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Macri sumó ruido

OPINIÓN Mónica Gutiérrez*
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Importa detenerse en los detalles, hurgar en los gestos, en las entrelíneas. Macri reapareció rodeado. La puesta fue estética. Muy cuidada, impecable.

Una escena pensada para comunicar. “Hay equipo”, parece decir Mauricio Macri desde el podio. Por la disposición en el espacio escénico, quienes lo acompañan sentados en gradas y el ex presidente por delante parado en un atril, uno podría sumar otra conclusión. “Todo este equipo reporta a mí, somos parte de un todo. Me son y serán leales”.

No estaban en la escena de la que estamos hablando ni Patricia Bullrich ni Horacio Rodríguez Larreta. Los dos protagonistas centrales de la feroz interna partidaria que despedazó a Cambiemos estuvieron previsiblemente ausentes.

Nadie esperaba ver en ese lugar y situación a Patricia Bullrich. La ministra de Seguridad se asume como parte del oficialismo. Ella no tiene con respecto de Milei un solo remilgo y lo expresa en sus posiciones más extremas, siempre redoblando la apuesta. Se excusa elegantemente en el hecho de no haber sido invitada, algo que la organización desmiente. Patricia es Patricia.

Horacio Rodríguez Larreta fue más directo. El ex jefe del Gobierno de la Ciudad no comparte la cohabitación política con Milei. Ni siquiera con cama afuera.

Para los buenos observadores, el lugar elegido también tuvo lo suyo. El relanzamiento del PRO, después de meses de devaneos, fue en La Boca, un terruño de fuerte arraigo emocional en la construcción del poder político de Macri.

Mauricio advirtió desde el vamos que no habrá fusión, algo que dice le pidió Milei. Se presenta a sí mismo como generoso y audaz pero no come vidrio. Una eventual fusión supone el riesgo de ser fagocitados por LLA.

El torbellino Milei dispone de todas los números y herramientas para deglutir en cuestión de días a todo lo amarillo. El desafío de acompañar sin desdibujarse no parece sencillo.

“Milei tiene ideas, convicción y coraje pero también tiene pendiente la tarea de construir un equipo”, dijo Macri. “Armar un equipo es mucho más que sumar gente valiosa”, agregó encendido.

Macri pasó factura. “Es un desafío ayudar a quien no está dispuesto a ser ayudado, lo que pudimos hacer fue más allá de su entorno”. Durísimo. No hizo nombres pero todos saben a quiénes se refiere.

El círculo íntimo presidencial es mínimo. Lo integran la Secretaría General de la Presidencia, Karina Milei, y el asesor todo terreno Santiago Caputo. No mucho más.

Para los amarillos que se alinean con Bullrich, las referencias displicentes para con la mesa chica de Milei estuvieron de más, no ayudan. Menos aún la descalificación a los funcionarios y la gestión.

Macri volvió una y otra vez sobre la idea de poner a disposición de Milei su experiencia de gestión y su gente, pero no parece estar dispuesto a hacerlo de manera inorgánica. Quiere ser parte activa de la conversación. Sin decirlo, se propone como articulador. Demanda la implementación de un método riguroso para gestionar. “Yo estoy acá para concretar esos cambios”.

Reivindica lo actuado por Milei en materia económica, pero en un párrafo muy ácido señala no poder avalar que sigan en organismos públicos gente de Sergio Massa y funcionarios del gobierno anterior.

Macri quiere estar en la mesa de las decisiones del armado de una estructura que le permita a Milei gobernar. No lo estarían dejando.

La experiencia indica que LLA está más predispuesta a ir abduciendo a la gente del PRO que le interesa, lejos de sentarse a negociar con Mauricio Macri una integración en los equipos de gobierno.

El lugar de Macri es incómodo, muy poco confortable. No es oficialismo, pero tampoco es oposición. El PRO padece una profunda crisis identitaria.

El encuentro de este jueves permitió recuperar algo de mística y sentido de pertenencia pero estuvo lejos de resolver la confusión que alcanza a connotados referentes partidarios.

“No me sigan que yo también estoy perdido”, es el sticker que sugerían irónicamente pegar en la luneta del auto algunos dirigentes al dejar el acto.

Construir una narrativa que permita acompañar al gobierno y a la vez tomar distancia de los temas que hacen ruido no parece nada sencillo. No se logra superar el desconcierto que la irrupción del libertario generó en la clase política. Están los que sin sentirse libertarios saben que tienen que acompañar para que salgan las leyes pero a los que la posición de Macri solo les sumó confusión, desasosiego.

El tiempo que viene por delante es difícil. Tener alineados a los propios demanda consignas claras, sin ambigüedades.

“Compartimos identidad, valores y principios irrenunciables”, dijo Macri a los suyos. Todos esos fundamentos es probable que entren en crisis cuando empiece el debate de una cantidad de leyes por venir, algunas de las cuales tocan puntos sensibles relacionados con la ideología. La baja de la edad de la imputabilidad a los 13 años y la habilitación a las Fuerzas Armadas para intervenir en conflictos internos entre las más complejas.

Macri se expresó en contra de la designación de Ariel Lijo para la Suprema Corte. “Se nominó a alguien que genera un enorme debate. Es un error”, dijo y anticipó que muchos senadores del PRO van a votar en contra.

La empatía que tanto Macri como Milei se esfuerzan por exteriorizar no alcanza para despejar los resquemores. Tampoco parece haber aplacado el malestar de Macri el raid mediático que sobre la hora protagonizó el estratega presidencial quien salió de su zona de misterio para ponderarlo. Nada que permita suponer que la integración plena del PRO con LLA esté en camino.

Tampoco Milei come vidrio. El presidente anarcocapitalista conoce sus puntos débiles y reacciona con pragmatismo cuando suenan las alarmas. Las encuestas le siguen trayendo buenas noticias. Algo que no le está ocurriendo a Mauricio Macri. La idea de que ha habido una enorme migración de votos del espacio cambiemita hacia el mileísmo refuerza la posiciones duras del cuestionado entorno.

Macri reivindicó al PRO como algo distinto, un elemento disruptivo, inclasificable para los analistas políticos. “No somos un experimento. Somos un partido preparado para ejecutar el cambio”.

A la hora de autopercibirse Macri parece mimetizarse con los rasgos que caracterizan al personaje presidencial. Incluso cerró su discurso exaltado pidiendo a los argentinos que acompañen al presidente, al grito de “no se inunda más, carajo”. Todo muy raro.

La vehemencia de Macri no mitigó el malestar que sus críticas generaron en el Gobierno.

Manuel Adorni no la dejó pasar. “Somos un equipo que trabaja bien, que tuvo muchos hitos. No solo tenemos solidez sino que nos llevamos bien entre nosotros”. De paso salió a conjurar las internas que sacuden al oficialismo.

A Karina Milei la defendió Sebastián Pareja, el coordinador de LLA en la provincia de Buenos Aires. “La gesta histórica que hoy encarna nuestro Presidente Milei sería imposible sin el trabajo incansable de Karina Milei”.

En la mañana del viernes Karina Milei recibió en Casa Rosada a Rogelio Frigerio, el gobernador de Entre Ríos. Una escena con tufillo a provocación por parte de la hermanísima. El oficialismo prefiere el contacto uno a uno con los dirigentes amarillos. Van por la desintermediación. Insisten en dejar a Macri afuera.

La línea discursiva con la que Macri salió a poner en valor al PRO no parece haber suavizado las rispideces que separan al gobierno de sus más firmes aliados. Está en juego el proceso de cambio pero también el poder.

* Para www.infobae.com

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