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La codicia se convirtió en un estadio superior a la sabiduría

OPINIÓN 12/03/2023 Julio Bárbaro*
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En mis tiempos jóvenes, los sueños abundaban sin transitar en exceso el espacio de la codicia y la acumulación de riquezas. Era un mundo de idealistas y apasionados, una generación que, como todas, apostaba a cambiarlo. El trabajo sobraba en todas sus variantes, subsistir no era un problema y estudiar se convertía en el principal desafío, “mi hijo el doctor” imperaba como consigna en los barrios poblados de inmigrantes. En la misma medida que la pobreza dejaba de ser una amenaza, el dinero no ocupaba la centralidad de los debates. La histórica dirigencia nacional era retrograda, nunca logró asumir la democracia pero tampoco se enamoró de la revolución industrial. En nombre de la libertad derrocaron a Yrigoyen, a Perón, a Frondizi y a Illia asumiendo con Onganía que ellos no creían en la democracia. Vivieron demonizando al peronismo, como si el voto y el poder popular fueran la causa de todas nuestras desdichas. Con Onganía no se destruyó la economía, claro que expulsando a los científicos decidieron renunciar a un país industrial y a la opción de un desarrollo nacional autónomo con la pueril y grotesca excusa de que la ciencia está catequizada por los marxistas. Ocurrió también que al clausurar sin tiempo las elecciones van a justificar el surgimiento de una desmesurada guerrilla.

El rico existía como un dato de la realidad, clase alta estable, alterada por industriales exitosos que terminaban batiendo récords de precios en los toros de La Rural. Competían con los ganaderos siendo ambos defensores de lo propio, como sigue sucediendo aún en los países hermanos. Eso pasó en el gobierno de Perón, en buena parte de las dictaduras y muy especialmente con Arturo Frondizi. Derrocar a Arturo Illia impone lo más retrogrado intentando imitar o copiar, a lo peor de Europa que era el franquismo. El peronismo muere con su fundador, Menem impone su visión degradada de liberalismo de mercaderes y luego los Kirchner son un desteñido marxismo donde los desaparecidos sustituyen a los trabajadores para culminar en la decadente versión actual donde la injusticia social es secundaria al feminismo y las reivindicaciones de género. Asaltan al Estado como si fuera una fortaleza enemiga, se atosigan de cargos y salarios como si olvidaran que primero están los humildes y luego, muy luego, la burocracia disfrazada de “militancia”. Mientras las ideas y los partidos dependan de los negocios, los humildes no tendrán quien los exprese. El capitalismo es exitoso cuando produce riquezas, en manos de saqueadores e intermediarios es igual o peor que el mismo autoritarismo que dice combatir.

Así las cosas, el triunfador envidiado y admirado es el rico, vencedor absoluto en el desafío de vegetar. Si reducimos la vida como una simple lucha contra el aburrimiento, pareciera que la codicia se convirtió en un estadio superior a la sabiduría. “No sabés la plata que hizo fulano” es la frase reiterada hasta el aburrimiento en reuniones de personas que antes hubieran depositado su admiración en Borges o en Madre Teresa de Calcuta, en el Che Guevara, Perón o Gramsci. Algunos jóvenes emigran, ciudadanos rusos vienen con ganas de quedarse entonces, la identidad nacional encuentra en el futbol, la dignidad y la pasión que la mediocridad generalizada de la política no logra aportar. Los enriquecidos imaginan que la economía de su desmesura es lo único estable, el resto, la política, lo conciben en su egoísmo como un fenómeno secundario que sólo abarca multitudes. Economía para ricos o populismo para pobres, “los inmorales nos han igualado” diría el sabio Discépolo. No tenemos una digna burguesía industrial enamorada de su patria, como Brasil, Uruguay, Chile o la misma Bolivia. Enriquecidos intermediarios improductivos carecen de conciencia social. Aves de rapiña que roban aquí y guardan afuera, admiran sociedades donde la viveza no es la virtud de moda, en las que no hubieran pasado de simples empleados. Un capitalismo con ricos mediocres sin patria ni bandera, difícil que funcione. El kirchnerismo es un desatino pero así y todo, los venció y los puede volver a derrotar. La viveza de los ricos con ganancias mal habidas no da una patria ni un destino, tan solo una amenaza de estallido. La mecha del oficialismo es corta, la de la oposición a veces ni siquiera existe.

Casi cinco décadas destruyendo el Estado, endeudando y empobreciendo a la sociedad. Desde aquel Celestino Rodrigo que inició el saqueo una vez muerto Perón, Martínez de Hoz y Domingo Cavallo multiplicaron la deuda y sustituyeron la industria por los bancos y financieras. Lograron que la mayoría de las empresas, antes nacionales se convirtieran en extranjeras. “El inversor extranjero” nuevo profeta que se ocupa de degradar una nación en colonia. Enriquecidos empresarios empobrecidos del cerebro siguen con la cantinela de bajar impuestos y aflojar leyes laborales. Mientras tanto ahí están los que gobiernan que son tan o más dañinos, parasitando al Estado para acomodar parientes y acumular riquezas. El resultado es una sociedad que sufre en silencio, presa de una supuesta izquierda que no es nada y una perversa derecha que se lleva todo. La política, la que nos devuelva un futuro, ésa todavía no está presente como opción. Demasiada confrontación para poder forjar una digna convivencia. Necesitamos convertirnos en adversarios, superar este triste enfrentamiento sin destino. Votar seguirá permitiendo expresar los resentimientos, todavía los sueños no ocupan el cuarto oscuro. Ausencia con aviso que esperemos sea pasajera.

* Para www.infobae.com

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