


Hay un texto muy breve del economista e historiador italiano Carlo María Cipolla publicado en 1988, que aborda La Teoría de la Estupidez Humana. Creo que la precandidata a la gobernación de Santa Fe no debe conocerlo. Ni al autor, ni al texto, claro. No debe ocurrir con su mentor de campaña o su «estratega», el comunicador político Lucio Guberman. Ella puede ignorar eso, como tantas otras cosas, pero los que la rodean muy de cerca podrían resumírselo, para evitar que, sobre su cabeza, caigan todas las piedras del reproche colectivo de la oposición santafesina que aspira a ganar las elecciones en septiembre próximo.
La campaña de Carolina Losada, desde su errático comienzo con la promesa de «venir a vivir a Santa Fe, si soy elegida gobernadora», pasando por sus lujosos e inexplicables vuelos en aviones compartidos con el gobernador Omar Perotti, y terminando con la inclasificable promesa de «no trabajar ni hacer campaña con Pullaro, si pierdo la interna», parece más el relato de una acción maliciosa y destructiva de sus aspiraciones a ganar las elecciones, que una acumulación de errores no forzados.
Pero como bien explica Cipolla en la primera ley de su teoría: «siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo», es decir, que a veces caemos en la cuenta de que personas que habíamos considerado racionales e inteligentes se revelan como irremediablemente estúpidas. Y aquí cabe el primer tirón de orejas para quien le conduce los destinos a la blonda senadora nacional con domicilio en Buenos Aires.
La idea fanática del «todo o nada» que impera en el discurso de Losada, ese «gano o no gana nadie», lejos de convertirse en una genialidad comunicacional, no sólo la empuja a ella a un destino de derrota, sino que pone en riesgo el triunfo del resto del colectivo que la acompaña. Y allí, o Julián Galdeano o Federico Angelini o el propio Lucio Guberman, manifiestan el mismo grado de tontería que expresa la candidata, salvo que detrás de eso haya otras intenciones.
Entonces es bueno ir a la segunda ley de Cipolla: «La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona». O sea: no importa cuales sean los galones y las capacidades que se hayan mostrado para otros órdenes de la vida. La estupidez emerge naturalmente, aunque se la trate de explicar desde algún ángulo de la especulación o la inteligencia. Los resultados de la estupidez se advierten desde lejos, y quienes la sostienen, manifiestan esa estupidez y la multiplican con sus silencios.
No bastó ni siquiera con la visita de Mauricio Macri a Venado Tuerto y su consabido y obvio mensaje: «Después de las internas, todos vamos a trabajar juntos», para que Losada bajara el tono. Lo que multiplica las dudas sobre su propia inteligencia o, sus objetivos finales.
Y ahí encaja la Tercera Ley de la Teoria de la Estupidez del italiano: «Todo ser humano queda enclavado en una de estas cuatro categorías: incautos, inteligentes, malvados y estúpidos». La diferencia esencial entre estos últimos dos, es la capacidad de generar «un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, incluso obteniendo un perjuicio», algo absolutamente incomprensible para alguien razonable que se resiste a entender cómo puede existir la estupidez. O sea: Losada debería explicar si los daños que está ocasionando son intencionales u obedecen sólo a su inclusión dentro del dañino colectivo de la ignorancia y la estupidez.
Lo problemático es que la estupidez es muy peligrosa, puesto que a las personas razonables les es complicado entender el comportamiento estúpido. Mientras que podemos comprender el proceder de una persona malvada (que sigue un modelo de racionalidad), no ocurre así con la estúpida, frente a la que estamos completamente desarmados: su conducta es imprevisible y su ataque no se puede anticipar. Además, el estúpido no sabe que lo es. Esto conduce a Cipolla a enunciar la cuarta ley: «Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas». Un mensaje que debería ser leído incluso por los popes nacionales del sector, Patricia Bullrich incluida.
Finalmente, la quinta ley de Cipolla: «la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe», pues de su actuar no se sigue una vacua nada, sino un peligroso vacío en el que cabe toda posibilidad. Y ese vacio contamina al colectivo que la contiene.
Si las acciones de Losada, como el uso de su avión, responden a una estrategia compartida y financiada por Omar Perotti, por ejemplo, o algunos empresarios de los medios rosarinos interesados en evitar que Maximiliano Pullaro o Mónica Fein- también afectada por los hechos, aunque prefiera no sentirse aludida- sean el próximo gobierno, alguien debería pedir que Losada renuncie inmediatamente no sólo a su precandidatura sino a la senaduría nacional. ¿Con qué argumento, se sostiene dentro de una organización con la que ella dice tener diferencias morales y éticas insalvables?
Los hechos y las acciones de Pullaro (ninguna de ellas observadas ni advertidas por la justicia santafesina) sobre las que Losada dice sostener sus diferencias, ocurrieron durante su mandato como ministro de seguridad de la provincia de Santa Fe, bajo el gobierno de Miguel Lifschitz. Lo que implica, desde cualquier punto de vista, un cuestionamiento a aquella gestión. Y todo lo que Losada presuntamente reprocha, ocurrió y se ventiló muchos años antes de que Losada, abandonara los estudios de América TV y se dedicara a la política. O sea: O Losada confiesa su «estupidez y desinformación», o directamente actúa con mala fe, lo que debería despertar un reproche más severo, por parte de propios y ajenos.
El italiano sostiene en su Teoria sobre la Estupidez, que los seres humanos tendemos a pensar en «organizaciones ocultas y teorías de las conspiraciones» para no aceptar que algunas acciones, son la consecuencia exclusiva de la estupidez.
Si el triunfo de UNIDOS para Cambiar Santa Fe, hasta hace unos meses fuera de cualquier calculo, se pusiera en riesgo por las irresponsables acciones de Carolina Losada, en septiembre será tarde para lamentos. Bien les vale a todos sus integrantes, repasar lo que la precandidata anda diciendo y soltando de su boca: No hay mucho margen, ni para el error, ni para la interpretaciones. O Losada es estúpidamente peligrosa, o lleva mala fe. En cualquiera de los dos casos, es grave.
*Para conicherep.com






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