


Hay una diferencia hasta ahora insalvable entre Milei y Pullaro: la obra pública. Diferencia que es clara no sólo en las políticas que cada uno de ellos lleva adelante en la Nación y en Santa Fe, respectivamente, sino que esta vez la pusieron en palabras, con minutos de diferencia, el sábado pasado en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación.
El ataque del presidente al radical Facundo Manes estuvo entre lo más comentado de la noche, pero hubo otro choque, menos ruidoso, más político y estructural. De hecho hasta podría pensarse que Milei en su discurso respondió a lo que había dicho Pullaro un rato antes, en los pasillos del Congreso. Pero no parece haber sido una respuesta a esas palabras: el presidente arremetió contra una manera de entender la política y el rol del Estado que tiene amplio consenso no sólo entre los gobernadores sino también en la opinión pública.
Sin filtro
Pullaro fue uno de los seis gobernadores que la noche del sábado fueron a darle marco institucional al discurso del presidente; el espacio reservado tradicionalmente para los mandatarios estuvo desolado y vacío como pocas veces.
Antes de llegar a su sitio, el gobernador santafesino habló con los periodistas. “En Argentina hay que empezar a pensar en la industria, que no la está pasando bien, y construir una Argentina que genere desarrollo, empleo, mire al interior productivo, que considere la infraestructura que a nosotros nos falta”, comenzó diciendo. Y después repitió lo que viene señalando desde que llegó a la Casa Gris: “Es muy importante que vuelva la obra pública al interior de la República Argentina, porque genera desarrollo, trabajo, pero fundamentalmente genera el país que queremos”.
Lo que escuchó Pullaro del presidente no tuvo ninguna sintonía con ese anhelo sino que fue una descalificación ética y política de esa línea de pensamiento. Dijo Milei: “Eliminamos la obra pública, que era uno de los curros de la política. Y aquí también quiero dejar en claro una de las grandes falacias y mentiras de la política para con la gente, cuando dicen esa mentira de que la obra pública genera trabajo. Le digo a los argentinos de bien que eso es falso”.
Como es habitual en Milei, después de dinamitar todo redobló la apuesta. “Es falso —insistió— porque las obras públicas hay que financiarlas y se financian con impuestos, ya sea de impuestos explícitos o con emisión monetaria que deriva después en el impuesto inflacionario o con deuda, esa inmoralidad que castiga a las generaciones futuras”. Y agregó: “Cuando se financia obra pública se quita capacidad de demanda en otros sectores y el empleo que se crea con la obra pública es empleo que se destruyó en otras áreas de la economía”.
El presidente cerró este capítulo con una posición irreductible, que no admite ni deja espacio a otras miradas. “Espero que por lo menos del debate público, después de quedar claro esto, erradiquemos esa mentira de que la obra pública genera puestos de trabajo. La obra pública genera impuestos”.
Dicho y hecho
De estas concepciones políticas antagónicas, debe rescatarse algo: tanto Milei como Pullaro son consecuentes con sus ideas.
Un ejemplo sirve para ilustrar esa afirmación. Milei lleva 15 meses sin atender los reclamos de Santa Fe —y también de otras jurisdicciones— para que Nación repare las rutas nacionales que atraviesan la provincia, pese a que la ley lo obliga a hacerlo. Ni siquiera atendió las advertencias de los funcionarios santafesinos respecto al riesgo que implica circular por esas rutas; la 11, la 33 y la 34 son las que se encuentran en condiciones de mayor deterioro.
El ministro Lisandro Enrico lleva contabilizados 13 viajes a la Ciudad de Buenos Aires para reclamar una solución y no obtuvo respuestas concretas. Tampoco logró que se traspasen esas rutas a Santa Fe para que así la provincia pueda hacerse cargo de los arreglos.
La vicegobernadora Gisela Scaglia definió lo que le pasa a la gran mayoría de los conductores. “Conozco todas las rutas y cada vez que subo a alguna tengo miedo. Imagínense la gente que las transita todos los días”.
¿De qué se habla cuando se habla de obra pública? Las provincias no están discutiendo con Nación proyectos de infraestructura que favorezcan el desarrollo productivo del interior, ni planifican pensando en el futuro ni para favorecer el arraigo de los habitantes del interior. En el caso de Santa Fe los reclamos al gobierno central son que tape los baches, corte el pasto, señalice las banquinas.
Milei repite siempre que puede que Carlos Menem fue el mejor presidente argentino. ¿Qué pensará el presidente libertario del puente Rosario-Victoria, una obra monumental que cambió el paradigma productivo del Litoral y que se inauguró durante la gestión del riojano? Hoy la discusión es por el bacheo de las rutas.
Inversión vs. motosierra
Dos días antes de la apertura de sesiones del Congreso, Pullaro participó junto al intendente de Rosario, Pablo Javkin, del anuncio del Plan 300, que contempla, entre otras cosas, la restauración y puesta en valor de espacios emblemáticos de la ciudad. Ese plan se complementa con el denominado Acuerdo Rosario, por el que la provincia se propone llevar adelante unas 35 obras, algunas de las cuales ya están en marcha como el tercer carril de la autopista Rosario-Santa Fe.
Tras el acto en la Fluvial de Rosario, el gobernador reivindicó el camino que eligió su gobierno. “Estamos llevando obras a cada pueblo, a cada barrio de la provincia de Santa Fe, en un momento en que en la República Argentina se cortó completamente la obra pública y la inmensa mayoría de las provincias no están invirtiendo en obra pública por todos los ajustes y recortes que hubo”. Y entonces marcó diferencias: “En Santa Fe en 2024 el gobierno provincial invirtió 500 millones de dólares y en 2025 va a invertir con recursos propios 1.500 millones de dólares. Y eso es equivalente a lo que se invirtió en los últimos ocho años”.
Seguramente Milei no estuvo al tanto de la afirmación del gobernador. Pero aún si lo hubiese escuchado, está claro que su decisión, al menos en ese aspecto, va por otro lado. “La motosierra hoy es un símbolo de cambio de época y el inicio de una nueva era dorada para la humanidad”, dijo exaltado ante el recinto semivacío del Congreso. “La motosierra no es sólo un programa de gobierno, es una política de Estado que seguirá durante años y no parará hasta que no encuentre el final del Estado en el largo plazo”, vociferó con orgullo un segundo antes de marcarle a la vicepresidenta Victoria Villarruel que no se apurase a concluir el acto porque aún le faltaba pronunciar su despedida clásica.
Con información de Suma Política, sobre una nota de Ricardo Petunchi





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