Resistiendo el paso del tiempo, las modas, los cambios de paradigmas gastronómicos y el auge de nuevos modos de desarrollar los negocios, una pulpería ubicada a 100 kilómetros de CABA, en Mercedes, sigue convocando a clientes de todo el país e incluso de procedencia internacional, hechizados por la propuesta de recrear un almuerzo como los de hace dos siglos en un sitio original.
Se trata del último pulpero, ese que mantiene no solo el aspecto y las características del negocio inaugurado en 1830, sino que también sigue apostando por el mismo menú, que conserva su poder de atracción intacto. La historia detrás del comerciante -y de su familia- que mantiene una rica tradición ofrece aristas impactantes.
La mítica Pulpería de Cacho di Catarina se encuentra en una esquina de campo a orillas del río Luján. Sólo hay 100 kilómetros de distancia desde Mercedes al Obelisco, es decir que -según días y horarios- se puede llegar en aproximadamente una hora a este templo que perdura desde los comienzos del país. Cuando abrió sus puertas, recién habían pasado 14 años de la declaración de la Independencia.
En los últimos tiempos, con el auge del turismo histórico, ese que busca puntos atractivos por razones ajenas a paisajes, modas o movidas de marketing, la gente fue descubriendo esta pulpería que conquista a primera vista porque propone hacer un alucinante viaje en el tiempo.
Para llegar desde el centro de Buenos Aires hay que tomar la Autopista del Oeste y empalmar con la ruta nacional 5, que lleva directamente a Mercedes. Como el recorrido se hace en apenas una hora, se trata de un destino ideal para las escapadas de fin de semana, ya que la ciudad tiene otros puntos interesantes para admirar y disfrutar.
El último pulpero: “Nuestra misión es no hacer cambios”
Nada ha sido reciclado. Ya desde el exterior el negocio invita a adentrarse en hábitos y costumbres de quienes forjaron los destinos de la Patria hace dos siglos. “Nuestra misión es mantener todo como está, no hacer cambios y conservar al máximo este tesoro”, dice Fernanda Pozzi, sobrina de Cacho di Catarina, el pulpero que construyó la grandeza del local.
El menú de la pulpería se basa en platos típicos y no se deja invadir por la cultura gourmet. “Son los aromas que todos los argentinos queremos, todo el país se puede resumir en la cocina de la pulpería”, asegura Fernanda, que es la tercera generación que atiende el negocio.
Cacho di Catarina, considerado como el último pulpero, falleció en 2009 y su familia se propuso continuar con su legado. “Sabemos que hay muchas empanadas ricas en Argentina, pero la nuestra es la mejor”, afirma convencida. Las preparaba Cacho, era su plato: amasaba y hacía el relleno de carne. Otra de sus sobrinas, Paola Pozzi, es la que heredó la receta, que se niega a revelar.
“Como todo pulpero, quería que los clientes se quedaran el mayor tiempo posible en la pulpería y para eso tenía su secreto: las hacía picantes”, confiesa. La razón es simple: “El picante da sed y los comensales se quedan en largas sobremesas bebiendo”.
Toda la familia tiene claro que el éxito se apoya en la tradición y que no se necesitan innovaciones ni cambios. “Las empanadas son para comer con las piernas abiertas, por lo jugosas. Se hacen fritas a la vista del público en un disco alimentado a leña”, cuentan.
Además de comer rico, la pulpería ofrece también una mirada digna de museo: el salón no se ha tocado en 194 años. Hay estanterías que permanecen como hace un siglo. Se conserva el palenque en el que los gauchos ataban a sus caballos. También se pueden observar viejas botella de vinos y licores, vasijas y elementos propias de otras épocas que los visitantes más jóvenes deben preguntar qué son.
Más de 500 personas ocupan las mesas del patio, del jardín o del interior de la pulpería cada fin de semana. Cumplen el ritual del aperitivo, la degustación de empanadas y luego se deleitan con el asado y las achuras. “Todos los productos que ofrecemos son de Mercedes. Ese es un gran orgullo nuestro”, afirman.
Fuente: TN