% anual y el uso de billetes de USD 100 “en todo tipo de transacciones”.

En cambio, remarca, Perú ha tenido en los últimos 20 años una macroeconomía estable, baja inflación y un tipo de cambio firme, a pesar de que legalmente hay completa sustitución y los cajeros automáticos dispensan tanto dólares como nuevos soles, la moneda propia. Allí, dice, “no parece haber el riesgo de una huida de la moneda local, incluso si (la emisión del dólar digital) reduce grandemente los costos de transacción”. De hecho, el citado documento de trabajo de Levy Yeyati precisa que en los últimos 15 años, a pesar de su volatilidad política, Perú vivió un proceso de “desdolarización”.

Modelo y estimaciones

En vena académica, Sebastián Edwards construye luego un modelo, compara situaciones y estima, basado en ciertos supuestos, que con el dólar digital la demanda de moneda local en la Argentina sería 30 veces más sensible que en Perú a cambios en las expectativas de inflación, lo que multiplicaría el quantum de las consiguientes devaluaciones y haría ingobernable la política monetaria. En estas circunstancias, agrega, este tipo de saltos cambiarios aumentaría la vulnerabilidad del sistema financiero local, requiriendo una mayor vigilancia regulatoria y más estrictas “regulaciones prudenciales”.

Saltos así, subraya, tendrían efectos reales, pues limitarían la capacidad de las firmas de endeudarse en moneda extranjera o de pagar deudas a través del sistema bancario u otros intermediarios financieros. Esto, de hecho, “parece uno de los más formidables desafíos políticos futuros para las naciones emergentes”.

En cuanto al efecto negativo sobre el “señoreaje” de los bancos centrales, de vuelta la Argentina es un caso destacable, en la medida que llegó a equivaler al 50% de los ingresos fiscales, contra 26% en Perú, 22% en Bolivia y Brasil y 13% en Colombia y Ecuador, contra apenas 2% en los países emergentes del este europeo.

Edwards compara los casos de la Argentina, Chile y México. “No sorprendentemente”, dice la “base imponible” del señoreaje es más baja en la Argentina, por su tradición de inestabilidad y alta inflación, que hace que la gente huya del peso. De allí resulta un ratio de 28% del PBI (en 2017), contra 45% en México y 85% en Chile. Al ser más baja la base, el “impuesto inflacionario” debe ser más alto, como de hecho lo es. Si México tuviera la misma “base” que la Argentina, calcula Edwards, perdería hasta 38% de su señoreaje, nada menos que 1% del PBI.

Veinte años no es nada

Al respecto, Edwards recuerda que en 2000 el entonces senador republicano por Florida Connie Mack presentó un proyecto para que, si la Argentina dolarizaba, la Reserva Federal le pagara el “señoreaje” que perdería por resignar su moneda.

El proyecto nunca se trató, pero que haya discutido a ese nivel, concluye Edwards, deja en claro que la cooperación internacional será clave para evitar los efectos de la eventual emisión del dólar u otra divisa digital de potencial impacto en los mercados emergentes.

En cuanto al efecto benéfico, el estudio precisa que actualmente el costo promedio del envío de remesas de emigrantes a sus países de origen es del 8% del valor enviado, pero llega a hasta 18% / 19% en algunos países asiáticos. Entre los países más beneficiados por la reducción de costos que implicaría la emisión de divisas digitales, se destacan Haití, el Líbano y Sudán del Sur, en donde las remesas representan entre el 30 y el 40% del los respectivos PBI. En países centroamericanos como Honduras y El Salvador, la proporción supera el 20%, y en Nicaragua y Guatemala se acerca al 15 por ciento.

La Argentina está lejos de la situación de esos países, cuyo “beneficio digital” sería proporcional al número de expatriados. Pero debería preocuparse por estar entre los principales perjudicados de la eventual y casi segura emisión de divisas digitales debido a su condición de economía sísmica.

Fuente: Infobae

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