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Quienes dolarizaron precios ahora deberán bajarlos

ECONOMÍA Agustín Monteverde (*)
hoy

Este doble carácter -medio de atesoramiento y unidad de cuenta adelantada- mantuvo a salvo a los argentinos de las continuas exacciones de los gobiernos. En un contexto de quebranto estatal crónico, la emisión monetaria fue un mecanismo de financiamiento sistemático, por vía del impuesto inflacionario.

 
Pero ese fraude monetario tuvo su punto final con la llegada de Javier Milei a la presidencia de la República. Un ajuste histórico, sin precedentes aquí ni en el resto del mundo, puso en la senda del superávit fiscal -primario y final- a las cuentas del Estado, dando finalización al empobrecimiento de nuestra moneda.

 

Los treinta días de debate público en torno al acuerdo con el FMI -obligado por la desgraciada Ley Guzmán- dieron lugar a versiones de todo tipo y especulaciones, que tensionaron la plaza cambiaria. Su aprobación y simultáneo levantamiento del cepo cambiario derivaron en un valor de mercado intermedio entre ambas bandas, aunque –anticipamos- con natural e inevitable tendencia a la baja.

El modesto corrimiento cambiario resultante de esas semanas de tensión llevó a algunos agentes económicos a interpretar tal deslizamiento como el adelanto de una revigorización del proceso inflacionario. Nada más equivocado.
El error se funda en analizar la cuestión con prejuicios forjados por una estructura macroeconómica que quedó atrás. En las actuales condiciones, el dólar ha dejado de ser un indicador adelantado de inflación futura. En la economía argentina hoy sobran dólares y faltan pesos. Las tensiones de las pasadas semanas impulsaron a adelantar importaciones a la par que se retenían exportaciones.

Ahora, con un mercado cambiario liberado, los despachos al exterior se precipitan y los importadores toman un descanso, pues ya liquidaron sus transacciones. Tan pronto como cesen las lluvias, se añadirá la cosecha de soja que golpea la puerta. Por otro lado, la disciplina monetaria unida al crecimiento de la economía -ya inocultable- han provocado un notorio faltante de pesos transaccionales, que ha impulsado una lógica suba de la tasa de interés. De aquí en más, o los dólares se cambian por pesos útiles o se les encuentra uso transaccional a los dólares.

 
Una primera conclusión es que, hacia delante, la banda cambiaria relevante no es la superior, que tantos desinformados (o interesados) “promocionaron”, sino la inferior. En un tiempo no lejano, esa banda podría ser puesta a prueba.
En una economía que crece hay -por definición- más bienes y servicios disponibles. Sin embargo, la férrea política en lo fiscal y en lo monetario ha mantenido y mantendrá contenida la cantidad de dinero con el cual comprar esos bienes y servicios.

 Agustín Monteverde
Por si fuera poco, la nueva pauta de superávit primario implica en los próximos meses un recorte adicional del gasto del Estado equivalente a medio punto del PBI, para alcanzar un excedente de 1,6% en el año.

Con faltante de pesos, tasa de interés en alza, tipo de cambio en baja y mayor apretón fiscal, la economía argentina de los próximos meses asoma deflacionaria. Tanto más si tenemos en cuenta que, dado que el ajuste de 1% mensual en las bandas se aplica en ambo sentidos, el tipo de cambio futuro podría estar testeando una banda inferior ubicada por debajo de $1.000, incrementando el efecto deflacionario. En el actual cuadro de reglas de juego, la inflación va a desplomarse y eso ocurrirá mucho más rápido de lo que en general se imagina.

Aplicar sistemas interpretativos antiguos frente a una estructura macroeconómica completamente distinta, llevaría a repetir errores como los que muchas empresas cometieron un año atrás, cuando una matriz de precios alumbrada al amparo de catastróficas expectativas de tipos de cambios, generadas por una sucia campaña electoral, frenó en seco las ventas.

 
Quienes se empecinaron en no bajarlos, debieron cargar con una actividad paralizada, tasas de interés, costos fijos y de oportunidad, y riesgos de obsolescencia, para terminar retrocediendo de mala forma y a destiempo, cuando sus clientes los habían sustituido por competidores.
Por ello, cuando el ministro de Economía se empeña en una cruzada para que las compañías no se desbanden con subas injustificadas, está efectuando en realidad una defensa de sus niveles de actividad, más que buscando detener un recrudecimiento inflacionario, condenado a ahogarse más temprano que tarde en el marco de las presentes pautas fiscales y monetarias. Ahora, los que mandan son los pesos; y los precios, obedecen y ponen, a su vez, coto a los costos.

(*) Doctor en Economía; titular del Estudio M&A Inc.; profesor del CEMA; consultor de bancos y empresas; y consejero académico de Fundación Libertad y Progreso. Para Newsweek

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