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Las intrigas de Máximo Kirchner, el heredero político en el centro de la toma de decisiones

POLÍTICA 28/05/2023 Federico Mayol*
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Agosto del 2021, complejo C sobre la avenida Corrientes, búnker del Frente de Todos. En el apartado VIP hay caras largas, abundan los reproches. Según testigos, Sergio Berni, rabioso por la estrategia electoral, avanza sobre Máximo Kirchner para trompearlo. Los separan. Existían viejas rencillas que el funcionario creyó conveniente saldar como suelen hacerlo en el barrio: a las piñas. Histórico colaborador del matrimonio K, el ministro de Seguridad bonaerense en licencia y el jefe de La Cámpora dejaron de hablarse. Estuvieron enemistados durante más de un año, pero ahora limaron asperezas, un acercamiento propiciado por la relación que el médico y Cristina Kirchner volvieron a desempolvar en los últimos tiempos después de meses y meses de distancia, y porque el heredero político de la Vicepresidenta está de nuevo en el centro de la toma de las decisiones. Otra vez, Kirchner va por todo.

Si había dudas, las últimas dos semanas fueron reveladoras: Cristina y Máximo Kirchner enterraron definitivamente las versiones que daban cuenta de insistentes disputas familiares en torno a la estrategia electoral y política de este año. En la charla con Pablo Duggan en C5N, la ex presidenta mencionó a su hijo tres veces, lo sindicó como el arquitecto del proyecto del Frente de Todos que hace tiempo naufraga en el océano peronista y como el artífice de la vuelta de Sergio Massa al kirchnerismo.

Ahora, a menos de un mes de que se definan las candidaturas, Cristina y Máximo Kirchner, el ministro de Economía y Eduardo “Wado” de Pedro -Axel Kicillof, entre otros, entra y sale-, lanzado seriamente con la venia de la titular del Senado y su hijo a la espera de la decisión final, conformaron el ámbito de discusión en el que se negocia a contrarreloj la estrategia definitiva de la coalición.

“Es la primera vez que Cristina le da públicamente a su hijo la centralidad de la política”, sintetizó a este medio un importante intendente del conurbano después del diálogo de la ex presidenta en C5N.

Que Máximo Kirchner se embarque con Massa este domingo rumbo a China es toda una señal. No solo por las discusiones internas que todavía restan saldar. Si no por lo simbólico: la última vez que el jefe de La Cámpora salió del país fue a principios del 2000, tenía poco más de 20 años, un viaje familiar junto a sus padres y su hermana. Nunca más voló al exterior. Será su primera misión oficial, una gira frondosa en términos económicos, políticos e institucionales.

Massa y Kirchner empezaron a construir el vínculo en el 2016, en pleno auge macrista. Años atrás se cruzaban en Olivos, en los partidos de fútbol que Néstor Kirchner organizaba los viernes por la noche para terminar con un asado que se extendía hasta bien tarde y del que participaban algunos de los principales gerentes de La Cámpora. En el 2019, el diputado terminó por convencer a su madre de la necesidad de confluir todos juntos en un mismo frente. El campo familiar de Mercedes del ministro del Interior, que el año pasado volvió a mudarse a esa ciudad, sirvió como locación para numerosas conversaciones que, en la previa de la última campaña presidencial, terminaron de fortalecer el vínculo.

“Máximo siempre tuvo un rol. Por su forma de construir, lo hace de manera silenciosa”, explican en el entorno del jefe del PJ provincial.

Enfocado definitivamente en el Gran Buenos Aires, después de asociarse a los intendentes del conurbano a través de un acuerdo más pragmático que ideológico con Martín Insaurralde, Kirchner quiere ser otra vez el armador de la estrategia electoral del peronismo bajo el sello del PJ y el soporte de la agrupación que lidera, La Cámpora, rechazada por muchos de esos sectores del peronismo y por buena parte de la opinión pública. Alguna vez, en una conversación a solas que, para muchos, marcó el principio del fin, Alberto Fernández le dijo al legislador que ya era hora de renovarse. Definitivamente distanciados, el Presidente mantiene su postura: apunta a La Cámpora como una agrupación “refractaria” para el peronismo. “Deciden todo entre cuatro paredes”, explican en su entorno.

Kirchner alimenta ese mito. Llegar a él, a veces, no es tarea sencilla. En su perfil de Telegram tiene la foto del Indio Solari, uno de sus ídolos. Hay dirigentes de su propia organización que ni siquiera tienen su teléfono. Hace culto del secretismo. Sus movimientos, como los de su madre, tienen un sello hermético inconfundible.

En pleno proceso de definiciones, el jefe de La Cámpora asoma la cabeza. En la semana encabezó el encuentro de intendentes de la primera y la tercera sección electoral en Quilmes, una reunión armada para alimentar el clamor en torno a De Pedro que siguió con la puesta en escena del jueves sobre el escenario de Plaza de Mayo, el video de virtual lanzamiento del ministro en sus redes y la pegatina de afiches callejeros en el sur del Gran Buenos Aires. Después, se entrevistó con la cúpula del Movimiento Evita y con el Frente Renovador, y se paró detrás de su madre en el escenario de Plaza de Mayo. No hubo nada librado al azar.

“Ya probamos con Scioli y con Alberto, es hora de ir con alguien propio”, es la orden que le adjudican al jefe camporista entre los intendentes del conurbano.

“Fue una de las mejores veces de Máximo”, resaltó a este medio un participante del encuentro de Quilmes del martes al que además asistieron Santiago “Lalo” Révora y Facundo Tignanelli, dos de los principales armadores del jefe de La Cámpora en la Provincia. Kirchner pidió apoyar a Massa y a los “compañeros que están construyendo” -De Pedro ya había hablado antes-, y abundó en que si no se logra una “síntesis” partidaria habría PASO en todas las categorías.

Kirchner agregó, según trascendió: “A mi me dieron con todo, y acá estoy”.

La alusión es a la decisión de hace dos veranos de renuncia a la jefatura del bloque de Diputados del Frente de Todos que le valió críticas internas, que abrió un proceso de crisis organizacional y que terminó de dinamitar su imagen frente a la opinión pública. El diputado es consciente del desgaste, de haberse llevado la marca y de que, en paralelo, otros dirigentes de la agrupación, como el ministro del Interior, se dedicaron a acumular capital político y aprovecharon el contexto para presentarse frente al establishment empresario, mediático y hasta judicial como el ala pragmática de la organización.

De Pedro, sin embargo, no es un monotributista: es el rol que le asignaron. Tiene el visto bueno para conversar con jueces y fiscales, con dueños de medios y empresarios. Kirchner había empezado a ensayar tímidamente un camino similar después de años de reclusión ideológico-partidaria: su renuncia a la jefatura del bloque en la Cámara baja en plena negociación con el FMI lo hizo retroceder casilleros en la consideración del círculo rojo.

En su tetris de relaciones, Axel Kicillof no termina de cuajar. Mantienen desde hace tiempo un enfrentamiento político que en La Plata le adjudican pura y exclusivamente al líder camporista: “Son ellos, no somos nosotros”, aseguran cerca del gobernador.

Kirchner y el ex ministro de Economía nunca fueron amigos. Kicillof tiene una larga vinculación con otros dirigentes de la agrupación, como Mariano Recalde o el propio De Pedro, no así con el jefe de la organización. Nadie sabe con precisión cómo y cuándo fue que la relación terminó por complicarse, pero en la gobernación reconocen que la intervención post elecciones legislativas del 2021, que terminó con el desembarco de Insaurralde en el corazón del gabinete provincial, fue un objetivo bien premeditado.

Desde ese momento, las versiones de una salida del gobernador de la gestión provincial quedaron asociadas, según el kicillofismo, al eje Kirchner-Insaurralde.

“Acá nadie vino a pedirnos nada”, subrayan en La Plata por los trascendidos que en las últimas semanas dieron cuenta de un supuesto rechazo del gobernador a la propia Cristina Kirchner por un hipotético ofrecimiento presidencial. La versión se instaló en el mismísimo momento en que Kicillof visitaba a la ex presidenta en el Senado, la semana pasada. “¿Qué es esto?”, preguntó el gobernador cuando vio en su teléfono los mensajes de su entorno con los trascendidos periodísticos.

De esa reunión surgieron incesantes rumores. Según fuentes provinciales, alimentados por Insaurralde, un accionista central de la super estructura de la política bonaerense que nunca digirió el método de Kicillof de toma de decisiones. El jefe de Gabinete provincial es el socio que Kirchner eligió para hacer pie en el Gran Buenos Aires.

En ese lugar se juega en agosto buena parte de la suerte electoral del kirchnerismo. No sobra nada. De ahí los chispazos por un eventual desdoblamiento y por un supuesto enroque de candidaturas. Y por la necesidad de que Patricia Bullrich se imponga en la interna del PRO frente a Horacio Rodríguez Larreta. Tanto Máximo Kirchner como Massa alimentan la instalación de que la ex ministra de Seguridad encabeza los sondeos. El otro impulsor es Mauricio Macri.

Pero para inquietud del jefe de La Cámpora y del ministro de Economía, el jefe de Gobierno termina de ultimar la alianza que, según confirmaron a Infobae altas fuentes partidarias, será oficializada en las primeras semanas de junio: un acuerdo amplio con el sector de Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey de cara a las PASO.

* Para www.infobae.com

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