De Paul es más que la figura de la noche contra Canadá. Su importancia excede su excelente asistencia a Julián Alvarez y su participación en el segundo gol. Está por encima de su despliegue, de ser el Cholo Simeone de esta Selección. Es un jugador preponderante en el ciclo. Rodrigo fue quien bajó a Messi del póster para transformarlo en estatua. Él se acercó a Leo y lo integró a un nuevo grupo, a una generación que lo miraba desde el silencio de la veneración. Su carisma, su moral, ayudó desde el primer momento. Se convirtió en una especie de guardaespaldas del 10 y del equipo. Por supuesto, no sólo desde ese punto de conexión determinante. A veces se menosprecia al futbolista por algunos posibles excesos del personaje.
Fue clave también desde el juego. Primero fue la revelación del equipo en la Copa América del 2019. Y se transformó en el gran hallazgo del entrenador, porque cuando Scaloni lo convocó inicialmente no estaba en el radar de nadie. Después, ya en la coronación del 2021, De Paul jugó su partido consagratorio en la final con Brasil, en un partido grande. Esa noche asistió para el gol típico de Di María, el que rompió la pared. Antes y después se había consolidado como un jugador inamovible del equipo. Hasta lesionado jugó en Qatar, demostrando su compromiso irrompible. Los grandes flashes se lo llevan lógicamente el capitán, Di María por ser el segundo crack, los enormes Dibu Martínez y Cuti Romero, los otros dos plenos del DT. Aunque entre ellos siempre provoca aplausos el sudor inteligente de De Paul.
Argentina así llegó a una nueva final. Con un gol sucio pero igual valioso de Messi, que volvió a tener incidencia en el ataque del equipo, porque en el último partido se había notado que estaba tocado. Con los controles exquisitos de Julián Alvarez, su golazo y su presión insoportable en la salida del rival. Con el andar impasable de Cuti Romero. Con Montiel súper seguro en el uno contra uno por derecha y Tagliafico serio por la izquierda. Con un Di María que casi hace su gol calcado de emboquillada después de un pase excelente de Enzo Fernández. Y en el final, cuando Canadá fue por la heroica, otra atajada con festejo viral de Dibu Martínez, hasta ahora el mejor jugador de la Copa junto a James Rodríguez, el zurdo que demuestra ser un jugador de selección en Colombia. Argentina no sólo elevó su flojo nivel con Ecuador, una vara que estaba muy baja después de uno de los partidos más flojos del ciclo. Fue el mejor partido en la Copa.
Y lo más relevante se dio, por momentos, cuando hubo conexiones futbolísticas de alto nivel. Toques en velocidad propios del campeón del mundo. Después, llegar otra vez al último día de la competición le da también valor a las otras finales, incluidos los enormes futbolistas que no pudieron ganar, como bien declaró Messi. “Son las últimas batallas”, reconoció al rato. Y es merecido, por rendimiento actual y por la historia, que sean para ganar títulos. Hubiera sido un pecado que el último partido de Di María fuera en cuartos y sin entrar ni un minuto. Si es por correr, a los 76′ recuperó una pelota en el área propia hasta que le hicieron infracción en ataque. Ahora los generales, sumando a Otamendi, irán por otra vuelta. Nada fácil aunque el equipo lo haya naturalizado.
El trabajo de Scaloni es encontrar la forma de hacer convivir a los mejores. Ya demostró que se ganó el manejo del grupo desde un perfil que nació jugadorista, pero nunca le ha temblado el discurso cuando debió sacar a algún pesado. Se percibió nítidamente en el momento de zozobra en el Mundial, cuando perdieron la titularidad jugadores del DT como Paredes y Julián Alvarez. Dejó el corazón en la mesita de luz. Tocó el medio con los ingresos de Enzo Fernández y Mac Allister, dos volantes que no eran fijas en la lista cuando había arrancado el año. Vio que Julián estaba por encima de Lautaro, el goleador del ciclo que estaba averiado: lo puso también.
Su perfil táctico no se ata a los rebusques tácticos ni a decisiones fundamentalistas. Puede repetir que es un juego, que al otro día de una derrota sale el sol, pero cuando el rival se viene puede poner línea de 5, achicar espacios y salir de contra. Es astuto para elegir jugadores. Como es certero para hacer ajustes puntuales. Contra Canadá, puso a Enzo de 5 para que Alexis no perdiera juego ni marca por la banda izquierda, más De Paul como siempre por el otro costado. Después, Di María retrocedió por derecha con Davies, y Julián lo hizo como si fuera extremo izquierdo. De ese modo, inteligentemente buscó que Messi quede de 9, que no se desgaste en la vuelta a los 37 años y con temperaturas tan altas. Detalles que son clave, aunque allí su jugada de más alto nivel fue en la final contra Francia. Corrió de derecha a izquierda a Di María y ahí empezó a ser campeón mundial.
A la Selección ahora le queda un paso. Su propio upgrade en Estados Unidos. En la previa, el partido más complejo de todos. No sólo por tratarse de la final. Es un lugar común que carece de rigor cuando se repite que para ser campeón del mundo, o de América, hay que ganarles a todos. En realidad hay que derrotar a los que aparecen en la llave. Argentina caminó por la ruta menos difícil. Del otro lado se raspan Brasil, Uruguay y Colombia. Rivales de mayor jerarquía y que se exigen entre ellos para llegar al domingo.
Los brasileños ya miran por televisión porque su juego no fue al nivel del escudo. Juntaron delanteros top como Vinicius, Rodrygo y Endrick, pero le faltó imaginación para tener calidad de ataque, el medio falló y hasta los laterales fallaron. Sin Neymar, la peor versión de Brasil de los últimos tiempos. Quedará Colombia, hasta ahora un equipo súper confiable, con resultados positivos y James en un altísimo nivel. O Uruguay, hasta hoy el gran enemigo por historia de la camiseta, la impronta de Bielsa y la calidad de sus futbolistas. Es un equipo que une las ideas del entrenador con el temple uruguayo. Aunque si Argentina está en su mejor versión es más equipo que todos, con un menú superior de jugadores. Y con otra ventaja: es una generación que sabe jugar las finales. Así ya se ha ganado la eternidad.
Fuente: Infobae