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Las señales de Javier Milei para la Fase 2 del plan libertario

OPINIÓN Marcelo Falak*
mileijpeg

Los últimos días han sido ricos en gestos políticos, simbologías y puestas en escena que, más allá de sus vacuidades intrínsecas, resultan relevantes para pensar el rumbo que tomará el país en lo sucesivo, los modos que pergeña el gobierno de Javier Milei para recorrerlo y sus posibilidades de éxito. Esto es así desde la tela que dejó para cortar la fallida participación nacional en la cumbre del Mercosur en Asunción hasta los actos por el Día de la Independencia, pasando, claro, por el promocionado Pacto de Mayo.

Rompamos el estricto orden cronológico en aras de la claridad.

La pretensión disciplinadora de Javier Milei

Javier Milei buscó hacer del Pacto de Mayo el hito –y el mito– fundante de la nueva Argentina que habita en su cabeza. Él, claro, se colocó en el centro al imponer decálogo, lista de invitados, etiqueta y roles principales y secundarios, algunos de estos últimos irritantes, tal como lo sintió Mauricio Macri. Al establecer el sentido, en suma: un disciplinamiento de la casta o, al menos, de la parte de ella que se hizo presente. El frío de la medianoche tucumana sirvió de modo inmejorable para escenificar esa intención.

Aquejada por una gripe evidentemente incapacitante Victoria Villarruel no acudió a Tucumán. Afortunadamente, más allá de lo brutal de sus efectos, la enfermedad resultó breve porque no impidió que ayer, apenas diez horas después, la vice apareciera radiante en el desfile militar por el 9 de Julio.

Si de disciplinamiento se trata, hay que reparar en que después de mayo vinieron junio, julio y nuevas enseñanzas sobre cómo funciona el poder en la Argentina: un sí no siempre es un sí, así como un no tampoco es siempre un no.

Lo crucial es que, tras su pompa, Mayo –un simple manifiesto de intenciones– requerirá la puesta en marcha de un Consejo destinado a convertir sus principios en proyectos de ley que, se supone, deberían tener un paso liso por el Congreso debido al compromiso –interesado– de los 18 gobernadores firmantes. Allí, en la esencia procrastinadora de las comisiones –como diría Juan Domingo Perón–, en el valor relativo de los compromisos impuestos a la fuerza y en las ya conocidas ambigüedades de la relaciones entre mandatarios provinciales y legisladores anida la esencia probablemente fútil de lo firmado.

Declaración de intenciones

Letra P ya consignó su interpretación de las nuevas tablas de la ley leídas con tropiezos impropios de quien, ufanándose de su capacidad comunicativa, se describió alguna vez como el Aarón del jefe poco elocuente Moisés, esto es su hermana Karina.

De acuerdo con aquel análisis, más allá de lo superfluo –la sacralidad de la propiedad privada–, lo impracticable –una nueva coparticipación–, lo testimonial –la tibiecita mención a la educación–, lo fatalmente encarado –la explotación de los recursos naturales en base al abusivo RIGI– y lo incierto –la apertura comercial radical–, sobresalen dos elementos. Uno, lo ausente: toda alusión a la llaga de la pobreza y la exclusión; dos, el proyecto: la cristalización de un equilibrio fiscal entendido como recorte brutal del gasto, deterioro o cancelación de servicios públicos y megadesempleo.

Así lo señaló el propio Presidente en su discurso para quien quisiera entenderlo:

* "Nos comprometemos con esta firma a bajar el gasto público a los niveles históricos en torno al 25% del producto bruto interno (…). (Hoy) de cada diez pesos que el argentino genera con el sudor de su frente, más de cuatro son consumidos por los Estados nacionales, provinciales y municipales.

* "Bajar drásticamente el peso del Estado en nuestra economía es nuestra misión más importante y más difícil. Por eso convocamos a este pacto (…). Por cada empleado del Estado nacional hay cinco empleados provinciales. Llegar a un peso del Estado razonable de 25 puntos del PBI requiere que todos los niveles del Estado hagan su parte".

¿Clarito?

Una opción de hierro

El gasto público objetivo, establecido en 25% del producto, es totalmente arbitrario, número mágico de una época en la que la Argentina no tenía más de la mitad de la población sumida en la pobreza, casi el 10% en la indigencia, una desocupación tan encubierta por un empleo masivo en la mayoría de los estados provinciales, jubilaciones de hambre y servicios de salud y educación jaqueados por el desfinanciamiento.

¿Es viable el país del futuro con semejante poda del gasto, unos 18 puntos porcentuales respecto de lo heredado por Milei? ¿Podrían las provincias recortar, en algunos casos, sus planteles de trabajadores a casi la mitad sin arder en un infierno social y político? Y más: ¿la normalización de las cuentas públicas, imprescindible para un país megainflacionario y sin crédito, es posible sin políticas de crecimiento y decididamente progresistas, que hagan que los multimillonarios dejen de recibir subsidios y, al revés, paguen los impuestos que les corresponderían –y para empezar los paguen–?

Gobernadores, patos de la boda

La foto del jefe de Estado, los titulares de las dos cámaras del Congreso y nada menos que 18 gobernadores es políticamente potente. Son estos, si en verdad planearan cumplir con lo firmado, quienes deberían ajustar sus gastos en la medida exigida por Milei, un achicamiento que iría mucho, mucho más allá del dispuesto desde la capital del país en base a cese de la obra pública, fin de las transferencias discrecionales, cancelación de fondos de asignación específica y caída de la recaudación propia debido al rigor hiperrecesivo del Caputazo.

Uno que pese a esos desafíos se mostró especialmente entusiasta fue el primer "perolibertario": el anfitrión de la fiesta, Osvaldo Jaldo. Este tuvo un rol estelar en el protocolo y hasta aplaudió exaltado el cierre de la alocución presidencial, en especial la arenga "¡viva la libertad, carajo!". Ver para creer…

¿Será el tucumano el ariete de un intento oficialista para dividir la oferta peronista en las elecciones del año próximo, como informa Iván Schargrodsky.

En tanto, el salteño Gustavo Sáenz se durmió durante el discurso mal leído por Milei.

Además, se permitió un microscópico gesto de rebeldía al colocar un poncho rojo sobre su traje oscuro, rompiendo la etiqueta del "protoloco" (sic) impuesto por Presidencia. "A mí nadie me dice cómo vengo, vengo con Güemes en el corazón siempre", desafió. Algo es algo.

Otro "rebelde" fue el santafesino Maximiliano Pullaro, quien desentonó en la foto de Mayo con un traje achupinado y de un gris más claro que el requerido. No puede decirse que los gobernadores no hagan valer su rol institucional.

Lo central es que si cumplieran con lo que prometieron, todos ellos serían los principales patos de la boda de Milei. Este medio sospecha que eso no está totalmente en sus planes.

Sin embargo, esos mandatarios vienen de facilitar, junto a opoficialistas varios del Congreso –ausentes en el acto–, la aprobación de la ley Bases, que habilita al Presidente a proceder durante todo un largo año a un proceso de virtual desguace del Estado. Ese es el contenido principal de lo que viene, al que los cuerpos sin alma de Mayo prestaron su aval.

El Pacto de Mayo trata de sumar a los estados provinciales a ese objetivo, pero aun si este se convirtiera en papel mojado, la tarea colaborativa de esos gobernadores fue consumada por el rol que jugaron para facilitar la concesión legislativa de facultades delegadas tan amplias.

Una exhibición de músculo militar

La promocionada "batalla cultural" de la ultraderecha argentina no alcanza todavía para un desmonte efectivo de la política de derechos humanos. Sus inspiradores están en eso, pero anida allí un triunfo crucial de la Argentina democrática que aquellos aún no han logrado perforar como quisieran.

Este martes , Día de la Independencia, el Gobierno recuperó la tradición de los desfiles militares a lo grande, cosa que no es reprochable en sí misma más allá de representar una lectura un tanto infantil de la gesta patria, que excluye –como en primer grado– la riqueza civil, popular y plebeya del proceso. Tampoco es negativa la intención de reequipar a las Fuerzas Armadas, más allá de los alineamientos que supone. La cuestión pasa por los símbolos y sus contenidos, como su impropio paseo en un tanque junto a Villarruel.

¿Lo visto ayer supone la impostación de un neomilitarismo, de poderío armado que el país en verdad no posee? En tal caso, ¿a qué enemigos se dirigiría ese gesto?

¿Fue parte –incipiente– de una construcción de poder de cuño bolsonarista, destinado a restituir poder político de los militares? De ser así, en eso tendría más para ganar la vicepresidenta.

¿Reivindica sanamente al Ejército sanmartiniano y belgraniano –eminentemente popular– o al procesista, personero de poderes no precisamente populares, de la mano del retorno de las ideas de "guerra" y "excesos" en los años 70, desmentidas por el Poder Judicial, el consenso nacional e internacional y el más elemental sentido de decencia?

Mucho en Milei es impostura. Pudo haberse emocionado hasta las lágrimas en el homenaje a Carlos Menem, cuando recordó los gestos de perdón personal del riojano, pero sus intenciones van en otra dirección.

Las Fuerzas Armadas que él y Villarruel reivindican ni siquiera son las menemistas, cuyos crímenes fueron perdonados –no olvidados–, más allá del repudio que esto merezca, y que fueron sometidas, incluso con fuego, al poder civil. No hay en ellos ideas ejemplares como las de Martín Balza, sino más bien doctrinas como las esbozadas, desde su condición criminal, por Emilio Massera.

Mercosur: un país pequeño y encima aislado

Lo ocurrido en los últimos días a nivel de relaciones exteriores fue una suma de desastres, parte de la cadena de gestos y actos que presagian lo que viene.

No se trata esta vez de establecer juicios sobre lineamientos de una política internacional que este medio ya consideró mal diseñada desde el vamos. Lo actuado en los últimos días por Milei y por Diana Mondino es contrario incluso a los propósitos del gobierno paleolibertario.

La poco valiente decisión de Presidente de rehuir un cara a cara con Luiz Inácio Lula da Silva lo llevó a enviar a la cumbre de Asunción a su canciller. En paralelo, su viaje a Camboriú –para repetir lo mismo de siempre en un evento regional de la ultraderecha y protagonizar un vergonzante intercambio machista y homofóbico con el clan Bolsonaro – terminó de conformar un conjunto sentido por los presidentes del Mercosur como un desdén injustificable, cosa que todos se encargaron de decir a viva voz.

Si el décimo punto del Pacto de Mayo apunta a "una apertura al comercio internacional", la existencia en el Mercosur de un arancel externo común y de una normativa que obliga a los Estados miembros a negociar pactos con terceros países y bloques de manera conjunta requeriría una reforma. Sin tándem en Argentina, Lula da Silva parece más dispuesto a flexibilizar su postura proteccionista, mientras Santiago Peña y Luis Lacalle Pou esperan que Milei los ayude a terminar de romper ese dique para avanzar en negociaciones con medio mundo, China incluida. ¿Será esto, alla Trump, lo que recela Milei?

El reproche del mandatario uruguayo al argentino fue parte de lo más destacado de la cumbre, tanto por su muestra de desinterés y como por no trabajar para convertir al Mercosur en una herramienta de apertura al mundo.

Como se dijo antes, la observación apunta a lo que el propio mandatario quiere: el Mercosur existe y su ansia de apertura comercial multilateral es imposible sin reformarlo o, en un extremo, abandonarlo legalmente. Lo ocurrido el lunes es incomprensible.

Lula da Silva también le reprochó el faltazo en términos que casi invitan a Milei a una respuesta que, de producirse, podría llevar a un retiro del embajador brasileño. Parecería que el líder del Partido de los Trabajadores, más irritado por el acto con Jair Bolsonaro y el ninguneo al sistema judicial brasileño que supuso declararlo un "perseguido", a esta altura deseara ese desenlace. Detrás de él, como observó el colega Juan Manuel Karg, asentía el paraguayo Peña, un conservador.

La Argentina pasa así de la autopercepción de un país pequeño a una insólita vocación de aislamiento.

Para rematar, Mondino sigue sin entender su rol. La canciller mostró una vez más carencia de concepto, torpeza profesional y falta de tacto personal al responder cancheramente preguntas pertinentes y respetuosas de periodistas paraguayos sobre la pelea Milei-Lula da Silva.

A los colegas –"chicos" los llamó– les reprocho ser "poco profesionales", los aleccionó a "aprender a hacer un trabajo serio" y hasta les reclamó "un mínimo de inteligencia".

Mondino, cuyo discurso en la cumbre fue el habitual rap libertario sin gestión conducente, fue ninguneada por Lacalle Pou y criticada como "arrogante" y "desagradable" por la prensa paraguaya.

Es difícil concebir pecados mayores para un diplomático.

* Para www.letrap.com.ar

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