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El kirchnerismo huele la derrota

OPINIÓN 12/05/2023 Fernando Laborda*
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Cuando a pocos meses de una elección alguien está pensando en modificar sus reglas de juego es porque intuye que con las actuales normas está condenado a la derrota. La admisión por parte de Axel Kicillof de que los comicios bonaerenses podrían desdoblarse de los nacionales confirma aquel sentimiento. 

Es sabido que, en el gravísimo contexto socioeconómico actual, los principales dirigentes de la coalición oficialista, con Cristina Kirchner a la cabeza, tienen muy pocas esperanzas de retener el gobierno nacional y que, en cambio, apuestan a conservar el poder en la provincia de Buenos Aires.

Las elecciones de gobernador bonaerense se definen por simple mayoría de sufragios: a diferencia de los comicios para elegir presidente de la Nación, tienen una única vuelta electoral que puede definirse por un voto. En consecuencia, un cálculo que se viene haciendo en el gobernante Frente de Todos pasa por la posibilidad de que la oposición divida las preferencias de sus votantes entre el candidato libertario que apoye Javier Milei y el postulante de Juntos por el Cambio, algo que podría terminar favoreciendo la reelección de Kicillof.

También se sabe que, si las elecciones presidenciales y las provinciales se realizaran, como hasta ahora, en forma simultánea, el 22 de octubre, serían altas las probabilidades de que el voto por una boleta presidencial de un partido termine arrastrando el voto por el gobernador provincial de la misma fuerza política. Por ejemplo, sería muy probable que el postulante a la gobernación de La Libertad Avanza –que hasta hoy es una incógnita­– coseche más apoyo en el electorado en una elección simultánea a la nacional por la presencia de Milei, contribuyendo a dividir a la oposición, independientemente de que los libertarios pueden restarle también votos al oficialismo, fundamentalmente en un segmento joven de condición humilde.

Por el contrario, si se desdoblaran las dos elecciones y se anticiparan las provinciales, sería probable que el postulante libertario a la gobernación reciba menos votos al no beneficiarse con el efecto de arrastre que ejercería la boleta presidencial que tendrá la imagen de Milei. Esta situación podría beneficiar a Juntos por el Cambio, donde hasta ahora asoma con más fuerza Diego Santilli como potencial candidato a gobernador (entre sus posibles rivales internos están Cristian Ritondo, Joaquín de la Torre, Javier Iguacel y Gustavo Posse).

A simple vista, en función de estas especulaciones, podría concluirse que a Kicillof, como a cualquier potencial candidato a gobernador del Frente de Todos, le convendría no innovar y realizar elecciones generales provinciales en la misma fecha que las nacionales, pues serían mayores las probabilidades de que aumente la dispersión del voto para las fuerzas opositoras.

¿Por qué, entonces, dirigentes del oficialismo y el propio gobernador bonaerense habrían empezado a pensar en desdoblar los comicios provinciales de los presidenciales? La respuesta es que temen que el lastre de la boleta presidencial del Frente de Todos los arrastre hacia una derrota en el distrito bonaerense.

Lo cierto es que, hasta ahora, a las fuerzas gobernantes no les ha ido nada mal adelantando las elecciones provinciales. La lógica de esos adelantamientos conduce a la hipótesis de que cuanto más alejados de las elecciones presidenciales del 22 de octubre estén los comicios provinciales, más chances de retener el poder tendrán las fuerzas políticas que gobiernan actualmente las provincias. La conclusión de quienes impulsan en el mayor distrito del país el adelantamiento electoral es que hoy la situación no es nada buena, pero hacia el 22 de octubre podría ser mucho peor aún.

La reciente decisión de la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, de anticipar los comicios provinciales para el 13 de agosto es al respecto ejemplificadora.

Esta cuestión acerca de desdoblar o unificar las elecciones bonaerenses y las nacionales será seguramente objeto de discusiones y conciliábulos en el congreso nacional del Partido Justicialista, que se llevará a cabo el martes próximo. Claro que no es sencillo tomar una decisión cuando no hay ninguna definición sobre la candidatura presidencial del oficialismo.

Hasta no hace mucho el kirchnerismo esperaba una señal de estabilización de la economía para salir a bendecir la hipotética postulación presidencial de Sergio Massa. El problema es que esa señal sigue haciéndose esperar y es muy probable que no llegue antes del vencimiento del plazo para presentar oficialmente candidatos, que se producirá el 24 de junio.

El índice de inflación de abril duplicará la meta que a comienzos de año se había propuesto el ministro de Economía de que no supere el 4% y ningún economista cree que vaya a mejorar en mayo.

Pese a los esfuerzos de la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, para persuadirnos de que los salarios le están ganando a la inflación, las mediciones de pobreza del Indec demuestran que esta ha crecido en la población ocupada e incluso entre los asalariados registrados.

Si se toman las estadísticas del cuarto trimestre de 2022 y se las compara con el mismo período de 2021, se advertirá que el nivel de pobreza entre la población en general aumentó del 36,5% al 40,9%, en tanto que entre quienes dicen estar ocupados, pasó del 25,8% al 30,5%. El dato que más sorprende es el de los asalariados registrados (aquellos con descuentos jubilatorios), donde la pobreza creció del 13,6% al 19,3%, mientras que entre los asalariados sin descuentos jubilatorios aumentó en menor medida, del 43,2% al 45,2%. Finalmente, entre los independientes por cuenta propia, la pobreza pasó del 36,3% al 40,1%.

De acuerdo con el índice de precios al consumidor de la ciudad de Buenos Aires correspondiente a abril, que arrojó un aumento del 7,8%, los alimentos han vuelto a ser uno de los rubros de mayor incidencia, por cuanto sus precios crecieron el 10,4%. Según un estudio de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA el incremento anual de los alimentos podría llegar al 197%.

Las estadísticas no juegan a favor del oficialismo y menos aún del ministro Massa, quien ayer optó por ensayar un giro en su discurso, cuando admitió públicamente que es consciente de que “la inflación demolió el ingreso de la clase media argentina” y que, en ese contexto, “las peleas de la política tienen que pasar a un segundo plano” y “se necesita orden político para que haya orden económico”.

El presidente Alberto Fernández, en cambio, prefirió subirse al carro de la batalla contra la Corte Suprema de Justicia, tras la medida cautelar que suspendió las elecciones de gobernador en San Juan y Tucumán. Su propósito es doble: desviar la atención de la cuestión económica, por un lado, y congraciarse con el cristinismo, buscando generar empatía con sus dirigentes, de cara a las negociaciones que tendrán lugar en el justicialismo para definir una estrategia electoral en la que el primer mandatario no quiere quedar afuera. Especialmente, a la hora de resolver la conformación de las listas de candidatos a cargos legislativos.

* Para La Nación

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