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Javier Milei y el revival del neomenemismo

POLÍTICA Juan Luis González*
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Hay una anécdota que a Javier Milei le gusta contar. Lo hace, claro, con su particular estilo: acomodando la historia a gusto y conveniencia. Es de cuando conoció a Carlos Saúl Menem, a mediados del 2019. El libertario se había encontrado un tiempo antes con el entonces desconocido sobrino del riojano y habían intercambiado contactos. Desde entonces el economista de pelos largos aparecía cada tanto para insistirle a Martín con que realmente quería conocer a su tío.

Ahora los protagonistas prefieren recordar la escena recortada, porque lo cierto es que en aquel momento Zulemita se resistió mucho a aprobar esa reunión. Su padre estaba ya muy mal de salud y la hija prefería limitar los encuentros a lo mínimo e indispensable. En aquel 2019, en donde Milei era más conocido por sus historias como practicante de sexo tántrico que por otra cosa, se ve que el libertario no era prioridad para Zulemita.

Martín Menem, finalmente, logró concertar el encuentro. Iba a durar media hora pero se extendió durante tres, en un coqueto departamento de Belgrano donde el ex mandatario permaneció el último tiempo de su vida. Ahí sucedió un intercambio que al actual Presidente le encanta narrar. “Javier, vos no tenés que aflojar. Vos podés ser presidente de este país. Y te digo una cosa: vas a ser mejor presidente que yo. Sos mi heredero”, le dijo “el Turco”, con el acento riojano claro a pesar de sus 88 años. Cuando el libertario recuerda esta escena la entiende como una especie de profecía. Y la palabra no es, para nada, una metáfora.

Pero hay dos cosas que Milei no cuenta de aquel cónclave. Una es adrede: no relata que después de pasarle el bastón del mariscal Menem le dio su más sagrado consejo. “Eso sí, lo que nunca tenés que hacer es pelearte con tus enemigos”, le dijo, algo que con el diario del lunes el economista no cumplió. El otro capítulo ni siquiera lo conoce.

Es que, aunque Milei cree tener un vínculo directo con Dios a través de su perro muerto y entiende que por lo tanto mucho de lo que le sucede es parte de un plan divino, lo que le ocurrió con Menem se parece mucho más a una avivada riojana que a un acto místico. Es que, tal cual reveló Pascual Albanese, ex funcionario menemista, el remate que hacía Menem anticipando un futuro electoral exitoso a sus interlocutores era parte de una de sus costumbres. “Lo decía como una forma de empatizar o elogiar al interlocutor”, contó Albanese.

De cualquier manera, lo más importante en esta historia no es la escena en sí sino la trascendencia que le da el actual Presidente, que incluso la volvió a narrar -editada- el día en que descubrió el primer busto de Menem en la Casa Rosada. Es que hay un fantasma que recorre al oficialismo y a una parte de la sociedad que ve con buenos ojos al fenómeno libertario: el del neomenemismo.

Moda o revival

Los noventa nacieron para ser reinterpretados. Con esa frase comienza el libro “¿Qué hacemos con Menem?”, del periodista Martín Rodríguez y el politólogo Pablo Touzon. El trabajo se publicó en agosto de 2021, siete meses después de que muriera el protagonista del texto. En aquel momento, en el que Milei recién arrancaba su primer campaña electoral a diputado, nadie podía imaginar al libertario de Presidente. Mucho menos la singular reinterpretación que haría de esa década tan histórica y que hoy parece ser canon.

Es que la victoria de Milei puso de manifiesto que había llegado a su fin la idea de los noventa como una década maldita que era mejor olvidar debajo de la alfombra, relato que el kirchnerismo contribuyó a alimentar. Donde está el huevo y donde la gallina en esta reapropiación del pasado reciente será un debate para historiadores. Pero el hecho social y político es claro: el neomenemismo es producto de este Gobierno.

Se ve a las claras en la composición y en el accionar del mileismo. Por un lado está el Presidente, que no ahorra elogios y gestualidades y hasta lo califica como “el mejor presidente de la historia argentina” -después de, claramente, él mismo-. Eso lo hace mientras que se muestra en público con Zulemita, luciendo unas patillas que están explícitamente inspiradas en las de su padre. Este rescate del menemismo se observa también en la composición misma del oficialismo. Daniel Scioli, Guillermo Francos, Rodolfo Barra, y Mariano Cúneo Libarona: el Gabinete está repleto de figuras que vieron nacer sus carreras políticas en aquellos años. Y eso es sólo en el caso de las personas más conocidas.

Armando Guibert, subsecretario de Reforma y Modernización del gobierno de los noventa, colaboró en el armado de la Ley Ómnibus de Milei, mientras que Roque Fernández, ministro de Economía de Menem, fue parte durante un tiempo del equipo económico del libertario, igual que Dario Epstein, en aquel momento uno de los funcionarios que empujaron las privatizaciones de empresas públicas. Las firmas podrían seguir, entre las que se destaca la omnipresencia de Domingo Cavallo, uno de los padres de aquella época, que en el comienzo del mileismo estuvo cerca y fue muy elogioso y que ahora parece con más distancia.

Pero el fenómeno no ocurre sólo en los nombres. El regreso del menemismo viene aparejado con una idea que está instalada en la cabeza de Santiago Caputo, el estratega del Gobierno. Es la idea de que el éxito del menemismo y sus diez años al poder estuvieron directamente relacionados con el control de la inflación. Y de ahí nace la búsqueda desesperada de este Gobierno por lidiar con este gran drama, aún a costa de una brutal recesión económica.

En el cerebro de Caputo, y en el de Milei, está firme la convicción de que si logran bajar la inflación mensual a un número debajo del 2% la buena performance electoral de Milei está asegurada. Aún cuando una parte importante de la población quede fuera y sumida en la crisis: así gobernó Menem durante tantos años, y esa es la fórmula de oro que buscan repetir. Al fin y al cabo, tanto Menem como Milei gobernaron luego de crisis inflacionarias que llevaron a que ese fenómeno sea visto, en ambas épocas, como la suma de todos los males.

Sin embargo, el neomenemismo no sólo vive en los nombres y en las estrategias del Gobierno. A gran parte de la base militante del mileismo le gusta el eco que viene del pasado, algo que se observa en los memes e imágenes del caudillo riojano que suelen compartir en las redes. Es que algunos de los pilares de aquellos años ahora volvieron a instalarse.

La idea de la dolarización de Milei es prima hermana del 1 a 1 y la convertibilidad, lo mismo que las privatizaciones de empresas públicas que el libertario ambiciona y la reentronización de la SIDE -con la reaparición de Juan Bautista “Tata” Yofre- como el organismo de inteligencia. Hay también otras similitudes. El vínculo estrecho que Milei busca tener con Estados Unidos -que incluyó un viaje de madrugada a Ushuaia sólo para tener un breve mano a mano con una generala de aquel país- trae recuerdos de aquellos años de las “relaciones carnales”.

De las diferencias entre Milei y Menem se podría escribir un libro entero. Es que más allá de las semejanzas estéticas, de fondo la diferencia es abismal. El primero es un líder ultraideologizado, un anarcocapitalista que divide el mundo entre el bien -“la luz”, la llama- que pelea contra el mal -“la oscuridad”-, mientras que Menem se caracterizó por una búsqueda postideológica. El abrazo con el golpista Isaac Rojas cuando él había estado detenido durante la dictadura, es uno de los ejemplos más famosos, al que podría sumarse su giro neoliberal luego de la caída del Muro de Berlín.

De la cama al living

Entre los emblemas de aquella década está, sin dudas, “Yuyito” González (64). Figura repetida en la tapa de Playboy -en un momento de apogeo de la revista erótica en todo el mundo-, esposa de Guillermo Coppola, una de las vedettes más taquilleras de esos años, fue también una de las amantes de Menem. “Esta es mi vida. ¿Qué tiene de malo que me fotografíe con 'Yuyito' González? O, como le digo yo, Yuyito”, decía el entonces Presidente en una entrevista en Crónica que se volvió a viralizar. Luego apareció en las redes una foto que encontró el influencer Javier Smaldone, a la que se refería el riojano, donde una González semidesnuda coqueteaba con él subida a sus rodillas.

De todas las maneras en que el menemismo podía volver a ser canon la de González es probablemente la más inesperada. Es que la ahora conductora, diez años mayor que el Presidente, se instaló con firmeza como la pareja de Milei. De hecho, hasta logró algo que su predecesora, la también mujer del espectáculo Fátima Flórez, no había logrado: ser presentada ante el mundo en el corazón del poder institucional del país, como es el Congreso.

El 1 de marzo, fecha de apertura de sesiones, Flórez le había suplicado a Milei que la llevara a un palco.

El Presidente se negó tajantemente -tal vez acomplejado por la feroz guerra que su hermana mantenía con su pareja-, lo que ocasionó la primer gran crisis que tuvo esa relación. Este ida y vuelta tuvo un desenlace inesperado: tal como contó NOTICIAS, Milei terminaría llamando a Alberto Fernández para pedirle consejos de pareja. Incluso, en un momento que parece más de sitcom que de la política argentina, el libertario intentó pasarle el teléfono a Fátima para que hablara con Fernández. El ex presidente, al que todavía no le había estallado el escándalo con Fabiola Yánez, se negó. A la luz de los hechos no era el más autorizado para opinar sobre el asunto.

Pero “Yuyito”, quizá con la experiencia en el trato con presidentes a cuestas, logró un lugar destacado durante la última cadena nacional, en la noche en que Milei presentó el Presupuesto 2025. No sólo eso: a la aspirante a Primera Dama la colocaron en el palco junto a los padres de Milei, en lo que fue la presentación oficial entre ellos. El amor avanza, mientras que González cuenta en su programa que le gustaría mudarse a la Quinta de Olivos y que fantasea con un casamiento con el Presidente.

La coincidencia acá entre los noventa y la actualidad no es sólo por esta mujer en particular. Es lo que aparece de fondo: la política como un show de espectáculo, con una lógica de frivolidad y de rating. Los idas y vueltas en público de la vida sentimental de Milei, que él mismo se ocupa en ventilar y hasta en exhibir -como el beso fogoso con Fátima arriba de un escenario en Mar del Plata-, volvieron a ser elenco estable del día a día de la gestión. Hay ahí un paralelo entre los dos patilludos: la idea de exhibir al líder como un “macho” que seduce mujeres por doquier, y la convicción de que detrás de eso hay un activo electoral.

Las coincidencias están por todos lados. No son casuales, todo lo contrario: Milei y el Gobierno quieren verse en el espejo de Menem. Por ahora es moda, aunque las modas van y vienen.

* Para www.noticias.perfil.com

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