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CFK-Kicillof, la otra interna que no se ordena

POLÍTICA Rosario Ayerdi*
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Axel Kicillof sigue diferenciando a Cristina Kirchner de su hijo Máximo. Hoy no habla con ninguno de los dos, pero asegura que su jefa política sigue siendo la dos veces presidenta. Ella, en cambio, siente cada día un poco más la decepción personal de ver a uno de sus hijos políticos ya no jugar bajo su ala.

Esto es objetado por el gobernador bonaerense. Cree que su lealtad sigue intacta pero que no será llevado “a patadas en el culo” por nadie (Máximo) y que su apoyo lo demuestra día a día “gestionando la Provincia como ella nos enseñó” y no “poniendo en X (ex-Twitter) ‘Cristina presidenta’”. Una y otra vez hace la distinción entre la madre y el hijo.

Pero CFK ya demostró en los últimos movimientos que ya no se trata solo de una disputa de poder entre el diputado y titular del PJ bonaerense y el jefe provincial. Lo hizo al dejar que trascendieran frases muy duras como cuando comparó al gobernador con Judas y Poncio Pilatos por traición y lavarse las manos en la interna partidaria. Y también lo hizo al no avisarle que estaría en La Plata en la celebración de los cuarenta años de la democracia organizada por Abuelas. Y lo sigue haciendo al convocar a distintos dirigentes con los que incluso estuvo distanciada pero no retomar el diálogo con él.

En La Plata insisten en bajarle el tono a la disputa también marcando que los que apuntan contra Kicillof “son los mismos actores de siempre”, que responden a Máximo Kirchner. Y dicen más: “Se trata de dirigentes que no tienen problemas en mentir ni en reclamar cosas sin sustento”, evalúan sobre las últimas críticas de los intendentes Mayra Mendoza (Quilmes) y Julián Álvarez (Lanús), quien reclamó fondos frenados para obra pública.

Pero las voces que apuntan a Kicillof van más allá de La Cámpora cuando se insiste sobre el silencio del gobernador ante la conducción de CFK. Pasó el operativo clamor, pasaron los cruces con Ricardo Quintela y pasó la judicialización de la interna sin ningún posicionamiento de Kicillof. Y aunque desde el entorno del gobernador reclaman que “ellos” arreglen “el quilombo” que armaron (en referencia a la pelea que tiene MK con Kicillof) y que eligen creer “que Cristina es más que La Cámpora”, la nueva titular del PJ nacional no será quien haga el primer movimiento para recomponer la relación. No encuentra una respuesta que la convenza cuando ensaya excusas que puede dar Kicillof  sobre su silencio. Ya tampoco quiere una explicación.

La ex vicepresidenta se mostrará ocupada en convocar a distintos dirigentes saltando el alambrado de la provincia de Buenos Aires y dejará para más adelante la resolución de la interna en su propio territorio. La travesía le impone un desafío: cómo lograr representar a todos los espacios peronistas si ya no puede ordenar a los propios.

Kicillof no tiene una próxima jugada. Un dirigente de su propio gabinete lo reconoce: “Fue a una pelea que no era la de él sin saber cómo continuarla ni bajarse a tiempo”. Pero el gobernador bonaerense demostró hacia futuro más de lo esperado: que está dispuesto a plantarse y que en la pelea hasta militantes incondicionales a su jefa política creen que los dardos al gobernador fueron un límite.  

“Gestión, gestión, gestión”, responde cuando le consultan sobre la disputa interna. Sabe que es uno de los dirigentes de Unión por la Patria que mejor imagen tiene pero necesita conservarla. Alguien le recordó que con solo “tener intención de voto ante el vacío de dirigentes” CFK en 2015 debió aceptar que el candidato fuera Daniel Scioli. Ya no parece tan fácil.

* Para www.perfil.com

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