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El Peronismo

OPINIÓN 07/04/2024 Julio Bárbaro*
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Tengo un recuerdo afectuoso de José Ber Gelbard, Ministro de Economía de los inicios del tercer peronismo. Una tarde, nos cruzamos y, sonriente, me contó que venía de un encuentro con Perón, a quien le había dicho: “General, me estoy haciendo peronista”. Según él, Perón lo miró con seriedad, no con humor y, más bien con cierta tristeza, le respondió: “Don José, ¡justo ahora que yo dejé de serlo!”.

En su concepción de la distribución de la política en nuestro país -un 15% de izquierda, un 15% de derecha, y peronistas, todos- se advertía la decisión de Perón de hacer del peronismo una etapa del desarrollo de la conciencia nacional e impedir su conversión en un sello de goma para hacer negocios y engañar a la ciudadanía.

El peronismo del 73 estaba constituido por extrapartidarios con mucha vigencia: los demócrata-cristianos, que ocupaban cargos importantes en el Senado y en la Cámara de Diputados, los del MID, los empresarios y la juventud, que es la que realmente falló. Perón intentaba dejar una sociedad integrada ideológicamente, pero ese proyecto se degradó por los intereses creados.

Yo fui miembro del intento de la ley del SNIS (Sistema Nacional Integrado de Salud), propuesta por el doctor Domingo Liotta. El sindicalismo, al enfrentarla, negó la salud para todos. Una sola salud, como funciona en tantos países europeos. Ahora, ¿qué tenemos? La sindical, la privada, y la de los pobres, la de los hospitales, que es excelente, pero no da abasto.

Por otra parte, si de recuerdos que intentan describir a grandes trazos una época y su decadencia se trata, evoquemos la despedida de Ricardo Balbín a Perón, del viejo adversario al amigo, que señala un logro en el desarrollo de una sociedad. Del otro lado, estaban las dos violencias, que no serían dos demonios, porque uno alcanzaría el poder por el golpe militar y su accionar sería el del terrorismo de Estado sin juicio alguno, pero sí dos inconciencias, dos formas del deterioro y la descomposición porque ambas se iniciaron en el seno de la misma democracia.

Tras la muerte de Perón, se instala el poder de López Rega. Yo pertenecía a un grupo que había intentado imponer la fórmula Perón-Balbín, preferida por el General, hasta el punto de que cuando se enteró de que se había resuelto que fuera Perón-Perón, se puso de pie y dijo: “Señores, al nepotismo se lo combate hasta en África”. Frase clara, concreta, que se negaron a reivindicar unos cuantos testigos de ese gesto. En el fondo, la pequeñez procuraba imponerse por todas las vías para ocultar la grandeza.

Aquella otra célebre frase de Perón: “El futuro nos encontrará unidos o dominados” tiene enorme vigencia hoy. La fractura actual es la voluntad de dominio que estaba en el seno de todas las fuerzas políticas como también lo estaba la voluntad de ser patria. Venció la idea colonial, aquella que Perón, Balbín, Frondizi intentaron superar.

Nosotros nunca hicimos la autocrítica de la última parte de aquel gobierno, en la que Isabel podría ser merecedora de cierto respeto. Integré el grupo de quienes le hicimos juicio político a López Rega, enfrentamos la pesadilla de Celestino Rodrigo y Ricardo Zinn de destruir la economía y plantear un ajuste que habría de separar netamente -y tal vez, de ahí en adelante, sin retorno- a los pobres de los ricos.

En el regreso de la democracia, elegimos a Luder. Venció Raúl Alfonsín, quien representó el último intento de imponer la política por sobre la economía. Alfonsín fracasa porque el peronismo no lo acompaña, salvo raras excepciones, como el levantamiento de Semana Santa. Fui uno de los pocos que apoyó el acuerdo del Beagle, cuando un dirigente como Saadi ya planteaba una fractura, apoyado por esa supuesta izquierda - desprendimiento de la guerrilla- en cuyo afán de confrontación estaba implícita la voluntad de dependencia.

El fracaso de Alfonsín nos conduce a Menem, y Menem representa el más profundo antiperonismo, es la entrega de lo nacional a lo privado, la destrucción de lo colectivo. Con Menem, se instala la corrupción como sistema inherente a la política. La apropiación de los bienes del Estado genera miles de ricos y millones de pobres y desde ahí, se inaugura la concentración económica que va a instalar la dependencia. Antes de esa instancia, no teníamos ni deuda externa, ni necesidad de subsidio, ni inseguridad. Todo nace con Martínez de Hoz y Cavallo, quienes inauguran la etapa de la multiplicación de los bancos y las financieras para colocar a la renta por encima de la producción. El peronismo jamás hizo una autocrítica al respecto.

Luego vendrá la etapa de los Kirchner -tras el desastre de la Alianza con de la Rúa, Cavallo, las confiscaciones de los bancos, el estado de sitio, los muertos en Plaza de Mayo-, en la que se empieza a reivindicar el recuerdo de la violencia mediante las políticas de derechos humanos, absolutamente respetables como tales, pero no para reafirmar la lucha armada entre las clases media y trabajadora. Eso genera un quiebre que induce, entre otros motivos, a las clases populares a votar a la derecha en las últimas elecciones. La burocracia de La Cámpora y el kirchnerismo, esa mezcla de izquierdismo y progresismo termina en el rotundo fracaso de Alberto Fernández y su patético gobierno como degradación del pensamiento nacional.

Entre tanto, el mundo enfrenta a las naciones con el poder económico mediante el proteccionismo, inherente a EEUU y a China, por ejemplo. En un artículo publicado en el diario La Nación, Paul Krugman defiende el estatismo y la forma en que Biden impone el proteccionismo contra China con más éxito que Trump. Las políticas de protección de lo nacional están presentes en todos los países del mundo, mientras que los bancos y los negocios son la alternativa que convierte a las naciones en colonias. Ningún país dejó de practicarlas, salvo en los casos en que lo financiero triunfa sobre lo productivo y, en ese sentido, produce esa dialéctica donde la concentración crece y la miseria la acompaña.

Al peronismo le falta una autocrítica con respecto a Menem y a Kirchner, y sin ella, el nombre ha quedado vacío de contenido. No éramos ni la patética destrucción del Estado de Menem, que barrió con los ferrocarriles estatizados por Perón, ni la insensata visión seudo izquierdista del kirchnerismo, central en las dos privatizaciones y estatizaciones de YPF, que demuestran la incoherencia de una línea ideológica de imposición de intereses grupales por sobre los colectivos.

Hoy carecemos de presencia en el debate ideológico, somos parte del pasado. Inconcebible y penoso. En cambio, es posible encontrar en algunos radicales la fuerza reivindicativa de lo nacional que el kirchnerismo perdió. Al escuchar los últimos discursos contra el DNU, sentí que los de Lousteau y Manes me expresaban más que el de quienes se dicen peronistas.

Recuperar lo nacional no se hace con el sello viejo del partido, sino asumiendo que hay radicales, conservadores, liberales y peronistas con vocación patriótica, aunque en todos esos sectores ideológicos se halle también la vocación colonial. La fractura es “Patria o colonia” y la defensa de la patria está por encima de la vigencia de ese peronismo que en su momento fue su expresión y dejó de serlo hace tiempo.

Soy parte de una generación que intentó profundizar la justicia social y transitó el empobrecimiento más duro de nuestro país. Esa generación se va yendo, nace una nueva, expresada más en la realidad que viven los gobernadores que en la ideología de los seudo representantes autodenominados peronistas.

Después de un gobierno fracasado y de una derrota contundente, hemos asistido a un congreso nacional del Justicialismo tan vacío de ideas que ni siquiera fue noticia para los medios de comunicación. Así, hemos ido lentamente vaciando nuestra historia, buscando en discursos ajenos la expresión de nuestros sueños de ayer, ausentes en el sello del hoy , en momentos en que una oposición sólida es de fundamental importancia para salvar al país de la entrega a la que este gobierno nos somete cada día.

Como esa imagen final de Marechal sobre Megafón, reunir a todos no sirve para nada, somos nosotros quienes debemos reunirnos con los sectores nacionales, sea cual fuere su ideología.

Reitero: patria o colonia, esa es la realidad. Ser peronista hoy desgraciadamente implica un recuerdo sin vigencia en el presente y, de no haber una autocrítica profunda, el peronismo no tiene futuro. O nos juntamos con todos los sectores nacionales de las demás fuerzas políticas o desaparecemos junto a lo peor de la burocracia.

Los países hermanos, como Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia mantienen la fuerza del patriotismo. Su ausencia es nuestra falla esencial. Sin patriotismo no hay otro destino que el de colonia.

* Para www.infobae.com

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